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Se tumba en el sofá, con el corazón a mil y los ojos clavados en las líneas paralelas del techo. No lleva ni cinco minutos dándole vueltas a sus incómodos pensamientos cuando la azafata rubia entra en su campo de visión para anunciarle que la tormenta se desplaza hacia Moldavia, Ucrania y Rusia y que en pocas horas empezarán a abrirse pistas y salir vuelos. Seguirán el orden previsto, primero los aviones que llevan más tiempo esperando, después todos los demás. Cuando se anuncie la hora del de Barcelona se lo comunicará de inmediato para que pueda prepararse. Ahora puede intentar dormir un poco, porque nada de esto va a ocurrir deprisa. Tiene que pensar que el tráfico se ha retrasado mucho y que los controladores no dan abasto. Y por si acaso se ha perdido algo o no estaba lo bastante atenta, la azafata añade:
—Son estupendas noticias, señora Gené.