NOTA DEL AUTOR
Estimada lectora o lector:
Permítame unas líneas más para retomar la idea que le lanzaba en el introito. A grandes males nace a partir de la colisión del hilo argumental que venía tejiéndose en las novelas que la preceden contra los acontecimientos históricos con los que tuve la suerte de encontrarme durante la fase de documentación. Mezclar ficción y realidad en la misma coctelera resultaba demasiado sugerente como para no tratar de preparar el combinado. Mi pretensión ha sido servirlo mezclado, no agitado; está por ver si he sabido o no ponerme a la altura de los ingredientes. A saber: los misterios contenidos entre los muros del Palacio Barolo y del Palacio Salvo; los coincidentes trágicos finales que salpican a los empresarios que los financiaron; la enigmática personalidad y obra de Mario Palanti, así como su membresía a la Fede Santa; la increíble pero muy cierta historia que rodea a la desaparición de la Ascensión; las incógnitas que hoy día aún enturbian la verdadera localización de los restos de Dante Alighieri; los mensajes contenidos en La Divina Comedia y la figura de Dante como Gran Maestre de la Fede Santa; la existencia de celebridades contemporáneas al desarrollo temporal de la trama con probada vinculación a la masonería; o incluso el haberme topado con leyendas sin probar, como la mencionada acerca de la desaparición de Remigio Lattuada en el faro del Barolo. Ante la duda de haber salido airoso del reto, me veo en la necesidad de insistir en que lo que usted acaba de leer debe ser digerido como una historia que nunca aconteció, pero que bien pudo haber sucedido.
En esta fría y oscura madrugada de agosto, quiero inaugurar el apartado de agradecimientos, como corresponde, con los seres que me acompañan en el día a día. Como dice la canción de Izal: Los seres que me llenan.
Olga y Hugo, sois mi epicentro vital, mi centro de operaciones trascendental, mi cuartel general. Os quiero y necesito más de lo que jamás seré capaz de expresar por escrito.
A Urtzi, cómo no, por todo lo que ha significado y significa para este autor. Y por lo que vendrá.
A Néstor Flego, mi nuevo viejo amigo, por volcarte conmigo en el trabajo de adaptación al idioma original, pero, principalmente, por abrirnos los brazos desde aquel primer momento.
A José Luis Licciardo, guía del Palacio Barolo, por adoptar el papel de Virgilio en mis dantescas visitas a través de sus entrañas de hormigón armado haciendo visible lo invisible.
A Rodrigo Gavilán, subinspector del CNP adscrito a la Consejería de Interior de la Embajada de España en Buenos Aires, por hablarme del Palacio Barolo, con lo que ello ha provocado.
A Chevi de Frutos, por tu aportación creativa en el apartado visual y tus infinitas adaptaciones en forma de material incendiario para su propagación en las redes sociales.
A Carlos de Francisco, por inmortalizar esos instantes que me sirven de alimento cuando ando escaso de provisiones.
A Suma de Letras, Mónica, Gonzalo, Patricia, Mar, y a todo Penguin Random House, por seguir apostando por este aporreador de teclados y darme asilo dentro de vuestro prolijo catálogo de autores.
A los libreros, por incorporarme a sus filas en primera línea de frente cuando se presenta una nueva batalla. Más pronto que tarde ganaremos la guerra.
A la masonería y los masones, por su implicación en la búsqueda de la verdad capitalizando el librepensamiento del ser humano contra viento y marea.
A mis paisanos de Valladolid, por el calor y el afecto que me brindan cada vez que regreso a casa.
A Julián Saldarriaga y a Iván Ferreiro, por poner vuestro talento musical a disposición de la causa gellidista. Os adoro, disfrutones.
Y, como siempre, cerrando este capítulo de agradecimientos, a usted que aún sostiene este ejemplar abierto entre sus manos, porque sin los lectores nada cierra ni se sostiene en este agujereado mundo de la cultura. Le doy las gracias de corazón a la vez que me permito la licencia de ofrecerle un consejo: siga pasando páginas, todavía no ha llegado al final de esta novela.
César Pérez Gellida
Buenos Aires