26
Acababan de salir de un aparcamiento cercano al Retiro donde habían dejado el coche. Aunque vivían bastante cerca de la zona, venían de un centro de bricolaje al que habían ido a comprar material que necesitaba Laura, y no les había dado tiempo a pasar antes por casa a dejar todo.
Al llegar a la dirección que tenían apuntada, salió a recibirles el portero del edificio, abandonando una pequeña garita en la que estaba sentado leyendo el periódico. Les abrió la puerta principal y entraron a un amplio vestíbulo con un gran espejo y un bonito sofá de cuero estilo Chester.
—Somos Laura Valero y Jose Olalla. —Dijo Laura a modo de presentación—. Tenemos cita con Sandrine.
—La señorita Sandrine les está esperando. —Se acercó al ascensor y les abrió la puerta—. El último piso. —Les dijo, al tiempo que entraban en uno de esos ascensores que aún se pueden encontrar en algunos edificios antiguos del centro de Madrid. El interior estaba muy nuevo, probablemente había sido renovado recientemente, la madera estaba recién tratada y había un banco tapizado que iba de un lateral a otro del ascensor. En la parte exterior habían conservado el diseño original, con su verja, su revestimiento de madera noble con bonitas tallas y las escaleras rodeándolo. Laura no pudo evitar admirar su belleza.
Mientras se acercaban a la puerta de la vivienda, notaron la madera crujir a cada pisada que daban, no habían llamado al timbre, cuando una chica muy joven en vaqueros y camiseta les abrió la puerta.
—Hola, somos Laura Valero y Jose Olalla. Hemos quedado con Sandrine. —Repitió Laura. La chica asintió con una gran sonrisa, como si estuviera muy feliz por recibirles.
Les guio por un largo pasillo, a un amplio salón con un gran ventanal que daba al Retiro, donde se podían ver las copas de los árboles del parque a través del blanco visillo.
Estaban impresionados por el lugar en el que vivía Sandrine. Ninguno había oído hablar antes de ella y estaban sorprendidos que ganara el suficiente dinero para poder permitirse el alquiler de un ático con vistas al Retiro, cerca de Alfonso XII. Laura cada vez tenía más claro que Lorenzo Blair y ella habían sido amantes, y que era él el que había estado pagando el alquiler del piso, supuso que habría pagado el año completo.
Laura dio un paso hacia Sandrine.
—Hola, soy Laura Valero y él es Jose Olalla, hablamos ayer por teléfono. —Sandrine, sentada en un sofá de diseño, asentía sin decir nada. Laura se dio cuenta de que no tenía buena cara, no se parecía a la persona que había visto en las fotos de las revistas, quizás apreciaba de verdad a Blair y lo estaba pasando francamente mal, se dijo.
—Os vi en el entierro. —Laura se sobresaltó, ella no recordaba haberla visto.
—Yo también te vi, al final del todo, apartada, llorando sola. —Laura miró a Jose extrañada, no le había dicho nada. Se daba cuenta de lo observador que era, estaba convencida que era debido a su profesión.
—Sí, esa era yo. —Dijo Sandrine resignada—. Sentaros, por favor, no os quedéis ahí de pie. —Laura se sentó en el otro extremo del mismo sofá en el que estaba ella y Jose, por su parte, se acomodó en una butaca enfrente de ambas.
Laura observó la sala fascinada, era una habitación con mucha personalidad, tenía una antigua chimenea de mármol en un lateral, en los techos había unas preciosas molduras, aunque para su gusto, la decoración era demasiado moderna, pensaba que el encanto de la habitación se perdía con esos muebles.
—Sandrine, no te queremos molestar, pero… —Laura no sabía cómo empezar, lo había practicado muchas veces, pero ahora que tenía a Sandrine delante, no sabía qué decirle.
—Estamos investigando la muerte de Lorenzo Blair. —Sandrine los miró a los ojos, primero a Jose que era el que acababa de hablar y luego a Laura.
—Creía que el caso estaba cerrado, que había sido la zorra de su mujer. —La cosa no empezaba bien, parecía que no tenía en ninguna estima a Tanya.
—Nosotros no creemos que fuera ella. —Jose siguió hablando tranquilo, como si no hubiera escuchado el comentario de Sandrine—. Queríamos hacerte unas preguntas, quizás nos puedas ayudar.
—¿Y quién dice que os quiero ayudar para que Tanya salga impune? ¿quiénes sois vosotros? ¿amigos de Tanya? ¿por qué pensáis que es inocente? ¿y yo qué información puedo aportar? Acababa de conocer a Lorenzo Blair y me lo han arrebatado. —Sandrine se puso a llorar, estaba muy alterada.
Jose se dio cuenta de que estaba a la defensiva, no creía que pudieran sacarle información alguna que les pudiera ayudar en el rumbo de su investigación.
Laura no estaba segura si acercarse a consolarla, no se conocían, podía resultar incómodo, así que optó por sacar un pañuelo de su bolso y pasárselo, para que se secara las lágrimas.
—Sí, somos amigos de Tanya. Yo la conocí en MediaCorp, trabajo en el programa que ella presentaba. Él es inspector jefe de la policía. —Sandrine levantó la cabeza sorprendida, no se esperaba que uno de ellos fuera policía.
—¿Y realmente creéis que Tanya es inocente? —Jose asintió—. De acuerdo, sé que Lorenzo no querría que su mujer fuera a la cárcel por un asesinato que no ha cometido. Sé que la quiso mucho, y probablemente, aún la quería.
—Sabemos que tenías una aventura con Lorenzo Blair. —Laura fue directa al grano, Jose la miró asombrado, no podía decir esas cosas sin pruebas.
—No tenéis ni idea. No teníamos ninguna aventura. —Sandrine parecía ofendida—. Si a lo que habéis venido a mi casa es a insultarme o a acusarme de cosas que no he hecho, os ruego que os vayáis. —Sandrine se estaba levantando dando por finalizada la entrevista. Laura se dio cuenta de su error, no podía ir por ahí acusando a la gente.
—Perdona Sandrine, no sé por qué he dicho eso. Es que estoy muy preocupada por Tanya. Lo siento de verás. —Sandrine asintió aunque no muy convencida, aun así, se sentó para darles otra oportunidad.
—¿Sabías que Blair estaba siendo chantajeado por unas fotos en las que aparecía contigo? —Continuó Jose. Ella reaccionó igual que Tanya, estaba claro que ninguna tenía ni idea.
—No me dijo nada. —Hizo una pausa intentando asimilar la información—. Pero no lo entiendo, por qué iba alguien a querer chantajear a Lorenzo, él no tenía nada que esconder.
—Parece que te escondía a ti. —Dijo Jose mirando la cara de sorpresa que se le había quedado a Sandrine.
—¿A mí? Pero si hemos salido juntos en infinidad de revistas. No me estaba ocultando. —Jose lo sabía, y eso le estaba volviendo loco, no entendía el motivo del chantaje, y la historia que le había contado Rollón, no tenía ni pies ni cabeza. Cada vez estaba más seguro de que Marcel conocía el significado de esas fotos para Blair.
—Lo estaban chantajeando por estas fotos. —Laura sacó de su bolso un sobre con las fotos impresas que había enviado Rollón.
Sandrine se puso a ojearlas. Pasaba una a una observándolas como si fueran fotos de lo más normal, pero hubo una que le llamó especialmente la atención, Jose se dio cuenta, porque aunque fue levemente, se le ensancharon los ojos y se le abrió ligeramente la boca, algo había visto en ella.
—Somos Lorenzo y yo cenando. Una de tantas veces. —Sandrine no les iba a decir nada, asumió Jose—. ¿Puedo quedarme con ellas? La verdad, es que no tengo ninguna foto con él. —Laura iba a protestar, pero Jose no se lo permitió.
—Por supuesto, no hay problema. —Se levantó y cogió suavemente de la mano a Laura—. Muchas gracias por tu ayuda. Si tenemos alguna pregunta, ¿podríamos ponernos en contacto contigo?
—Claro, aunque como ya os he dicho, no sé en qué podría ayudaros.
Salieron dejando a Sandrine contemplando las fotos, ella ya no estaba con ellos, se quedó sumida en sus recuerdos.
Nada más atravesar la puerta Laura le recriminó. —¿Por qué nos hemos ido? No nos ha dicho nada.
—No nos ha dicho nada, tienes razón, pero nos ha contado muchas cosas. —Laura se quedó boquiabierta. Jose le sonrió.
—Me vas a explicar qué significa eso. —Salían del ascensor dirigiéndose hacia el portal.
—Hasta luego, pasen buen día. —Les despidió el conserje.
—Adiós y gracias. —Dijo Laura mientras Jose le saludaba con un movimiento de cabeza.
—Anda, vamos al coche y te lo cuento. —Se agarraron de la mano y empezaron a andar en dirección al parking.
Después de pagar la tarifa correspondiente, subieron en silencio al coche y se dirigieron a casa. Jose tenía ganas de llegar para poder ver la foto que le había llamado la atención a Sandrine, tenía curiosidad por saber qué podía ser. Él había revisado tantas veces esas fotos, y no había encontrado nada, que no podía ni imaginarse que habría visto ella.
—Bueno, me lo vas a contar. Porque yo he salido igual que he entrado. —Acababan de salir del garaje, y Laura estaba nerviosa, quería saber qué se le había pasado por alto. Se sentía frustrada, ella no había sacado ninguna información de la conversación mantenida con la modelo.
—Por un lado, tenemos que Sandrine y Blair tenían una relación muy estrecha, cosa rara, teniendo en cuenta que como ha reconocido, no se conocían desde hace mucho.
—Eran amantes. —Laura seguía en sus trece.
—Yo no creo que fueran amantes, pero creo que su relación era significativa. Tendremos que investigar qué les unía. Y por otro lado, una de las fotos le llamó especialmente la atención. —Laura lo miró como si estuviera loco.
—Yo no vi que le llamara ninguna la atención, las pasaba sin ningún interés.
—Efectivamente, excepto una de ellas. Algo hay en esa foto que se nos ha pasado por alto.
—¿Y sabes qué foto es? —Jose la miró con cara de sentirse insultado, aunque bromeando.
—Por quién me has tomado. Sé perfectamente qué foto es.
—¿Algo más? Está claro que yo no me entero de nada. —Laura sentía que su frustración iba en aumento por momentos.
—Por eso, yo soy el policía. —Jose le sonrió y ella puso los ojos en blanco.
Enseguida llegaron a casa, aparcaron el coche y cogieron todas las bolsas con las compras que habían realizado en el centro de bricolaje. Cuando entraron en casa, subieron todo el material al taller, lo dejaron tal cual, en un rincón de la habitación, tenían prisa por comprobar la fotografía.
Mientras el ordenador se encendía, fueron a ponerse ropa más cómoda, suponían que no les iba a resultar fácil ver lo que Sandrine había visto en cuestión de segundos, después de todas las revisiones que habían hecho a las mismas imágenes.
Ya delante del ordenador, estuvieron analizando la foto al máximo tamaño que les permitía mantener cierta calidad. Laura miraba la instantánea, pero no veía nada extraño.
Estaban ambos sentados en una bonita mesa con velas, mantel blanco bordado, una vajilla y cristalería espectaculares. Laura suponía que sería un sitio bastante caro, de esos que ella no se podía permitir. En un lateral de la mesa, el que quedaba más alejado desde la posición en la que se había echado la foto, estaba el menú. Ellos estaban sonriéndose y mirándose a los ojos, con las copas llenas de cava, preparados para brindar.
Alrededor se veían más mesas y más gente, pero apenas se distinguían sus caras, estaban en zonas de sombras y algo desenfocados.
La pared del fondo mostraba una chimenea encendida, parecía de gas, pensó Laura. Encima, un bonito óleo con un paisaje campestre. En los laterales de la chimenea, manteniendo la simetría, unas ventanas ocultas por unas cortinas muy elegantes, y entre ellas un visillo que apenas permitía vislumbrar la oscuridad del exterior.
Laura intentaba descubrir a las personas que aparecían en la foto, por si eso fuera lo importante, pero era imposible, estaban demasiado borrosas. Se dio cuenta de que Jose la estaba observando.
—No me lo digas. Ya sabes por qué estaba siendo chantajeado Lorenzo. —Lo dijo resoplando, ella que siempre se había considerado bastante competente en temas de investigación, veía que esta vez se le estaba yendo de las manos, tenía que concentrarse. Jose soltó una sonora carcajada.
—No estoy seguro, pero creo que puedo tener algo.
Empezó a ampliar la foto en una zona en particular, en los elementos que había encima de la mesa. Entonces Laura se dio cuenta a lo que se refería, lo que ella había pensado hacía un momento que era la carta del restaurante, no era tal cosa. Era una carpeta con algún tipo de documentación.
—¿Quizás un contrato? —Jose negó con la cabeza.
—No tengo ni idea. Y en este ordenador no vamos a ser capaces de obtener más calidad de imagen. Mañana llevaré la foto a los técnicos de la comisaría, a ver si ellos pueden obtener ese pequeño espacio menos pixelado. —Laura estaba contenta, quizás habían encontrado algo, aunque desde luego no por ella.
—No sé qué me pasa. Últimamente no soy capaz de ver lo obvio, ni de encontrar ninguna pista. Así, de poco voy a servirle a Tanya. —Laura estaba deprimida, se sentía bastante torpe.
—Creo que estás agotada. Demasiado trabajo. Y no has bajado el ritmo en nada. La tienda, la televisión, sigues con los entrenamientos, y además, la investigación. —Laura no estaba convencida.
—Eso no me vale. Tú también estás todo el día trabajando, prácticamente desde que te levantas hasta que te acuestas.
—También es mi trabajo, estar alerta en este tipo de situaciones. —Intentó quitarle importancia—. De todas formas, creo que tu problema es que te lo estás tomando de un modo personal, tienes que verlo desde fuera.
—Te refieres, por ejemplo, a haber acusado a Sandrine de ser la amante de Blair.
—Es un buen ejemplo. —Él le sonrió—. Hasta cuando eras tú la que estabas en peligro, eras más imparcial que ahora.
Laura se quedó pensando en esa última afirmación. Seguramente tenía razón, en este caso se sentía bloqueada, Tanya era inocente y acusaba al primero que se cruzaba en su camino. Tenía que cambiar el chip y ser más amplia de miras.
—Anda, vamos a comer algo. Son casi las seis de la tarde y no hemos probado bocado en todo el día. —Laura se quedó anonadada, no se podía creer que ya fueran las seis de la tarde. El fin de semana casi había finalizado, se le había pasado volando.
—De acuerdo. Me apetece tarde de sillón, mantita y una buena película. —Jose era de la misma opinión.
—Veamos cómo solucionamos eso.