19
Jose y Laura se dirigían a ver a Tanya, que había salido de la cárcel y se encontraba en casa. Su abogada había pedido libertad provisional y se la habían concedido previo pago de una fianza bastante alta, aunque en ningún periódico se había especificado la cantidad estipulada y Laura no pensaba preguntárselo.
Cuando llamaron a la puerta, les abrió una doncella muy joven, vestida de negro. Laura creyó reconocerla, parecía la misma chica que les había abierto la puerta la otra vez que vinieron, aunque aquella vez había sido por una causa mucho más divertida, como era una fiesta. Era increíble que en tan poco tiempo hubiera cambiado tanto la situación. Iba pensando, mientras traspasaban la puerta para acceder al interior de la mansión.
La doncella les acompañó al salón privado que les había enseñado Tanya en su anterior visita, el que se encontraba al lado de la preciosa cocina.
Cuando entraron, Tanya ya estaba allí esperándolos. Laura la observó, había levantado la cabeza y les ofrecía una dulce sonrisa, pero se la veía tan desmejorada que Laura sintió lástima por ella. Prestó atención a las grandes ojeras, el brillo de sus ojos había desaparecido, tenía el pelo laceo como si llevara algún tiempo sin lavarlo, además, había perdido bastante peso, estaba muy demacrada. Sentada en el sofá, encogida y cubierta con una manta de viaje, parecía un alma en pena. Aunque ocultó sus sentimientos y le mostró una gran sonrisa, su amiga no necesitaba notar que la gente sentía compasión por ella, lo que necesitaba era apoyo y fuerza.
Laura se acercó, se sentó a su lado en el sofá y la abrazó, dándole amplias caricias en la espalda para reconfortarla.
—¿Cómo estás? —Le preguntó mientras la apartaba y la miraba directamente a los ojos.
—Me siento como si estuviera en una pesadilla, queriendo despertar, para comprobar que todo ha terminado, que simplemente ha sido un mal sueño. Pero no ocurre, no me despierto. Es real. —Su voz sonaba débil y cansada—. Laura, tú no creerás que yo maté a Lorenzo, ¿verdad?
—Claro que no. Ninguno de los dos pensamos tal cosa. —Dijo señalando a Jose con un breve gesto de la mano. Él asentía confirmando lo que ella acababa de decir.
Jose se sentó en un cómodo sillón justo enfrente de ellas. En medio, una mesa baja donde había un plato con pastas, una cafetera y varias tazas.
—¿Qué te ha dicho tu abogado? —Preguntó Jose pragmáticamente.
—Ricardo Medina, mi abogado de siempre, me ha recomendado a una experta penalista. Así que acabo de contratar a una nueva abogada a la que no conozco apenas, se llama Almudena Sotomayor. —Dijo encogiéndose de hombros—. Creo que piensa que soy culpable. No me da ninguna confianza.
—Es muy buena. No te preocupes, es muy fría con todo el mundo, es su forma de ser. —Jose la conocía bien, aunque no la tenía en gran estima, puesto que se encargaba de sacar de prisión a los asesinos que tanto le costaba a la policía meter entre rejas—. Es muy meticulosa. —Tanya sonrió agradecida.
—No se me permite salir del territorio nacional, creen que puedo fugarme en cualquier momento. —Tanya resopló, se sentía tan herida, todos la creían culpable y parecía ser, que también la veían como un peligro para la sociedad—. Tengo que comparecer ante el juez de forma periódica, los días 1 y 15 de cada mes.
—Anímate, ya verás como encuentran al verdadero culpable. —Laura no sabía cómo alentar a su amiga, parecía derrotada y sin esperanza.
—Laura, la cosa está complicada. Soy su única sospechosa. Tienen pruebas y móvil. No creo que estén buscando a quién realmente haya matado a Lorenzo. —Sabían que Tanya tenía razón, pero Laura se iba a encargar de no dejar a su amiga en la estacada. La cogió de la mano y se la apretó intentando consolarla, ella la miró a los ojos y mostró un intento de dulce sonrisa—. Mi abogada tampoco me da muchas esperanzas al respecto.
—Tanya, cuéntanos que pasó esa noche. —Dijo Jose con voz suave, aunque serio. Necesitaban conocer todos los detalles, cualquiera de ellos podía ser una pista importante para la investigación.
Tanya respiró hondo y empezó a relatar lo que últimamente había explicado en tantas ocasiones, ya contaba lo ocurrido mecánicamente.
—Llegué al despacho de Lorenzo, parecía muy contento, yo no entendía por qué, puesto que él no quería el divorcio y lo que me iba a mostrar eran los papeles para firmar. —Tanya se quedó pensativa—. Al poco, lo entendí todo. —Su cara se entristeció al recordar el momento en que se dio cuenta de que en los papeles del divorcio quedaba reflejado que ella se quedaba sin nada, y la cara de satisfacción de Lorenzo. Laura le acarició el brazo para reconfortarla y ella continuó hablando—. En los papeles del divorcio no había nada para mí, ni propiedades, ni dinero. Me dejaba en la calle. —Levantó la mirada hacia Laura, había lágrimas rodando por sus mejillas—. Me sentí tan dolida. Al principio nuestro matrimonio había sido feliz. No entiendo cómo pudimos pasar de un extremo al otro.
—¿Y qué pasó Tanya? Háblanos del cóctel que se tomó. —Le instó Laura.
—Ah, el cóctel envenenado. —Tanya siguió contando su versión—. A Lorenzo le encantaba ese cóctel de cava. Siempre que tenía algo que celebrar, se hacía uno. Cuando llegué a su despacho me ofreció algo de beber, recuerdo que le pedí una copa de cava para relajarme. Él se preparó su cóctel con su acostumbrada minuciosidad. —Se quedó unos segundos pensando, recordando el encuentro—. Delante de mí no dio ningún sorbo a la bebida. Recuerdo perfectamente que la dejó en la mesa y mientras hablamos no la cogió en ningún momento. —Laura y Jose asentían animándola a continuar—. Después, me enseñó unas fotos. —Tanya dejó de hablar, Laura supuso que se sentía avergonzada por las imágenes.
—Las tuyas con Daniel Valcárcel. —Tanya agachó la cabeza abochornada—. Tanya, no estamos aquí para juzgarte, queremos ayudarte. —Ella levantó la cabeza agradecida por las palabras de Jose.
—Fue en una fiesta. Lorenzo se había ido con otra mujer, alguna de esas modelos a las que era tan aficionado. Y yo bebí más de la cuenta, estaba muy dolida. —Se puso a mirar al infinito, haciendo memoria—. Dani estaba allí conmigo. Siempre había sido un buen amigo y un punto de apoyo. Sabía que sentía algo por mí, y me aproveché de ello. Esa noche me sentía tan sola, quería compañía, no quería estar sola. —Sonrió al recordarlo—. No es que lo utilizara, de hecho, yo lo aprecio mucho, lo tengo en alta estima, pero no estoy enamorada de él. —Esas palabras las dijo con mucha tristeza—. Sólo ocurrió esa vez. Nunca ha vuelto a pasar nada entre ambos. Os lo juro.
—¿Y qué pasó cuando te enseñó las fotos? —Continuó preguntando Jose. Laura pensó que era deformación profesional, ese era su trabajo, y aunque las preguntas las hacía de forma que Tanya no se sintiera amenazada, notaba en ella el sentimiento de estar siendo sopesada.
—Estaba tan dolida. Él, que me había engañado tantas veces, quería dar la vuelta a la tortilla y ponerme a mí como la infiel en la relación. Pasé del dolor, al cabreo y la indignación en cuestión de segundos. Así que, me levanté y le tiré mi copa de cava a la cara. Esa fue la última vez que le vi con vida. —Jose le pasó un pañuelo para que se secara las lágrimas—. Salí del despacho sin mirar atrás. Cogí el coche para regresar a casa. Recuerdo que fui llorando todo el camino. Cuando entré, subí a una de las habitaciones del piso de arriba, una de las tantas de invitados que hay en la casa, en la que llevaba durmiendo algún tiempo. Sola. Allí me acurruqué y estuve llorando hasta que me quedé dormida. Al día siguiente, me despertaron porque la policía quería hablar conmigo.
—¿Recuerdas si se había bebido el cóctel cuando saliste? —Preguntó Jose.
—No me fijé. Pero como te comentaba antes, mientras hablábamos no lo recuerdo con la copa en la mano, ni bebiendo. Supongo que su copa aún estaba llena cuando salí por la puerta. —Jose asintió. Por lo que le había dicho el forense, su muerte fue muy rápida, si se hubiera bebido el cóctel antes de que Tanya hubiera salido por la puerta, ella hubiera notado alguno de los síntomas que le había detallado Jesús.
—¿Sabes si alguien estaba chantajeando a tu marido? —Tanya lo miró desconcertada.
—¿Chantajeando? ¿Alguien estaba chantajeando a Lorenzo? —No podía salir de su asombro, él nunca le dijo nada—. No, que yo sepa, no. Supongo que a mí no me contaría algo así. —Se sentía exhausta, cuántas cosas más le habría ocultado su marido. Entonces, empezó a asimilar esa nueva información y sintió una punzada de esperanza—. Si hay un chantajista, ¿creéis que puede ser el asesino de mi marido?
—No lo sé Tanya, pero es otra vía de investigación a tener en cuenta. —No quería mentirla, pero tampoco quería que se agarrara a un clavo ardiendo. Como ya habían hablado Laura y él, el chantajista era una opción viable para ser el asesino, aunque un chantajista solía preferir a la víctima viva para poder seguir haciéndole chantaje. Claro que en este caso, por lo que sabían ellos, Lorenzo Blair se había plantado y no pensaba seguir pagando más dinero.
—¿Y la policía ha investigado esta línea de investigación? —Preguntó desconcertada, puesto que ella no tenía ni idea.
—Sí. Y han llegado a un camino sin salida. Han desechado la idea de que el chantajista y el asesino sean la misma persona. —A Tanya se le cayó el alma al suelo, su única esperanza se había evaporado—. Sobre la herencia, Tanya, qué puedes decirnos. —Tanya se revolvió incómoda en el sillón, odiaba tratar sobre esos temas. La gente siempre había pensado que se había casado por dinero.
—Supongo que heredo yo todo. —Todos pensaron lo mismo, otro motivo para el asesinato—. Aunque Ricardo, mi abogado, me dijo algo muy extraño. Lorenzo tenía un testamento hecho hace tiempo, pero lo canceló, iba a redactar uno nuevo. —Esa revelación no se la esperaban.
—¿No estás diciendo que no hay testamento? —Preguntó Jose atónito.
—Efectivamente. —Corroboró Tanya—. Pero eso no es lo más extraño. En el anterior testamento, yo lo heredaba todo en caso de que le ocurriera algo. Al no existir actualmente testamento, no tener hijos, sus padres fallecieron hace tiempo, heredo yo todo de nuevo. —Tanya respiró profundamente—. Ya sé que esto me implica todavía más. Como pensaba dejarle su dinero a otra persona, entonces yo lo mato para quedarme con todo. Me siento como si tuviera una diana en la frente y una flecha de neón apuntándome. —Jose se daba cuenta de que la cosa se complicaba por momentos para Tanya, y sabía que todo eso saldría en el juicio—. Pero, yo a lo que me refiero con extraño es, a quién pensaba dejarle sus posesiones. —Jose sabía que esa era una buena pregunta.
—Muchas gracias Tanya. Nos has sido de gran ayuda.
—Tanya, haremos todo lo posible para encontrar al asesino. —Laura lo dijo con el convencimiento nacido de la esperanza. Abrazó a su amiga, quería infundirle ánimos para seguir luchando, para que no se rindiera.
—Otra cosa. —Laura y Jose ya se estaban levantando para marcharse, cuando Tanya se dijo que si iban a ayudarla, era mejor que lo supieran todo—. Lorenzo me pegaba. —Ambos pusieron cara de asombro. Aunque con esa confesión, Laura comprendió algunas cosas. Recordaba una ocasión en la que le rozó con el bolso y ella mostró una cara de dolor que no se correspondía con el leve roce, le vinieron a la cabeza algunos otros recuerdos de ese tipo—. Supongo que es otro motivo para querer verlo muerto. —Eso mismo había pensado Jose fríamente, ella tenía demasiados motivos y demasiadas pruebas en contra.