XXVII

 

 

 

 

 

 

Alix se proyectó al ático antes del amanecer con la intención de esperar a Yvan. Llevaba toda la noche repasando la historia que le había contado Jules con su amiga y lo único que tenía totalmente claro respecto a sus sentimientos era que le apetecía abrazarlo y besarlo durante toda la vida. Escuchó el agua de la ducha caer y su corazón dio un vuelco al saber que ya estaba allí. Corrió hacía el baño y paró en seco al verlo salir de la ducha tan solo con una toalla envuelta en la cintura. Sus músculos mojados por el agua brillaban. Su pelo, otra vez más largo de lo habitual, caía revuelto por su frente dándole un aspecto sexy y juguetón. Sus labios carnosos le sonreían amorosamente…

Se abalanzó sobre él y se colgó de su cuello para besarlo apasionadamente.

Al notarla tan cerca y tan relajada Yvan pudo desprenderse de un peso enorme que llevaba a cuestas desde el día anterior. La encerró aún más entre sus brazos.

―Te amo, te amo ―le decía insistentemente entre besos.

―Y yo a ti, nena. Te he añorado tanto esta noche…

―Chiss, no digas nada ―bajó de sus caderas y lo cogió de la mano.

Yvan la siguió sin rechistar. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de verla tan mimosa. Alix lo instó a tumbarse en la cama y se arrodilló a su lado.

El primer contacto de su mano sobre el abdomen le hizo desconfiar. Normalmente ella no tenía en cuenta la fuerza de sus cuerpos, a Yvan no le importaba pues era hago característico en ellos y no tenía por qué reprimirse, pero la suavidad con la que le tocó hizo casi imperceptible esa caricia y Yvan se preguntó a qué se debía el cambio.

Otro ligero hormigueo en el cuello le obligó a cerrar los ojos.

Los labios de Alix surcaron dulcemente su mandíbula hasta introducir lentamente la lengua entre sus labios. Una oleada de calor invadió a Yvan. Aquello era tan sensual. Su pétreo cuerpo prácticamente no detectaba el contacto en su piel, pero la calidez y la química que fluía entre ellos lo hacían estremecerse de placer.

―No sabes lo bien que se siente eso cielo ―susurró.

―Sí lo sé. Tú me has enseñado.

Yvan, anonadado por el cambio de actitud de Alix, se sentó con ella sobre sus piernas y la abrazó con urgencia. ¿Algo pasaba? No podía ser tan fácil. No podía creerse que Alix por fin se dejara llevar y comprendiese su modo de vida.

―¿Qué pasa Alix? ―jadeó en su oído.

―Que te amo, no quiero verte sufrir. Solo quiero amarte.

Yvan la tumbó más bruscamente de lo que pretendía entusiasmado con sus palabras. Le desabrochó la blusa y le sacó la falda sensualmente por las piernas, dejándola en ropa interior. Le besó dolorosamente despacio por todo el cuerpo deseoso de hacer el amor con ella. Introdujo la mano entre sus piernas y le acarició los muslos rozando sinuosamente la entrepierna.

―¿Quiere hacer el amor conmigo caballero? ―ronroneó.

―Nada me complacería más señorita.

Alix se levantó y velozmente encendió el Ipod que había sobre la mesita. Un ritmo sinuoso empezó a sonar y Alix apoyó una pierna sobre el colchón. Rítmicamente se bajó la media negra que cubría su muslo.

Yvan no le quita ojo mientras repetía la misma operación con la otra. Divertido, se apoyó sobre el codo para mirarla fijamente. Lo que estaba pasando en ese momento no tenía nada que ver con lo que se había imaginado que pasaría al reunirse con ella.

Alix se contoneó y giró sobre sí misma mientras se desabrochaba el sujetador. Yvan tragó saliva, la excitación empezaba a dominarlo todo. Ella continúo con sus sensual bailecito y metió uno de sus dedos en su tanga de encaje blanco, tiró de una de las cintas para quitárselo pero en lugar de hacerlo lo dejó en su sitio y desplazó el dedo por su ingle en una caricia.

Yvan no pudo soportar aquella provocación y la alcanzó por sorpresa arrastrándola a la cama bajo su cuerpo. Sus dedos imitaron el recorrido y pronto lo hizo su boca. Entre los dientes sujetó una de la cinta y le bajó él mismo la diminuta prenda. Ascendió nuevamente lamiendo sus muslos hasta que llevó al punto de unión. Dio un rápido lametón y luego se entretuvo en mordisquearlo punto por punto.

Alix no podía mantenerse quieta, su respiración se entrecortaba y los gemidos eran cada vez más vigorosos.

―Um…no deberías hacerme eso, no podré controlarme durante mucho más tiempo ―gimoteó.

―Nena a mí me gusta tal y como eres, aunque agradezco el detalle.

Introdujo dos dedos en su interior y los movió torturando aún más su voluntad. Alix movía las caderas al compás reclamándolo con furor.

―Querría hacer esto durante horas Alix, pero necesito sentirte ―sacó lo dedos e introdujo su erección rápidamente―. ¡Eso es nena, no te cortes! ―exclamó al notar como aumentaba la velocidad de sus movimientos.

Alix le obligó a tumbarse de espalda y ella tomó el control de la situación. Cabalgó sobre él rítmicamente pero con dulzura. Apreciando la felicidad en sus oscuros ojos, llenándose de amor y devoción por él.

 

 

 

La cena que había organizado Yvan se transformó en una fiesta por todo lo alto. Todos querían conocer a la causante de que su venerado compañero les hubiera engañado y abandonado durante un tiempo, y Jules aprovechó que la ciudad se mantenía en calma desde hacía semanas, para darles el día libre.

«Muy oportuno» pensó Alix. Al principio se sintió escudriñada e interrogada por una decena de vampiros resentidos pero, con el paso de las horas y con los estómagos saciados, pasó a ser el objeto de bromas pesadas y guiños furtivos. Aun así se lo estaba pasando bien.  Habían contado un montón de anécdotas sobre Yvan y las conversaciones eran agradables y amenas. En esos momentos los grupos se dividían en varios puntos del salón y la terraza sin embargo, podía apreciarse la camarería y complicidad entre ellos. Alix los observaba desde la balaustrada y veía a aquellos hombres tal y como eran, sin tapujos. También podía observar a Salomé pavoneándose entre ellos. Al parecer no tenía ganas de acabar la noche sola y estaba haciendo un buen trabajo.

Yvan apareció con un nuevo suministro de cervezas que dejó sobre la mesa. Al contemplarlo Alix no pudo evitar cruzarse con la mirada de Jules. El líder de Yvan le guiñó el ojo con picardía, trasmitiéndole advertencias que solo quienes guardaban un secreto podían descifrar. Y ella le ofreció una forzada sonrisa.

―¿Tan mal fue ayer? ―preguntó Yvan agarrándola por el trasero para hacerla bailar junto a él.

―Bueno no es el dios de la amabilidad pero tampoco será mi eterno enemigo. Te quiere muchísimo y eso es todo lo que necesito de él ―respondió apoyando la cara en su pecho.

―Puedo hablar con él si te ofendió.

―No es necesario ambos sabemos que debemos esperar el uno del otro.

Yvan interrumpió el inicio de un beso cuando unas voces lo reclamaron con insistencia.

―¡Tío tienes que ver el nuevo tatuaje de Brian, parece una margarita! ―carcajearon con ganas.

―¡Eso no me lo pierdo! ―posó un ligero beso en sus labios―. Enseguida vuelvo cielo.

―No os países mucho con el jovencito me cae bien.

Alix apoyó los codos sobre la balaustrada contemplando lo feliz y relajado que estaba su groom. Lo había visto muchas veces divertirse y bromear pero jamás con tanta complicidad y seguridad con su entorno. Se sentía cómodo rodeado por los suyos, eran su familia y se mostraba ante ellos sin reservas.

―«¿Lo estás viendo Alix?―sonó Salomé en su cabeza»

Alix la buscó con la mirada y la fulminó con ella. Salomé en respuesta le sacó la lengua.

―«Nunca lo había visto así, ¿qué habéis estado haciendohoy?, sea lo que sea funciona»

―«No soy yo, son ellos»

―«¿Estás segura?, hoy te mira diferente»

Alix volvió a posar la vista en él y no pudo evitar sentirse complacida cuando le ofreció una amplia sonrisa mostrando sus nuevos y perfectos dientes. Una refrescante brisa marina se levantó de pronto moviendo los farolillos que colgaban por la terraza.

«Un momento, ¿qué es eso?»

Alix inhaló nuevamente el aire y el aroma del mar la desorientó. Estaban en Paris, era imposible que oliese a agua marina pero recordaba perfectamente ese olor de sus viajes a Ibiza. Cerró los ojos para dejarse guiar por el sentido del olfato. Un claro aroma a salitre llegó más intensó a ella y abrió los ojos. Sin darse cuenta había caminado hasta estar a unos pasos de Yvan, no tenía ninguna duda, era él.

Cautivada por el olor se dirigió hacia él y lo abrazó por detrás. Todos hicieron un breve silencio al ver lo que estaba sucediendo. Apoyó la cabeza en su espalda y se impregnó de ese aroma que tanto ansiaba disfrutar. Sin embargo, su corazón se había roto en mil pedazos en el preciso momento en que lo distinguió por primera vez. Eso era la prueba evidente de que tenía que tomar una decisión inmediatamente. Yvan no conseguía mostrarle eso a ella sino que necesitaba a su familia, su mundo, sus ideas y ella no sabía si estaba capacitada para dejárselo tener.

Durante todos esos meses le había resultado imposible aceptar la condición de Yvan, pretendía hacerlo cambiar en algún momento porque creía firmemente que era lo mejor para ambos, pero ese día una fría brisa de otoño le había hecho entender la realidad. Él era feliz con su vida, no podía forzarle a abandonar todo lo que había conseguido. Así que la pelota estaba en su tejado en ese momento.

¿Sería capaz de existir sin volver a probar su sangre?

¿Podía soportar que él no tomara la suya?

Y lo que era más difícil plantearse pero aun así debía meditarlo: ¿podía dejar de matar?

Por el momento, lo controlaba pero no estaba completamente segura de no volver a recaer en alguna ocasión. Y si lo hacía destruiría a Yvan por completo. No estaba dispuesta a hacerlo, no ahora que conocía el calvario que había pasado y que entendía sus motivaciones.

Yvan se giró para ver a qué se debía esa muestra repentina de cariño colocándola frente a él pero ella se aferró a su torso y no permitió que la despegara de su firme pecho. Se mantuvo allí escondida, refugiada de los ojos de todos sus invitados y disfrutando de algo de lo que no tenía derecho a disfrutar.

 

Él respetó su decisión y la rodeó cariñosamente con el brazo continuando con lo que estaba haciendo como si no tuviera importancia. Que algo estaba pasando era evidente pero no pondría a su chica en evidencia delante de sus amigos por simple curiosidad. La dejaría cobijarse en el lugar más seguro del mundo para ella. Luego, a solas, le explicaría lo sucedido. Durante todo el día se había comportado de un modo extraño y diferente y eso era la gota que colmaba el vaso.

―«Alix, ¿qué sucede? ―su amiga volvió a invadir su intimidad»

―«¡Sal de mi cabeza!»

―«¿Prefieres que te lo pregunte en voz alta?»

―«He tomado una decisión y necesitaba el cariño de michico, ahora SAL DE MI CABEZA»

 

Yvan se mantuvo aparentemente tranquilo durante un rato pero cuando notó las lágrimas de Alix mojar su camisa, sus nervios se pusieron a flor de piel. Cada lágrima que humedecía su pecho goteaba sobre su corazón insistentemente. ¿Cómo podía consolarla sin comprometerla? Poco a poco y sin mucha sutileza fue despidiendo a los invitados dando por zanjada la fiesta. Muchos se burlaron de él al pensar que la motivación de quedarse a solas era el sexo, no le importaba lo más mínimo quería deshacerse de ellos inmediatamente. Alix aprovechó un descuido para proyectarse al baño y refrescarse. Reapareció en el salón, de nuevo perfecta, a despedir a los últimos rezagados. Empezó a recoger la terraza intentando evitar el contacto visual con Yvan. No quería contarle nada de lo sucedido, debía ocultarle esa información, tenía un plan y para poder llevar hasta el final su decisión él no podía tener más datos de los necesarios. Resultaría mucho más doloroso para ambos.

―¿Qué ha sido eso? ―exigió Yvan una vez a solas.

―¿El qué?

―Deja de moverte ―se plantó delante de ella―. Explícame que ha pasado hace unos minutos.

―Me apetecía abrazarte, simplemente.

―¿Alix?

El sonido del teléfono móvil los interrumpió. Yvan miró la pantalla, era Eva. Dudó entre cogerlo o no cogerlo, pero podía ser algo importante.

―Dame un segundo, cuando termine quiero la verdad.

Alix le quitó importancia haciendo un ademán con las manos y se marchó a la cocina. Desde allí podía oír a Yvan perfectamente. Se mostraba cariñoso y divertido con la humana y no pudo evitar sentirse celosa.

¿Por qué resultaba tan sencillo con todos los demás?

Lo espió tras la puerta del comedor, era conocedora de que él sabía que estaba allí pero era una manera de hacerle saber que lo observaba. Al igual que ella era consciente de que su aroma había desaparecido junto a su familia.

―Te he echado de menos, siento que te la hayas perdido pero ya sabes que prefiero mantenerte en el anonimato ―rio abiertamente―. Bueno pues invítame tú a una, puedo pasar completamente desapercibido entre tus amigos ―rio otra vez―. Eva tengo que dejarte, mañana te llamo con más calma.

Casi a la misma vez que colgaba Alix apareció a su lado.

―¿Te has acostado con ella?

―¿Qué? ¿Me ves capaz de hacer algo así? ¡Ni siquiera soy capaz de hacerlo contigo sin tener miedo a lastimarte! ¿Cómo se te ocurre pensar que la pondría en peligro por echar un polvo?

―Pero te gusta.

―¡Es mi amiga, por el amor de dios!

―¿Por qué no puedo conocerla?

―Quiero mantenerla en el anonimato. Una humana capaz de hacer las cosas que ella hace puede ser un buen trofeo de caza.

―¿Y te parece que yo podría ser uno de esos cazadores?

―No le des la vuelta al asunto. Tenías que contarme qué coño ha pasado hace un rato.

―He comprendido quien eras en realidad y necesitaba devolverte algo del calor y del cariño que ofreces a los demás.

Yvan no pudo evitar besarla tras escucharle decir algo tan conmovedor. Eso era lo que deseaba desde hacía meses. ¿Entonces porque sentía que algo no iba bien en ese beso?

Alix se apartó unos pasos de él para mantener un poco de distancia física. No quería caer entre sus brazos, necesitaba decirle lo que pensaba y para ello no podía estar muerta de deseo.

―Yvan, ayer Jules me habló sobre tus convicciones ―Yvan la miró confuso―, a pesar de lo que me contó aún tenía dudas al respecto. Siempre he creído que elegías este camino porque era lo que te habían inculcado, podía entender lo que me intentaba hacer ver Jules, pero también quería seguir creyendo en la posibilidad de que te estabas equivocando. De que eras feliz porque no conocías otro modo de serlo, de que yo podía ofrecerte un camino más fácil. Pero al verte hoy rodeado de tu familia, mostrándote sin miedos, he comprendido que mi mundo no es nada fácil comparado con el tuyo. No para ti, podrías perderte por el camino y eso me condenaría a la desdicha para siempre.

―Eso es lo que llevo intentando que comprendas durante todo este tiempo.

―Lo sé, pero tu esperas un tipo de reacción que no sé si podré darte. Todos me dicen lo importante que es esto para ti, que debo esforzarme, que has sacrificado mucho, que lo intente… ¡Juro que los entiendo!, comprendo por qué anteponen tus necesidades a las mías. Soy yo quien está enamorada de ti, ¿quién mejor podría entenderlo? Pero no sé si soy capaz de hacerlo. Necesito pensar sobre ello.

―Yo no quiero presionarte, siempre he querido que lo decidieras por tu cuenta, nunca les he pedido que hablen contigo.

―Lo sé Yvan ―le acarició la cara con el dorso de la mano―, pero lo haces. Con cada enfado, pelea, cada vez que subes al tejado a pensar sé que estás sufriendo porque necesitas tomar una decisión por mí, y esa decisión no te complace. Deberías entenderme mejor que nadie.

―¿Por qué crees que nunca te he hablado de esto? ―la sujetó por la nuca―. Porque no quería que pasara así, tenías que aceptarme por ti misma.

―Tú me pides que te acepte y respete continuamente, lo que no entiendes es que ya lo hago. Te respeto y admiro como no lo he hecho nunca con nadie, eres mi ejemplo a seguir, mi fuerza… pero no estoy preparada para aceptarlo ―la alarma se reflejó en la cara de Yvan―. Aceptar tus ideas me condenaría para siempre, no puedo imaginarme el resto de mi existencia sin probar tu deliciosa sangre, ni imaginar que no te excita y complace la mía. No puedo soportarlo, me resulta frustrante e insultante. Nuestros cuerpos están creados para esto, para alimentarse y desearse eternamente. ¡No puedo sacrificar tanto!

―Ey ―se acercó hasta que sus narices se tocaban―… se acabó está conversación ―susurró― ¿De acuerdo?, ya hemos puesto las cartas boca arriba, los dos tenemos claro lo que sentimos al respecto. La decisión está tomada hace tiempo solo esperaba que te decidieras por alguna de los dos opciones.

―No dejaré que hagas eso, ninguno de nosotros debería sacrificar tanto.

―¿Que estás intentando decirme? ―cerró su mano sobre su cuello―. Te rindes, ¿es eso?, tomas una decisión importante para echarlo todo por la borda.

―Necesito tiempo para pensar.

Yvan sentía como se le escurría la situación entre los dedos. Alix estaba destrozada, sus amigos la habían presionado a pesar de que les advirtió que no lo hiciese, y por dicha presión se veía al borde del precipicio. Él no tenían dudas de cuáles eran sus prioridades. Tenía fe ciega en sus creencias pero también sentía que esas mismas creencias no servían de nada sin el amor de su vida a su lado. Era cuestión de dejarse llevar por sus emociones, el resto, el reseteado mental, llegaría por sí solo. La abrazó con fuerza y besó la suave piel de su cuello. Intuía la urgencia de Alix por tomar distancia. No sabía qué más podía hacer para retenerla allí por más tiempo y hacerle ver que él estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de tenerla a su lado, que ella era el pilar de su felicidad.

―¿Te ayudaría conocer mi historia? ―propuso en un último intento desesperado.

―No creo que eso tenga nada que ver Yvan.

―Llevas meses presionándome ―acarició su mandíbula― ¿Ya no sientes curiosidad?

―Por supuesto, me encantaría conocer cualquier cosa sobre ti.

Yvan la llevó hasta el gran sillón de rattan y se sentaron uno frete al otro con las piernas flexionadas. Yvan le sujetaba fuertemente las manos porque necesitaba un punto de anclaje con el presente, recordar le ponía furioso y quería ser consciente de que ella estaba a su lado.

Soy quien soy
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