EL AGUA

El Agua, así con mayúscula. De entrada ya tiene su puesto de honor en la «Joyería de la alimentación» en nuestro imaginario supermercado Es más del 60 por 100 del organismo y, como comentamos al principio, por sí sola constituye la segunda hipoteca que contraemos al nacer.

Se dice de ella que es el origen de la vida, y de hecho es así, de forma que cuando se busca vida en cualquier lugar, lo que se pretende encontrar es la presencia de agua. De dónde viene, no lo sabemos, pero el caso es que es la misma de siempre, más o menos salada, en forma líquida, hielo o vapor, que mantiene un ciclo constante en el planeta del que nosotros somos parte.

Solo el 3 por 100 del agua del planeta es dulce, y el 97 por 100 restante, salada. Similar a nuestro plasma sanguíneo, para que no olvidemos nuestro origen, ya que primitivamente éramos animales acuáticos y cuando nos salimos del agua mantuvimos su composición en nuestro interior.

El agua es un «alimento», pero no es un «nutriente» puesto que no aporta calorías, por eso es inexplicable que se crea que hay aguas que engordan y otras que no. Forma parte de prácticamente todos los alimentos, algunos como las frutas y verduras con una gran cantidad en su composición.

Entra agua en el organismo mediante los líquidos que ingerimos y los alimentos. Hay personas muy preocupadas porque según ellas «no beben agua», pero cuando les preguntas reconocen que se toman no sé cuántas cervezas y bebidas refrescantes.

Los seres vivos también fabricamos internamente agua mediante reacciones del catabolismo celular y que supone un aporte más que se añade a la bebida y a los alimentos. Por estas tres vías se proporciona agua al organismo y la expulsamos constantemente de cuatro formas: por la orina, que es la más conocida; por las heces, la piel y los pulmones. No solamente es el sudor, sino que hay una transpiración constante por la piel que hace que perdamos agua en forma de vapor, aunque no sudemos. No tenemos más que envolver con plástico un brazo y comprobaremos cómo al poco rato se empaña debido al vapor de agua eliminado. En cada espiración sale vapor de agua —el que usamos, por ejemplo, para limpiar las gafas—. Es, por tanto, un préstamo constante, sin interés. La naturaleza nos la presta y se la devolvemos puntualmente, ya que el organismo está muy pendiente del balance hídrico. Movemos unos dos o tres litros o más de agua al día, y digo bien, movemos, porque entra y sale constantemente. Entre lo que entra y lo que sale tiene que haber una especie de empate que hace que al final haya un equilibrio, y más nos vale que sea así, ya que si fallan algunos de los mecanismos de salida se acumulará líquido y las consecuencias serán graves.

FALSA RETENCIÓN DE LÍQUIDOS

Esto no tiene nada que ver con la moda que se ha instaurado últimamente entre muchas personas que creen que «retienen líquido», simplemente porque un día el anillo les está más apretado. A esto ha contribuido de forma lamentable la insensatez de algunos individuos que han confundido a la gente haciéndoles creer que su problema de peso es en realidad un problema de «líquidos» y de esa forma les instan a tomar medicamentos diuréticos o hierbas con poder diurético —que naturalmente las hay, y que constituyen la base de muchos medicamentos—. En ocasiones, esa sensación de «retención de líquidos» es consecuencia de alimentos que hemos ingerido con bastante sal y el organismo realiza un mecanismo compensatorio necesario hasta que la elimina.

Cuántas veces me he encontrado a personas que me refieren convencidas de que su problema son los «líquidos» y que no engordan «kilos, sino litros». Y se quedan tan tranquilas. Si en realidad fuese así habría que pensar en un problema cardiorrespiratorio, renal, hormonal, etc. Afortunadamente casi nunca ocurre esto

Cuando se abusa de este tipo de fármacos o hierbas, de alguna manera se hace que el riñón se adapte hasta que llega un momento en que sin esos productos su eliminación de orina es menor, con lo que se crea un problema que no se tenía. Y, por supuesto, manteniendo el mismo peso.

Existe otro lamentable error, y es que el consumo excesivo de agua elimina grasa. Hay gente que así lo cree y la beben compulsivamente pensando que desplazará la grasa y se eliminará. Cuando preguntas por dónde creen ellos que se elimina la grasa contestan alegremente que «por el riñón», lo que es una barbaridad fisiológica de calibre monumental. Pero a pesar de todo es difícil convencerles, pues incluso algunos aseguran «que lo han visto».

Esto puede llegar a ser un problema, ya que el consumo constante de agua produce un trastorno llamado potomanía, que por desgracia acaba con la vida de algunas personas cada año y que viene determinada por prácticas como esta o como la de beber agua constantemente para quitar el apetito.

GESTIÓN DEL AGUA POTABLE.AGUA ENVASADA

Disfrutamos de agua envasada procedente de fuentes naturales, un auténtico regalo de la naturaleza que nos permite disponer de ella en cualquier lugar que la necesitemos. De esa forma nos aseguramos varias cosas, una de ellas la garantía de sus componentes.

Se pueden clasificar en tres grandes grupos. El primero son las aguas minerales naturales que contienen minerales y oligoelementos, y a su vez se pueden dividir en aguas con mineralización débil o fuerte, bicarbonatadas, magnésicas, cálcicas, fluoradas, etc., y tiene indicaciones clínicas en función de sus componentes, como pueden ser las dietas pobres en sodio o las que tiene efectos laxantes o diuréticos.

En segundo lugar están las aguas de manantial, con cualidades específicas derivadas de su composición, algunas incluso carbonatadas de forma natural que pueden ayudar a la digestión. Consumidas con hielo y limón pueden ser una excelente alternativa al alcohol en las relaciones sociales.

Finalmente, en tercer lugar, están las aguas potables preparadas, que son aquellas que han tenido que ser tratadas para poder ser consumidas.

Desde hace cientos de años el agua se usa como medicamento y su utilidad está descrita en la medicina desde siempre —con la llamada hidroterapia—, hasta tal punto que existe una especialidad médica en este sentido —la hidrología médica— en la que se utiliza el agua de forma externa como balneoterapia y fisioterapia, y de forma interna en cuanto a su consumo.

LA SED

Normalmente la sed es un mecanismo para controlar la necesidad de agua, pero ya que disfrutamos de poder tenerla en cualquier momento, debemos beber antes de tener sed, pero en la cantidad justa; no de forma excesiva como hemos comentado.

Cuando se tiene la boca seca, ya se está parcialmente deshidratado, aunque sea en pequeña escala. Y qué decir de los niños pequeños y personas mayores que pueden tener alterados los centros de la sed y no la perciben —con ellos hay que estar pendientes de la ingestión adecuada—. Por tanto, hay que beber agua antes de tener sed, de forma ordenada y consciente.

Una deshidratación mantenida, incluso débil, provoca y desencadena diferentes patologías como ciertos cálculos renales, enfermedades pulmonares, fibrosis quística, cáncer de colon, cáncer de vejiga, pérdidas de memoria, migrañas y cefaleas, entre otras.

Es de especial mención la incidencia de cálculos renales en épocas de calor o sudoración por no tener prevista la toma compensatoria de agua. Y de reciente investigación es la relación con las cefaleas y migrañas en personas que padecen este tipo de problemas y que tiene su origen en una deshidratación «descuidada» durante toda la vida.

De modo inverso, cuando se sostiene un buen estado de hidratación se pueden generar efectos positivos en muchas enfermedades como, por supuesto, los cálculos renales, infecciones urinarias, estreñimiento, hipertensión, tromboembolismos venosos, accidentes cerebrovasculares, consecuencias de la diabetes como la cetoacidosis, enfermedades coronarias, cálculos biliares, glaucoma, algunas patologías cardiacas como el prolapso mitral, etc.

Últimamente se ha trabajado mucho en la relación entre el estado de hidratación y el rendimiento físico, intelectual y, en general, en el estado cognitivo. Se ha comprobado que una disminución de solo un 1 o 2 por 100 del peso corporal debido a la restricción de agua, el calor y/o el esfuerzo físico producen una disminución del rendimiento físico, psicomotriz y cognitivo. Datos estos a tener muy en cuenta en personas que desarrollan cualquier tipo de trabajo, ya que el cuidado y la atención de estado de hidratación mejora el rendimiento mental de forma considerable. Y qué decir en el deporte, en el que se ha constatado que pequeñas deshidrataciones deterioran el rendimiento de manera notable.

Debido al llamado «calor específico» o «de evaporación», el agua tiene la propiedad de que al evaporarse se lleva gran cantidad de calor. Es el mecanismo de refrigeración más eficaz que hay en la naturaleza. De hecho, nosotros lo usamos en ese sentido, de forma que cuando sube la temperatura interna —bien por calor externo o por calentamiento procedente de la actividad muscular durante el ejercicio— el cuerpo, para intentar perder ese calor, nos «moja» con agua procedente de nosotros mismos; es lo que se conoce como sudor.

Por eso, cuando estamos sometidos a altas temperaturas con un grado de humedad alto y comienza el proceso de sudoración, no se establece diferencias suficientes en el gradiente de humedad entre la piel y el exterior, y mantenemos la piel con sudor constante. En este caso la sensación de calor es mayor. Tenemos que tener esto en cuenta cuando hagamos deporte y/o las temperaturas externas y la humedad sean muy altas.

AGUA Y GASTRONOMÍA

Sería muy interesante promover el agua como acompañante perfecto en todos los procesos culinarios. Los vinos tienen su cultura y tratados enteros de cómo acompañar a las comidas. Incluso hay expertos en este tipo de combinaciones, tachándose de poco culto o incluso cateto al que no acierta en elegir el vino adecuado para cada plato. No estaría de más hacerse experto en aguas —en algunos sitios ya los hay, conociendo propiedades, composición, origen, temperatura a la hora de servirla, etc.—.

El agua es por definición incolora, inodora e insípida, por tanto, es difícil que haya sommeliers del agua y que se establezcan matices y ritos olfatorios más allá de lo imaginativo. Pero los sabores sí se pueden matizar y, por supuesto, su composición química. Hay aguas minerales naturales con composición específica, aguas de manantial y aguas preparadas que han sido sometidas a tratamientos para hacerlas potables. Y en ellas, más o menos cantidad de minerales, hierro, sulfuros, calcio...

Un debate habitual es la utilización del agua en mayor o menor cantidad durante la comida. Hay quien afirma que el agua que se toma durante la comida engorda más que la que se bebe a lo largo del día.

El agua debe acompañar al proceso de alimentación, ya que limpia las papilas gustativas de la lengua y permite apreciar mejor los sabores y distinguirlos entre un bocado y otro, y además, favorece el paso del bolo alimenticio a lo largo del esófago. Pero sí es cierto que cuando tomamos gran cantidad de agua durante las comidas diluimos el jugo gástrico que está formado, fundamentalmente, por ácido clorhídrico con un grado de acidez muy alto con la misión de iniciar el proceso de digestión de las carnes y pescados. Al diluir este jugo gástrico disminuimos su acidez y, por tanto, no realiza su proceso de forma adecuada, por lo que se necesita segregar más cantidad de ácido clorhídrico y con ello se retarda la digestión. Es decir, no pasa nada por beber más o menos agua durante la comida, pero si es mucha la cantidad que se ingiere, la digestión se hará más lenta y la sensación de pesadez de estómago será mayor.

Una vez vista la trascendencia del agua en nuestras vidas, lo imprescindible de su consumo, la importancia de que este se lleve a cabo diariamente, sin demoras, lo indispensable que es su presencia en los procesos culinarios, hay que añadir la necesidad de que forme parte del aseo diario.

Con todo esto como base y teniendo en cuenta que es un producto que no se fabrica, sino que está en la naturaleza y solamente hay que acondicionarlo para su utilización, no estaría de más que los poderes públicos de los países industrializados asumieran como derecho prioritario de sus ciudadanos el disponer de una cantidad suficiente de agua para sus necesidades.

Evidentemente este proceso de acondicionamiento del agua tiene sus gastos, y los procesos de potabilización y envasado también, pero los países con posibilidades económicas —que son muchos—, deben asumir parte de esos gastos y ofrecer una cantidad de litros por persona y día de forma gratuita a sus ciudadanos. Por encima de esa cantidad que cada uno asuma lo que gaste de más. No se puede dejar sin agua a una persona por no disponer de recursos para pagarla.

Esto que hemos comentado, y dicho sea de paso, también debería considerarse para la corriente eléctrica, algo imprescindible en nuestra vida, que en definitiva también es tomar electrones prestados a la naturaleza, que luego se devuelven.

Aprende a comer y a controlar tu peso
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