UN ESPECTÁCULO EJEMPLAR
Luis XIII de Francia nació en 1601 y en 1610, es decir, cuando contaba sólo nueve años, fue proclamado rey. Cinco años después —1615— le casaron con Ana de Austria, hermana del rey de España Felipe IV. Contaba, pues, catorce años y, a pesar de cómo estaba la corte francesa en aquel momento, no había conocido mujer y era tan virgen como cuando su madre le había parido.
No sé si por timidez, por ignorancia o por qué otra causa, el rey francés no se decidió a hacer uso de sus deberes conyugales. El caso es que la pobre Ana, al cabo de un tiempo, se quejó de ello a su hermano el rey de España; éste, a su vez, hizo que la queja se transmitiese al papa, el cual lo comunicó a su nuncio en París, quien, a su vez, informó al embajador de Venecia, amigo de Luis XIII.
Los dos últimos idearon una estratagema —que explica Robert de Montesquieu— para decidir al rey a cumplir como debía.
En una sala secreta, dispuesta al efecto, el rey pudo asistir a las lides de amor de su hermana, la duquesa de Vendóme, con su marido. Este edificante espectáculo influyó en el rey y fue comprobado por su médico que, manu medicali, le incitó a acudir al tálamo conyugal, donde su esposa, Ana de Austria, le esperaba convenientemente informada. El truco tuvo éxito y la reina pudo comprobar que no por ser rey se deja de ser hombre.
Y que nadie se escandalice. A un lado del rey mirón se encontraba su médico y al otro su confesor.