—Lo que me temía. Quieren que reinvierta a Nelson.
—¿Puede hacerlo?
—Francamente, no lo sé. Todo lo que puedo esperar es reproducir las condiciones del fallo original tan precisamente como pueda. —¿No hubo otras sugerencias?
—Bastantes; la mayoría eran estúpidas. McPherson tuvo la mejor idea... Quería usar el generador para invertir los alimentos normales, de modo que Nelson pudiera comerlos. Tuve que puntualizar que el dejar fuera de acción a la máquina para este propósito costaría varios millones por año, y de cualquier manera, los bobinados no lo resistirían más que unas pocas veces. Y así se derrumbó ese esquema. Luego sir Robert quiso saber si usted podía garantizar que no había vitaminas que hubiéramos pasado por alto, o que todavía no estuvieran descubiertas. Su idea era que pese a nuestras dietas sintéticas, después de todo no seríamos capaces de mantener vivo a Nelson. —¿Qué respondió a eso?
—Tuve que admitir que era una posibilidad. Por tanto, sir Robert va a tener una charla con Nelson. Esperaba poder persuadirle para que corra el riesgo; y si falla el experimento, cuidará de su familia.
Ninguno de los dos hombres dijo nada por unos pocos minutos. Entonces el doctor Sanderson rompió el silencio.
—¿Entiende ahora la clase de decisión que muchas veces tiene que tomar un cirujano? —dijo.
Hughes asintió, de acuerdo con él.
—Es un precioso dilema, ¿o no? Un hombre perfectamente sano, pero mantenerlo vivo costará dos millones por año, y ni siquiera de eso podemos estar seguros. Yo sé que el Consejo está pensando más en su preciosa hoja de balance que en cualquier otra cosa, pero no veo ninguna alternativa. Nelson tendrá que correr un riesgo. —¿Usted no podría hacer primero algunas pruebas? —Imposible. Sólo sacar el rotor es una operación de ingeniería superior. Tendremos que efectuar el experimento cuando la carga en el sistema esté al mínimo. Entonces cerraremos otra vez el rotor, y arreglaremos todo el lío que haya provocado nuestro corto artificial. Todo esto tiene que hacerse antes que las cargas puntas vuelvan otra vez. El pobre Murdock está loco de furia.
—No le culpo. ¿Cuándo comenzará el experimento? —Necesito unos pocos días, como mínimo. Incluso aunque Nelson está de acuerdo, yo tengo que preparar todo mi instrumental. Nadie supo nunca lo que sir Robert le dijo a Nelson durante las horas que estuvieron juntos. El doctor Hughes estaba bastante preparado para el experimento cuando sonó el teléfono y la voz del Viejo dijo:
—¿Hughes?, tenga listo su equipo. Le he hablado a Murdock, y hemos fijado la fecha para el martes por la noche. ¿Puede disponer todo para entonces? —Sí, sir Robert.
—Bien. Todas las tardes envíeme un informe progresivo hasta el martes. Eso es todo. El gran cilindro del rotor dominaba el enorme cuarto, colgando a treinta pies sobre el resplandeciente piso plástico. Un pequeño grupo de hombres estaba parado silenciosamente en el borde del ensombrecido agujero, esperando pacientemente. Un laberinto de cables provisionales corría hasta el equipo del doctor Hughes... osciloscopios de rayos múltiples, megavatímetros y micronómetros, y los relevadores construidos especialmente para cerrar el circuito en el instante calculado. Ese era el mayor problema de todos. El doctor Hughes no tenía manera de determinar cuándo debería cerrarse el circuito; si debía ser cuando el voltaje estuviera en un máximo,