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Necesita hablar con Sam. Siempre ha sabido cómo hacer para serenarla. Como en aquellas noches del final del embarazo de Alberto que pasaron juntos. Reina se desvelaba de tanto pensar y de tanto buscar la postura, y él le pedía que se tumbara de lado, le acariciaba la espalda y le susurraba al oído:
—No pienses en nada. Relájate. No me dormiré hasta que tú te duermas.
Por su voz, parece agotado. Alberto descansa, le dice. Ha estado con él hasta que se ha dormido, como cuando era pequeño. Dentro de un rato volverá a verle, como cuando hace años se levantaba a toda prisa porque necesitaba asegurarse de que el bebé respiraba. Como cuando temía que le pudiera pasar algo de pronto, algo sin sentido.
—¿Qué has hecho para llevártelo? Félix está que se sube por las paredes.
—No he hecho nada. Solo he informado a tu ex de que el niño venía conmigo. Él primero ha dicho que eso tenía que decidirlo Alberto. Le he contestado que no, que ya estaba decidido, y que si no le gusta, me da lo mismo. Ha callado, me ha mirado de aquella manera que se supone que debería darme tanto miedo y ha cedido, como siempre. Ya sabes cómo es. Solo saca pecho delante del niño.
—Y delante de mí cuando me culpa de todo.
—Porque no me dejas pararle los pies.
—No merece la pena. Creo que le ocurre algo con Asunta. Espero que no la deje escapar. Sería una lástima.
—Sí.
Hablan de cosas prácticas. ¿Irá mañana Alberto al instituto? Tal vez debería ir, les han dicho que tiene que hacer vida normal. Pero Sam irá a buscarle, así no tendrá que tomar el tren. Reina le pone al corriente de las gestiones y las investigaciones: el jefe de estudios, la eminencia, Muriel, Arnau… Le dice que continuará buscando un psicólogo hasta dar con alguien de confianza que les pueda ayudar. ¡Ay, se olvidaba! Tiene que hacerle un favor. ¿Puede entrar en su ordenador y enviarle al jefe de estudios el informe de la psiquiatra? La dirección está memorizada en su correo. Le pide dos veces que no se olvide. ¿Recuerda su contraseña de seguridad? Sam no la recuerda, cree que nunca la ha sabido. Pues apúntala, dice ella. Sam dice que mañana cuando lleve a Alberto al centro solicitará una entrevista personal con el director o con quien haga falta. Así tal vez se tranquilizan un poco. Si no le parece mal, claro, añade. A Reina nada de lo que haga Sam le parece mal. Se fía de él completamente.
—Prepárate para que no te crean o no confíen en ti —dice Reina—. Ahora seremos los padres del chico que intentó saltar al…
—Ay, Reinita, Reinita. ¿Sabes que me da igual lo que piensen? Estamos juntos, ¿sí o no?
—Sí.
—Pues ya está. Lo superaremos. Deja de darle vueltas. ¿Me lo prometes?
—Te prometo que lo intentaré.
—¿Te he dicho alguna vez que eres lo que más quiero del mundo?
—Alguna vez.
—Por si acaso no te había quedado claro.