durante veinte años y muchas partes
estaban aún sin explorar. Nadie podía negar que los
túneles de los desiertos eran algo inquietantes, pero todo el mundo creía que eran cavidades volcánicas. No obstante, por supuesto, la vida se arrastraba con frecuencia dentro de tales lugares. Recordó, con un estremecimiento, los pólipos gigantes que habían atrapado a los primeros exploradores de Vargon III. Nada era definitivo. Supongamos, para seguir con esos argumentos, que allí se admitiera la existencia de vida. ¿Y con eso qué? La gran mayoría de las formas de vida del Universo eran completamente indiferentes al Hombre. Algunas, por supuesto, como los seres gaseosos de Alcoran o los errantes reticulados undulatorios de Shandaloon, ni siquiera podían detectarlo, y le atravesaban o le rodeaban como si no existiera. Otras eran apenas inquisidoras, algunas embarazosamente amistosas. En verdad, había pocas que atacaran sin provocación. De todas maneras, el cuadro que pintara el viejo empleado era horrendo. Allá atrás, en el cómodo y bien iluminado salón de fumar, con las bebidas pasando alrededor, había sido bastante fácil reírse del relato. Pero aquí en la oscuridad, a millas de cualquier establecimiento humano, era muy diferente. Fue casi un alivio cuando tropezó de nuevo fuera de la ruta y tuvo que palpar con sus manos hasta que la encontró una vez más. Parecía un terreno muy áspero y la ruta era escasamente distinguible de las rocas de alrededor. En pocos minutos, sin embargo, estuvo nuevamente a salvo en su camino.
Era desagradable ver con qué rapidez sus pensamientos volvían al mismo inquietante tema. Claramente le estaba preocupando más de lo que se molestaba en admitir. Le consoló este hecho: había sido bastante obvio que nadie en la Base había creído la historia del anciano. Las preguntas y las burlas se lo probaron. En ese momento se rió tan fuerte como el que más. Después de todo, ¿cuál era la evidencia? Una silueta opaca, apenas vista en la oscuridad, que muy bien podría haber sido una roca de extraña formación. Y el curioso ruido rítmico que tanto había impresionado al viejo... de noche cualquiera podría imaginarse tales sonidos si estuviera lo suficientemente excitado. Si hubiera sido hostil, ¿por qué la criatura no se acercó más? «Porque tenía miedo de mi luz», dijo el viejo. Bueno, era bastante plausible: explicaría por qué no se había visto nada a la luz del sol. Tal criatura debía vivir bajo tierra, subiendo sólo de noche... ¡maldición!, ¡por qué se estaba tomando tan seriamente los delirios de ese viejo idiota! Armstrong tomó una vez más el control de sus pensamientos. Si seguía de esta forma, se dijo a sí mismo enfadado, pronto estaría viendo y oyendo una completa colección de monstruos. Había un factor, por supuesto, que echaba inmediatamente por tierra todo el ridículo relato. Era realmente muy simple; se lamentó por no haberlo pensado antes. ¿De qué viviría una criatura como ésa? No había ni una pizca de vegetación en todo el planeta. Se rió al pensar que el duende podía ser arrojado tan fácilmente... y en el mismo instante se sintió molesto consigo mismo por no reírse en voz alta. Si estaba tan seguro de su razonamiento, ¿por qué no silbar, o cantar, o hacer algo para levantar el espíritu? Se hizo la pregunta a sí mismo con claridad, como una prueba a su hombría. Medio avergonzado, tuvo que admitir que aún estaba asustado..., asustado porque «podría haber algo de eso, después de todo». Pero al menos su análisis le había hecho algún bien. Habría sido mejor si hubiera dejado todo así, aceptando a medias su argumento. Pero una parte de su mente estaba aún ocupada en destruir su cuidadoso razonamiento. Lo consiguió con tal éxito, que cuando recordó los seres plantas de Xantil Mayor, la impresión fue tan desagradable que se detuvo como muerto. En realidad, los seres-plantas de Xantil no eran de ninguna manera horribles. Eran, de hecho, criaturas extremadamente bellas. Pero lo que las hacía ahora aparecer tan deprimentes era el conocimiento de que podían vivir sin comida durante períodos indefinidos. Toda la energía que necesitaban para sus extrañas vidas la extraían de la radiación cósmica... y aquí era casi tan intensa como en cualquier lugar del Universo.
túneles de los desiertos eran algo inquietantes, pero todo el mundo creía que eran cavidades volcánicas. No obstante, por supuesto, la vida se arrastraba con frecuencia dentro de tales lugares. Recordó, con un estremecimiento, los pólipos gigantes que habían atrapado a los primeros exploradores de Vargon III. Nada era definitivo. Supongamos, para seguir con esos argumentos, que allí se admitiera la existencia de vida. ¿Y con eso qué? La gran mayoría de las formas de vida del Universo eran completamente indiferentes al Hombre. Algunas, por supuesto, como los seres gaseosos de Alcoran o los errantes reticulados undulatorios de Shandaloon, ni siquiera podían detectarlo, y le atravesaban o le rodeaban como si no existiera. Otras eran apenas inquisidoras, algunas embarazosamente amistosas. En verdad, había pocas que atacaran sin provocación. De todas maneras, el cuadro que pintara el viejo empleado era horrendo. Allá atrás, en el cómodo y bien iluminado salón de fumar, con las bebidas pasando alrededor, había sido bastante fácil reírse del relato. Pero aquí en la oscuridad, a millas de cualquier establecimiento humano, era muy diferente. Fue casi un alivio cuando tropezó de nuevo fuera de la ruta y tuvo que palpar con sus manos hasta que la encontró una vez más. Parecía un terreno muy áspero y la ruta era escasamente distinguible de las rocas de alrededor. En pocos minutos, sin embargo, estuvo nuevamente a salvo en su camino.
Era desagradable ver con qué rapidez sus pensamientos volvían al mismo inquietante tema. Claramente le estaba preocupando más de lo que se molestaba en admitir. Le consoló este hecho: había sido bastante obvio que nadie en la Base había creído la historia del anciano. Las preguntas y las burlas se lo probaron. En ese momento se rió tan fuerte como el que más. Después de todo, ¿cuál era la evidencia? Una silueta opaca, apenas vista en la oscuridad, que muy bien podría haber sido una roca de extraña formación. Y el curioso ruido rítmico que tanto había impresionado al viejo... de noche cualquiera podría imaginarse tales sonidos si estuviera lo suficientemente excitado. Si hubiera sido hostil, ¿por qué la criatura no se acercó más? «Porque tenía miedo de mi luz», dijo el viejo. Bueno, era bastante plausible: explicaría por qué no se había visto nada a la luz del sol. Tal criatura debía vivir bajo tierra, subiendo sólo de noche... ¡maldición!, ¡por qué se estaba tomando tan seriamente los delirios de ese viejo idiota! Armstrong tomó una vez más el control de sus pensamientos. Si seguía de esta forma, se dijo a sí mismo enfadado, pronto estaría viendo y oyendo una completa colección de monstruos. Había un factor, por supuesto, que echaba inmediatamente por tierra todo el ridículo relato. Era realmente muy simple; se lamentó por no haberlo pensado antes. ¿De qué viviría una criatura como ésa? No había ni una pizca de vegetación en todo el planeta. Se rió al pensar que el duende podía ser arrojado tan fácilmente... y en el mismo instante se sintió molesto consigo mismo por no reírse en voz alta. Si estaba tan seguro de su razonamiento, ¿por qué no silbar, o cantar, o hacer algo para levantar el espíritu? Se hizo la pregunta a sí mismo con claridad, como una prueba a su hombría. Medio avergonzado, tuvo que admitir que aún estaba asustado..., asustado porque «podría haber algo de eso, después de todo». Pero al menos su análisis le había hecho algún bien. Habría sido mejor si hubiera dejado todo así, aceptando a medias su argumento. Pero una parte de su mente estaba aún ocupada en destruir su cuidadoso razonamiento. Lo consiguió con tal éxito, que cuando recordó los seres plantas de Xantil Mayor, la impresión fue tan desagradable que se detuvo como muerto. En realidad, los seres-plantas de Xantil no eran de ninguna manera horribles. Eran, de hecho, criaturas extremadamente bellas. Pero lo que las hacía ahora aparecer tan deprimentes era el conocimiento de que podían vivir sin comida durante períodos indefinidos. Toda la energía que necesitaban para sus extrañas vidas la extraían de la radiación cósmica... y aquí era casi tan intensa como en cualquier lugar del Universo.