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Vuelve a abrir el navegador y recupera lo que estaba leyendo cuando ha llamado la maldita psiquiatra. Ha perdido el hilo, busca otra página. «Indicadores de riesgo», se titula, e incluye una lista de conductas, conscientes o inconscientes, que pueden revelar intenciones de quitarse la vida. Las lee todas, buscando coincidencias: escribir notas suicidas, hablar de la propia muerte, cambiar de pronto de estado de ánimo, despedirse de amigos y familiares, abandonar las amistades, distanciarse de la familia, provocar situaciones de riesgo innecesarias, cambiar de hábitos alimenticios, regalar cosas de valor, infringir la ley… Reina relee la lista de principio a fin, insatisfecha. Busca indicativos, algo que la ponga sobre la pista correcta. No encuentra nada o lo que encuentra le parece demasiado endeble. Quizá aquella dieta para ganar masa muscular. Acaso haber perdido la costumbre de conversar con ella por las noches. Quizá aquel chiste tan ingenuo sobre el libro de matemáticas que se quiere matar porque tiene demasiados problemas. Tal vez el curso de especialista de cine. Se da cuenta de que no tiene ninguna evidencia, que todas las pruebas son livianas en exceso. Se pregunta dónde está la normalidad, qué significa, cómo se analiza. ¿Alguien sabe algo realmente de las personas que pierden las ganas de vivir? Se pregunta qué verdades absolutas contienen todas estas páginas. ¿Qué saben de lo que le está pasando quienes las han redactado, quienes las dejaron ahí? ¿Por qué ha creído que podrían ayudarla?