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Lunes, 19 de Diciembre

 

Estaba contemplando cómo Andrea cerraba la venta del bonito tocador que había restaurado la semana anterior, los clientes estaban encantados con el resultado. Se la veía tan satisfecha consigo misma que Laura no pudo evitar mostrar una sonrisa de orgullo. Volvió a la realidad al notar la vibración de su móvil en el bolsillo de los pantalones.

—Hola Laura, soy Bea. —Laura se sorprendió gratamente por la llamada.

—Bea, ¡Felices Fiestas!

—Gracias, lo mismo te digo. ¿Qué tal estás?

—Bien, más relajada desde que no paso por la oficina. Mañana viene Tony a grabarme.

—Sí, lo sé. Ya tienes tu ropa preparada. He hablado con él para que te la lleve cuando vaya para allá.

—Muchas gracias, no sé qué haría si no me ayudarais así.

—Seguro que te las apañabas. —Ambas rieron—. Yo te llamaba para saber si habías recibido mi mensaje. Estoy con los preparativos y quería saber si cuento contigo. —Laura se dio un suave golpe en la cabeza.

—Se me había olvidado por completo. —Bea le había enviado un correo electrónico para invitarla a ella, y a unos cuantos compañeros del trabajo, a una pequeña fiesta ese domingo en su casa, para celebrar su cumpleaños. Aunque en realidad su cumpleaños era el sábado, en Nochebuena, pero al ser una fecha tan señalada, en la que todo el mundo tenía algún compromiso familiar, había organizado la celebración al día siguiente.

—Ya creía que no querías venir. —Rio dulcemente—. Será algo íntimo, entre amigos, ya sabes, unos pocos compañeros del trabajo, a los que ya conoces, y algunos amigos de toda la vida.

—Creo que sí podré ir. —Laura se quedó pensativa intentando analizar si tenía algún plan que no recordara, pero en ese momento no se le vino a la cabeza ninguno. Iban a ir a comer a casa de sus padres, pero luego estaban libres. Sin embargo, Jose le había comentado que por la tarde quizás tuviera que acercarse a comisaría, puesto que en esas fechas había mucha gente de vacaciones y alguien tendría que haber allí por si surgía algo—. Aunque lo más probable es que vaya sola.

—¿Y eso?

—Jose tiene trabajo. —Suspiró resignada.

—Quizás se pueda pasar más tarde.

—No creo, cuando va a comisaría se olvida de todo. Fijo que se le hace muy tarde. De todas formas, se lo diré.

—Seguro que lo pasamos bien. Estarán también Tanya y Berta, y claro, Tony. —Laura tenía ganas de verlas, con Tanya hablaba de vez en cuando por teléfono, pero de Berta no sabía nada desde la conversación en que le había contado su relación con Blair. Tenía ganas de volver a verla y que se diera cuenta de que para ella no había cambiado nada, que entendía lo que había ocurrido, se lo podía imaginar perfectamente, joven becaria seducida por un mujeriego empedernido, probablemente hubiera sido muy difícil resistirse.

—Genial.

—Bueno, y ¿qué vas a hacer esta Nochebuena? —Le preguntó Bea.

—Van a venir mis padres a cenar a casa. Jose se va a encargar de hacer cordero. —A Laura el cordero le encantaba y Jose le daba un toque muy especial, se le hizo la boca agua sólo de pensarlo—. ¿Y tú? —Se hizo un silencio, Laura pensó que se había cortado—. ¿Bea?

—Sí, perdona. Me he distraído, me ha parecido ver…, pero no es nada. —Laura no prestó mucha atención a la excusa de su amiga, sabía que desconectaba con facilidad del mundo—. También con la familia. —Dijo finalmente en un susurro.

 

 

Llegaron al hospital a última hora. Jose había salido tarde de comisaría por una llamada de su jefe. Con el caso de la red destapada, tenía a su jefe y a los de más arriba pendientes de él, apenas le dejaban respirar.

Iban pensando que ya no les dejarían pasar, quedaba muy poco tiempo para que se acabara el horario de visitas. Entraron directos y sin preguntar, y nadie les interrumpió en su acceso a la habitación de Carlos.

Cuando llegaron, se encontraron a María y Carlos viendo en la televisión un concurso de esos que emitían a diario, él pareció aliviado en cuanto los vio atravesar la puerta.

—Quizás deberíamos venir en otro momento, pareces muy concentrado en la televisión. —Dijo Jose a modo de saludo, sonriendo por su broma. Carlos le puso cara de pocos amigos, estaba muy aburrido ahí tirado en una cama sin hacer nada.

—Pasad. —María se levantó de la silla y se la ofreció a Laura mientras se acomodaba en una esquina de la cama de su marido.

—El chico se acaba de ir. Ya sabéis, está muy concentrado en los estudios. —Se refería al pequeño de sus hijos, Carlitos, del cual se sentía muy orgulloso. Hacía más de un año que había terminado Derecho y después de trabajar en lo poco que le salía, había decidido preparar oposiciones para juez—. Andrade y Villa han venido esta mañana a la hora de comer, creo que se sienten culpables por no haber podido evitarlo. —Cada hueco que tenían ambos policías en el trabajo, lo aprovechaban para acercarse al hospital a saludar. Siempre aparecían con algún detalle para que se entretuviera, ya fueran periódicos, crucigramas y esa mañana le habían traído una novela negra, que por cierto, él aprovechaba a leerla para desconectar un rato de toda la televisión que ponía su mujer. Entre telenovelas y concursos, empezaba a estar desquiciado, esperaba que en su jubilación se le ocurriera algún entretenimiento, no podía estar todo el día viendo la tele con María, se iba a volver loco.

—Entonces ya te han contado todo lo que hemos descubierto hoy. —Jose estaba dejando la chaqueta en el respaldo de la silla, mientras Laura se acercaba a darles dos besos a ambos, antes de sentarse en el asiento que María le acababa de ofrecer.

—Jose está emocionado con todo lo que se ha destapado. Creo que hasta se alegra de que te dispararan. —Dijo bromeando.

—Estoy seguro de que es así. —Carlos continuó la broma de Laura.

—Pues no os voy a llevar la contraria. —Jose les sonrió a ambos—. Gracias al tiroteo, hemos descubierto una importante red de tráfico de coches. Los de arriba están encantados, no paran de felicitarse y aparecer en la televisión hablando del gran trabajo realizado.

Cuando el equipo de Jose pudo entrar en el taller a investigar, se encontraron con algunos coches robados, todos ellos de gama alta. Al final, uno de los detenidos, al creer que se habían cargado a un policía, ya que daban a Carlos por muerto, les contó todo lo que sabía en el interrogatorio. El resto, empezó a caer por su propio peso.

Robaban vehículos de lujo en Pozuelo y Majadahonda para luego venderlos en Alemania a compradores de Francia, Holanda y Suiza, a precios de entre treinta mil y cuarenta mil euros. Conseguían una media de seis o siete coches mensuales. En el taller, al que habían ido los policías para investigar el asesinato del chico, se ocupaban de “maquillar” el vehículo, desde sus elementos de seguridad hasta el número de bastidor, pegatinas identificativas, etc. Le cambiaban el número de bastidor utilizando el de otro vehículo del que sólo habían robado la documentación, de forma que cuando el coche era trasladado de país y las fuerzas de seguridad introducían el número en la base de datos, el coche no les aparecía como robado, puesto que la única denuncia existente en España era la de pérdida o extravío de documentos. Por ello, con ese número de bastidor figuraban dos placas de matrículas distintas y correspondientes a dos países diferentes.

Todos se habían quedado muy sorprendidos con la red de tráfico de coches que habían destapado. Estaban muy bien organizados. Pero por pura suerte, los hombres de Jose habían dado con el eslabón más débil de la cadena.

El chico que habían matado en Ciudad Lineal, lo había descubierto cuando fue con su hermano mayor a recoger el coche al taller. Por casualidad, vio una transacción que no debería haber visto, y por ese motivo se lo cargaron. Y al final, habían sido descubiertos cuando Carlos y sus compañeros, habían ido a hacer unas inofensivas preguntas. Estaban muy perdidos en el caso y no sabían por dónde avanzar, les había parecido buena idea volver a preguntar a los vecinos si habían visto algo raro aquel día. Desde luego, no tenían ni la más mínima idea de lo que se iban a encontrar.

La noticia había aparecido en los telediarios y periódicos. Jose había aparecido en un par de ocasiones en la televisión, aunque lo único que había dicho era “sin comentarios”.

—Si te gustara más aparecer en los medios de comunicación llegarías muy alto. —Confirmó Carlos.

—Sabes que eso es demasiado politiqueo que no me atrae para nada. A mí me gusta la calle, y en mi actual puesto ya la echo de menos. Yo no podría estar ahí arriba.

—¿Te han dicho algo del alta? —Laura cambió de tema, por experiencia sabía que podían estar hablando de lo mismo durante horas sin llegar a nada.

—El médico ha pasado esta mañana. —María fue la que contestó—. Dice que está evolucionando muy bien y que en breve podrá seguir con su rutina diaria, pero que aún es pronto para darle el alta. Esperemos que en Nochebuena esté en casa.

—¿Viene Fran con la familia? —Jose preguntó por su hijo mayor que vivía en San Francisco, y al que sabía, echaban mucho de menos por la distancia que los separaba, y más ahora, que les habían dado nietos.

—Sí, tienen los billetes comprados desde hace meses para pasar aquí las Fiestas. —Explicó Carlos—. Con todo esto, intentaron adelantar la fecha de salida, pero la compañía aérea no se lo puso muy fácil que digamos. Con las fechas en las que estamos, todos los vuelos están llenos, y por lo visto, al comprarlos con tanta antelación, habían conseguido una tarifa especial que no les permite ningún tipo de modificación.

—Y como se está recuperando tan bien, —continuó María— les dijimos que no hacía falta que vinieran antes.

—Llaman a diario. Hacía tiempo que no hablaba tanto con mi hijo mayor. Creo que ni cuando vivía en casa. —Todos rieron la broma de Carlos.

Laura pensaba que estaba muy animado, se le veía buena cara. Estaba muy contenta de que todo hubiera quedado en un susto.

—¿Te han dicho si te van a sacar la bala? —Preguntó Laura, era un tema que aún le seguía preocupando.

—Dicen que no, que la van a dejar ahí dentro. Sacarla es muy complicado. Me podría quedar paralítico. Quieren evitar riesgos. Y por ahora mi cuerpo no la está rechazando, si causara infección supongo que tendrían que operarme. —Se encogió de hombros, esperaba que no le diera problemas.

—¿Y qué vais a hacer estas Fiestas? —Preguntó María.

—Pues tranquilos en casa. —Contestó Laura—. Con mi familia. También tengo que trabajar, hay muchas cosas pendientes en la tienda. Espero ponerme al día en estas fiestas.

—Deberías descansar un poco. —María movía la cabeza negativamente. Últimamente Laura siempre parecía agotada, estaba trabajando constantemente, y suponía que no ayudaba el que la hubieran intentado asesinar hacía unas pocas semanas.

—Eso mismo le digo yo, quizás a ti te haga caso. —Jose se encogió de hombros.

—Cuando encontremos al asesino de Lorenzo Blair estaré más tranquila y podré descansar. Ahora, para no pensar en ello continuamente, prefiero trabajar. Así puedo olvidarme durante un rato de que puedo ser el siguiente objetivo del asesino. —Todos se quedaron en silencio por la sinceridad de Laura.

Jose sabía que tenían que encontrar cuanto antes al asesino de Blair. Ya había pasado más de un mes desde el intento de asesinato a Laura, y por su experiencia, sabía que en breve tendría que mover ficha, sobre todo si pensaba que Laura sabía más de lo que realmente sabía. El único problema que veía, es que no se le ocurría cómo.

 

Asesinato en antena
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