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Viernes, 30 de Septiembre

 

Laura llegó a la oficina, se sentó en su mesa, encendió el portátil, y mientras éste se iniciaba, se dio cuenta de lo cansada que estaba. Había sido una semana de locos, entre el viaje del martes, el miércoles y jueves la grabación, su rutina diaria, apenas había descansado. Se animó pensando que ya era viernes, al día siguiente se levantaría algo más tarde de lo habitual, seguro que Andrea se podría ocupar de la tienda un par de horas, básicamente era lo que estaba haciendo a diario, pensó.

Cuando por fin se encendió el ordenador, se encontró un correo electrónico de Beatriz que le decía que ya tenía preparada su ropa para la siguiente grabación, que se acercara a ver cómo le quedaba. Laura sonrió al leer el mensaje, siempre pensaba en qué ropa le habría preparado. Hasta ahora, todos los conjuntos habían sido cómodos, muy de sport y le sentaban como anillo al dedo. Estaba encantada con su estilista.

También había otro correo electrónico, esta vez de Manuela. Después de un tira y afloja, había accedido a que ella se ocupara de su material, siempre y cuando le llevara las facturas de todas las compras. “Compra que no tenga factura, compra que no se te reembolsará” le había dicho. Ella aceptó encantada, agradecía esa libertad. Además, cuando estaba por ahí en los mercadillos no podía hacer otra cosa que pagar ella, aunque Manuela siempre le daba efectivo para ese tipo de compras, si ella se molestaba en pasarse por su despacho, cosa que no siempre hacía.

No le apetecía ir a verla, aunque iba a ser una visita rápida, darle los tickets de sus compras y poco más. Le resultaba una persona tan negativa y con tal mal humor, que solía salir de su despacho con ganas de matar a alguien, le contagiaba su amargura. Por este motivo, decidió pasarse primero a ver a Beatriz.

Cuando llegó, como siempre, estaba cosiendo y tenía las gafas en la punta de la nariz. En cuanto la oyó entrar, levantó la mirada y le sonrió con dulzura.

—Hola Laura, no pensé que vinieras tan pronto. —Dijo mientras dejaba lo que estaba haciendo para atenderla.

—Si ahora te viene mal, puedo venir más tarde. —Laura seguía en la puerta, sin saber si pasar o darse la vuelta.

—Anda pasa, no te quedes ahí. —Le dijo Beatriz apremiándola a entrar con un gesto de la mano.

Laura se acercó a su mesa despacio, no podía dejar de sorprenderse al ver la ropa de los burros, alguna era ropa muy especial, con mucha fantasía, no sabía en dónde la podían estar utilizando.

—Algunas de las series de CanalFicción son producidas y realizadas aquí, en estos estudios. Yo me ocupo del vestuario. —Le había leído el pensamiento.

—¿Tú sola? —Preguntó muy sorprendida. Beatriz le volvió a sonreír, recordándole a la sonrisa que le ponía su abuela cuando decía algo gracioso y sin mucho sentido.

—No mujer, somos un equipo. Lo que pasa es que el resto está en el edificio de al lado. Aquí sólo trabajo yo. Realmente, éste es el almacén. —Laura puso cara de sorpresa, no entendía por qué ella trabajaba en el almacén y tan sola—. Sé lo que estás pensando, pero en serio, no es nada agradable trabajar con tantas chicas, todas con la máquina de coser, el ruido es para volverse loco, y todo el rato hablando de los cotilleos de los programas de crónica rosa de la televisión. Era agotador. Llegaba a casa todos los días con un dolor de cabeza insoportable. Así que, se me ocurrió venirme aquí. Pregunté si había algún problema y nadie me dijo que lo hubiera. Y, aquí estoy. —Se encogió de hombros.

A Laura le pareció una buena idea. Cuando ella trabajaba en su taller era fantástico hacer una parada para descansar y que no hubiera ruido de fondo. No se podía imaginar a varias personas lijando a la vez o utilizando la sierra de calar, se podría volver loca. Parecía que ambas eran un poco solitarias, pensó.

—Mira, te he seleccionado este conjunto ¿Qué te parece? —Laura se quedó mirando los pantalones anchos, llenos de bolsillos, de color verde caqui y la camiseta ajustada de un verde más claro, que Beatriz sujetaba en ese momento, de forma que pudiera apreciar los detalles.

—Tiene pinta de ser ideal para ponerme a trabajar en el taller. —Confirmó, con una gran sonrisa, que le gustaba la elección de Beatriz.

—Pues pasa a probártelo. —Laura cogió el conjunto y entró en el probador, en un momento ya estaba fuera y vestida—. Perfecto, te queda bien, no voy a tener que retocarlo. —Laura se contempló en el espejo y estuvo de acuerdo con ella, era su talla. Beatriz ya le tenía cogida la medida, ningún pantalón le había vuelto a quedar corto—. Siéntate un momento. —Cogió una diadema de alambre forrada con tela, y se la puso en la cabeza—. Creo que con esto termino tu look. El pelo suelto, pero suficientemente recogido para que no te moleste. ¿Qué te parece? —Laura pensó que le acababa de colocar la diadema con mucha gracia.

—Me encanta. —Miró a Beatriz y se dio cuenta de que su mirada ya no estaba ahí, estaba en otro sitio—. ¿Estás bien?

—Sí, perdona. Me has recordado a alguien, con el pelo así. —Laura la miraba a los ojos a través del reflejo del espejo. Estaba pensando en preguntar a quién, cuando Beatriz continuó—. A veces, te das un aire a mi hermana pequeña.

—¿En serio? A ver si me la presentas un día. —A Laura le hizo gracia parecerse a su hermana, quizás en los ojos, porque Beatriz también los tenía azules como ella, pero mucho más grandes y claros.

—Murió. Creo que os hubierais llevado bien. —Laura se quedó de piedra al oír la confesión que le acababa de hacer. Al fijarse en la cara que se le había quedado a Beatriz, sintió mucha lástima. Se levantó y le acarició el brazo intentando consolarla—. Un accidente de coche.

—Lo siento mucho. —Beatriz levantó la mirada para fijar sus ojos en los de Laura y volvió a mostrar una radiante sonrisa.

—Eso fue hace mucho. —Intentó deshacerse de los recuerdos que de repente habían aflorado en su mente—. Bueno, pues si ya está, quítate la ropa y te la preparo para el miércoles. —Laura obedientemente hizo lo que Beatriz le había pedido.

Cuando salió del probador, se encontró que ella ya estaba de nuevo ocupada en sus quehaceres, muy concentrada. Dejó la ropa en una silla, enfrente de donde estaba sentada, y se despidió, aunque Beatriz estaba tan absorta en su trabajo o en sus pensamientos, que ni se dio cuenta de que Laura se iba de allí.

La siguiente parada era el despacho de Manuela, así que sin más dilación se dirigió allí. Al llegar, respiró aliviada al no encontrarla en su sitio. Llevaba en un sobre las facturas que le debía, así que solamente anotó su nombre y dejó el sobre encima de su mesa, en un lugar que no le pasara inadvertido a Manuela.

Al salir del despacho, se encontró con Berta. —Hola, voy a tomar un café, ¿te apuntas?— Laura asintió, seguro que le venía bien para despejarse—. ¿Qué tal con Manuela? —Le preguntó Berta de camino a la sala de relax, puesto que la había visto salir de su despacho.

—No estaba, así que le he dejado unos papeles encima de la mesa. —Suspiró aliviada, y Berta se rio.

—Sí, te entiendo, es un poco insoportable. —Laura asintió, todo el mundo parecía pensar lo mismo. A veces, sentía pena por ella, debía de encontrarse muy sola.

En la sala, Berta preparó dos cafés con leche y se sentaron a tomarlos tranquilamente en una de las mesas.

—Dicen que el mismo Lorenzo Blair la colocó ahí, en el departamento de Compras. —Berta se acercó a ella para hablarle en tono confidencial—. Todo el mundo comenta que hace años estuvieron liados. Dicen que era una belleza. —Laura no se la podía imaginar como una belleza, sólo lograba ver la capa de maquillaje que llevaba a diario—. Por lo visto, la dejó embarazada, aunque sufrió un aborto. Sobre el aborto hay diferentes versiones, que si fue un aborto natural, que si tuvieron una fuerte pelea y ella sufrió una caída en la que perdió el bebé, etc. La bola se va haciendo más grande según quién te lo cuente. —Laura se lo imaginaba, la inventiva de la gente solía ser muy creativa—. El caso es, que al final Lorenzo Blair la contrató para su puesto actual, por pena o quizás se sentía culpable, a saber.

—Madre mía, esto es un como un culebrón. —Berta se echó a reír por la comparación, aunque no le faltaba razón.

 

 

Esa mañana, Laura pudo salir pronto de la oficina. Quería acercarse a una tienda de muebles de segunda mano que solía tener cosas muy interesantes. Además, ese establecimiento en particular pertenecía a una ONG que ayudaba a personas en situación o riesgo de exclusión social. Siempre que podía se acercaba a comprar alguna cosilla, se sentía bien cuando compraba allí, esperaba estar ayudando realmente a alguien.

En cuanto entró, se fijó en una bonita mesa, aunque era un mamotreto, demasiado grande para el tamaño de los salones actuales, ocupaba demasiado espacio y además no era extensible, cosa muy solicitada por la falta de espacio en las casas.

Pero a ella se le ocurrió una idea, se acercó y la estuvo contemplando, le pareció muy adecuada. Se la iba a llevar al programa. Había pensado en partirla por la mitad y hacer con cada mitad dos aparadores, o quizás un aparador y una mesa más baja, si también le cortaba un poco las patas. Y tal vez, lacarla, una mitad en blanco y otra en negro o en rojo. No lo sabía, ya lo pensaría, pero le pareció una idea interesante para mostrar a sus seguidores.

En cuanto concretó el precio, pidió que se la llevaran directamente al estudio. Estaba encantada con la idea que se le había ocurrido, así no tendría que pasarse el fin de semana pensando en lo que iba a contar en el siguiente programa.

Siguió mirando los muebles que había por la tienda y se llevó un par de mesillas, una mesa pequeña y un espejo, esta vez para su negocio. Todo ello pudo meterlo perfectamente en su coche.

Así que se dirigió a su tienda, con la mente ocupada en cómo organizarse para comenzar a trabajar en las nuevas adquisiciones.

Asesinato en antena
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