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Sábado, 17 de Septiembre
Laura se levantó muy nerviosa, esa tarde, el programa en el que aparecía, se iba a emitir en toda España. No sabía cuánta gente lo vería, pero aun así, estaba como un flan. No se imaginaba en pantalla.
Como no podía conciliar el sueño, decidió irse a correr al parque. Tampoco quería despertar a Jose, por no parar de dar vueltas, ya que había tenido una semana agotadora con el caso que había estado llevando.
Cogió unas mallas y una camiseta de un cajón, y se fue al baño a vestirse, allí tenía las zapatillas de correr.
Salió del portal, saludando al portero de noche y empezó a correr. Se dirigió al parque Eva Duarte, que era el que le quedaba más cerca. Después de dar varias vueltas, ya se sentía algo más relajada, así que se acercó a un banco y se puso a estirar mientras observaba a los madrugadores que estaban sacando a pasear a sus perros.
Al llegar a casa, lo primero que notó fue el aroma a zumo de naranja recién exprimido.
—Buenos días, dormilón. —Le dijo a Jose mientras se acercaba a la barra de la cocina para ver si le ofrecía un rico zumo.
—Buenos días. —Se acercó a Laura y le dio un dulce beso en los labios—. ¿Nerviosa? —Ella asintió. A veces, se sentía como si fuera un libro abierto para Jose—. Toma, he hecho zumo. —Le puso en la mano un gran vaso del zumo que acababa de exprimir, ella se lo bebió de un trago.
—¡Qué rico! Voy a subir a darme una ducha. Ahora mismo bajo a desayunar contigo.
—Genial. Voy a hacer tortitas. —Jose ya estaba en la nevera cogiendo leche y huevos.
—¿Y eso? —Preguntó Laura. Aunque Jose era un gran cocinero autodidacta, no solía hacer tortitas para desayunar—. ¿Celebramos algo?
—No todos los días mi novia aparece en la televisión. —Jose le guiñó un ojo y ella puso los ojos en blanco.
Subió a darse una ducha rápida, no quería tomarse las tortitas frías. Cuando bajó, Jose ya tenía unas cuantas colocadas en un plato, al lado, había un bote de nata montada, otro de caramelo, otro de chocolate líquido y varias mermeladas.
—¡Madre mía, qué lujo! —Se sentaron a desayunar en la barra de la cocina, uno enfrente del otro.
—¿Hoy no trabajas?
—Sí, tengo que acercarme para rellenar algo de papeleo pendiente. Espero que no me lleve mucho. —Estaba encantado con su puesto de inspector jefe de la policía, pero aunque le gustaba su trabajo, tenía que reconocer que llevaba consigo demasiado papeleo. Él prefería estar en la calle, atrapando a los delincuentes—. ¿Y tú? ¿Te vas a acercar a la tienda?
—Me pasaré un rato. La verdad, es que Andrea está haciendo muy buen trabajo y eso hace que yo me relaje un poco. —Aunque no se le olvidaba que todavía tenía pendiente algunas tareas en el taller que se había planificado para esa mañana.
—De acuerdo, pero antes quiero enseñarte algo.
Jose la cogió de la mano y la arrastró, escaleras arriba, a la habitación. Allí, abrió el armario y ella pudo comprobar que más de la mitad del mismo estaba vacío, parecía que Jose había hecho espacio. Después, la llevó a la cómoda, donde le mostró algunos cajones que también estaban vacíos.
—¿Me estás intentando decir algo? —Laura estaba empezando a ponerse nerviosa, y esta vez no tenía nada que ver con el programa de televisión.
—Me gustaría que te vinieras a vivir aquí conmigo. —Laura se sentía desconcertada, no se esperaba todavía esa invitación. Aunque, siendo sincera con ella misma, se lo había planteado en varias ocasiones, prácticamente ya vivían juntos, aunque cada día en una casa diferente y eso empezaba a resultar bastante incómodo. De hecho, vivir juntos era una de las cosas que más le apetecía, pero…— Espera que termine. Sé lo que te preocupa. —La cogió de la mano y la llevó a un cuarto que cumplía las funciones de cuarto de invitados, aunque nunca había pasado allí nadie la noche, desde que estaban juntos. Cuando Jose abrió la puerta, ella se quedó alucinada mirando su interior. Estaba completamente vacío. En el suelo había puesto losetas de corcho, tal y como ella tenía en el taller de su casa—. Esta habitación sería tu taller, aquí podrás hacer todas las cosas que dejes pendientes en la tienda o lo que te apetezca hacer. —Laura se giró y lo miró directamente a los ojos, la entendía perfectamente, era lo mejor que le podía haber pasado. Puso ambas manos en sus mejillas y le dio un gran beso en los labios. Jose se apartó y la miró a los ojos—. Aceptaré eso como un sí.
Laura estaba feliz, saltó sobre Jose y le rodeó la cintura con sus largas piernas. Éste se apoyó en la pared y comenzaron a besarse apasionadamente. Jose la tumbó en el nuevo suelo de corcho. —Habrá que estrenar la habitación—. Ambos rieron y continuaron besándose.
A las cinco en punto sonó el telefonillo, las primeras en llegar fueron las amigas de Laura de la Universidad. Todas habían estudiado Informática en la Politécnica de Madrid, pero Laura había decidido dejar su trabajo en una empresa privada, para dedicarse a su gran pasión, la restauración de muebles.
Abrió la puerta y las primeras en entrar fueron Nuria, Susana y Raquel con su marido Luis.
—Marta y Pablo están intentando meter el carrito y todo lo que traen en el ascensor. —Esa fue la primera frase que salió de la boca de Nuria.
Mientras todos se saludaban en la entrada de la casa, se abrió la puerta del ascensor donde se encontraba Marta con su familia y un montón de complementos, parecían haber sido introducidos todos a presión. Al ver a Marta cargada de cosas y a Pablo con la niña en brazos y arrastrando el carrito, se acercaron todos a ayudarles.
—¿Pero a dónde creéis que vais? —Marta se encogió de hombros.
—Pablo, que piensa que vamos a necesitar todas estas cosas en cualquier momento. Por lo menos hemos traído el vigilabebés, así que si te parece bien, subimos a Lucía arriba, así no la despertaremos con el ruido, y si se despierta, yo me entero.
Haciendo caso a Marta, Pablo y Jose subieron a la niña a la habitación principal para que pudiera dormir tranquilamente.
Cuando bajaban por las escaleras, advirtieron que había llegado más gente. Jose se acercó a la puerta donde Laura estaba recibiendo a Carlos y a María, el compañero de trabajo de Jose y su mujer.
—Hola chicos. ¿Qué tal habéis aparcado?
—Al final hemos venido en autobús. Sabemos que aquí no hay quién deje el coche.
—Anda, pasad, no os quedéis ahí. ¿Una cerveza? —Les ofreció Jose.
Las mujeres se juntaron en la cocina, donde empezaron a preparar algo de picoteo, echaron patatas fritas, frutos secos y demás, en diferentes boles. Los hombres, por su parte, empezaron a llevar la comida al salón, con unas cuantas cervezas.
—¿Qué? ¿Ya os habéis cansado? —Laura les regañaba desde la cocina, ya que todos los chicos se habían sentado con una cerveza en la mano en el sofá, a hablar y a comer. Todos ellos ignoraron su comentario.
Al poco rato, volvió a sonar el telefonillo y Laura se acercó a abrir. Esta vez eran sus compañeros de la antigua empresa en la que trabajaba de informática. Cuando abrió la puerta, se encontró a Cris muy sonriente con su rubia melena recogida y sujeta por un palo que le atravesaba oblicuamente la cabeza. A su lado, con cervezas en la mano, estaban Marcos y Pedro, que vieron a todos los hombres en el salón, así que allí se dirigieron con las cervezas. Laura negaba con la cabeza, mientras con Cris iban a la cocina a terminar de preparar los aperitivos.
Quedaban sólo quince minutos para que empezara el programa y todos estaban acomodándose en el sofá y en sillas alrededor de la televisión, para no perderse detalle.
Laura se había sentado acurrucada al lado de Jose. Se había vuelto a poner muy nerviosa, le estresaba aparecer en la televisión. No había podido ver su sección montada, así que no tenía ni idea de cómo había quedado finalmente.
En ese momento, sonó de nuevo el telefonillo. Laura se levantó suponiendo que sería Tanya, que era la única que faltaba.
—Hola, he traído unas botellas de cava para celebrar nuestro primer programa. —Dijo mostrando a Laura una bolsa llena de botellas. En cuanto Tanya atravesó la puerta, Marcos y Pedro fueron incapaces de quitarle los ojos de encima.
Llevaron ambas el cava a la nevera y Laura sirvió un vino tinto para su amiga y otro para ella.
—Ven, te voy a presentar a todo el mundo. —La cogió de la mano y se la llevó al salón donde se había hecho el silencio. Todos conocían a Tanya de verla en la televisión o en alguna revista del corazón. Ella no solía salir mucho en ese tipo de revistas, sobre todo aparecía su marido, pero alguna vez se les había fotografiado juntos. Laura notó que sus amigos estaban un poco intimidados, hasta que la conozcan, pensó.
En cuanto hubo terminado de presentarle a todos, empezó a emitirse el programa. Pablo, que era el único que se había dado cuenta de ello, silbó para que todos prestaran atención. En un segundo, todos estaban callados y sentados frente al televisor esperando a que apareciera su amiga.
Tras la cabecera, donde Laura había aparecido muy sonriente con su mono vaquero de trabajo y su pelo recogido debajo del pañuelo que le había puesto Beatriz, apareció Tanya, presentando la primera sección, que era la de Berta, en la que se hablaba del desembalaje en Cuenca.
—La sección de Laura es la última. —Les informó Tanya. Todos se quedaron desilusionados, aún quedaba hora y media de programa hasta que apareciera su amiga—. Ya sabéis, lo mejor se deja para el final.
Marta empezó a contarles cómo había sido el desembalaje de Cuenca y también les habló de Berta y Tony.
Cuando quisieron darse cuenta, ya se había pasado la hora y media, entretenidos como estaban con las anécdotas que contaban Laura y Tanya sobre las grabaciones.
Tanya volvía a aparecer en pantalla y esta vez era para dar paso a la nueva sección “Decora con Laura”. Laura se volvió a acurrucar en el sillón, pegada a Jose y con una mano delante de la cara, no se quería ni ver. Jose la miraba de reojo, pero no le dijo nada, aunque no podía evitar que le hiciera gracia su comportamiento, la cogió de la mano y le dio un suave apretón para reconfortarla.
—En esta temporada, contamos con la participación de una nueva colaboradora, Laura Valero. Ella nos va a enseñar trucos y la mejor forma de renovar nuestros viejos muebles. Quién más y quién menos tiene en casa un viejo enser con el que no sabe qué hacer, ¿verdad? —Laura se dio cuenta de lo natural que se mostraba Tanya en pantalla, y lo cercana al público que parecía—. Pues demos la bienvenida a Laura en la nueva sección “Decora con Laura”. —De repente, la cámara dejó de enfocar a Tanya y apareció un primer plano de Laura muy sonriente. Ella, en el sillón, se encogió aún más, si era posible, y se volvió a poner la mano delante de los ojos al ver su primer plano.
—Muchas gracias Tanya. Pues como ha dicho mi compañera, vamos a ver qué hacer con esos muebles que tenemos en casa a los que llamamos trastos y que más de una vez hemos pensado en tirar a la basura. —Laura actuaba de forma natural, parecía como si hablara directamente a la persona del otro lado de la pantalla.
—Mírate, estás fantástica. —Le susurró Jose. Ella se quitó despacio la mano de la cara y empezó a observarse y estudiar sus movimientos tras la cámara.
—Vamos a comenzar con algo sencillo. ¿Quién no tiene o ha tenido una lámpara de araña en su casa?, ya sea heredada de los padres o incluso de los abuelos. Todo el mundo, ¿verdad? —En ese momento, Laura mostraba la lámpara con la que iba a trabajar. El zoom de la cámara se había abierto y se podía ver su mesa de trabajo—. Esta lámpara la rescaté el otro día de la basura, como todos notaréis por lo sucia que está. —Sonrió directamente a la cámara—. Hay varias formas para limpiar metales, en este caso la lámpara es de bronce, pero con estos trucos que os voy a explicar, podemos limpiar cualquier metal. Por ejemplo, utilizar lana de acero y frotar con un poco de cera, o utilizar un trapo mojado en vinagre caliente. Estas dos son las formas más habituales. Pero yo os voy a enseñar otro truco muy útil y que encontré hace algún tiempo en Internet.
Laura mostró los ingredientes que iba a utilizar, los cuales estaban al lado de la lámpara.
—Hay que mezclar una cucharada de harina, otra de sal fina y un chorro de vinagre de alcohol. —Mientras lo explicaba, iba mezclando todo en un pequeño cuenco de cristal transparente—. Si no encontráis vinagre de alcohol, podéis utilizar cualquier otro vinagre, como el de vino. —Laura levantó la mirada y miró a la cámara—. Hay que mezclar estos ingredientes bien. —Cuando tuvo una crema homogénea, cogió un pincel y se puso a echar el producto por todo el metal que conformaba la lámpara—. Repartimos todo este potingue por el metal y esperamos unos minutos. —Mientras repartía la mezcla, continuó hablando, contando algunos detalles del origen de las lámparas de araña—. Este tipo de lámparas comenzaron a utilizarse en la época medieval, en las casas de familias acomodadas. Aunque en origen no eran más que una estructura de madera en forma de cruz, donde apoyaban las velas. —Laura continuaba esparciendo la crema—. En el siglo XV, se empezaron a utilizar en palacios, iglesias y casas de nobles, realizándose formas más trabajadas. Y por fin en el XVIII, se comenzaron a crear tal y como las conocemos, con los brazos curvos, motivos decorativos, etc. Bueno, pues ya está. —Laura había terminado de repartir la crema por el metal, así que levantó la cabeza de su tarea y volvió a mirar a los telespectadores—. Y ahora, a dejar que el producto actúe unos minutos. —Laura desapareció de la pantalla, en ese momento sólo aparecía la lámpara tal y como ella la había dejado y un reloj que marcaba cómo el tiempo iba pasando—. Ahora, con un trapo mojado en agua, quitamos toda esta crema. En casa podéis hacerlo en la bañera, con la ducha en mano, seguro que es más rápido. —Seguía diciendo mientras iba aclarando el trapo en un barreño con agua y limpiando la lámpara. Cuando hubo terminado, el metal estaba como nuevo, muy brillante—. Ahora con otro trapo vamos a secarla.
—Impresionante. —Dijo Susana—. Menudo truco.
—A mucha gente probablemente ya limpia les gusta. También se puede dejar así. Pero nosotros vamos a darle un toque especial, un poco de color. Vamos a modernizarla. —Continuaba hablando Laura en la pantalla—. Lo primero, es quitar un poco este brillo que ha aparecido después de limpiarla, para ello vamos a utilizar una lija de grano fino, especial para metal. —Laura se puso a frotar suavemente la lámpara con la lija—. A continuación, con un trapo o con una brocha, quitamos el polvo que hemos podido generar con el lijado. —Laura volvía a limpiar la lámpara.
—Creo que vas a tener que pedir un ayudante. —Le dijo Raquel.
—Con una pintura en spray blanca vamos a dejarla como nueva. —Laura cogió un spray de pintura y antes de ponerse a darlo en la lámpara, meneó bien el bote—. Tenéis que agitar un rato la pintura para que se mezcle correctamente. ¿Escucháis el ruido que hace?, esto es debido a una bolita que hay en su interior para ayudar a realizar correctamente la mezcla. —Laura dejó de mover la lata y empezó a aplicar el producto—. También se puede dar una pintura cualquiera acrílica, eso sí, os recomiendo pintar antes con imprimación para que la pintura agarre perfectamente. —Ella continuaba pintando mientras daba toda esta información—. Mucha gente me pregunta cuántas capas hay que dar. —Levantó la mirada y volvió a dirigirse directamente a los televidentes—. No se puede dar un número predeterminado, hasta que veáis que queda totalmente cubierta la superficie que estéis pintando. —Laura volvió a concentrarse en la lámpara—. A veces, con una es suficiente, lo normal es que con dos quede perfecto, pero a veces es necesario dar alguna capa más. Y voilá, ¿a qué ahora parece otra cosa? Pues vamos a dejarla secar, antes de darle una segunda capa. Mientras, veamos las tulipas que tenemos. —Se movió hacia el otro extremo de la mesa donde había un juego de tulipas negras—. Como he pintado la lámpara en color blanco, he pensado ponerle unas tulipas negras, de forma que el conjunto quede muy elegante. —Hubo un corte de imagen y Laura apareció debajo de la lámpara que acababa de pintar, con las tulipas ya puestas y las luces encendidas—. Bueno, éste es el resultado, pero se pueden realizar combinaciones muy variadas. —Laura anduvo un par de pasos y mostró unas cuantas lámparas colgadas y que ya estaban terminadas. Había arañas de diferentes colores, plateada, roja, negra, incluso una en la que cada brazo era de un color, casi todas con tulipas, pero había un par de ellas que tenían las velas, donde se sujetaban las diferentes bombillas, también pintadas, incluso había alguna con cristales colgando donde se reflejaba la luz. Cada una de ellas eran diferentes ideas que Laura estaba proponiendo al público para animarlo a que hiciera cosas de ese tipo.
Cuando terminó, sus amigos empezaron a aplaudirla y vitorearla. Todos coincidían en que había estado fantástica y había salido muy guapa por pantalla. Ella respiró aliviada y más tranquila. Ahora sólo esperaba que el público hubiera disfrutado tanto como sus amigos.
Jose se acercó a la nevera a por unas cuantas botellas de cava para brindar. Laura, mientras tanto, sacaba copas para todos y las ponía en una bandeja para llevarlas al salón.
—Tenemos una noticia que daros. —Dijo Laura cuando todos tenían una copa llena en la mano.
—¿Estás embarazada? —Cris lo dijo en alto, pero casi todos habían pensado eso mismo.
—No digáis tonterías. —Laura cogió la mano de Jose—. Vamos a vivir juntos.
Todos les felicitaron, aunque no entendieron muy bien la diferencia entre lo que hacían ahora y el vivir juntos. Ninguno dijo nada.
Después de unas pizzas y unas copas, la fiesta empezó a decaer y la gente empezó a irse a su casa.
—Me lo he pasado fenomenal. Tienes unos amigos muy simpáticos y divertidos. —Tanya se estaba despidiendo de Laura—. Y tu chico es un encanto. —Quedaron para desayunar juntas, a primera hora, el lunes.
Cuando Laura y Jose se quedaron solos en casa, miraron a su alrededor, la cocina estaba llena de vasos, copas y platos, que entre todos habían trasladado en un momento desde el salón. Jose comenzó a guardar todo en el lavavajillas, mientras Laura colocaba la sala, cojines y sillas, y recogía lo que había caído al suelo. En poco rato estaba todo ordenado. Nadie hubiera dicho que esa tarde había habido una marabunta de gente en su casa, pensó Laura mirando en derredor.
—¿Te apetece terminar el día viendo una película? —Laura estaba mirando a ver qué pasaban en la tele y había visto que iba a empezar una película que le gustaba mucho.
—¿Ves algo interesante qué ver? —Preguntó Jose mientras se sentaba a su lado y ella ponía sus piernas encima de las de él.
—“Dirty Dancing”. Me encanta esta película. —Jose la miró extrañado.
—¿Te gusta la película o el protagonista? —Laura sonrió.
—Ambos, por supuesto. —Se acercó y le dio un dulce beso en los labios.