38

 

 

Domingo, 11 de Diciembre

 

—Voy a tener que irme más a menudo. —Laura se giró en la cama y se quedó mirando el cuerpo desnudo de Jose, él sonreía pícaramente.

Habían llegado de Múnich esa mañana y Jose había ido a recogerlas al aeropuerto. Llevaron a Cris a su casa, a las afueras de Madrid, y como se les había echado encima la hora de comer, allí llamaron a un restaurante chino al que pidieron algo para comer. Las chicas no pararon de contarle todo lo que habían hecho y algunas anécdotas del viaje, Laura a la par, le mostraba alguna de las fotos en la cámara digital, para que entendiera mejor a lo que hacían referencia. Jose pensó, que Laura parecía relajada, esas vacaciones le habían sentado muy bien.

Cuando llegaron a casa, después de que Laura vaciara la maleta y pusiera una lavadora, se habían pasado toda la tarde en la cama, aprovechando el tiempo perdido.

—Habrá que levantarse a cenar algo. —Jose ya notaba el rugido de su estómago.

—¿En serio? —Laura seguía juguetona.

—Has venido insaciable. —Sonrió—. Pero yo necesito tiempo para recomponerme. —Se encogió de hombros y se levantó, fue al baño mientras ella observaba sus ágiles movimientos.

Laura se levantó detrás de él resignada. Se vistió con lo primero que encontró en el cajón, un viejo jersey y unos pantalones cortos, y bajó a ver qué había en la nevera para cenar. Cuando la abrió, contempló sorprendida un gran número de tarteras con sobras de diferentes platos. Jose se había dedicado a cocinar esos días.

—Está claro que ya no sé calcular cantidades para uno. —Dijo a modo de disculpa cuando llegó a la cocina y vio lo que estaba contemplando ella.

—Lo peor no es eso. A mí ya no me cocinas casi nunca. —Puso morritos bromeando.

—Contigo prefiero hacer otras cosas. —Le dijo acercándola hacia sí para besarla.

—Podemos recalentar algunas y picar un poco de todo. —Sugirió ella mientras se apartaba de Jose para coger aire.

—Me parece una buena idea.

Ya en la mesa, con todas las tarteras esparcidas a su alrededor, empezaron a picar de unas y de otras, mientras disfrutaban de unas ricas cervezas que había traído Laura de su viaje, en sus nuevas jarras de porcelana con tapa metálica, que también había traído de recuerdo.

—Bueno, cuéntame, ¿habéis descubierto algo nuevo en el caso? —Jose la miró y le sonrió, se esperaba esa pregunta desde que las había encontrado unas horas antes en el aeropuerto. Pensó que le debía de haber costado mucho guardársela para sí durante todo el día.

—Nada interesante. Ya te dije que si encontrábamos algo, te avisaría. —Laura respiró agradecida y aliviada al mismo tiempo. En el viaje había estado pensando que la ausencia de noticias se debía a que Jose no quería molestarla durante las vacaciones, quería que disfrutara y se olvidara del tema, aun habiéndole prometido que si había noticias, se lo diría. Estaba equivocada.

—¿Nada de nada? —Jose se encogió de hombros.

—Hemos seguido la pista de la tarjeta que había en el ramo de flores, pero no nos ha llevado a ninguna parte. —Laura suspiró—. Sólo se han encontrado tus huellas. El papel no es de ninguna floristería, y la impresión se realizó con una impresora y una tinta como las que tiene cualquiera en su casa.

—Pues tiene buen gusto, a mí el ramo me pareció precioso. —Laura recordaba muchos tonos morados y violetas en él, uno de sus colores preferidos.

Jose recordó algo, y se levantó a por una carpeta que había en la mesa baja del salón. Buscó entre todos los papeles, hasta que localizó la información que quería darle a Laura.

—Le enseñamos una foto del ramo a una florista, y nos dijo que el color púrpura o violeta en las flores es un color dramático, ostentoso e inusual. Puede significar calma, autocontrol, dignidad, aristocracia, pero también violencia, agresión premeditada o engaño. —Jose volvió a guardar la documentación en la carpeta y se sentó de nuevo al lado de Laura—. Creemos que la persona que te dejó el ramo entiende de flores, o por lo menos del lenguaje o significado de las flores. Así que hemos buscado entre todos los empleados de MediaCorp, los que tengan acceso a flores, sepan de jardinería, y cosas de ese estilo.

—¿Y?

—Por ahora nada. Ha aparecido una mujer, —se quedó pensando unos instantes— no recuerdo su nombre, vive a las afueras de Madrid, tiene un gran jardín y un invernadero donde cultiva orquídeas, que por cierto, no era una flor de las que había en el ramo. Lleva de baja seis meses, desde el primer mes de embarazo, parece ser que tiene un embarazo de riesgo. Así que la hemos descartado.

—Pues nada, seguiremos investigando. —Esta vez no lo dijo derrotada, sino como una realidad.

 

 

Corría por el bosque, era de noche, y aunque había una gran luna, no veía apenas, la luz no llegaba debido a la espesura de los árboles. Mientras corría, advirtió que el suelo estaba lleno de flores, al principio pensó que eran negras, pero poco a poco se fue dando cuenta de que realmente eran moradas. Notaba que alguien o algo iba tras ella, sentía cómo se acercaba. Intentaba ir más rápido, pero parecía imposible, cada vez iba más despacio. De repente, tropezó, no vio con qué, pero supuso que había sido una rama cruzada en el camino.

En ese momento, escuchó algo. —Laura, ayúdame.

Se dio la vuelta, aún en el suelo, mirando a su derecha, al lugar de donde había salido esa voz desgarradora.

—Laura, ayúdame. —Esta vez el sonido le llegaba por su izquierda.

—Laura, ayúdame. —Eran muchas voces diciendo lo mismo a su alrededor. Se tapó los oídos, intentando dejar de oír sus gritos, pero en su cabeza seguía percibiendo todas y cada una de ellas con total claridad.

Se despertó violentamente, sudando. A su lado, Jose despertó por el brusco movimiento.

—¿Otra vez la misma pesadilla?

—Si… bueno, realmente no. Ésta… ha sido diferente. Corría por el bosque, como siempre, pero nadie me atacaba, escuchaba diferentes voces, pidiéndome ayuda.

—¿Las has reconocido? —Laura se quedó pensándolo unos segundos.

—Sí, las he reconocido. Eran las voces de Tanya, de Berta, de Bea y de Manuela.

Jose se acercó y la rodeó con sus brazos, unos segundos después se oía su tranquila respiración, se había quedado dormido. Ella se quedó pensando en el sueño, ¿habría querido decirle algo su subconsciente? Quizás, él había descubierto algo que su consciente había sido incapaz de asimilar. Estuvo dándole vueltas a esa idea, hasta que se volvió a quedar dormida.

Asesinato en antena
titlepage.xhtml
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_000.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_001.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_002.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_003.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_004.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_005.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_006.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_007.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_008.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_009.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_010.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_011.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_012.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_013.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_014.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_015.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_016.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_017.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_018.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_019.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_020.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_021.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_022.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_023.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_024.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_025.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_026.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_027.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_028.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_029.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_030.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_031.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_032.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_033.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_034.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_035.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_036.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_037.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_038.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_039.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_040.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_041.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_042.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_043.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_044.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_045.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_046.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_047.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_048.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_049.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_050.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_051.html
CR!4CKAGN2WE172Q8048GSSVNRC2743_split_052.html