20

 

 

Domingo, 16 de Octubre

 

Iban en el coche a casa de Berta, los dos en silencio. Laura iba mirando por la ventanilla sin ver lo que había al otro lado, pensando en Tanya y en la visita del día anterior. No podía dejar de darle vueltas a la última declaración que les había hecho. Lorenzo la maltrataba, era el colmo. No entendía cómo lo había aguantado y no le había denunciado. Por lo menos, había intentado poner remedio con el divorcio. Aunque como bien había dicho ella, era otro motivo para el asesinato.

—¿Por qué no nos cogemos un par de días y nos vamos? —Laura rompió el silencio. Ni siquiera sabía cómo le había salido esa sugerencia cuando iba pensando en otra cosa. Aunque era verdad que se sentía en un callejón sin salida y necesitaba desconectar.

—¿Cuándo? —Jose la miraba de reojo, era una buena idea, olvidarse un poco de todo, pero aun así le extrañaba la propuesta.

—El fin de semana que viene, por ejemplo. Podemos cogernos el viernes y el lunes, ¿qué opinas?

—Yo no tengo problema, ya sabes que me deben días en el trabajo, ¿pero tú? —Jose frenó en un semáforo que se acababa de poner en rojo y se giró para mirarla directamente.

—Respecto al programa, puedo tenerlo todo terminado el jueves. No creo que me pongan ningún problema. Y en la tienda, Andrea está haciendo muy buen trabajo. —Jose arrancó el coche y continuaron por las calles atestadas de vehículos, pensó que tenía que haber cogido la M-40 en vez de ir por el centro de la ciudad, en qué estaría pensando cuándo decidió coger ese camino—. ¿Entonces te apetece?

—Claro, que me apetece. Ya sabes que me gusta salir de Madrid en cualquier momento. Lo único, es que me ha sorprendido la propuesta. —Jose le sonrió—. ¿Has pensado en algún sitio?

—¿Qué te parece… Burdeos? —A Jose le divirtió la contestación, ya se imaginaba dónde quería ir a parar.

—Me parece un sitio interesante. ¿Por qué has propuesto Burdeos?, ¿qué hay allí para ver?

—Pues está la fantástica catedral gótica, su campanario, que como curiosidad está al lado de la catedral, no en la misma catedral. —Hizo una pausa intentando recordar imágenes que había visto de Burdeos—. Ah, y una preciosa puerta que da acceso del río a la ciudad, es como un castillo, con techos puntiagudos.

—¿Ya has estado allí?

—No, nunca he ido, pero he visto fotografías. Es una ciudad muy bonita, es Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 2.007.

—Laura, a veces me sorprendes, pareces una enciclopedia andante. —Laura puso los ojos en blanco, lo que no le dijo es que había estado investigando esa misma mañana sobre la ciudad—. ¿Y estás segura de que no hay nada más allí que te interese?

—Hombre, hay muchas cosas para ver. —Jose soltó una carcajada.

—Y por casualidad, no habrá algún mercadillo de antigüedades… —Laura se dio cuenta de que la había pillado.

—Bueno, sí, eso también. —Le sonrió traviesamente.

—Me parece increíble que siempre que quieras escaparte un fin de semana, quieras ir a comprar muebles, ¿es que no descansas nunca? —A él le hacía gracia la pasión que sentía por su trabajo.

—Podemos disfrutar haciendo turismo, y además encontrar algo interesante en su mercadillo, ya sabes lo mucho que me gusta ir de compras. ¿Qué más se le puede pedir a unas vacaciones? —Le guiñó un ojo.

—A mí se me ocurre, descansar, por ejemplo. Pero vamos, quizás estoy diciendo algo de lo más absurdo. —Su tono irónico la hizo reír.

En ese momento, Jose encontró un hueco libre muy cerca del portal donde vivía Berta. Ya había dado un par de vueltas buscando sitio, así que se sintió agradecido por su suerte.

Cuando llegaron, les abrió la puerta una sonriente Berta. Laura intentó recordar si la había visto alguna vez sonreír y desechó inmediatamente esa idea de la cabeza, se sintió un poco cruel, sobre todo teniendo en cuenta que últimamente Berta había estado muy agradable con ella, e incluso un punto de apoyo.

—Pasad chicos. Os voy a enseñar la casa. —Les cogió las chaquetas que llevaban puestas y las dejó en un original perchero que tenía al lado de la puerta—. Éste es el salón.

La sala a la que se pasaba directamente desde la entrada era una espaciosa estancia. Ambos se quedaron muy sorprendidos por el tamaño.

—Antes era un piso de cuatro dormitorios. Pero he hecho obra y lo he dejado en dos, de forma que ahora las habitaciones son bastante amplias. Aunque como apenas hay mobiliario, aún parecen mayores. —Laura se quedó contemplando el vacío salón. Únicamente había un gran sofá, delante de él una mesa baja del Ikea donde se apoyaba una gran televisión y unas cajas de madera, de esas que utilizan en las fruterías, realizando la función de mesita—. Ahora entiendes por qué necesito tu ayuda.

—Bueno, pero es normal, acabas de empezar. Ya verás como en poco tiempo, lo convertimos en un hogar.

Berta continuó mostrándoles el resto de la casa, que como el salón, estaba prácticamente vacía, solamente tenía los muebles básicos e indispensables para vivir sin echar nada en falta.

Cuando llegaron a la cocina, se encontraron a Tony preparando unos aperitivos. Laura abrió los ojos sorprendida y recordó que Jose ya había intuido que eran pareja.

—Por favor, no se lo digas a nadie en la oficina. Eres la primera en saberlo. —Laura asintió, ella no era dada a los cotilleos, así que no se lo hubiera contado a nadie aunque no se lo hubiera pedido. Sintió que Berta confiaba en ella al no ocultarle su relación.

—Hola chicos. —Saludó Tony. Llevaba puesto un delantal, parecía estar sacando unas minipizzas del horno—. Espero que os gusten las pizzas, porque básicamente es lo único que sabemos cocinar ambos, gracias a que sólo hay sacarlas de la caja y meterlas al horno unos minutos. Y no creáis, que a veces, hasta se nos queman. —Todos rieron.

—No hay problema, tienen muy buena pinta. —Dijo Jose, aunque fijándose un poco, se dio cuenta de que alguna estaba un poco más tostada de la cuenta.

Estuvieron charlando animadamente toda la velada. Sobre todo hablaron de los próximos programas y de las ideas que tenían ambas, Tony por su parte les ofrecía su punto de vista. Jose les escuchaba, aunque sin prestarles mucha atención, era lo que tenía quedar con gente del trabajo, la conversación acababa derivando a esos temas, y si no estabas dentro, te sentías un poco excluido.

—¿Sabéis que Tanya ya está en casa? —Berta estaba llegando desde la cocina con unos pasteles, mientras les hacía la pregunta.

—Sí. —Ratificó Laura, aunque ni ella ni Jose comentaron que el día anterior habían ido a visitarla. Si lo pensaban fríamente, ellos eran posibles sospechosos en su investigación.

—Pobre, debe de estar destrozada. —Continuó Berta—. No sé cómo puede pensar nadie que es una asesina. —Hizo una pausa y les dijo en tono confidencial—. ¿Sabíais que Lorenzo la maltrataba? —Laura dio un imperceptible respingo, parecía que todo el mundo lo sabía, menos ella—. Intentaba disimularlo, siempre con sus blusas de manga larga y sin escote, o demasiado maquillaje, pero todos en la oficina éramos conscientes. Me sorprendió saber que estaban divorciándose. Tanya no parecía que le fuera a plantar nunca cara.

—¿Le visteis pegarla alguna vez? —Esta vez fue Jose el que habló.

—No, qué va. En público Lorenzo era encantador con ella. Pero Maite, la secretaria de Lorenzo, me contó una vez, que discutían mucho en el despacho, a voz en grito. Dijo que para no oírles se solía ir a tomar un café, de forma que cuando volvía ya se hubiera acabado. Él la despreciaba y la trataba fatal en privado. —Berta se encogió de hombros—. Me lo contó de forma confidencial la pasada Navidad, después de achisparse un poco con el cava. Maite no suele ir contando los trapos sucios de Blair, le apreciaba. Recuerdo que hasta cantó en el karaoke, cuando es una persona con un alto sentido del ridículo. —Berta sonrió al recordar la escena navideña, Maite desgañitándose mientras cantaba “Si tú eres mi hombre” de Jennifer Rush, en la versión en español.

—¿Creéis que hay alguien que pueda odiar a Lorenzo tanto como para matarle? —Preguntó Laura intentando aparentar ingenuidad.

—Yo votaría por el amante de Tanya, Daniel Valcárcel. —Comentó Tony—. Estoy convencido de que está enamorado de ella. Quizás lo hizo para protegerla de las palizas.

—No creo. —Berta negó con la cabeza—. Si hubiera sido él, ya hubiera confesado para salvarla del futuro que parece esperarle en la cárcel. No sé, quizás alguna de sus amantes, por celos. A saber, era un hombre bastante querido y odiado a la vez.

—¿A qué te refieres? —Preguntó Laura esperando recabar alguna información interesante que les pudiera servir en la investigación.

—Pues que era muy poderoso y tenía mucho dinero. Puede ser cualquiera. Por ejemplo, hace unos meses, estaba cerrando un contrato con un presentador muy conocido de la televisión pública, Javier Cámara. —Laura y Jose asintieron, se trataba del presentador del telediario de la noche, a quién ya hacía algún tiempo que no veían dando las noticias—. Ya se había despedido de su puesto de trabajo, anunciando a bombo y platillo que se iba a trabajar a MediaCorp. Pues en la cena de firma del contrato, bebió más de la cuenta e hizo algún comentario inadecuado. Por lo que he oído, sobre la modelo Sandrine, la chica con la que Lorenzo aparecía tanto últimamente en la prensa. Lorenzo se levantó, cogió el contrato y lo rompió en pedazos delante de sus narices, pagó la cena y se fue sin decir ni una palabra. Javier Cámara intentó volver a su anterior puesto de trabajo, pero no lo contrataron, se dice que fue por petición expresa de Lorenzo Blair. Actualmente, está trabajando en un telediario de una cadena local de Andalucía. Por esta tontería, Lorenzo Blair destruyó su carrera. —Sentenció.

Asesinato en antena
titlepage.xhtml
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_000.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_001.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_002.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_003.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_004.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_005.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_006.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_007.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_008.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_009.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_010.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_011.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_012.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_013.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_014.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_015.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_016.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_017.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_018.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_019.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_020.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_021.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_022.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_023.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_024.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_025.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_026.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_027.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_028.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_029.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_030.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_031.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_032.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_033.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_034.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_035.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_036.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_037.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_038.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_039.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_040.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_041.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_042.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_043.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_044.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_045.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_046.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_047.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_048.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_049.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_050.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_051.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_052.html