2. Urartu
Como cabía esperar de las circunstancias geográficas, los más peligrosos y persistentes de los enemigos de la Asiria eran los fieros montañeses del norte. En el este se acumulaban tempestades detrás de las montañas; pero todavía no estaban listas para estallar. Al sur y el oeste había distritos sedentarios de vieja civilización, que no estaban dispuestos a pelear, o grupos vagabundos de nómadas harto esparcidos y mal organizados para ser peligro grave. Pero la situación del norte era distinta. Los valles silvestres, a través de los cuales descendían los afluentes de la ribera izquierda del Tigris superior, habían sido siempre refugio de fieros clanes batalladores, codiciosos de los pastos de invierno y el clima más templado de las llanuras al norte de Mesopotamia, y había sido la ansiosa preocupación de una potencia mesopotámica tras otra —incluso hasta nuestros días— tomar medidas para rechazarlos. Puesto que la debilidad principal de estas tribus reside en la falta de unidad que fomenta la naturaleza subdividida de su país, no debe haber sido pequeña causa de preocupación para los asirios ver que, a principios del siglo IX, un reino de Urartu, o como lo llamaban sus propios habitantes, Khaldia, empezaba a ganar poderío sobre las comunidades en torno al lago Van y en las cabezas de los valles que descienden hasta el territorio asirio. Tanto Asurnazirbal como Salmanasar condujeron numerosas expediciones a las montañas del norte con la esperanza de debilitar a las tribus con cuya adhesión podía aumentar su vigor aquel reino vánico. Ambos reyes penetraron más de una vez hasta las inmediaciones del lago Urmia, y Salmanasar alcanzó el centro del Urartu mismo en tres o cuatro ocasiones, pero sin éxito definitivo. El estado vánico siguió floreciendo, y sus reyes —cuyos nombres suenan más europeos que asiáticos—, Lutipris, Sarduris, Menuas, Argistis, Rusas, se construyeron recias fortalezas que todavía hoy se levantan alrededor del lago Van, y tomaron de sus enemigos del sur una escritura con que grabaron rocas con las relaciones de guerras felices. Una de estas inscripciones aparece muy al oeste, en la ribera izquierda del Éufrates, frente a Malatia. Hacia el año 800 a. C., a pesar de los esfuerzos de los hijos de Salmanasar por continuar la política de su padre de hacer la guerra dentro del territorio enemigo, el rey vánico había logrado reemplazar la influencia asiria por la ley de Khaldia en la cuenca superior del Tigris y la alta Mesopotamia, las tierras «Nairi» de los escribas asirios; y sus sucesores saquearían, durante la época siguiente, llanuras cada vez más lejanas.