33

 

 

Lunes, 14 de Noviembre

 

Laura estaba en la reunión semanal de los lunes en la que se organizaban los contenidos del siguiente programa. Estaba hecha polvo, todavía no se había recuperado de la noche en casa de Tanya. Su idea inicial, había sido pasarse todo el domingo en casa vagueando, pero se encontró con la visita a casa de Sandrine, que habían concretado unos días antes y que había olvidado por completo. Y aunque Jose se ofreció a ir solo, ella quiso estar presente.

Esa mañana, se había levantado con un fuerte dolor de cabeza, y aunque se había tomado algo para que se le pasara, todavía no se encontraba en su mejor momento. Aún recordaba cuando su cuerpo se reponía de un día para otro, no sabía cuándo había dejado de ser así, pensó algo deprimida y sintiéndose muy mayor.

—¿Y tú que has pensado Laura? —Era Alberto el que se dirigía a ella. Llevaba un rato en Babia, por lo que al oír su nombre dio un respingo en su asiento, se recompuso intentando que no se notara que había estado desconectada de la reunión.

—Pues he pensado dedicar un programa al ecodiseño. —Alberto le puso cara de no comprender muy bien a qué se refería y la animó con un pequeño gesto para que se explicara—. Me gustaría hablar de productos que se pueden utilizar en la decoración y con los que somos respetuosos con el medioambiente. Todos sabemos que con el reciclaje que tratamos en todos los programas se consigue este propósito, pero me gustaría ir más allá. Podría hablar, por ejemplo, de la madera de bambú, que es considerada una madera ecológica puesto que se regenera en muy poco tiempo, además de tener gran resistencia para poder utilizarse en suelos, muebles, etc. Podría hacer algo con palés, tan de moda. —Laura notó que lo que estaba diciendo a Alberto le estaba convenciendo hasta que mencionó la palabra palés—. Ya sé que los palés están muy vistos, en todas partes te enseñan a hacer cosas con ellos, pero yo no haría una mesa, o un sofá como en muchos programas, intentaría ser algo más original. O quizás utilizar cajas de fruta que también están a la orden del día.

—Me parece bien lo que propones. Me gusta la idea. Lo único que quiero es que si trabajas con estos productos, tan vistos últimamente en programas o blogs de “do it yourself”, hagas algo diferente. —Laura asintió, tenía un montón de ideas para realizar con esos materiales que no era habitual verlas o por la televisión o por internet—. Entiendo que en tu programa de ecodiseño, no sólo vas a hablar de bambú.

—No, por supuesto. Es únicamente un ejemplo. Aparte del bambú, mencionaré más materiales ecológicos que podemos utilizar en la decoración, como el caucho de los neumáticos que es triturado para crear diferentes tipos de pavimentos, o pinturas y tratamientos para madera naturales, sin sustancias que perjudiquen la capa de ozono, como disolventes u otros productos químicos. Y cosas de este tipo. —Terminó Laura con su exposición.

—Ok, pero hazlo ameno, no te pongas a dar una clase ecológica.

—Por supuesto. —Laura le sonrió. No creía que en sus programas diera clases aburridas, esperaba no haberlo hecho ni empezar a hacerlo ahora. Ese último comentario la puso un poco nerviosa en lo referente al contenido del programa, se preguntó si iría mal encaminada.

—Sé que lo harás bien. —Alberto la animó, porque enseguida notó su cambio de humor.

La reunión continuó con varias propuestas más. Cuando terminaron, Laura fue directa a la sala de descanso a por una taza de café, necesitaba cafeína. Con su taza a rebosar de café solo, se sentó en su mesa y se intentó centrar en los materiales ecológicos de los que iba a hablar en su programa. Comenzó a ordenar sus ideas como hacía siempre, para que el programa resultara interesante y no se convirtiera en una clase soporífera.

Después, empezó a darle vueltas a diferentes ideas con cajas de frutas y con palés, haciendo bocetos en su cuaderno de notas. Se le ocurrió presentar a los telespectadores fotografías con algunos de sus trabajos utilizando estos materiales. Había hecho mesas, estanterías, jardines verticales, camas, cabeceros, un montón de proyectos que servirían para que el público viera la multitud de posibilidades que existían, tal y como ya hizo en el programa de lámparas. Le vino a la cabeza una imagen para utilizar palés en el programa y que resultara atrayente, iba a construir un mueble para el baño con la madera de los palés, donde iba a incluir un bonito lavabo, el grifo y la fontanería. Pensaba que quedaría bonito, original y práctico, además de económico, esperaba cautivar a los espectadores con el resultado.

Cuando ya tuvo todo organizado, comenzó a realizar llamadas a algunos de sus proveedores habituales para conseguir el material que necesitaba, recordándoles el envío de la correspondiente factura para poder llevársela a Manuela.

A media mañana, decidió ir a por otro café a la sala de descanso, aún se sentía agotada, pero al menos ya no le dolía la cabeza. Todavía tenía muchos temas por cerrar antes de irse a la tienda, así que en cuanto cogió el café, se fue corriendo a su mesa a continuar con la preparación de su próxima sección.

Estaba ensimismada mirando la pantalla del ordenador y eligiendo un lavabo para el mueble de baño que iba a crear, que se sobresaltó cuando sonó el teléfono fijo. En la pantalla aparecía una extensión que no reconocía y ningún nombre a su lado, por lo que lo cogió sin saber quién podría estar llamándola a estas horas, cuando estaba a punto de cerrar e irse.

—¿Sí?

—¿Laura? —Sonó una voz masculina al otro lado que no supo asociar a nadie.

—Sí, soy yo.

—Hola, soy Daniel Valcárcel.

—¿Cómo tienes mi número? —Laura no sabía por qué estaba más sorprendida, si porque Daniel la estuviera llamando o porque tuviera su número.

—Lo he sacado de la intranet. —Cerró los ojos dándose cuenta de lo evidente. En la empresa tenían una red informática interna, donde podías buscar información de cada uno de los empleados, como por ejemplo, el teléfono de la oficina. Ella desde que estaba trabajando en MediaCorp no la había necesitado, por lo que todavía no la había utilizado y por eso no había caído. Aunque en sus anteriores trabajos, siempre tiraba de ella para contactar con gente de otros departamentos.

—Claro.

—Quería saber si era posible… —Se dio cuenta de que él estaba nervioso—. Tengo entendido que estás intentando ayudar a Tanya. —Hizo una pausa para que ella le confirmara ese punto, pero Laura no dijo nada, parecía que todo el mundo estaba informado de su investigación. Además, él estaba en su lista de sospechosos, quizás había matado a Lorenzo Blair para liberar a Tanya de un fallido matrimonio en el que además estaba siendo maltratada, para que, después de todo, cayera en sus brazos. Era una posibilidad a tener en cuenta—. Tengo información que quizás te pueda interesar. —Laura se sintió intrigada por lo que querría contarle Daniel.

—¿Y?

—Me gustaría que nos viéramos. No quiero decirte nada por teléfono. Ya sabes, hay oídos por todas partes. —Soltó una risita nerviosa—. ¿Comemos juntos?

—¿En el bar de Paco? —Siempre había mucha gente, era un buen lugar para sentirse segura.

—Ahí van todos a comer. Preferiría algún sitio lejos de esta zona. —A Laura le saltaron las alarmas en su cabeza—. Tengo entendido que en cuanto sales de aquí te vas a tu tienda. Quizás, en un restaurante cercano. —Laura se relajó al oír su propuesta.

—Conozco un restaurante griego muy cerca de donde trabajo, es pequeño y muy íntimo. Allí nadie nos molestará. —Y además, todo el mundo me conoce, se dijo a sí misma.

—De acuerdo. —Laura le dio todos los datos del restaurante para que no tuviera problemas para llegar y quedaron allí a las dos y media.

Continuó trabajando un rato más, aunque le costó bastante volver a concentrarse en el tema que la ocupaba sobre ecodiseño, no podía dejar de darle vueltas a lo que querría contarle Daniel.

Cuando llegó al restaurante, él ya estaba esperándola sentado en la mesa de al lado de la ventana, donde tantas veces comía con Jose. Daniel al verla atravesar la puerta, se puso en pie para saludarla. Cuando se sentaron ambos y se acomodaron, Laura por fin empezó a relajarse, suponía que el lugar en el que se encontraban le ayudaba a sentirse a gusto y protegida.

—Gracias por haber accedido a encontrarte conmigo. —Parecía sincero, así que Laura le mostró una dulce sonrisa.

—Laura, ¿dónde te has dejado a Jose? —Era Leo, el camarero e hijo del dueño el que le hacía la pregunta. Un día les comentó que su nombre real era Leónidas, que significa “el que es como un león”, aunque a Laura el nombre sólo le recordaba al conocido rey espartano.

—Hola Leo. Pues espero que trabajando. —Le sonrió—. Éste es Daniel Valcárcel, un compañero de trabajo. —Daniel asentía a modo de presentación.

—Bueno, ¿ya sabéis lo que vais a pedir? —Laura asintió.

—Yo quiero la gemistá. Tomates y pimientos rellenos de arroz con especias, hechos al horno. —Le explicó a Daniel, él se decantó por la moussaka y para beber pidieron agua. Daniel fue a pedir una botella de vino, pero Laura prefirió que no hubiera alcohol, quería tener todos los sentidos puestos en la conversación.

—Bueno, y ¿qué es eso que querías contarme? —Ya les habían servido la comida y Laura estaba dando un sorbo a su bebida.

—Directa al grano. —Laura seguía a la expectativa—. El otro día me encontré con Julio Cerezo. —Daniel hizo una pausa esperando que Laura reconociera el nombre.

—¿Quién?

—Era presentador del telediario. Juntos presentábamos el informativo de las tres de la tarde hace unos años. —Laura asintió siguiendo el hilo de la conversación, esperando a ver dónde quería ir a parar—. Estábamos muy unidos por aquel entonces. —Laura notó una pizca de dolor en su voz, lo que la hizo sentirse aún más intrigada—. Un día estábamos en un bar y me contó confidencialmente que su mujer lo engañaba, que se acababa de enterar, estaba liada con Lorenzo Blair. Él estaba muy enamorado, eso le destrozó. Empezó a beber. Llegaba siempre borracho a trabajar. Yo intentaba cubrirle al principio, pero al final se hizo imposible. Cayó en un agujero negro. Dejó el trabajo. Lo último que supe de él es que se había ido a vivir con sus padres a Valencia y se había metido en un centro de desintoxicación. Hasta…

—¿Hasta?

—Hasta ayer. —Daniel dio un sorbo a su bebida, apenas había probado la moussaka—. Ayer me lo encontré. Según me contó llevaba un par de meses en Madrid. Está trabajando en un canal privado, aunque actualmente es un ayudante. —Se encogió de hombros.

Laura se quedó pensativa, otra persona a la que Lorenzo Blair había arruinado su vida y su carrera, podría ser otra persona a tener en cuenta como posible sospechoso.

—¿Me estás diciendo que crees que sería capaz de asesinar a Lorenzo Blair?

—No lo sé, Laura, en serio que no lo sé. Pero pienso que es posible.

—Pero él no tendría acceso a poner el veneno en la Angostura. Me imagino que no conocería su habitual ritual de prepararse un cóctel al terminar su día de oficina. —Daniel se encogió de hombros, parecía desesperado.

—Supongo que tienes razón, pero se me ocurrió que esta información podría ser útil para ayudar a Tanya. —Laura sintió lástima por él, estaba desesperado por ayudarla, parecía estar muy enamorado.

—Lo tendremos en cuenta. Gracias. —Laura puso su mano sobre la de él intentando darle ánimos.

—¿Qué tal está? —Ella se sobresaltó por la pregunta.

—¿Tanya? —Asintió derrotado.

—Su abogada no me deja verla ni contactar con ella, dice que puede ser perjudicial para ella en el juicio. Ya sabes, seguir manteniendo contacto con el amante. —Dijo tristemente.

—Pues ya te puedes imaginar. Está mal. Pero sigue luchando. —Laura lo dijo sin mucha convicción, y él se lo agradeció con una sonrisa—. Si hubiera sido Julio Cerezo, ¿por qué crees que hubiera matado a Marcel?

—Supongo que porque Marcel lo averiguó. No se me ocurre nada más.

Por ahora, con todos los posibles sospechosos que tenía en su lista, la muerte de Marcel sólo se explicaba porque supiera algo que los demás no sabían, quizás la identidad del asesino de Blair. Laura se hacía siempre las mismas preguntas ¿sería eso o habría algo más? ¿eso era lo que le había querido contar? ¿por qué no acudió a la policía?

Cuando terminaron de comer, Daniel se despidió muy agradecido porque le hubiera escuchado. Le dijo que se sentía inútil, no podía ver a Tanya para animarla y darle fuerzas, y tampoco era capaz de realizar una investigación que sirviera para algo. Sólo esperaba que la información que le había transmitido les resultara útil.

Laura puso rumbo a su tienda, de camino llamó a Jose para contarle las novedades. Éste cogió el teléfono enseguida.

—Hola, preciosa. —Jose parecía contento—. Hoy pienso salir a una hora razonable de la comisaría, ¿salimos a cenar? —Laura se sorprendió, pero estaba encantada con la propuesta, además, gracias a toda la cafeína que llevaba y la adrenalina de la última hora, se encontraba realmente activa y con ganas de hacer cosas.

—Me parece perfecto. Yo hoy voy a ir a clase. En cuanto salga, voy directa a casa.

—De acuerdo.

—Pero yo te llamaba para otra cosa. —Jose prestó atención a todo lo que le contaba Laura, mientras ella le ponía al tanto de lo que acababa de descubrir.

—Laura, como ya te he comentado, creo que nos tenemos que centrar en los sospechosos más cercanos a Blair. Como sabemos, era un tipo poderoso e influyente y seguro que no llegó a esa posición siendo una hermanita de la caridad. —Laura sabía que tenía razón. Notó que lo había dicho con un tono demasiado brusco, en cuanto continuó hablando, entendió el por qué—. ¿Y se puede saber qué hacías comiendo con uno de nuestros sospechosos? En serio, te pones en peligro de la forma más estúpida.

—Cálmate, por favor. Hemos estado comiendo en el griego de al lado de la tienda, donde me conocen. Le he dicho a Leo el nombre y apellido de Daniel, para que quedara constancia de con quien me encontraba. Y si tienes en cuenta que los posibles sospechosos de nuestra lista se encuentran trabajando en mi oficina, pues llegamos a la conclusión que me relaciono todos los días con ellos. —Ahora fue a Jose al que le tocó asumir que Laura estaba en lo cierto.

—De acuerdo, pero por favor, la próxima vez avísame.

—Está bien. —Aceptó, a ella no le costaba nada decírselo y así él se quedaba más tranquilo.

Se despidieron recordando que esa noche habían quedado en ir a cenar fuera.

Cuando entró en la tienda, saludó a Andrea con la mano desde la puerta, ella estaba atendiendo a unos clientes, por lo que se dirigió al taller a trabajar. Quería despejarse un poco para ver las cosas más claras, ahora no sabía qué pensar y el trabajar en su taller le causaba un efecto relajante que la ayudaba a concentrarse. Había mucha gente traicionada o dañada por Lorenzo Blair, directa o indirectamente, y estaba segura de que habría muchos más a los que ni conocía, todos ellos con motivos suficientes para asesinarle, pero que probablemente no tuvieran acceso para poner el veneno en una bebida de su despacho, que para más inri, sólo tomaba Blair. ¿Cuánta gente conocería ese dato?, era una pregunta que no dejaba de hacerse.

Cuando entró en el taller, se encontró con un antiguo tocador que pensaba lacar en un tono púrpura muy provocador, tal y como le había pedido su dueña, haciendo juego con el resto de la habitación. Ya lo había restaurado, imprimado y le había dado la primera capa de pintura. También tenía pendiente de restaurar un espejo muy rococó, con unas tallas muy laboriosas, que estaba en muy malas condiciones. Era un trabajo muy minucioso que en ese momento no se sentía con fuerzas de abordar. Así que se decantó por darle otra mano de pintura al tocador.

Se cambió de ropa y se puso manos a la obra. Apenas tardó una hora en volver a pintarlo, prestando especial atención a que no se notaran las marcas del rodillo ni de la brocha. En cuanto hubo terminado y estuvo conforme con el resultado, continuó pintando una estantería. Ésta no necesitaba imprimarla, le iba a dar un toque vintage con pintura de leche, una pintura que había conocido no hacía mucho y que le encantaba. Hablaría de ella en su próximo programa, se apuntó mentalmente, puesto que al ser realizada en base a productos de origen natural, se la consideraba una pintura ecológica. Había pensado en utilizar dos colores, uno más claro para el interior de la estantería y otro que llamara la atención para el exterior. Mezcló los polvos de la pintura de leche con agua, en la proporción que indicaba el fabricante, y continuó trabajando. Era una estantería grande y pesada, aclarándola con los colores que le estaba dando resultaría más ligera, se dijo. Cuando terminó de pintarla, ya era hora de cerrar.

Salió a la tienda, donde Andrea ya estaba apagando el ordenador.

—¿Qué tal la tarde? —Laura se acercó a ella, se sentía mal porque últimamente apenas le dedicaba tiempo. Iba con tanto retraso con las restauraciones, que según llegaba se metía en el taller a trabajar, mientras Andrea se ocupaba de la tienda.

—Estoy agotada. No ha parado de entrar gente. Creo que saben que eres la Laura Valero que sale en la televisión, y no dejan de venir a conocer de primera mano tus trabajos. Y compran, no sólo vienen en plan cotilla. —Andrea parecía muy contenta mientras le enseñaba todos los pedidos que habían realizado ese día. Laura también estaba emocionada, el negocio iba mejor que nunca, pero eso significaba que vendían más de lo que ella era capaz de terminar, la tienda se iba a quedar vacía a ese paso.

—Creo que voy a tener que contratar a alguien más. Entre las dos no damos abasto, y sé que tú preferirías estar en el taller conmigo, restaurando y aprendiendo, en vez de dedicarte a vender. —Se dio cuenta de que todo lo que acababa de decir era la pura realidad por la cara que puso Andrea.

—Lo dices en serio, ¿me puedo hacer ilusiones?

—Sí, lo digo en serio. —Andrea se acercó a ella y le dio un gran abrazo.

—No creas que no disfruto en la tienda, no quiero que te lo tomes a mal, pero me encantaría estar contigo en el taller. —Laura entendía perfectamente a qué se refería.

—Anda, vete. Ya me ocupo yo de cerrar la tienda. Voy a cambiarme y yo también me voy.

Andrea cogió sus cosas y salió por la puerta tarareando una canción, estaba claro que le había dado una grata sorpresa. Además, así no trabajaría sola, seguro que sería entretenido tener a alguien con quien hablar y opinar sobre las restauraciones, dos puntos de vista diferentes, sería interesante para ambas. Miró el reloj y se dio cuenta de que se le estaba haciendo tarde, tenía que darse prisa si quería llegar a su clase de kárate.

Asesinato en antena
titlepage.xhtml
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_000.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_001.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_002.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_003.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_004.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_005.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_006.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_007.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_008.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_009.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_010.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_011.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_012.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_013.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_014.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_015.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_016.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_017.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_018.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_019.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_020.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_021.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_022.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_023.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_024.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_025.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_026.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_027.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_028.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_029.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_030.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_031.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_032.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_033.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_034.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_035.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_036.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_037.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_038.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_039.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_040.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_041.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_042.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_043.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_044.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_045.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_046.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_047.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_048.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_049.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_050.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_051.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_052.html