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Laura estaba atravesando las puertas del inmenso edificio que MediaCorp España tenía en Madrid. Era su primer día de trabajo y estaba muy nerviosa. Se daba cuenta de ello porque no dejaba de jugar con el anillo que llevaba en el dedo, la otra mano no soltaba el bolso que llevaba en el hombro para no juguetear con su colgante, no quería que la gente notara su angustia.
MediaCorp España era una corporación formada por varios canales de televisión de pago, aunque ella los que mejor conocía eran a su vez los más importantes. CanalInfo, de noticias, CanalFicción, de películas y series de ficción y CanalDeco, de decoración, en este último era en el que iba a trabajar. Sabía que también pertenecían al grupo varias cadenas de radio, pero de esa parte no estaba muy informada. Era un emporio que había aparecido en España hacía unos cinco años y que ya tenía un alto nivel de audiencia. Se habían convertido en importante competencia de otros grupos de comunicación ya existentes en el país. En todo esto iba pensando mientras enseñaba sus credenciales a un guarda de seguridad, quien se encontraba instalado nada más pasar la puerta principal, éste le dio una tarjeta para poder atravesar los tornos y acceder al interior.
Cuando echó un vistazo a su alrededor, Laura se encontró con un inmenso hall en el que las paredes laterales estaban llenas de fotografías a gran tamaño de los presentadores más conocidos en los diferentes canales. Le recordó a las películas americanas que mostraban así las grandes cadenas de televisión en su ficción, pero ella desconocía si eso era lo habitual.
Mientras se acercaba a recepción recordó la locura de las últimas semanas, la firma de contrato, los preparativos para la nueva temporada del programa de televisión en el que ella iba a tener una sección de veinte minutos de duración, y a la que al final habían decidido llamar “Decora con Laura”, donde enseñaría a restaurar muebles y daría consejos y trucos a los telespectadores, para conseguir un nuevo look en antiguos muebles y objetos decorativos.
Hacía año y medio que había abierto una tienda en el centro de Madrid donde vendía muebles restaurados por ella misma. El negocio le iba bastante bien y tenía mucha clientela de La Moraleja, de hecho, así la había encontrado el productor del programa. Gracias a sus vecinos, había visto alguna de las creaciones de Laura y había ido a su tienda a ver con más detalle su trabajo. Poco después, se había puesto en contacto con ella para que llevara una sección en un programa de decoración que iba a comenzar una nueva temporada en CanalDeco. Le habían estado haciendo pruebas delante de las cámaras para ver si funcionaba en pantalla, incluso habían hecho encuestas al público, y a la gente parecía gustarle su naturalidad, se sentían cómodos con una persona como ella en pantalla, por lo que no dudaron en contratarla.
Tuvo que buscar a alguien que se ocupara de su tienda mientras trabajaba en la televisión y de esta forma había encontrado a Andrea, una joven que había estudiado Bellas Artes y que había hecho varios cursos de restauración. Laura estaba encantada con ella, tenía unas manos prodigiosas y grandes ideas, además de una capacidad de aprendizaje extraordinaria.
—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle? —La joven recepcionista le sonreía desde el otro lado de su mesa.
—Buenos días. Me están esperando. Mi nombre es Laura Valero. —Intentó que no le temblara la voz.
—Un momento, por favor. —La recepcionista marcó un número e indicó a la persona que hubiera al otro lado que Laura Valero había llegado, vio cómo asentía, para posteriormente colgar y mostrarle una encantadora sonrisa, lo que le hizo sentirse cómoda y, por fin, empezar a relajarse un poco—. Señorita Valero, ahora vienen a buscarla. Puede sentarse mientras espera. —Le señaló unos eclécticos sillones en un lateral de la recepción.
—Muchas gracias. —Laura se acercó a uno de los sillones y se acomodó. En ese momento se arrepintió de la ropa que se había puesto. Llevaba un traje de lino muy veraniego de falda y chaqueta en un blanco roto muy bonito, pero se arrugaba sólo con mirarlo, y al sentarse a esperar, se dio cuenta de que llevaba la falda algo arrugada por el trayecto en el coche. Además, aunque el verano se acercaba a su fin, aún hacía bastante calor, por lo que la chaqueta le sobraba y llevar la larga melena morena suelta tampoco ayudaba a que se le pasara esa sensación de sofoco. Esperaba que en las oficinas, el aire acondicionado estuviera más alto que en esa zona, como solía ocurrir en la mayoría de edificios, en los cuales en verano te congelas y en invierno te achicharras, aunque éste no parecía ser el caso.
Estuvo observando algunas de las fotos expuestas en las paredes mientras respiraba profunda y relajadamente para lograr tranquilizarse. Había algunos presentadores que no conocía, otros le sonaban pero era incapaz de ubicarlos en algún programa y otros, eran profesionales que llevaban toda la vida en la televisión o la radio y que actualmente estaban trabajando en MediaCorp.
Se quedó parada en la cara de una guapa rubia que llevaba el pelo muy tirante recogido en una coleta, debajo de la foto un cartel mostraba su nombre, Tanya Petrova. Laura la conocía de un par de reuniones que había mantenido con el equipo, ella era la presentadora principal del programa y por lo que sabía Laura, también era la mujer del presidente del grupo. Apenas se habían tratado y la única opinión que se había formado de ella, era que siempre vestía de forma impecable.
—Buenos días Laura. —Oyó una voz que se dirigía a ella. Dejó de observar la gran fotografía y dirigió su mirada a la persona que acababa de pronunciar su nombre. Era el productor del programa, Alberto Sáez, un hombre ya entrado en años con una calva prominente, una gran barriga y unos ojos marrones, escondidos detrás de unas pequeñas gafas, que siempre parecían sonreírle. A Laura le había caído bien desde el principio, aunque no tenía ni idea cómo sería trabajar con él.
—Hola Sr… Alberto. —Laura iba a llamarle por su apellido, pero recordó la cantidad de veces que le había dicho que lo tuteara, así que se corrigió al instante. Se levantó del sillón, a la par que estiraba la mano para estrechársela.
—Espero no haberte hecho esperar mucho. —Laura no se había dado cuenta del tiempo que llevaba allí sentada ensimismada en sus pensamientos.
—Oh, no, claro que no. —Le sonrió.
—Ven, acompáñame. —Alberto la llevó por un pasillo detrás de la recepción, pasaron por delante de unos ascensores y llegaron al final, donde se encontraban las escaleras—. Es sólo una planta, mejor subimos andando, ¿no? ¿Has tenido algún problema para dejar el coche en el parking? —Como aún no tenía una tarjeta propia de acceso al edificio y al garaje, le habían solicitado algunos datos, pero no había sido muy engorroso, pensó. Aún recordaba cuando trabajaba en un edificio de oficinas en pleno centro de Madrid y se olvidaba su tarjeta identificativa de acceso, se podía demorar media hora en papeleo hasta que obtenía una temporal.
—No, todo bien. Gracias. —Subieron a la primera planta—. A la derecha está la zona de trabajo, ya sabes, despachos, mesas y salas de reuniones. En la zona de la izquierda está el estudio donde se realiza la grabación del programa. —Ellos entraron por la puerta de la derecha y Laura no pudo evitar sorprenderse al ver el movimiento que había a esas horas de la mañana. Todo el mundo estaba o al teléfono o aporreando las teclas del ordenador o corriendo de un lado para otro, se veía mucha actividad.
—Nos esperan en la sala de reuniones. —Laura sabía que lo primero que iban a hacer era una reunión para revisar y validar los temas de cada una de las secciones del primer programa.
Cuando entraron, comprobó que eran los últimos en llegar. Alrededor de la mesa ya se encontraban sentados todos sus compañeros del programa. Algunos ya se los habían presentado, pero había muchas caras que todavía no conocía.
Se sentó en el único asiento vacío de la sala, aparte del que presidía la mesa, al lado de Tanya, la guapa rubia de la fotografía que unos minutos antes había estado observando. Sacó un cuaderno y un bolígrafo de la cartera que llevaba, preparándose para su primera reunión. Alberto, por su parte, tomó asiento presidiendo la mesa.
—Bueno, como sabéis empezamos nueva temporada, el seguimiento de las dos temporadas anteriores ha sido mucho mayor del esperado y no podemos decaer. Necesitamos novedades y nuevos temas. No tenemos tiempo que perder. —Comenzó a hablar, directo al grano, pensó Laura, que empezaba a sentirse como una más—. En dos semanas salimos en antena, así que ya vamos con retraso. —Laura sabía que emitían el programa los sábados en horario de tarde, de seis a ocho, y el primero de la nueva temporada era dentro de dos sábados, quedaban menos de dos semanas. Por lo que le habían contado, prácticamente grababan y emitían, el margen era muy pequeño. Iba a ser un poco estresante—. Antes de comenzar, quiero presentaros a una nueva incorporación en el equipo, aunque algunos ya habéis podido conocerla. Me refiero a Laura Valero. —Señaló a Laura, quién con una gran sonrisa hizo un leve gesto con la cabeza saludando a todos los que se encontraban en la sala—. Ella se va a encargar de la nueva sección “Decora con Laura”, donde enseñará a nuestros seguidores a renovar sus viejos muebles. —Todos la miraban, algunos le sonreían dándole la bienvenida, pero también notó caras que parecían indicar que no querían que ella estuviera allí, ignoró esa sensación y siguió prestando atención a lo que Alberto decía—. Como vamos justos de tiempo, —“como siempre” oyó que decía alguien— no me entretengo más. Vamos a ver las ideas que tenéis para vuestras secciones. —Miró a una chica morena, con el pelo muy corto y gafas, que tenía a su derecha, parecía recién salida de la Facultad—. Dime Berta, ¿tienes alguna idea para tu sección?
—Este fin de semana hay un desembalaje en Cuenca, había pensado en llevarme a Tony. —Laura no sabía quién era Tony, pero Berta miró al chico que tenía sentado a su lado, así que supuso que sería él y que sería un cámara. Tony parecía muy joven, tenía pelo largo recogido en una coleta, e iba vestido con una vieja camiseta y unos vaqueros rotos, pensó que iba algo desaliñado.
—Me parece perfecto. —La reunión continuó y todos propusieron sus ideas, a Laura la mayoría le parecieron de lo más interesantes. Estaba convencida que en el programa iba a aprender muchas cosas que podría poner en práctica en su tienda. También se sentía algo incómoda, acababa de cumplir los cuarenta y se estaba dando cuenta, que excepto Alberto y un par de personas más, el resto no había cumplido ni los treinta.
Cuando llegó su turno, empezó a perder la confianza en sí misma, de repente se le pasó por la cabeza, que su idea, comparada con las del resto, no daría la talla. —Laura, bueno, todos sabemos que eres nueva en este mundillo, pero algunos hemos visto lo que haces, así que no te preocupes, poco a poco. Dime, ¿en qué has pensado para tu primera sección?
—Pues he pensado en lámparas. Algo sencillo para comenzar. —Notó cómo le había temblado la voz, así que cogió aire para calmarse—. Casi todo el mundo tiene o ha tenido en su casa la típica araña que acaban tirando al cubo de la basura, y es una pena, porque con una sencilla restauración se pueden dejar como nuevas, además de estar de plena actualidad. —Se empezó a animar al notar que a su derecha, Tanya hacía un leve movimiento de asentimiento—. Mi idea es enseñar cómo cambiarlas de look. Incluso, mostrar varios ejemplos para que las ideas empiecen a fluir en la imaginación de los televidentes, y quizás, las pongan en práctica. —Se quedó callada, a la expectativa de que le dijeran algo, esperaba que no le comentaran que estaba muy visto.
—De acuerdo, me parece muy bien. Ponte con ello. Me gusta tu enfoque, que vean opciones y dar pie a su creatividad. —Laura respiró aliviada y ya pudo relajarse en la silla, hasta ese momento no se había dado cuenta de lo tensa que estaba—. Recuerda que tu sección se graba el miércoles. Tienes que hablar con vestuario, porque te hemos preparado algo y queremos que nos des tu opinión. —A Laura no se le había ocurrido que tuviera que llevar ropa diferente a la que utilizaba normalmente en su taller, aunque cuando lo mencionó Alberto, le pareció que era lo más lógico. Se daba cuenta de que tenía mucho que aprender en ese proyecto en el que se acababa de embarcar. Se preguntó si se habría vuelto loca al enrolarse en él.
Después de la reunión, salieron todos rápidamente para ponerse manos a la obra con las ideas que habían propuesto. Tanya la miró a los ojos y le sonrió, eran las dos únicas personas que quedaban en la sala.
—¿Asusta, verdad? —Laura asintió—. No te preocupes, eso es al principio. Ya verás, cuando le cojas el tranquillo ni te darás cuenta del ritmo que llevamos aquí. —Sus ojos mostraban la misma dulzura que su sonrisa, Laura se sintió reconfortada—. Seguro que no te han enseñado nada de la planta. Ven, te voy a hacer un pequeño tour. —Tanya se fijó que iba cargada con el bolso y la cartera—. Parece que tampoco te han llevado a tu mesa. Vamos. —Se levantaron y Tanya le cogió la cartera, la sacó de la sala de reuniones y la llevó por un pasillo rodeado por mesas y gente trabajando, al fondo se podían ver algunos despachos—. Tu mesa es esta. —Laura vio que a parte de un portátil no había nada más, encima de éste había un post–it en el que estaba escrito un nombre de usuario y la contraseña correspondiente para acceder a él—. Deja las cosas aquí. Mi despacho es el de ahí, el de las rosas encima de la mesa. Para cualquier cosa, ya sabes dónde encontrarme. —Tanya señaló al fondo y Laura vio el despacho al que se refería, era el único con un precioso ramo de flores—. Mi marido, que es muy detallista. —A Laura le pareció que Tanya se sonrojaba ligeramente. Dejó su cartera encima de la mesa y comenzó a andar detrás de ella, que ya se había puesto en marcha.
Continuaron por el pasillo y Tanya le fue contando a qué se dedicaba la gente que estaba sentada en las diferentes mesas y presentando a los que no estaban pegados al teléfono. Eran demasiados y fue incapaz de quedarse con el nombre de ninguno, aunque sí con sus caras.
—No te preocupes, los irás conociendo poco a poco. Por lo que he visto de tu trabajo vas a durar mucho por aquí. —Ahora fue Laura la que se sonrojó—. Y ésta es la zona de descanso. Entraron en una sala acristalada donde había varias máquinas expendedoras con refrescos y algo de comer. También había una cafetera y una máquina dispensadora de agua. Tanya le enseñó a utilizar la máquina de cafés y sacó dos, uno para cada una. Se sentaron en una de las mesas que había en la sala.
—Bueno, y esto es todo. Después de tomarnos el café te llevo al otro lado, para que veas el plató donde grabamos el programa.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —Tanya asintió con cara de interés.
—En la reunión no me he sentido cómoda con algunas personas. —Laura no tenía ni idea de por qué estaba compartiendo su percepción con ella, pero sentía que podía confiar en ella y siempre se había fiado de su instinto—. Parecía que no querían que estuviera ahí.
—No te preocupes por ellos. Como irás descubriendo, en este mundo hay mucha envidia. —Se acercó un poco más a Laura, como si quisiera que la gente no le escuchara, aunque alrededor no había nadie—. Eres la nueva y te han dado una sección de veinte minutos muy codiciada por todos ellos. Como comprobarás, lo normal son secciones de cinco o diez minutos. —Le dijo prácticamente en un susurro.
Laura sacó del bolso una pequeña tartera con unas galletas, encima de la tartera había una pequeña nota que decía “Suerte en tu primer día”.
—¿Tu chico? —Tanya había leído la nota.
—Sí, es un cielo. Estas galletas las ha hecho él, tiene mucha mano en la cocina. —Le acercó el tupper para que las probara. Tanya cogió una.
—Están buenísimas. Desde luego es un chollo. —Ambas se rieron. Laura pensó que había hecho su primera amiga en el trabajo. Se había imaginado que siendo la mujer del presidente de la corporación iba a ser una persona distante, pero estaba completamente equivocada.
—Eh, tú no te quejes, que a ti te han regalado un bonito ramo de rosas. —La mirada de Tanya era triste, no la que esperaba Laura, aun así intentó mostrar una gran sonrisa para disimular su tristeza.
—Sí, bueno, ya sabes, “poderoso caballero es don dinero”. —Laura no sabía a qué se refería, pero no se sentía con suficiente confianza como para preguntar—. Venga, vamos, te voy a enseñar el plató. —Se levantaron ambas, y al girarse Laura para seguir por la puerta a Tanya le dio con el bolso en el brazo. Tanya puso cara de dolor.
—Perdona.
—No te preocupes, es que me di el otro día con el pomo de la puerta y tengo un buen moratón. Si es que sólo con rozarme me salen moratones. —Tanya se frotó el brazo dolorido.
—Te entiendo perfectamente, deberían prohibirlos. —Laura se daba golpes constantemente con los tiradores de puertas y muebles de su casa, a veces se desesperaba por su torpeza.
Salieron de la zona de trabajo, cruzaron la entreplanta y aparecieron en una enorme sala diáfana con diferentes ambientes. Laura supuso que cada uno de ellos pertenecería a un programa diferente. Se sentía como una niña en una tienda de peluches, todos y cada uno de ellos le llamaban la atención. Estaba deseando saber cuál era en el que grabaría ella.
—Aquí se graban prácticamente todos los programas de CanalDeco que se realizan en estudio. —Según iban pasando por diferentes decorados, Tanya le iba comentando lo que se grababa en cada uno de ellos. Laura no conocía todos los programas que mencionaba, pero muchos los había visto, y estaba alucinada de lo pequeños que eran los platós, por pantalla daban la impresión de ser mucho más grandes. Qué engañados estamos los televidentes, pensó—. Aquí es donde se graba nuestro programa, “Decoración para todos”. Ésta es la mesa en la que estoy sentada cuando presento las diferentes secciones, pero también me paso mucho programa paseando por el plató de invitado a invitado o de sección a sección. —Anduvo unos pasos y se acercó a una zona en la que el decorado estaba formado por una ventana falsa que daba a un jardín precioso, aunque realmente el paisaje era una fotografía. Al lado de la ventana había un mural con un montón de herramientas, todas nuevas. Delante, una gran mesa de trabajo de madera vieja, tipo granero—. Éste será tu pequeño taller. —Tanya le sonrió con alegría. Laura se puso a tocar la mesa y las herramientas, como si de un juguete nuevo de tratase.
—Es fantástico, mucho mejor de lo que pensaba. —Estaba emocionada.
—Supongo que faltarán cosas que tienes que pedir para la grabación de pasado mañana. Echa un vistazo a lo que tienes, para ver qué te falta y nos vamos al Departamento de Compras, de forma que el miércoles esté todo listo. Y ya de paso nos acercamos a vestuario para ver qué te han preparado. —Laura asintió, y empezó a echar un vistazo a lo que había en el mural y en los cajones que tenía la mesa. Mentalmente analizó lo que iba a necesitar.
—Creo que ya lo tengo todo. ¿Vamos al Departamento de Compras? —Tanya la cogió del brazo con toda naturalidad y la llevó de nuevo a la zona de trabajo, donde todos estaban tan estresados como unas horas antes.
Se acercaron a un despacho donde se encontraba una señora madura, con pelo muy rubio y una permanente, parecía recién salida de peluquería, llevaba unos labios muy rojos y un traje de chaqueta pantalón bastante elegante, que no pegaba para nada con su exagerado maquillaje.
En cuanto entraron por la puerta, la mujer levantó la cabeza y les sonrió a ambas. A Laura le pareció que mostraba una sonrisa falsa, pero no la conocía para saber si tenía razón o simplemente era su sonrisa habitual.
—Hola Manuela. Te presento a Laura, la nueva incorporación del programa. Hoy es su primer día. —La mujer no se levantó de la mesa, pero sí echó una mirada a Laura de arriba abajo. Laura sintió rechazo hacia ella casi de inmediato, pero aun así, le sonrió y estiró el brazo para darle la mano educadamente, Manuela no prestó atención a su saludo, por lo que Laura retiró la mano un poco incómoda. Ambas se acomodaron en unas sillas junto a la mesa—. Venimos del plató y Laura venía a pedirte algunas cosas que necesita. Como graba el miércoles, las necesita de inmediato.
—No me podéis pedir material de un día para otro. Para qué existen los circuitos. —El tono de su voz fue bastante desagradable. Laura sintió que le estaban echando una regañina.
—Ya lo sabemos Manuela. —Dijo Tanya en tono conciliador—. Pero entiéndelo, le falta material, nadie sabía lo que iba a necesitar.
—Tanya, como imaginarás eso no es asunto mío. —Laura estaba muy sorprendida, estaba hablando con la mujer del presidente y su educación brillaba por su ausencia.
—Si queréis, puedo traer yo lo que falta, lo compro mañana mismo o lo cojo de mi taller. —Laura intentó apaciguar a Manuela y ayudar, pero lo que se ganó fue una mirada recriminatoria de la mujer.
—No se preocupe, ese es mi trabajo. Dígame lo que necesita y ya me encargo. —Laura pasó a detallarle las cosas que había echado en falta en el taller, mientras Manuela las apuntaba en su ordenador—. ¿Algo más? —Tanya y Manuela miraron a Laura y ella negó con la cabeza. Manuela dejó de prestarles atención para seguir atareada en su ordenador haciendo lo que fuera que estuviera haciendo. Así que ellas se levantaron en silencio y salieron de su despacho.
—Madre mía, ¿es siempre así? —Ya estaban suficientemente lejos del despacho para que no les oyera.
—No, hoy la has pillado en un buen día. —Ambas soltaron una gran carcajada, lo que llamó la atención de sus compañeros que las miraron sorprendidos—. Anda, vamos a vestuario.
Salieron a las escaleras todavía riéndose y subieron un par de plantas. Aparecieron en un pasillo donde se veían algunas puertas a ambos lados y entraron por la primera que se encontraron a la derecha.
Dentro, Laura se quedó sorprendida por la cantidad de burros llenos de ropa que había en la sala. Había ropa de todo tipo, pero ellas no se detuvieron hasta llegar al final de la sala, donde unos grandes ventanales daban a la zona de aparcamiento.
—Hola Beatriz, te presento a Laura. —La mujer levantó la mirada de un montón de telas que tenía en su regazo. Laura pensó que debía de ser de su edad, con el pelo muy corto estilo chico y unas gafas colocadas en la punta de la nariz. Les sonrió amigablemente y dejó las gafas encima de la mesa.
—Hola, te estaba esperando. —Se levantó de su silla dejando todo el batiburrillo de telas encima de una gran mesa que ya estaba llena de otras tantas. Laura se fijó en que era muy atractiva con sus grandes ojos azules. Se acercó a un burro que tenía cerca de la mesa y cogió un mono vaquero—. Hemos pensado que este estilo de ropa es cómodo y te sentaría bien para presentar tu sección, ¿qué te parece? —Laura se relajó al ver la ropa, no estaba segura si le iban a poner algo cómodo o algo elegante y poco adecuado, o peor aún, algo demasiado sexi que no pegara para nada con su trabajo. Así que al ver que se habían decantado por la primera opción, respiró aliviada.
—Me encanta, parece cómodo. —Beatriz le pasó la percha.
—Pruébatelo, a ver si tengo que hacer modificaciones. Aunque creo que con los datos que me pasaron y viéndote ahora, poco habrá que tocar. —Beatriz le señaló una puerta que daba a un pequeño probador y le pasó una camiseta antes de que cerrara la puerta.
Laura se quitó su ropa y se puso el mono y la camiseta. Le gustaba cómo le sentaba. Hizo algunos movimientos raros delante del espejo para ver si resultaba cómodo y salió del probador.
Beatriz se puso a dar vueltas alrededor de ella. Le desabrochó uno de los tirantes, lo dejó caer y lo colocó de forma que no molestara. Laura podía verse en un espejo de pie que había donde estaban situadas.
—Espera un momento, te faltan algunos detalles. —Beatriz desapareció de la vista de ambas.
—Estás muy guapa Laura, te queda bien. —Tanya parecía sincera.
—Gracias. —Beatriz apareció cargada con varios complementos entre sus manos y brazos.
—Bueno, lo primero es el calzado. Ponte estas zapatillas. —Laura lo hizo sin rechistar—. Siéntate en la silla, eres muy alta. ¿Cuánto mides 1,80?
—Casi, 1,79. —Laura se sentó y notó cómo Beatriz le ponía un pañuelo en la cabeza, y luego le sacaba algunos mechones de pelo. La cogió de la mano para llevarla de nuevo frente al espejo. Laura se miraba mientras Beatriz le colocaba un cinturón en el que podría meter un par de herramientas.
—¿Qué te parece? ¿Me he pasado con el cinturón? —A Laura le parecía un conjunto bastante acorde con el papel que tenía que desempeñar.
—Yo creo que no. Es muy cómodo para llevar un par de cosillas como el atornillador y cosas del estilo. —En el reflejo del espejo pudo ver como Tanya asentía detrás de ella.
—Me alegra que te guste. Creo que no te lo tengo que sacar ni meter por ningún sitio. El pantalón te queda un pelín corto, pero eso lo arreglo en un momento. —Se agachó y le hizo un par de dobleces al bajo, de forma que le quedó algo pesquero, pero dando la impresión que eso era lo que se buscaba. Se levantó, miró a Laura y asintió—. Pues si te parece bien, ya hemos terminado. —Laura miró a Tanya y le preguntó con la mirada qué le parecía.
—Yo creo que estás fabulosa. —Las tres sonrieron.
Laura regresó al probador y se volvió a poner su ropa. Dejó en una percha todo lo que se había quitado y salió con la percha en una mano y las zapatillas en otra. Beatriz puso un plástico encima de la ropa, tal y como hacen en las tintorerías y una nota donde estaba escrito el nombre de Laura.
—Pues ya está. El miércoles antes de grabar, te pasas por aquí y te vestimos. —Laura le sonrió agradecida.
Tanya volvió a coger a Laura del brazo y la llevó a su mesa.
—Bueno, pues ya has terminado tu día. Espero que no haya sido tan horrible. —Laura miró la hora y se dio cuenta de que ya eran las dos y cuarto. Su horario era de nueve a dos. Tenía que irse pitando a la tienda si quería comer algo antes de abrir por la tarde.
—Se me ha pasado la mañana volando. Y todo he de agradecértelo a ti. Muchas gracias. —Laura ya estaba cogiendo la cartera que había dejado encima de su mesa.
—Ha sido un placer. —Tanya le sonrió, se dio la vuelta y se dirigió a su despacho.
Laura se quedó mirando el portátil percatándose de que ni si quiera lo había encendido, se encogió de hombros, pensando en que a la mañana siguiente, sería lo primero que haría.
Cuando ya estaba dispuesta para irse, dirigió su mirada al despacho de Tanya para decirle adiós con la mano, sin embargo, ella ya no le prestaba atención, estaba leyendo la nota que había encontrado en el ramo, pero en cuanto hubo terminado, la arrugó con una de sus manos y la arrojó a la papelera que tenía al lado de la mesa, inmediatamente después, sacó las flores del jarrón en el que estaban colocadas y las tiró también a la papelera. A Laura le sorprendió su reacción, aunque supuso que habría sido una pelea marital y no le dio más importancia.