BANDA SONORA

UNO DE ESOS PIJAMAS DE MÁRMOL

Hasta acá me ha guiado la luna,

acá, donde los vivos deambulan,

donde el viento pregunta y las

respuestas son inscripciones en urnas.

Coronas de flores secas,

nombres, relatos y fechas,

un enjambre de difuntos

en el corazón de la Recoleta.

La fea que busca a Eva Duarte

vendería su alma al instante

solo por sentirse un poco amada,

sueños de un amor ya cadáver.

En otra vida quisiera ser árbol,

morirme nunca y nunca vestir

uno de esos pijamas de mármol.

El gordo frente a frente con Firpo,

en el cuadrilátero perdido,

volverán a partirle la cara,

último round con guantes vacíos.

En otra vida quisiera ser árbol,

morirme nunca y nunca vestir

uno de esos pijamas de mármol.

El poeta llora a José Hernández,

tiene más versos que realidades,

un Martín Fierro de papel

que no suma un gaucho en dos mitades.

En otra vida quisiera ser árbol,

morirme nunca y nunca vestir

uno de esos pijamas de mármol.

En este cementerio de ilustres

siguiendo el rastro de las cruces,

las historias de muerte saben

como saben a dulce los dulces.

En otra vida quisiera ser árbol,

morirme nunca y nunca vestir

uno de esos pijamas de mármol.

Uno de esos pijamas de mármol.

Uno de esos pijamas de mármol.

Uno de esos pijamas de mármol.

TAN VIVO, TAN MENTIRA

Tan vivo como un cactus,

tan mentira como fueron tus palabras,

muerto en el momento que soñé que eras mía,

en tu cama verde cubierta de espinas.

Tan vivo como Julio César,

tan mentira como fueron tus miradas,

tuerto al despertar, ciego el resto del día,

dagas son los besos con los que me asesinás.

Te abrí la puerta

con mis mejores deseos y mi peor sonrisa.

Te cerré la puerta

con mis peores deseos y mi mejor sonrisa.

Tan vivo como una bandera,

tan mentira como fueron tus insignias,

puerto seco de antiguos barcos olvidados,

esta guerra no se pierde en Malvinas.

Tan vivo como mis cenizas,

tan mentira como fueron tus caricias,

cierto como el final de los cuentos de enamorados,

me quemo en tus malas artes divinas.

Te abrí la puerta

con mis mejores deseos y mi peor sonrisa.

Te cerré la puerta

con mis peores deseos y mi mejor sonrisa.

Te cerré la puerta

y me hice una sopa con sabor a medicinas.

Te abrí la puerta

y se me escaparon volando todas las gallinas.

Te abrí la puerta

con mis mejores deseos y mi peor sonrisa.

Te cerré la puerta

y me hice una sopa con sabor a medicinas.

Te cerré la puerta

con mis peores deseos y mi mejor sonrisa.

Te abrí la puerta

y se me escaparon volando todas las gallinas.

Te abrí la puerta

y se me escaparon volando todas las gallinas.

PIEDRA Y PELUSA

Encontré la noche perfecta para cobijar defectos.

Me enfrenté a Morfeo, acunándome despierto.

En el pozo del deseo acaricié el encuentro.

Y allí estabas vos, tan selecta,

enamorando ciegos.

Encontré la noche perfecta para sacrificar miedos.

Me vendí a Perseo por un par de besos,

pidiendo ayuda divina al mismo infierno.

Y allí estabas vos, tan correcta,

alimentando fuegos.

Y me sumí en un sueño profundo,

lejos de vos, al lado tuyo,

donde enseñar los dientes al mundo.

Y me sumí en un sueño profundo,

lejos de vos, al lado tuyo,

donde enseñar…

Encontré la noche perfecta para destrozar recuerdos.

Me enamoré de Venus regalando versos,

pisando jardines, blanqueando huesos.

Y allí estabas vos, tan directa,

acribillando egos.

Y me sumí en un sueño profundo,

lejos de vos, al lado tuyo,

donde enseñar los dientes al mundo.

Y me sumí en un sueño profundo,

lejos de vos, al lado tuyo,

donde enseñar…

Me desvelé en el empeño,

empeñado en regresar a ese sueño,

tan lejos de vos, al lado tuyo,

desesperado por no tenerte,

transpirando angustia,

empapado de vos,

seco de amor.

Me miraste como mira Medusa

y me hice piedra.

Me miraste como mira Medusa

y me hice piedra.

Piedra y pelusa.

Piedra y pelusa.

Piedra y pelusa.

FLOR DE PELOTUDO

Prestame otra moneda,

mi copa está vacía

y la botella llena.

Todavía es pronto para volver a casa.

Un trago más a cambio de mi alma.

Me la banqué solito,

chamullero desde bien chico.

Aprendiz de chorro como chabón,

pero nunca engañé a nadie

ni logré robar un trozo de cartón.

Ante vos me desnudo,

nací siendo un flor de pelotudo.

¡Flor de pelotudo!

Decidí hacerme famoso,

el camino más corto.

Arte no tenía para ser artista,

torpes los pies, incapaz con las manos,

descarté hacerme mago o futbolista.

Me señalan a menudo,

nací siendo un flor de pelotudo.

¡Flor de pelotudo!

Cantar era otra opción,

la cagada era mi voz.

Los instrumentos no me daban bola,

las notas eran insectos aplastados,

sonaba francesa mi guitarra española.

Me lo dice hasta el mudo,

nací siendo un flor de pelotudo.

¡Flor de pelotudo!

Así fue como me hice poeta,

colores de naturaleza muerta.

Encadenando palabras de amor,

torturando los versos robados.

Rimando duele todo menos el dolor.

Prestame otra moneda,

mi copa está vacía

y la botella llena.

Todavía es pronto para volver a casa.

Un trago más a cambio de mi alma.

Prestame otra moneda,

mi copa está vacía

y la botella llena.

Todavía es pronto para volver a casa.

Un trago más a cambio de mi alma.

AL FINAL DE LAS GUERRAS PERDIDAS

Una jaula vacía, la piel arrugada,

cicatrices que nunca se curan,

las velas guardadas en cajones

para días sin luz y noches oscuras.

Un jarrón roto, la lágrima derramada,

el dolor de millones de llagas,

las puertas cerradas sin cerraduras

que no se abren en un cuento de hadas.

Una flor marchita, la tierra agrietada,

los pies cansados que ya no caminan,

el olor a difuntos en los jardines

sembrados detrás de las líneas enemigas.

Una carta ilegible, la letra manchada,

las caras de los que ya se fueron,

los recuerdos abandonados

en la memoria de los que jamás volvieron.

Un rastro invisible, la mirada quebrada,

el miedo de los que solo obedecen,

el valor de los que ordenan avanzar

sabiendo que no les espera la muerte.

Un grito ahogado, la sangre malgastada,

el sonido de las balas de plata,

los cuerpos esparcidos sobre el cemento

de madres, hijos y hermanas.

Un final amargo, la voz cansada,

una canción triste de bienvenida,

esa que todos entonan llorando

al final de las guerras perdidas.

La piel arrugada

al final de las guerras perdidas.

La lágrima derramada

al final de las guerras perdidas.

La tierra agrietada

al final de las guerras perdidas.

La letra manchada

al final de las guerras perdidas.

La mirada quebrada

al final de las guerras perdidas.

La sangre malgastada

al final de las guerras perdidas.

La voz cansada

al final de las guerras perdidas.

LO QUE QUEDA EN LA CAMA

No puedo despegar la mirada de la cama,

todavía desecha, esperándote.

Soy un astronauta perdido en el mar de Java,

asfixiado entre tus piernas, asfixiándome.

Aspirando lo poco que queda de tu aroma,

sábanas blancas, arrugadas.

Soy un árbol talado que ya no da sombra,

podrido en tus labios, pudriéndome.

No fue tanto por lo que hicimos,

fue más por lo que dejamos de hacer.

No fue tanto por lo que tuvimos,

fue más por lo que no nos dijimos.

Lo que queda en la cama

son recuerdos que no valen nada.

Destilando gotas de sudor de la almohada,

colchón firme, titubeante.

Soy un capitán con la brújula estropeada,

hundido en tu ombligo, hundiéndome.

Encadenado al catre el resto de mis días,

manta áspera, indiferente.

Soy un equilibrista sin red ni melodía,

enredado en tu pelo, enredándome.

No fue tanto por lo que hicimos,

fue más por lo que dejamos de hacer.

No fue tanto por lo que tuvimos,

fue más por lo que no nos dijimos.

Lo que queda en la cama

son recuerdos que no valen nada.

Lo que queda en la cama

son recuerdos que no valen nada.

Lo que queda en la cama

son recuerdos que no valen nada.

Lo que queda en la cama

son recuerdos que no valen nada.

Recuerdos que no valen nada.

EL FINAL DEL CUENTO

Quienes cuentan el cuento llevan careta.

Barrigas hinchadas, pechos henchidos.

Uñas muy limpias para bajarse la bragueta.

Se escuchan más sus voces que tus ladridos.

Madrigueras de sangre y diamantes.

Como hobby asesinan cantantes.

El mundo gira para que todo siga igual.

Los capítulos se repiten.

Quienes viven del cuento llevan corbata.

Sillones de cuero para las reuniones.

Perfume de domingo contra el olor a rata.

Tu barrio vale menos que sus comuniones.

Si van a tocarte, se ponen los guantes.

Dejan el cargo con más plata que antes.

El final del cuento siempre acaba mal.

¡No se me agiten!

El mundo gira para que todo siga igual.

Los capítulos se repiten.

El final del cuento siempre acaba mal.

¡No se me agiten!

El mundo gira para que todo siga igual.

Los capítulos se repiten.

El final del cuento siempre acaba mal.

El cuento siempre acaba mal.

Siempre acaba mal.

Acaba mal.

Mal.

El final del cuento siempre acaba mal.

El cuento siempre acaba mal.

Siempre acaba mal.

Acaba mal.

Mal.

GIGANTE DE TRAPO

Quiero ser uno de tus mapas olvidados

solo para resultar interesante,

para que algún día me encuentres,

para que sigas la ruta hasta mi cama,

para no sentirte tan distante.

Porque no fue hace tanto de aquello,

gigante de trapo,

y yo solo buscaba el momento.

Quiero ser uno de tus libros antiguos

solo por estar cerca de tu estantería,

por alejarme de las sombras,

por tratar de que me leas por las noches,

por saber si realmente me querías.

Porque no fue hace tanto de aquello,

gigante de trapo,

y yo solo buscaba el momento.

Quiero ser uno de tus pergaminos arrugados

solo para llamar tu atención,

para que claves tus ojos en mí,

para que descubras qué guardo dentro

y para decírtelo escribo esta canción.

Porque no fue hace tanto de aquello,

gigante de trapo,

y yo solo buscaba el momento.

Porque no fue hace tanto de aquello,

gigante de trapo,

y yo solo buscaba el momento

de ser eso que buscaba mi viejo,

de ser eso que buscaba mi viejo,

de ser eso que buscaba mi viejo.

GRIS ACERO SOBRE BUENOS AIRES

La vida es una estatua que se estrella contra mí.

Un campo de estrellas que se pelea.

Sos lo que me esperaba vos esperabas algo más.

Y yo en la enredadera que se pelea.

Lo gritó mas fuerte que el que mas fuerte gritó.

Lo gritó más fuerte.

Gris acero en Buenos Aires otra vez.

Soy yo, protégeme de mí.

Podría ser más fácil o podría ser peor.

El paraíso y el infierno que se pelean.

Las luces son demonios que sonríen cuando te ven pasar.

¡Pero qué poco brillan tus sonrisas!

Todos tus secretos nada valen si no estás.

Todas las mentiras todas vienen al final.

Todos tus secretos gris acero en Buenos Aires otra vez.

Soy yo, protégeme de mí.

Soy yo, protégeme de aquel que fui.

Que fui.

Lo gritó tan fuerte que el que más fuerte gritó.

La garganta tiene su límite.

Todas las preguntas, todas aun por contestar.

La cabeza marca su limitación.

Lo gritó tan fuerte que el que mas fuerte gritó.

La garganta tiene su límite.

Todas las preguntas, todas aun por contestar.

La cabeza marca su limitación.

Su limitación.

La cabeza.

Música en el baile.

Buenos Aires.

Paraíso, la cabeza.

Purgatorio, la belleza.

Infierno, la certeza.

Las preguntas en Buenos Aires.

Gris acero.

Buenos Aires da los naipes.

Protégeme de aquel que fui.

Gris acero en Buenos Aires.

Lo gritó tan fuerte.

Lo gritó tan fuerte.

Lo gritó tan fuerte.

Su limitación.

Su limitación.

Su limitación.

La sublimación.

ESA LUZ FRÍA

Algo se ha roto en mi interior.

Tus ojos son de un negro perturbador.

Me repetís que ya no hay nada.

¡Nada!

Todo se esfuma a mi alrededor.

Cada palabra es una espina.

Tu decisión, mi guillotina.

No puedo quitarme de vos.

¡No!

Eres polvo blanco, heroína.

Somos estrellas sin resplandor.

Sigues impresa en mi retina.

Salgamos juntos al exterior.

Esa luz fría nos asesina.

Salgamos juntos al exterior.

Esa luz fría nos asesina.

Algo se ha roto en mi interior.

Soy presa de cualquier cazador.

Me repetís que ya no hay nada.

¡Nada!

En esta paz no hay vencedor.

Cada palabra es una espina.

Quiero morirme en cada esquina.

No puedo quitarme de vos.

¡No!

En blanco mi única rutina.

Somos estrellas sin resplandor.

Sigues impresa en mi retina.

Salgamos juntos al exterior.

Esa luz fría nos asesina.

Salgamos juntos al exterior.

Esa luz fría nos asesina.

Salgamos juntos al exterior.

Esa luz fría nos asesina.

Salgamos juntos al exterior.

Esa luz fría nos asesina.

Nos asesina.

MANIFIESTO ROSACRUCES

La rosa es el alma, la cruz el cuerpo.

No es el rojo ni serán los dorados.

La armonía con las fuerzas cósmicas.

Soy fuego: caliente y seco.

Hueco.

Trascender en el espacio tiempo.

La Antigua y Mística, los nueve grados.

El poder de la energía atómica.

Sos agua: húmeda y fría.

Vacía.

Un secreto que se lo lleva el viento.

El universo de los iniciados.

Alquimia de una vida alegórica.

Queréis tierra: seca y fría.

Sombría.

Permanece escrito en los elementos.

Piedra filosofal de los cruzados.

Solo la tradición pitagórica.

Buscás aire: húmedo y caliente.

Gente.

La rosa es el alma, la cruz el cuerpo.

Trascender en el espacio tiempo.

Un secreto que se lo lleva el viento.

Permanece escrito en los elementos.

No es el rojo ni serán los dorados.

La Antigua y Mística, los nueve grados.

El universo de los iniciados.

Piedra filosofal de los cruzados.

La armonía con las fuerzas cósmicas.

El poder de la energía atómica.

Alquimia de una vida alegórica.

Solo la tradición pitagórica.

EPITAFIO

Confundí el aire con viento.

Confundí la llama con fuego.

Así rezará el epitafio

de quien vivió amando a una mina

y muere hoy muerto de celos.

Agotado el llanto,

no me queda nada,

negrita mía,

es para vos este postrero canto.

Música de difuntos,

compases de un adiós,

¡qué tristes son los recuerdos

de nuestra vida juntos!

Me llevo tu amuleto,

te dejo mi alma rota,

mi corazón vacío

y el cenicero repleto.

En esta amurada soledad

necesito confesarte,

negrita mía,

mucho más que toda la verdad.

Yo quería protegerte

de las miradas de otros,

sucios pensamientos

de los que no podían tenerte.

¡Y aquellos rumores

que infectaban mis oídos…!

Me dejé pudrir por

el maldito mal de amores.

Noches de eterno insomnio,

días de condena,

negrita mía.

Firmé un pacto con el mismo demonio.

Para que pueda regresar

del infierno que merezco,

me deje besarte

y entonces te pueda olvidar.

Decisión moribunda

del que está por estar,

que solo hace falta esta bala

para llevarme a la tumba.

Confundí el aire con viento.

Confundí la llama con fuego.

Así rezará el epitafio

de quien vivió amando a una mina

y muere hoy muerto de celos.

Confundir el aire con viento.

Confundir la llama con fuego.

Así rezará mi epitafio.

Así exhalo mi último aliento.

ODIAR ES MUY SANO SI SE ODIA BIEN

Es un hecho, la multitud me ama,

me aman, sí, y no es por mi corazón,

tampoco es por romperla en la cama.

Un don que aprendí del cristianismo,

una antigua virtud envidiable:

odio al prójimo como a mí mismo.

Soy como Diego, luzco su dorsal

solo porque termina en cero y

cero termina como empieza odiar.

Odio de local y visitante

y en mi escudo leen mis rivales:

«Odiar mucho no es odiar bastante».

Odian los nobles y los burgueses,

la mano de Dios, el gol del siglo,

así cagamos a los ingleses.

Odié hace mil años y odié recién.

Odiar es muy sano si se odia bien.

Odio tanto a esos entrenadores

que no supieron sacar partido

de mi odio hacia otros jugadores.

A Bilardo por causas naturales,

mi gloria me la afanó Caniggia,

lo narró Víctor Hugo Morales.

Pero no le guardo ningún rencor,

que nos sacó campeones del mundo

y todo ese odio se volvió amor.

Odiando me entrego al cien por cien.

Odiar es muy sano si se odia bien.

Yo soy el centro de las miradas,

piso la cancha, los barras me aclaman,

cuando odio mal no quedan entradas.

Provoco más miedo que Batista,

mirada turbia, barba de Tarzán,

cuando odio bien soy un artista.

Soy más fachero que Batistuta,

no me hace falta practicar mucho

para ser un gran hijo de puta.

Odiando no distingo quién es quién.

Odiar es muy sano si se odia bien.

Odio dentro y fuera del área,

habilitado o incluso en órsay,

odio al natural o por cesárea.

Mi desempeño roza la gesta,

los hinchas corean mi nombre y

yo los odio a todos por respuesta.

He alcanzado todas las finales,

chivo por las noches pensando en que

Palermo patea los penales.

Odiando no tomo ningún rehén.

Odiar es muy sano si se odia bien.

Tocándola como el Barcelona,

al pelotazo o a la contra,

odiando como Pelé a Maradona.

Manejo el cuero pegado a los pies

que no me lo roba ni Barijho,

porque no es de oro y pierde interés.

No hay referí que me saque la roja

ni línea que agite su banderín,

temen a este flaco si se enoja.

Algunas veces odio con desdén.

Odiar es muy sano si se odia bien.

Y casi nunca odio de menos,

que siempre es mejor andar holgado,

igual que nos odian los chilenos.

Odiar a muerte tampoco es normal,

aunque hay casos muy excepcionales:

Codesal en la final de un Mundial.

Lo justo es odiar sin restricciones,

porque, puestos a ser generosos,

se debe odiar con y sin razones.

Odiar tranquilo es un acto de fe.

Odiar es muy sano si se odia bien.

Hasta acá llega mi cantinela,

las metáforas futboleras son

solo para que vos lo entendieras.

Porque si hay algo que odio de veras

es que yo te la ponga perfecta

y como un boludo la tires fuera.

Y sí, yo también odio el balompié.

Odiar es muy sano si se odia bien.

Odiar es muy sano si se odia bien.

Odiar es muy sano si se odia bien.

SINGULARIDAD

Los cambios se producen.

Participar es opcional.

El daño ocasionado.

La severidad de la pena

nunca es proporcional.

Todos somos culpables.

El punto de partida.

La línea recta trazada.

Un concepto de justicia.

La equivalencia de las leyes

se mide a mano alzada.

Todos somos culpables.

Compensar el dolor.

El espejo de los demás.

Una libertad limitada.

Los grados de percepción

de los que vienen detrás.

Todos somos culpables.

La angustiosa existencia.

Mil vidas malgastadas.

Una sola condena.

La sombra del fantasma

de las Navidades pasadas.

Todos somos culpables.

Deudas y obligaciones.

El triángulo equilátero.

Un círculo perfecto.

Nadie distingue lo que es

sano de lo correcto.

Todos somos culpables.

La maldita singularidad.

Una mentira torturada

convertida en tu verdad.

Uno alcanza todo

cuando no persigue nada.

Todos somos culpables.

Las manos vacías.

Los bolsillos repletos.

Tus arrugas marcadas.

No hay sinceridad en

unos versos completos.

Todos somos culpables.

Nadie está exento.

CONDENADA TRINIDAD

Tres noches fueron,

fueron tuyas, fueron sueños.

Fueron hielo.

Fueron las que fueron.

Tres pensamientos, tres deseos,

tres miradas en un reflejo.

Tres fueron las carabelas de un

torpe descubrimiento.

Si tengo que dejar de verte,

prefiero ser ciego que tuerto.

Tres noches que casi recuerdo.

Tres, los reyes magos.

Tres regalos que no me trajeron.

Tres, los tristes tigres.

Un trabalenguas que no me aprendo.

Tres mil las veces que te pedí

que me echaras de menos.

Enterrado a tres metros bajo el suelo

no suena el llanto de un muerto.

Tres noches que casi recuerdo.

Tres es dos más uno

y la mitad de seis.

Las vocales de un adiós.

Tres veces la unidad.

Tres es casi perfecto.

Tres infiernos y un solo cielo.

Tres párrafos para decirte

que te quiero mucho más de

lo que te querrán ellos.

Tres noches que casi recuerdo.

Tres noches que casi recuerdo.

Tres noches que casi recuerdo.

VERGÜENZA

Su oscura sonrisa es la muerte de un ruiseñor,

su triste caminar, una marcha fúnebre,

su perfume es un réquiem funesto en si menor.

Su vestido blanco es negro, su aliento amarillo,

el lecho sobre el que descansa es un ataúd,

a su corazón no lo atraviesa un cuchillo.

Y, sin embargo, la quiero tanto que me avergüenzo.

Mis pesadillas a su lado, dulces sueños.

Esta clase de amor no se dibuja en ningún lienzo.

Es una montaña que no se puede escalar,

fortaleza inexpugnable sin puente levadizo,

de sus garras afiladas no puedo escapar.

Su mejor receta es aceite de ricino,

pudin de bellota, sal y mouse de alfileres,

un delantal de seda que huele a tocino.

Y, sin embargo, la quiero tanto que me avergüenzo,

mis pesadillas a su lado son dulces sueños.

Esta clase de amor no se dibuja en ningún lienzo.

No existe prenda interior que la favorezca

ni tacón de hormigón armado que resista,

su desnudo integral hace que me enrojezca.

De entre un millón de gorilas no hay quien la elija.

Sus formas son las de una botella de fanta,

su cabello, estropajo, su piel, una lija.

Y, sin embargo, la quiero tanto que me avergüenzo,

mis pesadillas a su lado son dulces sueños.

Esta clase de amor no se dibuja en ningún lienzo.

Y, sin embargo, la quiero tanto que no comienzo

a respirar hasta que me agarra del brazo

y me arrastra sumiso a su cálido regazo.

ATRAPADO

Atrapado en un poema,

uno que nunca se escuchó,

uno que daba pena.

Apresado en las palabras

que no tenían sentido,

que ninguno recitaba.

Cautivo en una métrica

de amor sin tristeza,

de una muerte tétrica.

Prisionero de unos versos

con sabor a cenicero,

como sabían tus besos.

Atrapado en un poema

que nadie escribirá jamás.

Adán en brazos de Eva.

Apresado en sus palabras

mudas para oídos sordos,

como caricias macabras.

Cautivo en una métrica

a la medida de nada,

pura cirugía estética.

Prisionero de unos versos

con el olor del veneno,

como olían tus besos.

Prisionero de unos versos

con sabor a cenicero,

como sabían tus besos.

Prisionero de unos versos

con el olor del veneno,

como olían tus besos.

LATIDO

Eran dos que eran.

Y fueron.

Eran uno.

Y siguieron.

Eran tanto como quisieron.

Dos en uno.

Uno solo.

Dos corazones ardiendo.

Latido.

Eran relojes sin tiempo.

Agujas.

Dos números en el extremo.

Campanadas sordas,

sostenidos alientos.

Eran dos.

Como doscientos.

Latido.

Eran sin quererlo.

Las llamas frías,

la respiración.

¿Es esto?

Tenía sentido, tenía efecto.

Sonaba bien.

Sonaba hueco.

Latido.

Eran un pestañeo,

intermitentes,

como siempre fueron.

Un paraguas negro.

Los besos saben bien

si solo son besos.

Latido.

Eran menos que ellos,

muchos menos.

Uno más.

Un deseo.

Nadie necesita tras

tu telón de acero.

Abrí los ojos.

Te siento.

Latido.

Eran dos que podían

y pudieron.

La sonrisa perenne,

tu piel ardiendo.

Cerraste los ojos,

me bebí tu cuerpo.

Es solo un gesto.

Latido.

Eran puntos suspensivos,

suspendidos recuerdos.

Santiguarse mirando

al suelo.

¿Qué hora es?

Mirá el reloj.

Ya no recuerdo.

Latido.

Eran canciones o versos,

sonaban como sonaban

tus sueños.

Daba lo mismo

porque eran nuestros.

Llegó la hora,

es el momento.

Latido.

Eran susurros violentos,

¿recordás?

Encogidos de hombros,

aferrados al viento.

Soplaba ligero.

¿Lo escuchás?

Me acaricia tu cuerpo.

Latido.

Eran hasta que se fueron

hasta que desaparecieron.

Siempre estuvieron.

¿Los viste?

Nunca volvieron.

Agarrate fuerte.

¡Mirame!

Latido.

Eran los silencios,

esos que temo.

Esos que retumban

dentro del pecho.

Dejame que te lo diga

de nuevo.

Te quiero.

Latido.

DOS ETERNIDADES

Antes de que la gravedad me arrastre.

Antes.

Prefiero estar maduro y que vos me arranques.

Antes de que me fallen las fuerzas.

Antes.

Prefiero que seas vos quien me retuerzas.

Pasaría dos eternidades

colgado de la misma rama

esperando a que me mordieras.

Me dejaría masticar solo

para poder verte por dentro,

sin que vos me vieras.

sin que vos me vieras.

Después de que la gravedad me arrastre.

Después.

Prefiero estar muerto y que vos me mates.

Después de que me fallen las fuerzas.

Antes.

Prefiero que seas vos quien te retuerzas.

Pasaría dos eternidades

colgado de la misma rama

esperando a que me mordieras.

Me dejaría masticar solo

para poder verte por dentro,

sin que vos me vieras.

sin que vos me vieras.

¡QUÉ TARDE LAS PRISAS!

Regaste las canas con vino agrio,

regalaste las alas no hace tanto.

No era cuestión de elegir.

Así se esfumaron las ganas.

Bebiste del estanque turbio,

me juraste que todo era sucio

y se comieron los peces esas

mechas de mechones rubios.

¡Qué suaves las risas! Querida.

¡Qué tarde las prisas! Mentira.

Qué torcido todo lo que

vos enderezaste.

No había qué pescar, pensaste,

pero pescaste lo tuyo.

No hay redes que atrapen

a otro pésimo amante.

Con la garganta seca y los ojos mojados

me tragué tu orgullo.

No fue tanto por perder

lo mío como por ganar lo tuyo.

¡Qué suaves las risas! Querida.

¡Qué tarde las prisas! Mentira.

Qué torcido todo lo que

vos enderezaste.

Reprochaste el brillo opaco de

aquellos diamantes.

Perderás el destello, confío,

más pronto que tarde.

¡Qué suaves las risas! Querida.

¡Qué tarde las prisas! Mentira.

Qué torcido todo lo que

vos enderezaste.

¡Qué suaves las risas! Querida.

¡Qué tarde las prisas! Mentira.

Qué torcido todo lo que

vos enderezaste.

Es cierto, muy cierto:

antes te amaba

y hoy te detesto.

Así me despido desde el aeropuerto.