23

 

 

Martes, 25 de Octubre

 

Laura estaba trabajando en el programa de esa semana, sentada delante del ordenador tomaba notas. Como el día anterior no había ido a trabajar por sus pequeñas vacaciones, iba con retraso. Por este motivo, había pensado en restaurar en el programa uno de los muebles que tenía en su taller, y enseñar a los telespectadores diferentes técnicas de decapado. Así que estaba apuntando toda la información que quería dar en su sección.

Tenía pensado hablar de los decapantes químicos, como el decapante universal en gel. Utilizaría un trozo de madera sobre el que aplicaría el decapante con una brocha, dejaría actuar el producto el tiempo indicado por el fabricante y a continuación retiraría el barniz de la madera con un rascador.

Enseñaría a decapar con aire caliente por medio de una pistola de calor, de forma que el barniz o pintura de la madera se reblandeciera hasta que se pudiera eliminar fácilmente con una espátula o un rascador.

Otra manera de decapar que iba a mostrar por pantalla, era con el uso de una lijadora orbital, con una hoja de lija especial para pintura, de forma que no se embotara. Después usaría una lija de grano medio para retirar gran parte de la pintura. Y finalizaría con una lija de grano fino para conseguir un buen acabado.

Posteriormente, utilizaría una de estas técnicas en un mueble, para que vieran cómo dejarlo preparado para un posterior acabado.

Cuando terminó de recabar toda la información, estaba muy contenta, pensaba que era un tema muy interesante para todas aquellas personas que querían retocar un mueble, ya tenía prácticamente montado el programa. Lo único que le quedaba era decidirse por qué mueble utilizar para esa demostración, pero eso no le preocupaba lo más mínimo, tenía muchos en la tienda, de hecho, demasiados, el trabajo se le estaba acumulando. Quizás, se le ocurrió, utilizara el caballito de madera que había comprado ese fin de semana en Burdeos, y así también podría mencionar el Passage de St. Michel.

Se levantó para ir a por un café y hacer un pequeño descanso. En ese intervalo de tiempo, estuvo dándole vueltas a la conversación del día anterior con Jose, bueno, por llamarlo de algún modo, porque mejor dicho había sido una pelea en toda regla, pensó apesadumbrada. Y lo peor de todo, es que sabía que tenía toda la razón del mundo.

Tenía que buscar la forma de cómo realizar averiguaciones sobre lo que podía saber Marcel, sin tratar directamente con él. Le pareció harto complicado, pero estaba segura de que algo se le ocurriría.

 

 

Jose estaba sentado a la mesa del comedor, tenía una cerveza a medio beber, un sándwich empezado y un montón de papeles esparcidos sobre ella. Había decidido avanzar en la lectura de algunos de los casos que llevaban sus hombres, estaba revisando los últimos informes que no había tenido tiempo de leer en comisaría. Aún seguía bastante mosqueado con Laura y no quería seguir pensando en ello, porque si lo hacía, su cabreo aumentaría exponencialmente.

Miró el reloj, era muy tarde. Empezaba a estar preocupado, sólo esperaba que no hubiera hecho ninguna locura. Desde la pelea a la vuelta del viaje, no habían vuelto a hablar, y a saber si había decidido plantarse en casa de Marcel a esperar su reacción. Sólo esperaba que no le hubiera pasado nada. Intentó no pensar en ello y volver a concentrarse en el trabajo, cosa que no consiguió.

Unos minutos después, escuchó la puerta principal y respiró aliviado. Sin levantar la mirada de los papeles que tenía delante y que simulaba estar leyendo, oyó cómo Laura entraba en casa y dejaba sus cosas encima del sofá.

Laura se sentía agotada y algo deprimida, su investigación no había avanzado, no iba por buen camino, y la discusión con Jose no le ayudaba a levantar el ánimo. Lo vio enzarzado en la lectura de un montón de informes, parecía que estaba evitando mirarla. Se acercó y se sentó enfrente de él.

Jose levantó la cabeza y la miró, por lo menos estaba sana y salva, pero no olvidaba la facilidad que tenía para ponerse en peligro en situaciones en las que podría evitarse. Ella cogió el trozo de sándwich que había en la mesa y le dio un bocado.

—¿Tienes hambre? —Ella asintió—. Pues vamos a cenar algo. —Jose se levantó y fue derecho a la cocina, ella lo siguió en silencio.

Mientras Jose rebuscaba en la nevera algo que cenar, ella se apoyó en la encimera contemplándolo, sus movimientos eran bruscos, por lo que supuso que seguía enfadado. Sabía que tenía que disculparse, a veces se comportaba como una cabezota, y en este caso sabía que era él el que tenía razón, pero no sabía qué decirle, así que, se sinceró.

—Perdona, sé que tenías razón. —Jose escuchaba en silencio—. Pero ya sabes lo que me altero con estos temas. Tanya va a ir a la cárcel y no vamos a poder impedirlo.

—Laura, eso no lo sabemos. Estamos comenzando la investigación. Ya verás cómo encontramos algo que salve a Tanya de ser encerrada. —Se puso delante de Laura, le cogió la barbilla con la mano y le levantó la cara de forma que lo mirara a los ojos. Le dio un beso, y ella se sintió algo más reconfortada—. Quizás deberíamos verlo desde otro punto de vista.

—¿A qué te refieres?

—Estamos buscando un asesino, quizás eso sea como buscar una aguja en un pajar. No tenemos ayuda de la policía, lo cual dificulta dicha búsqueda. Ayudaría que no creyeran que Tanya es la culpable. —Laura asentía, ya entendía a dónde quería llegar, y le pareció una idea brillante—. Quizás deberíamos encontrar pruebas que demuestren la inocencia de Tanya, y luego, con ayuda de la policía, encontrar al verdadero asesino. O por lo menos, pruebas suficientes que planteen una duda razonable.

—¿No se te ha pasado por la cabeza que todo el mundo tiene razón, que nosotros somos los equivocados y que Tanya es culpable? —A Jose le dejó desconcertado la pregunta, estaba demostrando falta de confianza en sí misma. Ella no era así, tenía que sentirse realmente frustrada con lo poco que avanzaban.

—Laura, cuando mis tripas me dicen algo, siempre les hago caso, porque suelen tener razón, siempre se dan cuenta de que algo no acaba de encajar. Lo mismo me pasa contigo. Siempre que percibes que algo no encaja, tienes razón. Ahora no es momento de rendirte. Tanya te necesita. —Ella le sonrió agradecida por el apoyo que siempre le ofrecía.

—Tienes razón. Ha sido un desliz. No volverá a pasar. —Dijo convenciéndose a sí misma—. Bueno, ¿y qué hay para cenar? —Jose sonrió, siempre se quedaba estupefacto con la facilidad que tenía para cambiar de estado, pasar de estar deprimida a volver a luchar y enfrentarse a todo.

—Pues, para ser realista la nevera está vacía, ¿llamamos al chino?

—Señor Olalla, ¿quizás le estoy pegando el mal hacer en el hogar? —Jose rio, pero tenía razón, cuando él vivía solo siempre tenía comida en la nevera. Ahora, salía de comisaría deseando llegar a casa para charlar con ella, contarle su día y escuchar todas las anécdotas que contaba ella con tanto humor del suyo, ya no iba nunca al supermercado al salir de la comisaría.

Mientras cenaban unos ricos tallarines y el pollo kon bao que habían pedido, se pusieron al día de los últimos descubrimientos realizados en el caso.

—Marcel se ha ido de Madrid. —Jose intentó no mostrar cuánto le había alterado esa afirmación, parecía que al final, había ido a verle—. No te preocupes, no he ido a su casa, ni a verle, sólo he hecho algunas llamadas. He hablado con Recursos Humanos. Por lo visto, les comentó que había recibido una buena oferta fuera de España, y que se iba a un canal nacional en Francia, a París.

—¿Y tú lo crees? —Jose la miró escéptico.

—Claro que no. Creo que es una patraña que se inventó para salir por patas del curro y que nadie sospechara nada. Pero he llamado al portero de su bloque y me ha confirmado que hace unos días le vio salir con dos maletas enormes. Mantuvieron una breve conversación y Marcel le mencionó que se iba un tiempo de la ciudad, unas vacaciones bien merecidas, le dijo. Lo que también le pidió es que subiera a regarle las plantas de vez en cuando. Le he pedido que cuando vuelva, que por favor me avise, que tengo algo urgente que tratar con él.

—¿Y lo hará?

—No lo sé, quizás, creo que le he caído simpática. Si lo hace, podemos ir juntos a ver si le sonsacamos algo. —Por lo menos no pensaba ponerse sola en peligro, pensó.

—Pues yo también he encontrado algo. —Laura se puso tensa, esperaba que fueran buenas noticias—. He investigado al presentador del que nos habló Berta, Javier Cámara. No hay nada. Se fue hace un par de meses a Sevilla y ahí está desde entonces. Como nos contó, dejó su trabajo pensando que iba a pasar a pertenecer a la familia de MediaCorp, con un puesto similar, pero mejor remunerado. Y efectivamente, en el último momento no se llegó a firmar el acuerdo entre ambas partes, por lo que se quedó en la calle. Parece ser que Lorenzo Blair tiró de influencias para que nadie lo contratara, así que acabó en un telediario de una cadena andaluza.

—¿No crees que aparece mucho el nombre de Sandrine? Siempre Blair protegiéndola. Primero siendo chantajeado por unas fotos en las que no hay nada de especial, únicamente él y Sandrine. Luego es insultada por un presentador, y por ello, le arruina la que parecía ser una prometedora carrera. No sé, suena muy raro. —Jose estaba de acuerdo con ella.

—Ya no podemos posponerlo más. Tendremos que ir a hablar con ella. Juntos. —Lo dijo en un tono que no permitía réplica, Laura asintió dócilmente—. Intentaré conseguir su dirección y teléfono lo antes posible.

 

Asesinato en antena
titlepage.xhtml
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_000.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_001.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_002.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_003.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_004.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_005.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_006.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_007.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_008.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_009.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_010.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_011.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_012.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_013.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_014.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_015.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_016.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_017.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_018.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_019.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_020.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_021.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_022.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_023.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_024.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_025.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_026.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_027.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_028.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_029.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_030.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_031.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_032.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_033.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_034.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_035.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_036.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_037.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_038.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_039.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_040.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_041.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_042.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_043.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_044.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_045.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_046.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_047.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_048.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_049.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_050.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_051.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_052.html