7. El Asia bajo el dominio persa
Sobre la base de las pruebas de que disponemos, los persas podrían alegar muy justificadamente que su organización imperial, en sus mejores días, aunque carente de la fuerza centralizada o de la justificación teórica del moderno gobierno civilizado, consiguió notable adelanto, y que no es indigno de comparación aun con el romano en lo que respecta a la libertad y la paz que aseguró efectivamente a sus súbditos.
No hay mucho que pueda —o deba— decirse sobre los demás pueblos conquistados antes de volver a los griegos. Aunque Ciro no vivió para recibir en persona la sumisión de todos los pueblos asiáticos occidentales, su hijo Cambises la recibió antes de que llegara al fin su breve reinado de ocho años. Ahora quedaban comprendidos dentro del imperio no sólo los territorios principales dominados en otras épocas por los medos y los babilonios, sino también tierras mucho más extensas al este, al oeste y al sur, e incluso islas mediterráneas próximas a las costas asiáticas. Entre estas últimas estaba Chipre, ahora más estrechamente ligada a la Fenicia que antes, y en combinación con ésta para proveer al Gran Rey de navíos. Al este, la meseta irania, vigilada desde dos residencias reales, Pasargada en el sur y Ecbatana en el norte, hinchaba su dominio a dimensiones mayores que las de ningún reino oriental anterior. Por el sur, Cambises agregó Cyrene y, menos probable, la Nubia al Egipto, que la Asiria había poseído por corto tiempo, como ya hemos visto. Por el oeste, Ciro y sus generales habían asegurado ya toda el Asia que quedaba fuera del límite de Media, incluyendo la Cilicia, donde —como también en otros reinos, por ejemplo, Fenicia, Chipre, Caria— la dinastía nativa aceptó una posición de cliente.
Sin embargo, esto no significa que todo el Oriente se haya acomodado inmediatamente en plácida servidumbre. Cambises, al dar muerte a su hermano, había cortado la línea directa de sucesión. Un pretendiente apareció en el extremo oriental, y al momento, todas las provincias orientales, a excepción de Persia, se levantaron en armas. Pero un pariente de la casa real, Darío, hijo de Histaspes, hombre fuerte, mató al pretendiente, y una vez seguro en el trono, volvió a someter a Media, Armenia, Elam y Babilonia. La vieja ciudad imperial del Éufrates volvería a hacer otro esfuerzo por liberarse, seis años más tarde, para volver a caer en la condición de ciudad provinciana. Darío tardó unos veinte años en organizar el imperio de acuerdo con el sistema de satrapías, bien conocido por nosotros gracias a las fuentes griegas, y en fortalecer sus fronteras. Para promover esto último pasó a Europa, incluso cruzó el Danubio en 511, con el fin de contener las incursiones de los escitas, y aseguró el dominio de los dos estrechos y la seguridad de sus posesiones del noroeste asiático por medio de la anexión del sudeste de la península de los Balcanes con las florecientes ciudades que ésta tenía en sus costas.