9. La Lidia
Debe de haber sido en la hora de aquel desastre, o muy poco antes, cuando un tal príncipe mérmnade de Sardes, llamado Guggu por los asirios y Gyges por los griegos, se sacudió cualquier vasallaje que pueda haber debido a la Frigia y empezó a exaltar su casa y la tierra de Lidia. Fué el fundador de una nueva dinastía, habiendo sido por origen, según parece, un noble de la corte que subió al trono gracias a una serie de sucesos que se relatan de diferente manera, pero que en todas las versiones se refieren a alguna intriga con la reina consorte de su predecesor. Uno de los historiadores, que dice que prevaleció con la ayuda de los carios, probablemente afirma un hecho; porque parece ser este mismo Gyges el que, pocos años más tarde, posiblemente sometió mercenarios carios a la atención de Psamético de Egipto. Habiéndose enfrentado y rechazado a la horda cimmeria sin ayuda de Assurbanipal de Asiria, a quien se había dirigido en vano, Gyges se alió al rebelde egipcio que acababa de fundar la dinastía y procedió a ensanchar sus fronteras atacando a los prósperos griegos que tenía al oeste. Pero sólo tuvo éxito contra Colofón y Magnesia sobre el Meandro, lugares de tierra adentro, y fracasó ante Esmirna y Mileto, que podían aprovisionarse por medio de sus flotas y probablemente disponían de una gran proporción de aquellos aguerridos «piratas jonios» que durante mucho tiempo habían asolado la costa de Levante. En el curso de un largo reinado, que Heródoto, cronologista inexacto, calcula en treinta y ocho años, Gyges tuvo tiempo de establecer su poderío y de asegurar para sus lidios el dominio del comercio terrestre; y aunque una nueva horda de cimmerios, empujados, según Heródoto, por los escitas (quizás éstos no dejaban de estar conectados con los medos que por entonces se movían hacia el oeste, como ya sabemos), bajó del norte, lo derrotó y le dió muerte, saqueó la parte no fortificada de su capital y prosiguió el pillaje donde pudo hasta el mar sin detenerse a tomar los lugares defendidos, su hijo, Ardis, que se había sostenido en las ciudades de Sardes y ofreció su sumisión a Assurbanipal, pronto pudo reanudar la ofensiva contra los griegos. Después de un ataque asirio contra el flanco o la retaguardia de los cimmerios, que acarreó la muerte del jefe bárbaro en las colinas cilicianas y la dispersión de la tormenta, el lidio volvió a marchar contra el Meandro. Capturó Priene, pero, como su predecesor y su sucesor, no pudo apoderarse de la más codiciada presa de la costa griega, la opulenta ciudad de Mileto en la desembocadura del Meandro. Hasta la fecha de la presente investigación, y durante medio siglo después, estas conquistas de los reyes lidios en Jonia y Caria apenas si fueron más que incursiones en busca de pillaje y soborno, como las anteriores razzias mesopotámicas. Podían resultar en la toma y saqueo de alguna ciudad aquí y allá, pero no en su retención. El griego cariano Heródoto, nacido no mucho más de un siglo después, nos dice que hasta el tiempo de Creso, o sea, hasta la época de su abuelo, todos los griegos conservaron su libertad: y aun en el caso de que quiera decir, como es posible, que nunca antes los griegos se habían visto sometidos a la esclavitud, aun este dato apoya nuestro argumento, porque, si es posible juzgar según la práctica asiria, la esclavitud de los pueblos vencidos empezaba solamente cuando su tierra se incorporaba en un imperio territorial. Nada sabemos de gobernadores lidios en las ciudades griegas de la costa, y no encontramos rastros de un «período lidio» en los estratos de emplazamientos jonios y carios que se han excavado. De modo que parecería que los lidios y los griegos vivieron hasta el año 600 a. C., y después de esa fecha, en inquieto contacto, reteniendo cada pueblo en general su propio territorio y aprendiendo unos de otros en la única escuela internacional conocida de los hombres primitivos: la escuela de la guerra.
Heródoto parece entender que las ciudades griegas del Asia, de acuerdo con la creencia popular de su tiempo, tenían una gran deuda con la Lidia por su civilización. Probablemente incurrieron en la mayor parte de esta deuda (si existe realmente) después del año 600 a. C.; pero partes de la deuda deben haber sido de fecha anterior, el acuñamiento de moneda, por ejemplo. Sin embargo, hay mucho que poner en la otra hoja del libro, más de lo que sabía Heródoto, y más de lo que podemos calcular hasta ahora. Demasiado pocos monumentos de las artes de los primeros lidios y demasiado pocos objetos de uso diario se han encontrado en las mal exploradas tierras como para decir si debían más al Oriente que al Occidente. Sin embargo, por la excavación norteamericana de Sartes ya hemos sabido con seguridad que su escritura era del tipo occidental y estaba más emparentada con la jonia que la misma frigia; y puesto que su lenguaje contenía un gran número de palabras indoeuropeas no deben considerarse los lidios como pueblo oriental. Aunque los nombres que Heródoto da a sus primeros reyes son mesopotámicos y pueden ser reminiscencias de alguna conexión política con el Lejano Oriente en una época remota —quizás la de las relaciones exteriores de Ur, que parecen haberse extendido hasta Capadocia—, todos los nombres reales posteriores, así como los otros nombres lidios, son claramente anatolios. De cualquier manera, toda conexión con la Mesopotamia debe haberse olvidado largo tiempo antes de que los escribas de Assurbanipal pudieran mencionar la creación de «Guggu Rey de Luddi», como proveniente de una tierra y un pueblo de los que su señor y sus antepasados apenas si habían oído hablar. A medida que adelantan las excavaciones de Sardes y otros lugares de la Lidia, acaso descubramos que la más alta civilización del país fué un crecimiento relativamente tardío, que data, en lo principal, del ascenso de los Mérmnades, y que sus productos muestran una influencia de las ciudades helénicas que empezó no antes de 600 a. C., y que fué más potente en el siglo que siguió a esa fecha.
Nada sabemos de la extensión del poderío lidio hacia el este, a menos que estén bien fundadas las sugestiones ya basadas en el pasaje de Heródoto concernientes al choque de Aliates de Lidia contra Kyaxares el medo, sobre el Halys, algunos años después de la fecha de que se ocupa esta investigación. Si lo están, entonces puede suponerse que la esfera de influencia de la Lidia abarcaba la Cilicia, por el sudeste, y sus intereses deben haber incluido la Capadocia, al noreste. No es difícil que la dinastía de los Mérmnades heredara la mayor parte de lo que los reyes frigios habían poseído antes del ataque cimmerio; y quizás a una tiránica ocupación lidia de la meseta, por el este, hasta el Halys y las estribaciones del Anti-Tauro, se hayan debido el que los mushki vinieran a estar representados más tarde sólo por los mosqui, en la Armenia occidental, y los hombres de Tabal por los igualmente remotos e insignificantes tirabeni.