XV

 

 

 

 

 

Completamente sin fuerzas, debilitado por el hambre y la sed, esperaba ansioso la muerte. Creía poder asegurar que tenía las dos piernas rotas y un terrible corte en el pecho que se infectaba con rapidez. La fiebre debía ser muy alta porque entraba y salía una y otra vez de la realidad. También podía afirmar que el cabrón hijo de puta llevaba días sin aparecer. El alivio llenó de paz su corazón, si tenía suerte moriría en pocas horas. Era su única esperanza. Morir. Si por algún motivo conseguía salir con vida de ese lugar se quitaría la vida él mismo. Nunca podría seguir con su vida conociendo la existencia de esos seres repugnantes. Sentía tanto dolor por todos aquellos que había visto morir… ¿Cómo iba a explicarle a su familia todo aquello? No podía asumir la situación ¿Qué pensarían de él? Lo había humillado, ultrajado y torturado pero lo peor de todo era que le había hecho perder la confianza en sí mismo y en la humanidad. ¿Cuántos de ellos habría ahí fuera? Él que era un hombre grande y fuerte que cuidaba y trabajaba su cuerpo no tenía ninguna posibilidad contra algo tan monstruoso. ¿Qué les pasaría a los niños, a las mujeres y a ancianos indefensos? La paz y la calma llegaron de pronto. No sentía ningún dolor, ni hambre, ni sed… solo tenía sueño y ganas de cerrar los ojos, y así lo hizo. Despertó tras una pesadilla horrorosa, solo recordaba dolor y calor, sin embargo la realidad fue mucho peor. Quería estar muerto y por lo contrario seguía en aquel camastro sin dolor muscular, ni hambre, ni sed… sí, sed si tenía, y mucha… Abrió más los ojos y pudo ver perfectamente tras la oscuridad. «¿Qué me pasa?»

No tenía ningún hueso roto y a pesar de no distinguir el latido de su corazón se encontraba más vivo y más fuerte que nunca. «Hijo de puta, ¿qué coño me has hecho?»

Desesperado por salir de allí, forcejeó con las cadenas. La fuerza en él parecía descomunal y sin saber muy bien que hacía y como controlarla la utilizó. Tiró con fuerza con uno de sus brazos todo lo que pudo. Las anillas parecían ceder a la presión pero su piel también estaba sufriendo las consecuencias. No le importaba tenía que salir de allí e ir en busca de ese engendro de piel traslúcida y dedos y garras retorcidas para matarlo. Su muñeca sangraba abundantemente, su piel había desaparecido por completo y prácticamente podía ver el hueso pero faltaba poco, la cadena estaba casi a punto de romperse. Apretó los dientes en un último intento, el dolor fue insoportable…

 

 

 

 

Llevaba todo el día acurrucada en los brazos de Yvan. Entre cabezada y cabezada lo había observado con muchísima preocupación. Su sueño era de todo menos confortable, con razón dormía tan poco. Sin embargo parecía tener una gran necesidad de mantenerse dormido durante esas horas y volvía a caer una y otra vez. Seguramente la bronca lo había dejado exhausto. Un grito la sorprendió. Se acercó un poco más a él y le besó tiernamente en los labios.

―Chiss… tranquilo, estás en casa ―Alix notó como si se le ruborizasen las mejillas.

―¿Qué hora es?

―Casi las seis, parece que hoy no querías despertar.

―¿Las seis? ―sus ojos eran intensamente negros, terroríficamente voraces― ¡Joder! ―la atrajo más hacia él― Hacía muchísimo que no dormía tanto.

―Si tú le llamas dormir a eso que haces…

―Es a lo máximo que puedo aspirar, te lo aseguro. Perdona, sé que no es agradable presenciarlo.

―No necesitas disculparte por ello ―acarició sus pómulos― ¿Cómo te encuentras?

―Depende de a que te refieras. Creo que necesito urgentemente desayunar.

―Bien, yo cocino. ¿Tortillas y café?

―No ―apartó la vista de ella―. Estaba pensando en algo un pelín más fuerte. Va siendo hora de tomar algo de sangre ―dijo con pesar.

―¿Tú quieres beber, ahora…? no recuerdo haberte visto hacerlo jamás.

―Eso es porque no lo he hecho, hace tiempo que no lo hago.

―¿Qué? ¿Ni a solas?

―No.

―¿Y te culpas por lo de ayer?

El rostro de Yvan se transformó en puro hielo al escuchar esas palabras. No quería hablar de ese tema todavía. Con tantas horas de sueño no había podido pensar y eso mezclado con la dolorosa sed y los terribles recuerdos de sus sueños no hacían buena combinación.

Alix notó enseguida su incomodidad e intentó relajarlo. Sus ojos eran negros cómo el universo, trasmitían el horror y amargura de sus sueños, pero ella ya había aprendido a enfrentarse a su instinto de supervivencia y no sentía ganas de salir huyendo. Todo lo contrario quería abrazarlo y besarlo hasta hacerle regresar al presente en cuerpo y alma. Se sentó encima de su abdomen y empezó a acariciarle el pecho. Poco a poco su cuerpo descendió hasta que sus torsos se tocaron y le obsequió con un profundo beso. Cuando sintió que Yvan se relajaba desplazó la mano hasta su ingle y acarició la zona trazando círculos con el dedo. Él la sostuvo cerca de su boca presionando su nuca hacia abajo. Un profundo gemido salió de sus gargantas y los movimientos se volvieron más intensos. Trasladó las caricias hacia su prominente erección y en pocos segundos la agarró con fuerza.

―Para, por favor ―dijo Yvan hundiendo la cabeza en la almohada para alejarse de su ardiente boca.

―¿Qué? ―preguntó Alix que ya posaba otro beso sobre él.

―¡Alix, para!

En un movimiento se sentó con la espalda apoyada en el cabezal de la cama, y aunque la mantuvo sentada sobre él, la fuerte presión que ejercía con las manos en sus hombros no permitía que se tocasen.

―No puedo hacer esto, Alix. Necesito algo de tiempo.

―Pero… ¿estás bien?, quiero decir, lo nuestro está bien, ¿no? Ya está todo hablado…

―No es simple Alix. Te lo dije esta mañana. Sin tener en cuenta mi maltrecha personalidad, esa herida sería difícil de asimilar para cualquiera ― rozó levemente la cicatriz con un dedo, tenía que haber sido muy pero que muy grave para que todavía se observase aquella fina línea blanquecina ―, además hace tan solo unas horas le he ofrecido a mi organismo lo que llevo negándole desde hace doscientos dos años, y créeme, no va a resignarse fácilmente. Todo eso mezclado con una sed no saciada desde hace un par de semanas y la excitación que provocas en mí forman una bomba a punto de estallar, y ni por un segundo dejaré que mi cuerpo pierda de nuevo el control. No dejaré que esto que soy te vuelva hacer daño a ti o a mí, por muy duras que sean las medidas disciplinarias a seguir.

Se levantó de la cama dándole primero un fugaz beso en los labios.

―Vamos levanta, has dicho que cocinas tú, ¡tengo hambre!

 

Sentados uno al lado del otro en la barra de la cocina terminaban, en silencio, de comer. Alix observaba, con disimulo, los dos vasos con restos rojizos que había frente a ellos. Era la primera vez que compartían este momento y se sentía como una intrusa. La tensión cortaba el aire y podía percibir la incomodidad de Yvan. Tomó el último bocado de tortilla y reunió fuerzas mientras terminaba de tragar.

―Ahora que estamos más tranquilos me gustaría decirte que no te culpo por lo de ayer, la verdad, ni siquiera le doy importancia. Sé que no te gusta oír eso porque crees que lo digo por despreocupación y falta de empatía pero ese no es el motivo. No me gusta que te sientas como un monstruo. No lo eres. Somos depredadores, los dos, y esa es nuestra naturaleza. Has de asumir que nunca me importará esa conducta porque yo quiero formar parte de ella. Para mí es natural.

Yvan la miró intensamente y volvió a bajar la cabeza hacia el plato.

―Vístete tengo una sorpresa para ti y nos queda un largo viaje.

Soy quien soy
titlepage.xhtml
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_000.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_001.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_002.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_003.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_004.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_005.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_006.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_007.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_008.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_009.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_010.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_011.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_012.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_013.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_014.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_015.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_016.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_017.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_018.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_019.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_020.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_021.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_022.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_023.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_024.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_025.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_026.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_027.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_028.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_029.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_030.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_031.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_032.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_033.html
CR!NFT4V770VN47967SPAY4PVJ96ZTB_split_034.html