¿QUIÉN INVENTÓ LA PÓLVORA?
Desde luego yo, no. Digo esto porque de un individuo algo tonto se dice «éste sí que no inventó la pólvora», y yo no debo ser muy listo cuando tengo que ganarme la vida trabajando. Quien es listo se la gana haciendo trabajar a los demás.
Pero queda en pie la pregunta: ¿Quién inventó la pólvora? Algunos opinan —y así me lo enseñaron en el colegio— que fue el fraile Bertold Schwartz o el Negro quien la descubrió allá por el año mil trescientos y pico. Pero parece que éste lo que ideó fue introducirla en unos tubos y aprovechar la fuerza de su expansión para proyectar piedras a larga distancia. ¿Es esto verdad? Intentaremos verlo.
En 1292, el monje franciscano Roger Bacon —otro fraile— dice en su Opus maius que «se puede hacer un experimento en aquel juego juvenil que se hace en muchas partes del mundo, formando con pergamino un instrumento de aproximadamente una pulgada, el cual, aunque sea pequeña cosa, por la violencia de la sal de piedra o salitre, provoca un ruido tan terrible que sobrepasa al de un trueno y una luz superior a la de un rayo». En su otro libro Sobre la vanidad de la magia da la fórmula de esta sal de piedra en una forma un tanto confusa. Dice así —luego lo traduzco— «Sed tamen salís petra ¡uro mope can ubre et supharis et sic faciens tonitrum et coruscationem si scias artificium». He subrayado las palabras turo mope can ubre, porque no significan nada. ¿Por qué entonces se encuentran en esta frase? Era uso de los alquimistas publicar sus descubrimientos ocultándolos en anagramas para evitar así que fueran conocidos por los no iniciados. Ahora bien, combinando las letras subrayadas se encuentra uno con las palabras carbonum pulvere y la frase latina puede traducirse por «con salitre, polvo de carbón y azufre, si tú conoces el artificio puedes producir el trueno y el rayo». Que conste que este sistema de los anagramas fue usado también por gente de tanta categoría científica como Galileo o Newton.
Parecería, pues, que la pregunta del epígrafe está ya contestada. Pues no: I 200 años antes que Bacon, se dice que los chinos ya conocían la fórmula, pero como eran gente civilizada la usaron para fuegos artificiales. No se olvide que los chinos inventaron también la imprenta y no publicaron periódicos. Lo que sí es cierto es que los árabes emplearon la pólvora con fines bélicos y que ellos habían recibido la receta de los persas o los indios, con los que estaban en contacto, y fueron los que la usaron en España por primera vez.
En la crónica de Alfonso XI de Castilla, refiriéndose al sitio que puso este rey a Algeciras ocupada por los sarracenos en la era de 1382, esto es, en el año 1332, se dice en el capítulo 273: «Los moros de la ciudad lanzauan pellas de fierro grandes, tamañas como manzanas muy grandes, y lanzauanlas tan lejos de la ciudad que pasauan á allende de la hueste algunas de ellas, é algunas de ellas ferian en la hueste». En el capítulo 337 se lee que en 24 de febrero de 1334 «entraron en la ciudad cinco embarcaciones cargadas de harina, miel, manteca y de pólvora con que lanzauan del trueno».
Zurita, en los Anales de Aragón, habla de una invasión que los moros de Granada hicieron en Alicante en 1331, en la que llevaban ciertas pelotas de hierro que se tiraban con fuego. Sobre este hecho cita Andrés un pasaje sacado de la misma carta original, que escribió el ayuntamiento de Alicante al rey de Aragón, don Alfonso y a la reina doña Leonor. En ella se dice que «va a Alicante el rey de Granada en persona con toda su infantería y caballería, y con muchas balas de hierro para tirarlas lejos con el fuego: et moltes pilotes de fer per gitarles llunys ab foch».
Aún parece más antiguo el uso de las armas de fuego en la crónica de Alfonso VI, conquistador de Toledo, escrita por Pedro, obispo de León, y citada por Pedro Mexia. En ella se dice que en una batalla naval entre el rey de Túnez y el de Sevilla los navíos del rey de Túnez «traían ciertos tiros de hierro o bombardas, con que tiraban muchos truenos de fuego».
De estos hechos auténticos y de otros que dejamos de citar, podemos deducir que los árabes fueron los primeros que introdujeron la artillería en Europa, pues Abü Abdallah, en su crónica de España, cuya noticia se debe a la diligencia del erudito Cassiri, refiere que en 1312 el rey de Granada Abülualid llevó consigo al sitio de Baza «una gruesa máquina que cargaba con mistura de azufre y, dándola fuego, despedía con estrépito globos contra el alcázar de la ciudad».
A más de lo expuesto, resulta que los moros, en 1280, y los españoles, en 1308, conocían ya los efectos de aquella composición, pues que ambos pueblos en dichas épocas se sirvieron de la artillería, cuyas piezas llevaron en un principio el nombre de truenos.