LAS CONSULTAS

No sé quién dijo que cuando un médico no sabe qué hacer, pide consulta con otros médicos y hace aumentar el gasto de la enfermedad, porque en Medicina la ignorancia se paga más cara.

Corvisart deploraba en un círculo la prematura muerte del doctor Backer.

—La muerte no ha sido por falta de cuidados —decía—, pues en los últimos días de su enfermedad no le abandonamos Hallé, Portal y yo…

—¡Ah! —interrumpió Sieyes—. ¿Qué quería que hiciese él contra tres?

Baltasar Gracián dice que «la consulta es una manera que tienen los médicos de buscar otro que les lleve el ataúd».

Y Agustín Moreto, en su obra Antíoco y Seleuco, hace la siguiente descripción de una junta de médicos:

Pero no es nada la orina:

con verlos hechos orates

en junta, más disparates

no dijo Juan de la Encina.

Júntanse todos, y luego

sobre si el pulso indicó

si hay fiebre en la arteria o no,

se hacen pedazos en griego.

Lo que uno habla, otro trabuca,

otro empata la cuestión

y cuando arde la opinión

con que todo lo bazuca,

y cuando anda el morbo insano

crecen los gritos atroces,

otro medio cirujano

se arrima al que da más voces.

Otro calla y da atención,

otro no es contra ninguno,

todo lo aprueba; y si alguno

sale con una opinión,

él dice. Pese o no pese,

yo soy de ese parecer.

Dice otro: No puede ser;

y él dice: También soy de ése;

y cuando por varios modos

los cascos se están quebrando,

el que no habla está callando

más desatinos que todos.

Y después que a troche y moche

se han hartado de gritar,

lo que resulta, es, mandar

que no cene aquella noche.

El duque de Fronsac estuvo muy enfermo y le asistieron los médicos Bouvart y Barthes.

Salió el duque de cuidado, y los dos facultativos empezaron a dirigirse cumplimientos muy corteses: cada cual atribuía a su compañero el mérito de la curación.

Oyóles el duque y dijo:

Asinus asinum fricat. (Es decir, en romance: El asno se frota o rasca con otro asno).

Los médicos a un tiempo saludaron, se fueron y no volvieron más.

Ahora la escena pasa en una pequeña ciudad de Estados Unidos. El pobre Jones está enfermo. La señora Jones envía a buscar al médico de la familia. Pero como no se le encuentra, es preciso buscar a otro. Pero al llegar el médico a su casa le dan el recado y va también corriendo a casa de Jones. Los dos doctores entran al mismo tiempo en la habitación del enfermo por dos puertas distintas. Se acercan a la cama y, cada uno por su lado, deslizan su mano bajo las sábanas y buscan el pecho del pobre Jones.

—Es tifus —dice uno.

—Nada de eso —afirma el otro—; está borracho, simplemente. El enfermo, al oír esto, retira bruscamente las sábanas: los dos médicos estaban con las manos cogidas.

Es tópico afirmar que durante la consulta los médicos reunidos hablan de fútbol, toros, bailarinas, de todo menos del enfermo. Conocido en Barcelona es el caso de un médico que durante la consulta quiso probarse una armadura que había en la sala donde se efectuaba y luego no sabía cómo sacársela.

Un escritor ilustre padecía una enfermedad que requirió la consulta de los médicos de los más renombrados.

Los galenos barajaban y barajaban nombres científicos cuando, de pronto, les interrumpió el paciente:

—No olviden que de lo que se trata es de curarme: los nombres griegos o latinos que puedan aplicarse a mi enfermedad, eso, me tiene sin cuidado.

Dos médicos discuten no muy lejos de la cama del enfermo. Discrepan ambos facultativos en el diagnóstico:

—Estoy seguro de que se equivoca usted —dice el primero.

—¿Sí? —contesta el segundo—. Pues haga usted lo que quiera. En la autopsia veremos quién tiene razón.

Esta idea de la discusión continua la debía tener aquel camarero que en un banquete de médicos, dijo a uno de sus compañeros:

—Creo que todos han bebido demasiado.

—¿Porqué?

—Porque empiezan a estar de acuerdo.

Pero esta idea excesivamente generalizada es, como la mayoría de las ideas excesivamente generalizadas, falsa.

Testigo el señor aquel cuya esposa cayó gravemente enferma y hubo consulta de médicos. Por desgracia, todos ellos acordaron que la paciente se moría, y así se lo dijeron al marido.

Murió, en efecto, la pobre señora, y alguien preguntó al viudo:

—¿De qué ha muerto su esposa?

—La pobre ha muerto de unanimidad.

Historias de la Historia 1
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
Cita.xhtml
Intro.xhtml
Section0001.xhtml
Section0002.xhtml
Section0003.xhtml
Section0004.xhtml
Section0005.xhtml
Section0006.xhtml
Section0007.xhtml
Section0008.xhtml
Section0009.xhtml
Section0010.xhtml
Section0011.xhtml
Section0012.xhtml
Section0013.xhtml
Section0014.xhtml
Section0015.xhtml
Section0016.xhtml
Section0017.xhtml
Section0018.xhtml
Section0019.xhtml
Section0020.xhtml
Section0021.xhtml
Section0022.xhtml
Section0023.xhtml
Section0024.xhtml
Section0025.xhtml
Section0026.xhtml
Section0027.xhtml
Section0028.xhtml
Section0029.xhtml
Section0030.xhtml
Section0031.xhtml
Section0032.xhtml
Section0033.xhtml
Section0034.xhtml
Section0035.xhtml
Section0036.xhtml
Section0037.xhtml
Section0038.xhtml
Section0039.xhtml
Section0040.xhtml
Section0041.xhtml
Section0042.xhtml
Section0043.xhtml
Section0044.xhtml
Section0045.xhtml
Section0046.xhtml
Section0047.xhtml
Section0048.xhtml
Section0049.xhtml
Section0050.xhtml
Section0051.xhtml
Section0052.xhtml
Section0053.xhtml
Section0054.xhtml
Section0055.xhtml
Section0056.xhtml
Section0057.xhtml
Section0058.xhtml
Section0059.xhtml
Section0060.xhtml
Section0061.xhtml
Section0062.xhtml
Section0063.xhtml
Section0064.xhtml
Section0065.xhtml
Section0066.xhtml
Section0067.xhtml
Section0068.xhtml
Section0069.xhtml
Section0070.xhtml
Section0071.xhtml
Section0072.xhtml
Section0073.xhtml
Section0074.xhtml
Section0075.xhtml
Section0076.xhtml
Section0077.xhtml
Section0078.xhtml
Section0079.xhtml
Section0080.xhtml
Section0081.xhtml
Section0082.xhtml
Section0083.xhtml
Section0084.xhtml
Section0085.xhtml
Section0086.xhtml
Section0087.xhtml
Section0088.xhtml
Section0089.xhtml
Section0090.xhtml
autor.xhtml
notas.xhtml