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Domingo, 2 de Octubre

 

Laura estaba cerrando la última caja con cinta de embalar. Jose, detrás de ella, observaba la habitación, no podía ni contar todas las cajas que había, estaba preocupado porque no sabía dónde iban a poder meter todo eso en su casa.

—Pues ya está. —Laura se levantó del suelo y miró a su alrededor. No se imaginaba que tuviera tantas cosas guardadas en los armarios, y eso que dejaba otras muchas. Únicamente había guardado para llevar consigo algunos regalos con valor sentimental, fotografías, recuerdos de sus viajes y sus herramientas, para colocar en el nuevo taller que le había montado Jose. También contaba con una gran biblioteca, disfrutaba leyendo, aunque sabía que en el despacho de Jose, ahora de ambos, había dos paredes de estanterías que iban desde el suelo hasta el techo, y aunque él también tenía una gran colección, no creía que hubiera problema en colocarlos con los suyos. Y menos mal que la ropa la había estado llevando poco a poco, y se había deshecho de mucha que ya no utilizaba. Resopló sólo de pensarlo.

—¿Crees que realmente necesitas todas estas cosas? —Le dijo Jose con la esperanza de que decidiera dejar o tirar algo. Laura no supo que contestarle porque sabía que tenía razón.

En ese momento sonó el timbre.

—Salvada por la campana.

Laura se acercó a abrir la puerta y se encontró a Luis y a Pablo todo sonrientes, dispuestos a ayudar en la mudanza.

—Hola chicos, pasad. Ya está todo empaquetado. —Ambos entraron detrás de Laura y se sorprendieron al ver la cantidad de cajas que había que trasladar.

—¿Eso es todo? —Dijo Pablo irónicamente, cosa que no pasó desapercibida para el resto, por lo que todos rieron, excepto Laura que se encogió de hombros y les sacó la lengua.

—Hemos alquilado una furgoneta y la llenamos ayer con casi todo lo que había en el taller. —Dijo Laura ignorándoles—. Si no cabe todo en los coches, aún hay algo de sitio en la furgoneta. —Todos habían traído el coche con la idea de llenarlo, lo que resultara más pesado tenían pensado meterlo dentro de la furgoneta.

—Quizás para un par de cajas, nada más. —El sarcasmo de Jose hizo reír de nuevo a todos.

—Pues manos a la obra. —Dijo Luis mientras cogía la primera caja.

Entre todos llenaron los coches y todavía tuvieron que guardar alguna que otra caja en el poco espacio que quedaba en la furgoneta.

Cuando llegaron a casa de Jose, todos aparcaron donde pudieron por la zona. La furgoneta se quedó en la puerta en doble fila y bajaron las cosas antes de que les pusieran una multa. En cuanto hubieron terminado con la furgoneta, siguieron con uno de los coches y así sucesivamente. Vivir en una zona tan céntrica era muy cómodo para algunas cosas, pero para otras era bastante ingrato, pensaba Laura mientras subía la última caja.

Cuando terminaron, ya era prácticamente la hora de comer. Todos se estaban tomando una cerveza mientras descansaban en el cómodo sofá, cuando las chicas llamaron al telefonillo.

Marta llegó con Lucía que estaba dormida, la subieron a la planta de arriba para que las voces no la despertaran. Raquel, Nuria y Susana se fueron al salón con el resto, mientras Jose les llevaba algo de beber.

—¿Qué tal se ha dado la mudanza? —Preguntó Nuria mientras miraba en rededor, viendo un montón de cajas esparcidas por todo el piso—. Tampoco había para tanto, ¿no?

—La mayoría de cajas están arriba. —Dijo Luis con un gran suspiro—. Lo peor ha sido subir todo lo que tenía Laura en el taller por esas escaleras del demonio, sobre todo su enorme mesa de trabajo. —Remarcó la palabra enorme al decir esto.

Todos miraron a las escaleras de caracol que había en el centro de la planta baja, ellas pensando en cómo habrían podido subir la mesa de trabajo de Laura por ahí, y ellos pensando en lo que les había costado subir la dichosa mesa. Menos mal, que Laura había sacado sus herramientas y se había puesto a desmontarla, patas de hierro por un lado, tablones por otro, y al final tampoco había resultado tan complicado.

Cuando Marta y Laura bajaron de dejar acomodada a Lucía, entre todos decidieron llamar a un restaurante chino para comer.

La comida resultó ser muy agradable, las amigas poniéndose al día y ellos hablando de sus trabajos y de fútbol. Disfrutaron de una espectacular tarta de chocolate que Jose había hecho como agradecimiento por su ayuda, a la que todos elogiaron, puesto que estaba exquisita.

Raquel les dio una de las sorpresas de la velada. Cogió una copa y con una cucharilla empezó a golpearla para que le prestaran atención.

—Chicos, Luis y yo tenemos una noticia que contaros. —Todos pensaron a la vez lo que Raquel expresó con palabras un instante después—. ¡Estoy embarazada! —Su gran sonrisa reflejaba la felicidad que sentía.

—¡Enhorabuena! —Dijeron todos a coro.

—De mellizos. —Todos se quedaron sorprendidos, dos a la vez, se les pasó por la cabeza lo duro que iba a ser, pero esa idea enseguida se esfumó, sabían que Raquel y Luis llevaban mucho tiempo intentándolo.

—¡Felicidades! —Volvieron a decir todos al unísono.

—Estamos muy contentos. —Decía Raquel mientras Luis le daba un beso en la mejilla, a él también se le veía muy emocionado.

—¿De cuánto estás? —Preguntó Nuria.

—De doce semanas. Nos quedamos embarazados en las vacaciones de verano.

—Lo que yo te decía. —Dijo Susana—. Sólo necesitabais relajaros y olvidaros del estrés en el que estáis sumergidos ambos en vuestro día a día.

—No se te nota nada. —Dijo Marta.

—No te creas, es que esta blusa es amplia. —La levantó para que pudieran ver la tripa que se le estaba poniendo. Todas las chicas automáticamente se acercaron a tocarle la barriga a ver si notaban algo.

—Apenas se te nota, teniendo en cuenta que hay dos. —Dijo Laura—. ¿Sabéis que son?

—No, todavía no nos lo han dicho. Uno puede ser niño, creen haberle visto la colita, pero quizás haya sido el brazo del otro. —Todas sonrieron con cara de bobas—. Llevo la última ecografía en la cartera. —Raquel se acercó a por el bolso, que lo había dejado encima del sofá—. Mirad chicas, aquí están. —Todas ellas se acercaron a ver mejor a los pequeños, estaban emocionadas mirando los futuros bebés de su amiga. Los chicos, por su lado, estaban bromeando con Luis de lo que suponían dos bebés llorando, cambiándoles los pañales, etc. Se estaba empezando a poner blanco sólo de pensar en lo que le esperaba.

Cuando la algarabía por la novedad se hubo relajado, Jose sacó unas copas y unos licores para celebrar la noticia, y alguna bebida sin alcohol para la embarazada y para Marta, que aún amamantaba a Lucía. Todos se sentaron en la mesa y brindaron por la buena nueva.

—Bueno, yo también quería deciros algo. —Todos miraron a Nuria que era la que hablaba, parecía que la comida iba a estar llena de revelaciones—. Estoy saliendo con alguien. —Todos estaban muy sorprendidos, Nuria nunca les había hablado ni presentado a ninguna de sus parejas, siempre decía que lo haría cuando fuera en serio con alguien, era muy reservada a ese respecto. Por más que Laura intentaba recordar alguna pareja de Nuria, no le venía nadie a la mente.

—¿Desde cuándo? —Preguntó Laura.

—¿Cómo os conocisteis? —Interrogó Marta.

—¿Cómo es? —Ahora la que solicitaba una respuesta era Raquel.

—¿Quién es? —Esta vez fue Susana la que habló.

Todas se echaron a reír por el bombardeo de preguntas, y por ver cómo Nuria se sonrojaba. Los hombres decidieron irse con la copa que se habían preparado, al salón, para dejarlas hablar de sus cotilleos tranquilamente, mientras ellos ponían la televisión y veían el resumen de la jornada de fútbol.

—Chicas, de una en una. —Nuria, se quedó pensando en cómo empezar a contarles todo lo que le habían preguntado—. A ver, llevamos juntos desde después de Navidades. —Todas se sorprendieron, ya que ninguna sabía nada, y llevaban nueve meses juntos. Nuria notó la extrañeza en sus amigas—. Perdonad por no habéroslo contado, pero antes de presentároslo quería estar segura. —A todas les pareció una excusa, pero ninguna dijo nada—. Somos compañeros de trabajo, nos conocemos hace mucho tiempo, pero apenas nos tratábamos. A finales del año pasado, nos asignaron un proyecto en el que teníamos que trabajar mano a mano, yo en la parte técnica y él en la parte comercial, y poco a poco… —Dejó inconclusa la frase.

—Surgió el amor. —Sentenció Raquel.

—Se llama Andrés y es muy guapo. —Sonrió tímidamente—. Tengo una foto suya en el móvil.

Nuria sacó el móvil y vieron una foto de ella muy sonriente, con su media melena castaña despeinada por el viento y sus grandes ojos marrones brillantes de felicidad, a su lado, un hombre de unos cuarenta y tantos, moreno y con unos dulces ojos marrones, algo más alto que ella. Estaban tomando un cóctel, en ese momento estaban de pie brindando y mirando a la cámara, al fondo se veía la playa y el mar. Se les veía muy felices a ambos.

—¿Y cuándo vamos a conocerlo? —Preguntó Laura mientras pasaba el móvil a su izquierda, para que Marta pudiera ver mejor la fotografía.

—He estado a punto de traerlo hoy, pero prefería contároslo antes. —Todas se quedaron un poco decepcionadas.

—Te perdonamos si nos prometes que para la próxima lo conoceremos. —Dijo Marta mientras le daba un sorbo a su zumo.

—Eso está hecho. —Confirmó Nuria.

El resto de la tarde, la pasaron viendo una película, todos juntos, mientras comían palomitas. Lucía sólo se despertó una vez solicitando comida a su madre, pero en cuanto hubo terminado, se volvió a dormir y no volvió a interrumpirles.

Cuando Jose y Laura se quedaron solos, subieron al taller recién montado en la planta de arriba, y comenzaron a colocar todas las herramientas, colgándolas en el organizador que habían instalado en la pared. Después, montaron la mesa que previamente habían tenido que desmontar.

Cuando terminaron, eran más de las doce y ni siquiera les había dado tiempo a abrir ninguna de las cajas que les estaban esperando en la planta de abajo. Laura, apoyada en la barandilla, estaba asomada mirando todo lo que aún quedaba

—Por lo menos hemos terminado con el taller, que yo creo que era lo más costoso. —Jose intentó animarla, mientras ella miraba a su alrededor y hacía pequeños movimientos de cabeza, pensaba que esa semana iba a ser muy dura, entre el trabajo en la cadena, en la tienda, sus entrenamientos y la mudanza, no iba a tener tiempo para dormir.

—Tampoco hay prisa. Ya lo organizaremos todo cuando podamos. Podemos vivir unos días entre cajas. —Continuó Jose, suponiéndose lo que ella estaba pensando.

—Si tú lo dices. —Laura suspiró resignada, porque sabía que ninguno iba a aguantar mucho con ese desorden, siendo ambos tan organizados.

—Anda, vamos a la cama. —Le dijo Jose mientras la cogía de la mano y la arrastraba al dormitorio.

Asesinato en antena
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