LA ETIQUETA
Si decimos que alguien va vestido de etiqueta, nadie va a suponer que en el vestido lleva colgado el marbete con el nombre de la sastrería y el precio del vestido. Hablamos de una comida de etiqueta y de la etiqueta de una botella de vino o aguardiente. ¿Tienen las dos acepciones de la palabra el mismo origen?
Pues sí, lo tienen. «Etiqueta» viene del francés étiquette, igual a rótulo o marbete, y se aplicaba, en especial, a aquellos que indicaban el contenido de los legajos judiciales.
En tiempos de Carlos I se inició la costumbre de fijar un cartel en determinado lugar del palacio en el que se indicaban los actos del día y las actividades del rey. Actividades que, naturalmente, eran de etiqueta. Hacia 1670, Lorenzo Magalotti, célebre escritor italiano y gran viajero, decía en una carta a un su amigo: «Hablando de los usos y costumbres de una corte, de una oficina, yo no veo malas otras palabras que rególe, pratiche, costumi y con más frecuencia que otros Stili. A mi regreso a Italia empecé también a decir etichetta. Puede ser que sea malo profanar la lengua toscana con un españolismo más; pero el hecho es que se oye decir etichetta incluso por aquellos que nunca han estado en Madrid». De ello se deduce que etiqueta en el sentido de ceremonial, ya en el siglo XVII se habrá extendido por toda Europa.
Lo más curioso del vocablo francés es que la forma estignier significa «fijar, atar», derivado a su vez del neerlandés stikken, y con el mismo significado deriva una palabra inglesa de gran uso en todo el mundo, ticket, que en Iberoamérica se pronuncia también tiqueta.
Marbete, rótulo, memoria, todo es lo mismo. Al fin y al cabo, ¿qué es el ceremonial sino una etiqueta indicativa de una determinada actuación?