HISTORIAS DE «GAYS»
Los «gays» —en tiempo del franquismo llamados «maricones»— son tan antiguos como la humanidad. Quien se escandaliza hoy por su presencia ha de pensar que, siglos atrás, se mostraban tan fácilmente como hoy, aunque las conveniencias sociales les privaban de libertad de acción y, naturalmente, de afanes reivindicativos como minoría —no ya tan minoría— marginada.
Tengo amigos homosexuales y me honro con su amistad. No por ser lo que son en el campo sexual —mis tendencias son totalmente opuestas a las suyas—, sino porque, como en toda colectividad, hay gente digna y gente que no lo es. A mí, que un individuo sea homosexual me trae sin cuidado. Me revientan en cambio los «maricas», las «locas», los que hacen exhibición de sus tendencias, como me asquea el exhibicionista heterosexual que en los alrededores de un colegio de niñas desabrocha su gabardina para enseñar sus genitales.
En la Biblia (Gén. cap. 19, vv. 2-11), se cuenta que dos ángeles se presentaron en Sodoma en casa de Lot, que les ofreció albergue. «Antes de que fueran a acostarse, los hombres de la ciudad, los habitantes de Sodoma, rodearon la casa, mozos y viejos sin excepción. Llamaron a Lot y le dijeron: “¿Dónde están los hombres que han venido a tu casa esta noche? Sácanoslos para que los conozcamos”». Todo aquel que haya leído la Biblia sabrá que «conocer» significa muchas veces «poseer carnalmente». «Salió Lot a la puerta, y, cerrándola tras de sí les dijo: “Por favor, hermanos, no hagáis semejante maldad. He aquí que tengo dos hijas que no han conocido varón, os las sacaré para que hagáis con ellas como bien os parezca; pero a estos hombres no les hagáis nada, pues para eso se han acogido a la sombra de mi techo”. Ellos le respondieron: “¡Quítate allá! Quien ha venido como extranjero ¿va a querer gobernarnos ahora? Te trataremos a ti peor que a ellos”. Forcejeaban con Lot violentamente y estaban ya para romper la puerta cuando, sacando los hombres su mano, metieron a Lot dentro de la casa y cerraron la puerta. A los que estaban fuera les hirieron de ceguera, desde el menor hasta al mayor, y no pudieron ya dar con la puerta».
La conducta de Lot de ofrecer a sus hijas a cambio del respeto a sus huéspedes responde a las normas de la hospitalidad oriental. El vicio sodomítico —precisamente llamado así por los párrafos transcritos más arriba— estaba muy extendido en el mundo antiguo. En el código de Hammurabi se habla de «hieródulos» o prostitutos masculinos al servicio de los templos.
En el Deuteronomio capítulo 23 versículo 18 se habla del «salario de un perro» aludiendo a los ingresos del puto masculino dedicado a la prostitución generalmente sagrada.
Según el Diccionario ideológico de la lengua española, de Julio Casares, al sodomita se le puede llamar también pederasta, bardaje, bardajo, maricón, marión, mariol, marica, bujarrón, puto, garzón, invertido, nefandario, súcubo y sodomítico. Yo les he oído denominar «un marcha atrás» o «un Jet», porque van por retropropulsión.
El llamado después «pecado nefando» era corriente en Grecia y Roma, pero el cristianismo lo fustigó con energía y condenaba a muerte en la hoguera a los culpables del mismo.
Es curioso que no se hable casi nunca de la homosexualidad femenina y sí únicamente de la masculina.
A los cátaros se los acusó de sodomía y, como venían de Bulgaria se los llamó «búlgaros», «bougres» en francés y por derivaciones varias «bujarrones» en castellano.
Un caso célebre en la Edad Media es el del rey Eduardo II de Inglaterra (1284-1327), conocido por un trágico fin y por la tragedia de Cristopher Marlowe, que," como Shakespeare, pertenecía a la misma cofradía.
Eduardo II, enamorado de Piers Gavestone, su hermano de leche y compañero de lecho, fue casado por el papa Bonifacio VIII con Isabel la «Loba de Francia». Aunque hizo vida matrimonial con ella, no abandonó a su amado Gavestone. La reina se buscó un amante, el audaz Mortimer, quien incitado por ella hizo prisionero al rey, le encerró en el castillo de Berkeley y, al final, le asesinó introduciéndole un hierro candente «por do más pecado había».
En la Edad Media, la sodomía estaba castigada con la hoguera en todos los países del occidente cristiano y así continuó en la edad moderna.
Quevedo dice en La España defendida…: «Y lo que es más de sentir es lo que los hombres las imitan (a las mujeres) en las galas y lo afeminado, pues es de suerte que no es un hombre ahora más apetecible a una mujer, que una mujer a otra. Y esto de suerte que las galas en algunos parecen arrepentimientos de haber nacido hombres y otros pretenden enseñar a la naturaleza cómo sepa hacer de un hombre una mujer. Al fin hacen dudoso el sexo, lo cual ha dado ocasión a nuevas pragmáticas, por haber introducido vicios desconocidos de naturaleza».
Como se ve, eso de los travestís no es nada nuevo. A los invertidos se los llamaba, en tiempos de Felipe IV, «mariones». Quiñones de Benavente tiene dos entremeses llamados Los mariones y el Marión, lo cual indica que no eran excepciones extraordinarias.
¿Fue homosexual el conde de Villamediana? Podría ser. Lo mismo puede decirse del comediante Juan Rana, protegido del rey.
En las Noticias de Madrid (1621-1627) se dice en diciembre de 1622: «A 5 (hoy diríamos “el día 5”) quemaron por el pecado nefando a cinco mozos. El primero fue Mendocilla, un bufón. El segundo un mozo de cámara del conde de Villamediana. El tercero un esclavillo mulato. El cuarto otro criado de Villamediana. El último fue don Gaspar de Terrazas, paje del duque de Alba. Fue una justicia que hizo mucho ruido en la corte».
En marzo de 1626 —cito según Deleito Piñuela en su libro La mala vida en la España de Felipe IV— se dice: «A 18 dieron tormento en la cárcel de Corte a don Diego Gaytán de Vargas, procurador de Cortes por Salamanca, por indiciado en el pecado nefando…». A 21 «quemaron a dos mozuelos por el pecado nefando; y el uno era de los que culpaban a don Diego Gaytán…, el cual se deshizo a voces por las calles cuando le llevaban a quemar. Hizo mucha lástima en toda la Corte».
En 1636 se descubrió en Madrid un inmenso enjambre de sodomitas, uno de ellos, un tal Agustín, dijo que se dedicaba a ello desde sus siete años. Pero no siempre la cosa terminaba en la hoguera. Si el acusado tenía buenos padrinos, podía escapar de ella. Así sucedió con Juan Rana, histrión muy bien conceptuado por el rey, que, por pelos, se salvó de la quema.
Jerónimo de Barrionuevo, en sus Avisos, explica una serie de procesos altamente instructivos.
«20 de noviembre de 1655 —cito por la edición de la BAE (t. CCXXI y CCXXII): El miércoles en la noche cogieron cuatro putos acostados de dos en dos en un jardín, al Barquillo, de un joyero de la calle Mayor de más de 60.000 ducados, que es faraute de ellos, hombre muy galán. Éste estaba con un ginovés y un golillero con un escribano. Vilos ayer encerrados para darles tormento para averiguar más cómplices.
»24 de noviembre. La madre de Agustín de la Paz, joyero, que es el que está preso por el pecado nefando, de pesadumbre amaneció ayer muerta. No me espanto que el amor del hijo y la afrenta acabasen con ella.
»4 de diciembre. El escribano preso por el pecado nefando, que se dice que ha confesado, le dijo al alcalde que no podía ser quemado, respecto que el hermano mayor se había aprovechado de una hermana suya en quien tenía un hijo, que no había de ser sobrino de un quemado. Y se dice se ha mandado no se acelere la causa ni se haga nada sin darle primero cuenta; con que se procede a paso lento, esperando, sin duda, el indulto del parto, si es que le tiene delito tan grande».
De la homosexualidad hemos pasado al incesto.
«18 de diciembre. Lunes queman a los del pecado nefando, que aunque llueve tanto, no dejará el fuego de hacer su oficio. Dios les dé buena muerte.
»13 de diciembre de 1656. Ayer cogieron un clérigo que venía de Roma, y acababa de llegar de allá, acostado con un muchacho.
»En Rioseco prendieron a don Francisco de los Ríos, administrador de los naipes, con otro muchacho acostado en la cama. Era el hombre más galán que se conocía. Lleváronle a Valladolid y la semana pasada le hicieron chicharrones».
Por esta misma época, una mujer denunció a su marido de haberla sodomizado. Él fue quemado y ella encerrada en un convento de por vida. Tal vez la pobre mujer se arrepintió de la denuncia en cuestión.
En fin, que no es verdad aquello de que «cualquier tiempo pasado fue mejor».