Una semana después, las agujas de los
detectores de masa temblaron débilmente en
el fondo de sus escalas. Pero Rugon no dijo nada, ni aun a su capitán. Esperó hasta estar seguro, y siguió esperando aún hasta que los trazadores de corto alcance comenzaron a reaccionar y a formar las primeras imágenes débiles sobre la pantalla de visión. Todavía esperó pacientemente hasta que pudo interpretar las imágenes. Entonces, cuando supo que su más absurda fantasía era superada por la verdad, llamó a sus colegas al cuarto de control.
La imagen en la pantalla de visión era familiar: infinitos campos estelares, sol tras sol hasta los mismos límites del Universo.. Cerca del centro de la pantalla, una distante nebulosa formaba una húmeda mancha que era difícil de observar. Rugon aumentó la amplificación. Las estrellas fluyeron fuera del campo; la pequeña nebulosa se expandió hasta llenar la pantalla y entonces... ya no fue más una nebulosa. Una exclamación de asombro partió de toda la compañía ante la imagen que aparecía delante de ellos.
Surgían, legua tras legua en el espacio, situados en un arreglo tridimensional de filas y columnas con la precisión de una formación militar, miles de pequeños lápices luminosos. Se movían suavemente: el inmenso reticulado conservaba su forma como una sola unidad. Aun cuando Alveron y sus camaradas estaban vigilando, la formación comenzó a escaparse de la pantalla y Rugon debió centrar nuevamente los controles. Después de una larga pausa, Rugon comenzó a hablar: —Esta es la raza —dijo con suavidad— que ha conocido la radio sólo durante dos siglos..., la raza que nosotros creímos que se había arrastrado para morir en el corazón de su planeta. He examinado esas imágenes bajo el más alto aumento posible. »Esta es la más grande flota que jamás se haya registrado. Cada uno de esos puntos de luz representa una nave más grande que la nuestra. Por supuesto, son muy primitivas..., lo que ven en la pantalla son los reactores de sus cohetes. Sí, ¡se atrevieron a usar cohetes para atravesar el espacio interestelar! Les llevará siglos alcanzar la estrella más cercana. La raza entera debe haberse embarcado en este viaje con la esperanza de que sus descendientes lo completen, generaciones después. »Para medir el alcance de sus conocimientos, piensen las eras que nos llevó conquistar el espacio y las aún más largas eras hasta que tratamos de llegar a las estrellas. Aun si hubiéramos sido amenazados con la aniquilación, ¿podríamos haber hecho tanto en tan poco tiempo? Recuerden, ésta es la civilización más joven del universo. Cuatrocientos mil años atrás ni siquiera existía. ¿Qué será dentro de un millón de años?»
Una hora más tarde, Orostron abandonó la deteriorada nave madre para hacer contacto con la gran flota de adelante. Mientras el pequeño torpedo desaparecía entre las estrellas, Alveron se volvió hacia su amigo e hizo una observación que Rugon recordaría frecuentemente en los años siguientes.
—Quisiera saber cómo son —musitó—. ¿No serán más que maravillosos ingenieros, sin arte ni filosofía? Van a tener tal sorpresa cuando Orostron los alcance..., creo que será casi un golpe para su orgullo. Es gracioso, todas las razas aisladas creen que son el único pueblo del Universo. Pero deben estarnos agradecidos; les ahorraremos unos buenos siglos de viaje.
Alveron miró la Vía Láctea, que yacía como un velo de plateada niebla atravesando la pantalla. La señaló con su tentáculo, que barrió el círculo completo de la Galaxia, desde los Planetas Centrales hasta los solitarios soles del Rim. —¿Sabes? —le dijo a Rugon—, estoy bastante asustado por este pueblo. ¿Y si no les gusta nuestra pequeña Federación? —una vez más señaló las nubes estelares que aparecían reunidas en la pantalla, brillando bajo la luz de sus incontables soles.
el fondo de sus escalas. Pero Rugon no dijo nada, ni aun a su capitán. Esperó hasta estar seguro, y siguió esperando aún hasta que los trazadores de corto alcance comenzaron a reaccionar y a formar las primeras imágenes débiles sobre la pantalla de visión. Todavía esperó pacientemente hasta que pudo interpretar las imágenes. Entonces, cuando supo que su más absurda fantasía era superada por la verdad, llamó a sus colegas al cuarto de control.
La imagen en la pantalla de visión era familiar: infinitos campos estelares, sol tras sol hasta los mismos límites del Universo.. Cerca del centro de la pantalla, una distante nebulosa formaba una húmeda mancha que era difícil de observar. Rugon aumentó la amplificación. Las estrellas fluyeron fuera del campo; la pequeña nebulosa se expandió hasta llenar la pantalla y entonces... ya no fue más una nebulosa. Una exclamación de asombro partió de toda la compañía ante la imagen que aparecía delante de ellos.
Surgían, legua tras legua en el espacio, situados en un arreglo tridimensional de filas y columnas con la precisión de una formación militar, miles de pequeños lápices luminosos. Se movían suavemente: el inmenso reticulado conservaba su forma como una sola unidad. Aun cuando Alveron y sus camaradas estaban vigilando, la formación comenzó a escaparse de la pantalla y Rugon debió centrar nuevamente los controles. Después de una larga pausa, Rugon comenzó a hablar: —Esta es la raza —dijo con suavidad— que ha conocido la radio sólo durante dos siglos..., la raza que nosotros creímos que se había arrastrado para morir en el corazón de su planeta. He examinado esas imágenes bajo el más alto aumento posible. »Esta es la más grande flota que jamás se haya registrado. Cada uno de esos puntos de luz representa una nave más grande que la nuestra. Por supuesto, son muy primitivas..., lo que ven en la pantalla son los reactores de sus cohetes. Sí, ¡se atrevieron a usar cohetes para atravesar el espacio interestelar! Les llevará siglos alcanzar la estrella más cercana. La raza entera debe haberse embarcado en este viaje con la esperanza de que sus descendientes lo completen, generaciones después. »Para medir el alcance de sus conocimientos, piensen las eras que nos llevó conquistar el espacio y las aún más largas eras hasta que tratamos de llegar a las estrellas. Aun si hubiéramos sido amenazados con la aniquilación, ¿podríamos haber hecho tanto en tan poco tiempo? Recuerden, ésta es la civilización más joven del universo. Cuatrocientos mil años atrás ni siquiera existía. ¿Qué será dentro de un millón de años?»
Una hora más tarde, Orostron abandonó la deteriorada nave madre para hacer contacto con la gran flota de adelante. Mientras el pequeño torpedo desaparecía entre las estrellas, Alveron se volvió hacia su amigo e hizo una observación que Rugon recordaría frecuentemente en los años siguientes.
—Quisiera saber cómo son —musitó—. ¿No serán más que maravillosos ingenieros, sin arte ni filosofía? Van a tener tal sorpresa cuando Orostron los alcance..., creo que será casi un golpe para su orgullo. Es gracioso, todas las razas aisladas creen que son el único pueblo del Universo. Pero deben estarnos agradecidos; les ahorraremos unos buenos siglos de viaje.
Alveron miró la Vía Láctea, que yacía como un velo de plateada niebla atravesando la pantalla. La señaló con su tentáculo, que barrió el círculo completo de la Galaxia, desde los Planetas Centrales hasta los solitarios soles del Rim. —¿Sabes? —le dijo a Rugon—, estoy bastante asustado por este pueblo. ¿Y si no les gusta nuestra pequeña Federación? —una vez más señaló las nubes estelares que aparecían reunidas en la pantalla, brillando bajo la luz de sus incontables soles.