17
Jose acababa de terminar un informe que le había solicitado su jefe, el comisario. Llevaba toda la mañana con papeleo delante del ordenador. Adjuntó el documento a un correo electrónico que había redactado y lo envió. Se levantó para ir a por un café a la sala de descanso y aprovechar para estirar las piernas.
Cuando volvió a su mesa, se acomodó en la silla y echó un vistazo a todo lo que había encima. Estaba llena de carpetas colocadas con todos los casos que estaban llevando sus hombres, había una montaña demasiado alta. Muchos casos y poco personal, pensó, negando con leves movimientos de cabeza, lo mismo de siempre.
Miró la hora y se dio cuenta de que aún le quedaba un rato antes de irse a comer, así que aprovechó el momento y llamó a Rollón, uno de los inspectores que estaba llevando el caso de asesinato de Lorenzo Blair.
Ya le había informado, hacía algún tiempo, que pensaba que Lorenzo Blair estaba siendo chantajeado, esperaba que hubieran investigado y encontrado algo al respecto.
—Hola Rollón, ¿cómo vas? —Dijo en tono amistoso.
—Hombre Olalla, ¿qué tal? —Le contestó en el mismo tono—. Supongo que llamas por el caso de Lorenzo Blair.
—Efectivamente. —Confirmó Jose—. Ya sé que tenéis un culpable, pero me preguntaba si habíais encontrado a la persona que chantajeaba a Blair. —Jose tenía la suficiente confianza con Rollón para tratar estos temas, anteriormente habían colaborado en varios casos y se habían ayudado mutuamente en otros tantos.
—Por supuesto. Como nos dijiste, alguien estaba chantajeando a Lorenzo Blair, pero no fue el asesino. —Lo dijo muy convencido. Rollón, al otro lado de la línea, miró el reloj.
—Te escucho. —Jose se estaba preguntando el porqué de esa afirmación tan contundente, esperaba que se explicase a continuación.
—Olalla, ahora me tengo que ir, pero te llamo esta noche y te pongo al día. —Jose no pudo hacer otra cosa que asentir.
—De acuerdo. —Oyó un clic. Rollón había colgado.
En ese momento, alguien llamó a su puerta, levantó la mirada y vio que Carlos se estaba asomando.
—¿Comemos? —Jose asintió, tenía hambre y ganas de hacer un descanso para despejarse.
Como solía ser su costumbre, fueron a comer a un restaurante de menú del día, cercano a la comisaría. Se sentaron en la mesa que solían ocupar, al lado del gran ventanal que daba a la calle. En cuanto se acomodaron, el camarero apareció con una botella grande de agua y dos cartas con el menú, para que fueran eligiendo.
—¿Cómo está Laura? —Carlos, conocía perfectamente a la novia de Jose, y sabía que estaría investigando el caso de Lorenzo Blair.
—Cree en la inocencia de Tanya, y no parará hasta encontrar un culpable. —El camarero les interrumpió para tomar nota. Después de pedir ambos sendos cocidos completos, continuaron con la conversación.
—Debería de dedicarse a la investigación, se le da muy bien. —Carlos lo decía medio en broma medio en serio, pero Jose no se lo tomaba tan a broma, siempre acababa poniéndose en peligro.
—Creo, como ella, que Tanya es inocente. Pero me preocupa que acabe convirtiéndose en una amenaza para el asesino.
—¿En serio crees que la mujer de Lorenzo Blair es inocente? —Jose asintió—. Todas las pruebas apuntan a ella.
—Lo sé. Pero mis tripas me dicen que es inocente. —Jose se fiaba mucho de su instinto, no solía fallarle.
—Pero tenía motivo, medio y oportunidad. El motivo, un divorcio que la dejaba sin nada. El medio, un veneno fácil de conseguir y el conocimiento de que nadie más que su marido tomaba Angostura. Y la oportunidad, podía entrar al despacho de su marido como Pedro por su casa. —Carlos estaba completamente convencido de que la asesina era la mujer, en un porcentaje de casos muy alto, el culpable resultaba ser la pareja. Además, el veneno es el arma más utilizada por las mujeres para matar, su arma favorita, ya que no requiere fuerza física, las víctimas no se defienden al ignorar que están siendo asesinadas.
—Sé que todo apunta a Tanya, pero la conocí, y no creo que sea capaz de matar a nadie. —Jose sabía que su razonamiento era muy débil.
—¿Normalmente parecen asesinos? —Jose sonrió, ningún asesino iba con un cartel anunciándolo, pensó.
—Bueno, cambiando de tema, ¿cómo llevas lo de la jubilación? —Carlos respiró profundamente.
—Estoy pensando retrasarla. —Sonrió—. María, ya ha encontrado un crucero. Quiere que nos vayamos en marzo a Egipto. —Jose se sorprendió, Carlos siempre había querido viajar cuando se jubilara—. Lo sé, si yo también tengo ganas, pero me está estresando. Tiene un montón de folletos que no hace más que mirar y remirar, y me pregunta a mí cuál prefiero. —Puso los ojos en blanco—. Si a mí me da igual, con ver las Pirámides tengo más que suficiente. Creo que ya lo tiene elegido. Pero ahí no se termina la cosa, para junio quiere que nos vayamos a las Islas Griegas. —Hizo una pausa para tomar aire—. Yo quiero viajar, pero también quiero disfrutar de la tranquilidad del hogar, y me da que ahora, todo va a ser correr de un lado para otro del mundo. —Jose soltó una carcajada.
—¿Le has dicho cómo te sientes? —Le dijo mientras daba un sorbo al agua.
—¿Estás loco? ¿quieres que me mate? —Ambos rieron.
Laura estaba trabajando en el nuevo taller que habían montado en casa. Al salir de la tienda había ido directamente allí, últimamente estaba muy estresada pensando en Tanya y sabía que el trabajar en la restauración de algún mueble, la relajaría o por lo menos le haría desconectar un rato, lo que siempre le venía muy bien para poner en orden sus ideas, así que se había puesto manos a la obra.
En ese momento, estaba restaurando unas sillas estilo Luis XVI con respaldo de medallón. Su clienta le había pedido que las dejara acorde a uno de los salones que tenía en su casa, lo llamaba salón provenzal francés, y quería una decoración que acompañara a su nombre. A Laura le había hecho gracia, pero era lo que tenía tener varios salones en la casa, parecía ser que había que nombrarlos para saber a cuál hacías referencia.
Había estado la tarde anterior en su casa, al salir de la tienda. Tenía una chalé espectacular en La Moraleja. Nunca había trabajado para esta mujer, pero ella sí había visto alguno de sus trabajos en las casas de sus vecinas, por ese motivo se había puesto en contacto con Laura. Y ella encantada, nunca se tenía que menospreciar a un nuevo cliente.
Cuando vio la casa, comprendió perfectamente sus gustos, así que enseguida le mostró unas fotos de estas preciosas sillas con medallón que había comprado unas semanas antes. Como había supuesto, a ella le encantaron, sólo esperaba que eligiera una tela y una terminación adecuadas para el estilo provenzal que quería darle a la habitación. Ella no quería romperse la cabeza con esas menudencias, confiaba en su gusto como restauradora, le había dicho.
También necesitaba una mesa y algún mueble más para rellenar la sala. Laura había tomado nota de las medidas pensando si tendría algo interesante en su tienda, sino, ya iría a comprar algo que sirviera para completar ese salón.
Estaba terminando de lijar las seis sillas, e iba a ponerse a pintarlas con un blanco roto muy bonito, que quedaría muy bien en el salón provenzal francés. La tapicería la había elegido de acuerdo con las últimas novedades, en un color crudo muy similar a algunos complementos que ya estaban colocados en la sala y de los que su clienta no quería deshacerse. Estaba muy contenta con la elección.
Estaba tan concentrada trabajando, que cuando miró el reloj, se dio cuenta de lo tarde que era, y no había oído llegar a Jose. Se asomó a la escalera y lo llamó, para confirmar que aún no había llegado, supuso que aún estaría en comisaría ocupándose de algún caso.
Decidió que ya que estaba totalmente concentrada en su labor, daría a las sillas la primera mano de pintura antes de irse a la cama, y quizás, mientras tanto, llegara Jose y así charlarían un rato antes de acostarse.
Estaba muy activa y quería aprovechar esa actividad para terminar y que no se le acumulara el trabajo, últimamente iba siempre con retraso, desde que había empezado a trabajar en la televisión, no daba abasto.
Mientras pintaba las sillas, empezó a pensar en el chantajista. Sabía que Jose iba a hablar con los inspectores que estaban llevando el caso, a ver si habían encontrado a la persona que hacía chantaje a Blair. Habían hablado esa misma tarde, y Jose le había contado que aún no sabía nada, que no había podido hablar con el inspector Rollón. Ella no dejaba de pensar en quién podría ser y con qué estaba chantajeando a alguien tan poderoso. Sobre todo se preguntaba, si sería él el asesino. Seguía sin entender cómo habían detenido a Tanya existiendo un chantajista involucrado.
Decidió relajarse y seguir pintando sin pensar en el tema, darle vueltas a la cabeza no solucionaba nada, sobre todo porque no llegaba a ninguna conclusión aceptable. Esperaría a que Jose le contara lo que había averiguado, si es que llegaba a casa. Volvió a mirar el reloj y se desesperó un poco más.
Fue a por los cascos y se los puso para oír algo de música mientras pintaba, a ver si así se sacaba el tema de la cabeza, ya que la estaba desquiciando. Empezó a escuchar viejas canciones de los ochenta, así que se puso a cantar al son de la música, mientras seguía con sus quehaceres y sus pensamientos se evadían del chantajista y demás asuntos relacionados con la muerte de Blair.
Jose ya estaba dirigiéndose al coche cuando le sonó el móvil. Había salido a última hora de su despacho, puesto que esa tarde se había unido a Carlos para investigar el caso de asesinato que estaba llevando a cabo. Habían asesinado a una prostituta en La Casa de Campo y la habían dejado allí tirada. Había sido encontrada por unos ciclistas que estaban haciendo su recorrido diario. Todo apuntaba a uno de los clientes de la chica, quién disfrutaba dando palizas a las putas, aunque esta vez se le había ido de las manos. A esa conclusión habían llegado después de hablar con algunas de las habituales de la zona y con los testigos que encontraron. Contaban con un retrato robot que esperaban les sirviera para identificar al sospechoso. Por ahora, no había servido de gran cosa, habían mostrado el retrato y preguntado a mucha gente, pero nadie lo había reconocido. Esperaban obtener alguna información en la base de datos con la que contaban en comisaría, y en eso había estado trabajando Carlos las últimas horas, sin sacar nada.
Jose, por su lado, tuvo que encargarse de algunos temas que su jefe le había solicitado por correo electrónico y que según él eran urgentes. Se le había hecho un poco tarde con esas peticiones de última hora. Sabía que Laura estaría esperándolo para que le contara las últimas novedades del caso de Blair, pero por ahora tampoco tenía nada de ese asunto. Aunque esperaba que eso cambiara con esa llamada. Miró la pantalla del móvil y comprobó que el que llamaba era Rollón, tal y como se había imaginado.
—Perdona que te llame tan tarde. Al final me han liado. —Dijo resignado.
—No te preocupes. Ahora mismo salía de comisaría. Estaba esperando tu llamada. —Llegó a su coche y se apoyó en el capó mientras hablaba con él. Alrededor no se veía ni un alma—. Cuéntame, ¿encontrasteis algo sobre el chantajista del que os hablé?
—Revisamos las cuentas bancarias de Lorenzo Blair, tal y como comentamos. —Hizo una pequeña pausa—. Y tenías razón. Todos los meses, el mismo día, hacía una transferencia de diez mil euros a una misma cuenta. —Jose asentía.
—¿Sabéis a quién pertenecía dicha cuenta? —Rollón sonrió al otro lado de la línea, notaba la impaciencia de su amigo.
—Claro que sí. —Se quedó callado esperando a que Jose le hiciera alguna pregunta para continuar, le encantaba hacer un poco de teatro.
—¿Y me lo vas a contar? —Jose sonreía, conocía perfectamente a Rollón y sabía que disfrutaba haciéndose de rogar. Era un poco exasperante hablar con él, pero sabía que eso le era de gran utilidad en los interrogatorios.
—Sabemos que la transferencia se realizaba el último viernes de cada mes. —Jose no sabía lo que eso podía significar—. Coincidiendo con las reuniones de Dirección en la cadena. —Explicó.
—¿Y eso qué significa? —Jose seguía sin ver ninguna relación con el caso.
—La verdad, es que no tengo ni la más remota idea. Pero es algo que me ha llamado la atención. —Jose respiró profundamente, empezaban a agotarle los rodeos que estaba dando Rollón. De todas formas, tomó nota mental, por si realmente significaba algo—. Hemos seguido el dinero y hemos llegado a una cuenta de un tal… espera un momento que no recuerdo el nombre. —Jose oyó cómo tecleaba algo en el ordenador, supuso que estaría buscando la información—. Un tal Marcelo Guerra. —A Jose el nombre no le decía nada—. Es el responsable del departamento de maquillaje y peluquería. —Jose entonces se acordó del día en que Laura había llegado a casa peinada y maquillada por un tal Marcel, según le dijo. Supuso que eran la misma persona.
—¿Hablasteis con él?
—Por supuesto. —Rollón hizo una breve pausa. Parecía que estaba saliendo de comisaría, se oía a gente a su alrededor despidiéndose de él—. Le tuvimos en la sala de interrogatorios varias horas, no quería hablar. Y por suerte, su abogado no llegaba, así que al final, se puso nervioso y cantó como una nenaza. —Rollón rio su gracia—. Él no lo mató, pero efectivamente, le estaba chantajeando. Tenía unas fotos de una modelo con Lorenzo, se los veía muy acaramelados. Y por algún motivo, Lorenzo Blair no quería que salieran a la luz.
—¿Sabéis quién era ella?
—Sí. Se llamaba, espera que no me acuerdo bien, algo como Sandra. —Sabía que ese no era su nombre, pero estaba seguro de que era algo parecido.
—Sandrine. —Jose recordaba que Laura le había hablado de ella, estaba convencida de que tenía una aventura con Blair.
—Exacto, eso es. Sandrine. —Hizo otra pausa y sonó un chasquido, como si estuviera abriendo la puerta de un coche—. Bueno Olalla, te tengo que dejar. Ya no se me ocurre nada más que te pueda interesar. Pero si necesitas algo, ya sabes dónde estoy. Aunque deja de darle vueltas, la mujer lo mató.
—Gracias Rollón. Una pregunta más. ¿Estás seguro de que no lo mató él?
—¿Te refieres a Marcelo Guerra? —Rollón no le dejó contestar—. Claro que sí. Estaba acojonado. Nos contó todo. Supongo que mejor cárcel por chantaje a cárcel por asesinato. —Sonrió al recordar lo que temblaba cuando le dijeron que era sospechoso del asesinato de Lorenzo Blair—. Ninguno en comisaría pensamos que lo hiciera él.
—Otra cosa, ¿no hay cámaras en la oficina?
—Has dado en el clavo. Cuando fuimos a revisar las grabaciones de las últimas semanas de la cámara que da a la entrada del despacho de Blair, comprobamos que estaba apuntando al techo y nadie se había percatado de ello. —Menuda seguridad, pensó Jose—. Si no tienes nada más que decirme…
—No, muchas gracias de nuevo.
—De nada, hombre. Nos vemos. —Se oyó un clic en la línea. Rollón, al otro lado, había colgado.
Jose se quedó unos momentos más apoyado en el coche pensando. ¿Por qué no querría que salieran esas fotos a la luz? Por lo que Laura le había contado, todo el mundo sabía que era un mujeriego, unas fotos más o menos, qué le importarían. Algo estaba ocultando, pero el qué. Quizás algo relacionado con Sandrine, o algo que había en las fotos y que había pasado desapercibido a la policía.
No podía estar seguro, necesitaba esas fotos para responder esas preguntas. Seguro que ahí encontrarían algo. Volvió a llamar a Rollón.
—Perdona que te moleste de nuevo. —Se disculpó por la nueva interrupción.
—Voy conduciendo, he puesto el manos libres. Habla alto porque sino no te oigo, este aparato no va muy bien. —Rollón estaba subiendo el sonido al teléfono para escuchar a su amigo.
—¿Hay alguna posibilidad de que me enviéis las fotos por las que estaba siendo chantajeado Lorenzo Blair? —A Rollón le parecía curiosa la insistencia de su amigo, para ellos era evidente que la culpable era la mujer. Aunque también sabía lo bueno y concienzudo que era Olalla en su trabajo. Si se les había pasado algo por alto, prefería que fuera él quien lo encontrara, a algún periodista o alguien de fuera de la policía que pudiera dejarles en ridículo.
—Mañana a primera hora te las envío por correo electrónico. Tengo las imágenes en el ordenador.
—Perfecto. Muchas gracias. —Le dijo agradecido. Esta vez fue Jose el que colgó. Se metió en el coche y salió de la comisaría. Se le había hecho muy tarde, y Laura seguiría levantada esperándole.
Como se imaginaba, cuando llegó Laura no se había acostado todavía, estaba trabajando en su taller. Se quedó apoyado en el marco de la puerta contemplándola sonriente. Llevaba los cascos puestos y estaba cantando “Eloise” de Tino Casal, utilizando una brocha como micrófono y moviéndose al ritmo de la música. Cuando terminó la canción, continuó pintando las sillas sin darse cuenta de su presencia.
Jose se dio la vuelta y se fue a la habitación a cambiarse de ropa. Se quitó el traje y se puso una camiseta y unos pantalones de chándal. Estaba agotado. Se sentó en el borde de la cama para ponerse unas viejas zapatillas de deporte y se echó hacia atrás, sobre la colcha. Se quedó mirando el techo mientras le daba vueltas a lo que le había contado Rollón. Todo el mundo estaba tan convencido de que Tanya era la culpable, que empezaba a pensar si ellos eran los que estaban equivocados. Aunque, merecía la pena investigarlo, pensó, porque si era inocente, lo único que le quedaba, es que ellos encontraran al verdadero culpable. Todos la habían sentenciado.
Estaba pensando en ello, cuando notó que alguien se tumbaba a su lado. Se giró y apoyó un codo sobre la cama. Laura estaba mirándolo con una dulce sonrisa.
—¿Un día duro? —Jose no dijo nada. Hacía tanto tiempo que nadie se preocupaba si había tenido o no un día duro, que se sintió muy reconfortado al oír esas palabras. Se acercó y la besó.
—Sí, estoy agotado. Pero tengo alguna información interesante. —Laura estaba expectante, quería saber qué había descubierto.
Jose le detalló todo lo que le había contado Rollón un rato antes. Ella escuchaba atenta, asintiendo de vez en cuando. Al oír el nombre de la persona que estaba chantajeando a Lorenzo Blair, se le abrieron los ojos por la incredulidad, pero no dijo nada, siguió escuchando todo sin perder detalle.
—¿Crees que en las fotos encontraremos algo? —Jose se encogió de hombros mientras se levantaba de la cama.
—La verdad, es que no tengo ni idea. Pero no perdemos nada por revisarlas. Es la única pista que tenemos. —Se dio la vuelta y le ofreció la mano para que se levantara de la cama—. Seguro que no has cenado nada. —Ella lo confirmó con un suave movimiento de la cabeza—. Anda, vamos a tomar algo ligero.
Bajaron a la cocina, y mientras Jose preparaba algo que llevarse a la boca antes de acostarse, Laura se había acercado a la pizarra y había escrito algunos datos obtenidos de lo que le acaba de contar Jose. Encima de la gran interrogación que se refería al chantajista, ahora aparecía el nombre de Marcel.