ANECDOTARIO

He aquí un cóctel de anécdotas escritas al buen tuntún y extraídas de varios libros de mi biblioteca, que no sé cómo clasificar y que no han tenido cabida en los diversos apartados o capítulos de este libro.

—El antiguo jefe de los conservadores, Sánchez Guerra, efectuó en 1925 un viaje a París. Por aquel entonces, dictadura de Primo de Rivera, estaban suspendidas las Cortes y el Senado. A Sánchez Guerra, que encontraba a faltar los líderes parlamentarios, le preguntaron:

—¿Qué ha hecho usted por París?

—Pues descansar, pasear… y he ido al Parlamento francés a ver cómo transcurrían las cosas.

—Ha querido usted recordar el pasado.

—En efecto. Me ha ocurrido lo que a un cordobés amigo mío. Su familia se había arruinado. Pasaba casi hambre. Entre varios amigos le protegíamos y, un buen día, se presentó al mejor sastre de la ciudad y mandó que le tomaran medida de un traje. El sastre lo hizo así y tomó nota de las observaciones.

—Quiero que la americana sea un poco ajustada, el chaleco con botones, el pantalón alto de talle, etc. Al final el sastre preguntó:

—¿Y de qué tela quiere que le hagamos el traje?

—De ninguna. Yo no he venido a hacerme ningún traje. He venido sólo para darle gusto al cuerpecito.

—Y eso es lo que he hecho en mis visitas a la Cámara de Diputados del Parlamento francés. He ido a darle gusto al cuerpecito.

La anécdota que sigue no está copiada de ninguna parte, sino vivida por mí. La escena en casa de los marqueses de S., ella duquesa de S., en el barrio barcelonés de S.

Hay una reunión semiliteraria semimundana y las conversaciones se ven interrumpidas continuamente por un, creo, sobrino nieto de los anfitriones. Un niño terrible, sin gracia, incordiando a unos y otros, metiéndose en todo e interrumpiendo todo diálogo. Cada minuto agrava más la situación y la incomodidad de los contertulios.

Al final, aprovechando una pausa, se oye la voz de monárquico de César González Ruano que dice:

—A ver niño, a ver cuándo leemos eso tan bonito de que has subido al cielo.

Ni que decir tiene que César no fue invitado nunca más a aquella casa.

El gran critico, escritor e investigador de nuestra historia literaria Luis Astrana Marín asistió un día a una reunión en la que una muchacha, excepcionalmente bella, dio un recital de piano. Al terminar, la artista se acercó a Astrana y le preguntó qué le había parecido.

—Señorita, toca usted el piano maravillosamente. Cuando los ojos cerraba me parecía oír a Rubinstein, pero debo confesarle que he preferido tener los ojos abiertos.

El cardenal Rampolla cuando era secretario de León XIII recibió un día la visita de un joven de la rancia nobleza francesa que dijo que quería confesarse con él.

La confesión fue larga. Los pecados, especialmente contra el sexto mandamiento, eran incontables.

—Hijo mío —le dijo el cardenal—, y ¿qué te ha impulsado a venir al tribunal de la penitencia?

—Eminencia, es que voy a casarme dentro de unos días.

—Entonces, hijo mío, no te voy a imponer ninguna penitencia. Ya es bastante la del matrimonio.

Un día el cardenal Duperron ante Enrique III de Francia pronunció una elocuente disertación probando la existencia de Dios. Cuando terminó, dijo:

—Acabo de probar la existencia de Dios. Mañana, si vuestra majestad me lo permite, probaré que no existe.

Al rey no le agradó tanto cinismo y expulsó al cardenal de la corte.

Un soldado del ejército del mariscal de Sajonia fue encontrado culpable de haber robado gallinas por valor de seis francos y condenado a muerte.

El mariscal, que estaba presente, le dijo:

—¡Eres un idiota! ¡Jugarte la vida por seis francos!

—Mi general, en el frente me la juego cada día por veinticinco céntimos.

Al mariscal le hizo gracia la respuesta y le indultó.

Hace muchos años, muchos, era ídolo del Teatro de Variedades de Madrid un actor llamado Ricardo Zamacois. Un día que se encontraba en el despacho del empresario se presentó un artista francés que ofrecía su compañía cómico-músico-bailable.

El empresario no sabía cómo sacarse de encima aquel plomazo que le auguraba el éxito, muy improbable, de un espectáculo.

—Miguen ustedés —decía el francés— mi espectaculó es algó magavillosó porqué con el bailé se puedé expresar todó: los sentimientós, los deseós, las ambiciones, todó puedé expresarsé con la musicá, todó bailandó.

Zamacois, viendo los apuros del empresario para sacarse de encima a aquel pesado, terció en la conversación.

—¿De manera que usted dice que todo puede expresarse con el baile?

—Sí, señog, todó.

—Muy bien, pues entonces hágame usted el favor de decirme bailando: «El martes llegará de Cuenca un primo de mi mujer». La compañía francesa no fue contratada.

Pedro y Pablo eran dos hermanos gemelos que se parecían tanto que todo el mundo los confundía; llegó el día de presentarse para el servicio militar y la consiguiente revisión médica. Entró primero Pedro y, al salir, dijo a su hermano:

—Me han declarado inútil total.

—Pues bien, vuelve a entrar y dices que eres yo. Así lo hizo Pedro y al salir dijo a su hermano:

—Te felicito, te han declarado apto para todo servicio.

Ahora una anécdota entresacada de la Fisiología del gusto de Brillat- Savarin.

Vi un mazo de espárragos, el menor de los cuales era como mi dedo índice. Pedí el precio.

—Son cuarenta francos, señor.

—Son realmente hermosos, pero a este precio sólo puede comerlos algún rey o algún príncipe.

No había acabado de decir esto, cuando dos gordos ingleses que estaban a mi lado me miraron y su rostro se tiñó de un color admirable. Uno de ellos compró el mazo, sin ni siquiera pedir el precio y se lo llevó silbando el himno inglés God save the King. ¡Ay, estos ingleses!

Un método original para comer tranquilamente en un banquete. Generalmente te colocan entre dos damas y te encuentras enfrente con otra. El método del gran gastrónomo Kaben —lo cita Curnonsky, y me parece que es un alias suyo— es el siguiente: Se dirige a la señora de su derecha. —¿Está usted casada, señora?

—Sí.

—¿Tiene hijos?

—Sí.

—¿De quién?

La señora, enfadada, no le dirige más la palabra. Se inclina Kaben hacia su izquierda.

—¿Está usted casada, señora?

—Sí.

—¿Tiene hijos?

—No.

—¿Cómo lo hace?

Ofendida, la señora no le habla más.

Kaben habla con la señora de enfrente.

—¿Está usted casada, señora?

—No.

—¿Tiene hijos?

Otra mujer ofendida que no le habla durante toda la comida.

Y así Kaben-Curnonsky puede saborear el menú sin ser molestado.

Cuando se estrenó en Madrid la zarzuela La Corte de Faraón, que obtuvo un gran éxito que aún perdura hoy en día, un primer actor y director de una compañía que entonces se llamaba «de provincias» quiso representarla.

El día antes del estreno el peluquero y el sastre se acercaron al actor en cuestión y le preguntaron:

—Díganos, ¿de qué época es esta obra?

—De la época de la Biblia —respondió el otro.

A mí me hace gracia esto de «las provincias» con lo que ciertos ambientes madrileños matizan con desprecio a los que no son de la Villa y Corte. Olvidan que ellos son de la «provincia de Madrid».

A un artista muy conocido en el teatro español, cuyo nombre no cito por haber fallecido y dejado hijos que continúan brillantemente la carrera de su padre, le preguntaron:

—¿Cuántas botellas eres capaz de beberte en una noche?

—Verás, eso depende. Corrientemente dos. Si la cena es muy buena, tres. Si luego hay tertulia cuatro. Y si yo no pago la cuenta, cinco.

Inscripción en un restaurante:

«Tenemos plena confianza en Dios. Los demás paguen al contado».

Historias de la Historia 1
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
Cita.xhtml
Intro.xhtml
Section0001.xhtml
Section0002.xhtml
Section0003.xhtml
Section0004.xhtml
Section0005.xhtml
Section0006.xhtml
Section0007.xhtml
Section0008.xhtml
Section0009.xhtml
Section0010.xhtml
Section0011.xhtml
Section0012.xhtml
Section0013.xhtml
Section0014.xhtml
Section0015.xhtml
Section0016.xhtml
Section0017.xhtml
Section0018.xhtml
Section0019.xhtml
Section0020.xhtml
Section0021.xhtml
Section0022.xhtml
Section0023.xhtml
Section0024.xhtml
Section0025.xhtml
Section0026.xhtml
Section0027.xhtml
Section0028.xhtml
Section0029.xhtml
Section0030.xhtml
Section0031.xhtml
Section0032.xhtml
Section0033.xhtml
Section0034.xhtml
Section0035.xhtml
Section0036.xhtml
Section0037.xhtml
Section0038.xhtml
Section0039.xhtml
Section0040.xhtml
Section0041.xhtml
Section0042.xhtml
Section0043.xhtml
Section0044.xhtml
Section0045.xhtml
Section0046.xhtml
Section0047.xhtml
Section0048.xhtml
Section0049.xhtml
Section0050.xhtml
Section0051.xhtml
Section0052.xhtml
Section0053.xhtml
Section0054.xhtml
Section0055.xhtml
Section0056.xhtml
Section0057.xhtml
Section0058.xhtml
Section0059.xhtml
Section0060.xhtml
Section0061.xhtml
Section0062.xhtml
Section0063.xhtml
Section0064.xhtml
Section0065.xhtml
Section0066.xhtml
Section0067.xhtml
Section0068.xhtml
Section0069.xhtml
Section0070.xhtml
Section0071.xhtml
Section0072.xhtml
Section0073.xhtml
Section0074.xhtml
Section0075.xhtml
Section0076.xhtml
Section0077.xhtml
Section0078.xhtml
Section0079.xhtml
Section0080.xhtml
Section0081.xhtml
Section0082.xhtml
Section0083.xhtml
Section0084.xhtml
Section0085.xhtml
Section0086.xhtml
Section0087.xhtml
Section0088.xhtml
Section0089.xhtml
Section0090.xhtml
autor.xhtml
notas.xhtml