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Viernes, 7 de Octubre

 

Tanya estaba contemplando la pantalla de su ordenador, acababa de terminar la presentación que le quería mostrar a Alberto, esperaba que le diera una pequeña sección del programa en la que pudiera hablar de su pasión, la decoración.

Había seguido el consejo de Laura y se había lanzado. Quería ser reconocida por otra cosa que por ser una cara bonita o la mujer del presidente. Quería que se dieran cuenta de que era más que eso. Y sobre todo, ahora, lo necesitaba más que nunca.

Llevaba toda la semana trabajando en el documento y por fin lo había terminado. Estaba agotada, la semana había sido dura, pero ya era viernes y en un rato se iría a casa a descansar. Aunque antes tenía algo qué hacer, algo que por cierto, no tenía muchas ganas de tratar en ese momento. Estaba tan extenuada que no creía que pudiera pensar con claridad, o por lo menos con la suficiente claridad que requería el asunto que le esperaba a continuación.

Suspiró profundamente intentando relajarse, se levantó de su mesa y se dirigió hacia el despacho de su marido, iba muy nerviosa. Por teléfono le había dicho que ya tenía todos los papeles preparados, que se acercara cuando terminara.

Tanya le había pedido el divorcio hacía ya varias semanas. Lorenzo no se lo había tomado nada bien y por eso mismo, ella se había llevado algún que otro bofetón y algunos golpes que había ocultado con maquillaje y con la ropa. Ya no aguantaba más.

Primero, había sido su gran variedad de amantes, pero no se había terminado ahí, cuando ella se enteró y sacó el tema a colación, Lorenzo le demostró una agresividad que le resultó desconcertante y sorprendente, nunca había visto ni pizca de violencia en él. A partir de ahí, cada vez que ella ponía mala cara o le recriminaba que mostrara su vida privada de forma tan pública, se llevaba algún tortazo.

Así que después de intentar solucionarlo, y comprobar que ese camino no la conducía a ninguna parte, decidió alejarse de él. Empezó trasladándose a uno de los dormitorios de invitados, de forma, que ya apenas coincidía con su marido en la casa. Posteriormente, aconsejada por su abogado, solicitó el divorcio.

Y ahora, por fin, después de tanto tiempo, parecía que Lorenzo había entrado en razón y estaba dispuesto a proceder a su petición, o por lo menos a negociar. Aunque conociéndole, y sabiendo lo brillante que era con los negocios, suponía que no se iba a encontrar con un divorcio fácil, pero por lo menos, parecía que el primer paso estaba dado.

Ahora, Lorenzo le mostraría los papeles que había redactado con sus abogados, y ella se los llevaría de inmediato al suyo, para que comprobara si era o no viable asumir los términos propuestos.

No había sido una buena idea aceptar esa invitación a su despacho, iba pensando mientras se acercaba, tenía que haberla pospuesto a otro momento en el que estuviera presente su abogado. Pero Lorenzo la había llamado hacía un rato, la había pillado desprevenida, no se esperaba su petición, por lo que aceptó sin pensárselo dos veces y ahora estaba arrepentida de su decisión.

Cuando llegó, se encontró la puerta abierta y Lorenzo de espaldas a ella, preparando su cóctel habitual después de una jornada de trabajo.

Dio unos suaves golpecitos en la puerta para avisarle de su presencia.

—Entra. —Lorenzo ni si quiera se giró para ver quién era, sabía perfectamente que era Tanya, había reconocido el soniquete que hacían sus tacones al andar. Al comienzo de su relación, le encantaba oír ese sonido, creía que más que andar se deslizaba elegantemente, pero en algún momento empezó a crisparle en demasía ese ruido.

Tanya entró y se sentó en el sillón que había en un lateral del despacho, en cuanto estuvo acomodada, se dedicó a observar cómo Lorenzo preparaba su cóctel de forma minuciosa, después de disponer de todos los ingredientes. Primero, echó un terrón de azúcar en la copa, después, un buen chorro de Angostura, cuando el terrón se hubo disuelto, añadió coñac, y para terminar, cogió la copa y la inclinó de forma que fue echando cava muy despacio.

Parecía que no tenía ninguna prisa por empezar su pequeña reunión con ella, o quizás quería que se pusiera más nerviosa de lo que ya estaba. No estaba segura de qué podía esperar de él, pero de todas formas, intentó mantener la compostura y que no se diera cuenta de cómo se sentía en realidad.

—¿Quieres una copa de cava? —Se giró hacía Tanya después de completar su cóctel. Sabía que a ella no le gustaba la Angostura, por lo que nunca aceptaba un cóctel como el que se acababa de preparar—. Tenemos que brindar por nuestro divorcio. —Parecía divertido con la situación, cosa que preocupó a Tanya. Suponía que en la oficina no se mostraría agresivo con ella, había cámaras de seguridad por casi todas partes. Asintió, quizás una copa le sentara bien y la ayudara a tranquilizarse.

Lorenzo dejó las bebidas en la mesita baja, al lado de donde estaba sentada Tanya, y se sentó en una silla a su lado. La observó unos segundos y se dio cuenta de lo nerviosa que estaba, parecía estar haciendo un gran esfuerzo para disimular ese nerviosismo, pero para él era tan evidente que sonrió interiormente. La reunión iba a ser sencilla, confirmó dentro de su cabeza.

Tanya dio un sorbo al cava, intentando calmarse, lo veía tan divertido que eso le ponía aún más nerviosa. Estaba claro que tenía un as en la manga y ella no sabía qué podía ser.

—Esta es la redacción de nuestro divorcio. —Le pasó una carpeta que había encima de la mesa. Tanya dejó la copa y abrió la carpeta—. Sólo tienes que firmar en cada una de las páginas. Como ves, por mi parte ya están firmadas. —Tanya empezó a mirar por encima los papeles, no entendía muy bien su contenido. Ya se los llevaría a Ricardo Medina, su abogado—. Si lees atentamente el acuerdo, podrás comprobar que si te divorcias de mí, te quedas sin nada.

Lorenzo notó la cara de asombro que se le había quedado a su todavía mujer, ella no se lo esperaba, no pudo evitar mostrar una sonrisa.

—¿Cómo que sin nada? —Tanya se estaba empezando a enfadar, no podía hacerle eso, no podía dejarla en la calle.

Lorenzo, sin inmutarse, le pasó un sobre que había encima de la mesa. Tanya lo había visto, estaba debajo de los papeles que le acababa de pasar, no se podía imaginar lo que iba a encontrar en su interior.

Cuando abrió el sobre y sacó su contenido, comprobó que éste guardaba fotos en las que aparecía ella. Su sorpresa fue en aumento, no podía creerse lo que estaba viendo. Levantó la cabeza para mirar a su marido, lo vio tan exultante y con una gran sonrisa en su cara, que ella se sintió derrotada.

—Cómo puedes hacerme esto. Sólo fue una vez, un error y me lo echas en cara. —Tanya se levantó del sillón dejando caer los papeles y las fotos que hacía un momento estaba ojeando. Los ojos empezaban a llenársele de lágrimas—. Tú que me has engañado mil veces. —Ni si quiera quería mencionar el maltrato que había sufrido. Pero eso no iba a quedar así. Del dolor había pasado a una furia que no sentía desde hacía mucho tiempo. Se pasó las palmas de las manos por los ojos para quitarse las lágrimas que ya se le derramaban por las mejillas—. Nos veremos en los tribunales. Esto no ha terminado. —Cogió su copa y se la tiró a la cara impulsivamente. A continuación, salió de la habitación con la cabeza alta y sin mirar atrás.

Lorenzo la observaba mientras salía por la puerta. Quizás había sido muy duro con ella, algo tendría que darle para que se callara y no fuera contando sus intimidades por ahí. No podía permitirse mala prensa, eso podría afectar a sus negocios. Pero quería bajarle los humos, que se diera cuenta en la situación en la que se encontraba realmente. Con él nadie jugaba, y menos una cara bonita. Volvió a sonreír satisfecho. Cogió la copa que había dejado encima de la mesa y se la bebió de un trago.

 

 

 

Asesinato en antena
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