LA JUSTICIA Y LA LEY
En el frontón del antiguo Palacio de Justicia de Milán se leía esta sentencia de G. Filangieri:
«Lo spavento del malvagio deve essere combinato con la sicurezza dell'innocente».(El miedo del malvado debe combinarse con la seguridad del inocente).
El pueblo, al leerlo, lo parafraseaba así:
—Lo spavento dell'innocente debe essere combinato con la sicurezza del malvagio. (El miedo del inocente debe combinarse con la seguridad del malvado).
Y que más tarde fue transformada en:
«Lo spavento del malvagio deve essere combinato con l'innocenza del colpévole». (El miedo del malvado debe combinarse con la inocencia del culpable).
Con lo que se consiguió que la frase fuese ininteligible y al serlo la gente la creyó más jurídica.
No hay duda de que el vulgo y buena parte del que no lo es[1] considera con temor todo lo que tiene que ver con la justicia. «Justicia y no por mi casa», dice el refrán español. Ya puede decir Aristóteles que la más excelente de todas las virtudes es la justicia y Raimundo Lulio que la justicia es aquella virtud por cuya razón los hombres dan a cada uno lo suyo, que todo el mundo cree como Proudhon que la justicia no es, de ningún modo, obra de la ley.
Por cierto que la frase de Raimundo Lulio, como sabrá cualquier romanista, aunque haya sido suspendido más de una vez, es un plagio descarado o quizá una cita, no confesada, de la frase conocidísima de Ulpiano que todos hemos aprendido en los primeros días de la carrera:
Jurris praecepta sunt haec: honeste vivere, alterum non laedere suum cuique tribuere[2].
¿A qué se debe, pues, este temor a la justicia y sus órganos visibles? Dice el salmista que «la misericordia y la verdad se encuentran juntas, se besan la justicia y la paz»[3]. Dando forma plástica a este pensamiento figuran en los locales en donde la justicia se administra cuadros y estatuas representándola en el momento citado por David.
Un abogado, Bautru, que fue uno de los primeros miembros de la Academia Francesa, poeta, consejero de Estado, literato y hombre ingenioso, indicaba una de estas representaciones a un amigo y le decía:
—¿Ves? Se abrazan; se despiden; no se verán ya nunca más. Éste es el temor principal. Excepto contados casos, quien litiga cree tener razón y teme que no se la reconozcan. Por ello también dice un refrán que «Más vale mal ajuste, que buena sentencia».
En un Palacio de Justicia figuraba una antigua tela de autor desconocido representando un hombre de avanzada edad, roto y estropeado, con remiendos en el traje y vueltos los bolsillos del pantalón; debajo figuraban unos versos que traducidos decían así:
Siempre he litigado; siempre he ganado
Y ahora mira como me han pintado.
En Florencia figuraba la siguiente inscripción:
OPORTET MISERERI
(Es necesaria la misericordia)
que era traducida así por los pleitantes:
PUERTA DE LA MISERIA
Y para no citar sólo cosas extranjeras diré que en Barcelona la gente interpreta simbólicamente el hecho de que en el Palacio de Justicia esta palabra se lea sobre un fondo formado por un lío de adornos y ringorrangos imposible de aclarar.