COMIDA Y SOMNOLENCIA
Durante el proceso de la digestión, la sangre se concentra en el aparato digestivo para llevar a cabo todas sus rutinas y, como la cantidad de sangre del organismo es constante —unos cinco litros—, hay que realizar una redistribución meticulosa ajustando el riego de cada zona para que no falte en ningún lugar. Si en el momento de la digestión hacemos un ejercicio intenso, tomamos el sol o sufrimos un cambio brusco de temperatura al entrar en el agua la sangre acudirá a cada músculo que estemos moviendo o a la piel para ajustar los procesos requeridos. Esto hace que la sangre que llega al cerebro sea menor y que suframos una pérdida de conciencia en mayor o menor grado, que si es en tierra no suele tener más importancia; pero en el agua las consecuencias pueden ser graves.
A esto se le suele llamar erróneamente «corte de digestión». No ocurre precisamente que se detenga la digestión, sino que por medio de los procesos que hemos comentado se «recorta» la sangre en el cerebro. Por este mismo motivo todas las actividades intelectuales que se hagan después de una comida copiosa se van a ver mermadas y la capacidad de razonamiento no va a ser tan precisa. A esto hay que añadirle una somnolencia más o menos acusada que se da también después de comer y que hay que tener muy en cuenta cuando se van a realizar actividades en las que hay que prestar mucha atención, como es la de conducción. Por tanto, hay que valorar la alimentación si vamos a ponernos al volante inmediatamente después de una comida, porque esta debe ser poco copiosa y ligera.
Cuando se conduce hay que tener con la comida un grado de precaución importante. Con el alcohol la tolerancia es cero, y con la comida hay que considerar esta referencia a la somnolencia que hemos mencionado y que limita la capacidad de estar alerta. Al sentirla es muy recomendable aparcar el coche y dormir algo, aunque sea poco.
Esto es aplicable a muchas otras situaciones, como las comidas de trabajo, que se prolongan excesivamente y se come y bebe demasiado, precisamente en un momento en el que hay que tomar decisiones importantes.
Exactamente lo mismo ocurre con los estudios. Se estudia muy mal con el estómago muy vacío, pero igual de mal que con el estómago muy lleno, de forma que en épocas de exámenes hay que hacer comidas frecuentes, pero en poca cantidad. Esta advertencia es válida también a la hora de realizar un examen, al que no se debe llegar sin haber comido o inmediatamente después de comer. Tendría que permitirse tomar algo en exámenes excesivamente largos. Esto no significa llevarse el túper, pero sí una pieza de fruta o algunos frutos secos.