PROBLEMAS CON LOS NATIVOS
El platillo volante bajó verticalmente atravesando s nubes, se detuvo a cincuenta pies del suelo y aterrizó un golpe considerable sobre un erial salpicado de brezos. —Ese —dijo el capitán Wyxtpthll— fue un piojoso aterrizaje. Por supuesto, no usó precisamente estas palabras. Para oídos humanos, sus frases habrían sonado como cloqueo de una gallina enojada. El piloto mayor, Krthlugg, desató tres de sus tentáculos del panel de control, estiró sus cuatro piernas y se relajó cómodamente.
—Ido es culpa mía si de nuevo se atascó el automático —refunfuñó—. ¿Pero qué espera usted de una nave que debió haber sido demolida hace cinco mil años? Si esas cáscaras de queso que llenan formularios allá en el Planeta Base... —¡Bueno, está bien! Estamos abajo y enteros que es más de lo que yo esperaba. Dígale a Crysteel y a Danstor que vengan aquí. Quiero hablar con ellos antes de que se vayan.
Crysteel y Danstor eran, muy obviamente, de una especie diferente al resto de la tripulación. Sólo tenían un par de piernas y brazos, no tenían ojos en la parte de atrás de la cabeza y otras deficiencias físicas que sus colegas trataban de disimular lo mejor posible. Estos mismos defectos, por supuesto, los habían convertido en la elección obvia para esta misión particular, porque sólo se necesitó un mínimo disfraz para hacerlos pasar como seres humanos bajo cualquier escrutinio, excepto el más riguroso. —¿Están ahora perfectamente seguros —dijo el capitán— de que entienden sus instrucciones?
—Por supuesto —dijo Crysteel, levemente enfadado—. Esta no es la primera vez que he hecho contacto con una raza primitiva. Mi especialidad es la antropología... —Bien. ¿Y el idioma?
—Bueno, eso es asunto de Danstor, pero ahora puedo hablarlo con una razonable fluidez. Es un idioma muy simple y, después de todo, hemos estado estudiando sus programas de radio durante un par de años. —¿Alguna otra cosa antes de irse?
—Este..., hay sólo un asunto —Crysteel dudó levemente—. Por sus transmisiones es bastante obvio que el sistema social es muy primitivo y que el crimen y la ilegalidad son generales. Muchos de sus más ricos ciudadanos tienen que usar lo que denominan «detectives» o «agentes especiales» para proteger sus vidas y propiedades. Sabemos que está en contra de las reglas, pero nos preguntábamos... —¿Qué?
—Bueno, nos sentiríamos mucho más seguros si pudiéramos llevarnos un par de disruptores Mark III.
—¡Nunca jamás! Me harían una corte marcial si oyeran algo de esto en la Base. Supongan que matan a uno de los nativos..., entonces tendría detrás de mí a la Oficina de Política Interestelar, al Consejo de Conservación de los Aborígenes y a media docena de otros.
—Habría el mismo lío si «nosotros» llegáramos a morir —puntualizó Crysteel con considerable emoción—. Después de todo, usted es responsable de nuestra seguridad. ¿Se acuerda de aquella obra radial de la que le hablé? Describía una familia común, ¡pero hubo dos asesinatos en la primera media hora! —Oh, muy bien... Pero sólo un Mark II... No queremos que hagan mucho daño si «hay» líos.
—Muchas gracias; es un gran alivio. Informaré cada treinta minutos, según lo convenido. No tardaremos más de un par de horas.