IX
Prácticamente había anochecido y Alix no tenía nada claro su siguiente movimiento. Sentada en la silla de la cocina pensaba en todo lo ocurrido en los últimos días. Y a la única conclusión que era capaz de llegar era que su vida estaba totalmente en silencio en ese momento. Desde hacía días estaba rodeada de ruido: las discotecas, los suspiros de los humanos antes de morir, su llanto, la voz de Yvan, los gritos de Salomé, su llanto, los gemidos de Yvan, sus propios gemidos, la voz grave y susurrante de Yvan, la ventana al abrirse, su llanto, su llanto, su llanto…
Sin embargo, en ese instante, solo había silencio. Llevaba varias horas sentada en la dura silla de madera, sin mover un solo músculo ―cosa que no era difícil para un vampiro pero que rara vez sucedía pues su vitalidad y energía se lo impedían―. Mientras sostenía un vaso vacío y manchado de rojo miraba una extraña mancha que había descubierto justo en el centro de la mesa. No era demasiado grande pero en las dos horas que llevaba allí, la lista de cosas a las que se parecía no dejaba de aumentar.
Sabía que debía tomar decisiones. Yvan le había pedido que se fuese y no era algo difícil de hacer. Podía proyectarse a Viena en un santiamén. Aunque eso significaba dejarlo para siempre, volver a casa, sin él. Imposible de soportar. Tal vez si estaba totalmente convencida de que él sería más feliz podía intentarlo. Pero no sabía cómo encontrarlo sin buscar durante días por zonas al azar. Además no podía irse sin hablar con Salomé antes, quizá querría volver con ella, o no. Desde la pelea hacía ya más de una semana no sabía nada de ella, ni siquiera pasaba por casa para coger ropa.
«Joder, ¿por qué no la llamo?»
Se levantó de la silla y corrió hacia el salón. Cogió el teléfono y esperó.
―Hola, en estos momentos no puedo atenderte pero si quieres déjame un mensaje y te llamo.
¡Piiiiiii!
Alix colgó y maldijo entre dientes. Por un momento divagó en lo feas que eran las cortinas. No habían tenido tiempo de decorar la casa a su gusto, excepto sus habitaciones, por lo que el salón todavía conservaba unas tristes alfombras persas y unos muebles clásicos y recargados que lo teñían todo de tonos dorados y ocres. Pero aquel terciopelo grueso con un estampado romántico entre rosa y lila… a ella le gustaban esos colores pero eso era pasarse. Prefería la seda, el satén, los muebles sencillos, elegantes y minimalistas. Una decoración diáfana y serena, no algo que empequeñecía el espacio y saturaba sus sentidos.
«¡BASTA, enfréntate a la realidad!»
Volvió a llamar.
―Hola, en estos momentos no puedo atenderte pero si quieres déjame un mensaje y te llamo.
¡Piiiiiii!
―Sa… sé que estás muy enfadada, no tengo derecho a molestarte pero necesito hablar contigo. Es urgente, estoy pensando en volver… bueno ven a verme o simplemente llámame. Lo siento tanto… te quiero.
Colgó, sin soltar el teléfono inalámbrico fue a su habitación, y se tumbó en la cama dejándose llevar por la angustia.
Era el segundo día de búsqueda y su plan estaba saliendo a la perfección. Nadie había inspeccionado los alrededores de la casa de Alix y no detectaban su rastro por ninguna de las zonas examinadas.
«¿Se habrá marchado?»
Un puño se cerró alrededor de su estómago provocando un fuerte deseo de doblarse sobre sí mismo y dejarse caer de rodillas totalmente derrotado. Por fortuna supo disimular aquel mal estar para que el grupo no percibiese ningún cambio en él. Durante esos días había mejorado mucho la técnica, tanto que ya ni siquiera le preguntaban por su mal humor.
Su decisión era lo mejor para ambos, de eso estaba convencido, pero no por ello era menos doloroso. Bastante dura era la eternidad, de la manera en la que le tocaba vivirla, como para que el único regalo que te hacía el destino, tu Novia, fuera una maldición. Desde el primer día que la vio no paraba de repetirse ese mismo cántico. El dolor resultaba excesivo cuando pensaba en cualquiera de las opciones que le deparaba el futuro, con ella o sin ella, pero pensar que se había ido, sorprendentemente, le resultaba la más dolorosa.
El grupo patrullaba, extraoficialmente, por el centro después de haber terminado su ronda. Él mismo había elegido a su amigo Jon y a un tal Brian, al cual no conocía demasiado excepto que era el más joven del grupo y que poseía una fuerza y una capacidad de rastreo inigualables ―además de poder proyectarse―, algo que le venía muy bien al equipo pues ni él ni Jon podían hacerlo. Siguieron su camino por las transitadas calles de la zona en las que se congregaban diferentes nacionalidades, sexos y seres del submundo después de una larga noche de diversión. A Yvan le parecía gracioso el modo en el que terminaban los humanos después de una noche dedicada a la música, alcohol y otras sustancias: caras desencajadas y cuerpos desaliñados no habían sido nunca para él sinónimo de “diversión”
―Joder tíos que noches tan largas, estoy deseando acabar con esto ―dijo Brian.
―Yvan creo que esta zona está limpia, ¿lo dejamos por hoy?
―Jon lo miró esperanzado.
―Sí, ¿por qué no?, seguiremos mañana. Además en un par de horas amanecerá, ya no creo que podamos hacer mucho.
Los tres se dirigieron hacia el “Sang Chaud”, el local de Jules. Le ofrecerían un informe de la noche a su líder y repondrían fuerzas antes de volver a casa. Brian hablaba sin parar pero Yvan no sabía muy bien de qué, no conseguía concentrarse mucho en lo que ocurría a su alrededor, siempre pensaba en Alix. Ni siquiera se estaba tomando la molestia de fingir y mirarlo con interés. Tan solo quería llegar a casa y quedarse solo.
Justo al girar una esquina y entrar en una calle muy mal iluminada, o tal vez la percepción de oscuridad se debía a que las luces de neón de los pubs y discotecas habían quedado muy atrás, los músculos de Yvan se tensaron. En tan solo una fracción de segundo pudo detectar el origen y procedencia del aroma más delicioso del universo y al mismo tiempo que sintió una oleada de pánico y rabia, su cuerpo se ilusionó. ¿Qué hacia ella allí? No estaba excesivamente cerca pero se cruzarían en un par de minutos. Él la detectaba antes que el resto porque era su pareja y reconocería ese aroma bajo cualquier circunstancia, pero Brian y Jon no tardarían en notar la fragancia a fresa y atar cabos, los malditos licántropos eran buenos describiendo rastros. Con mucha suerte ella se daría cuenta y se proyectaría a un lugar seguro…
«Poco probable»
Esos malditos inhibidores que se habían rociado impedían que desprendieran cualquier aroma. Si Jon o Brian conseguían definir su olor la atraparían sin que pudiera reaccionar a tiempo y le arrancarían el corazón sin preguntas.
«¡Joder!»
Sus reflexiones cesaron de inmediato. Solo podía pensar en una cosa: su Novia, su Novia, su Novia. De pronto, lo tuvo todo claro.
―Te llamo luego ―dijo dirigiéndose a Jon tan bajo y rápido que ni él ni Brian llegaron a entenderlo.
Los dos Forsekers observaron boquiabiertos cómo su compañero emprendía el vuelo a una velocidad insólita. Si había algún humano cerca, no podría percibirlo jamás.
Una sombra alta y fornida la agarró por los brazos y emprendió el vuelo sujetándola con firmeza.
«Dios mío, Yvan tenía razón»
Intentaba golpear con cualquier parte de su cuerpo a su agresor. El shock era tan grande que no podía gritar. Mantenía los ojos abiertos como platos a pesar de la conmoción de verse en el aire pero no conseguía enfocar claramente la imagen. En menos de un segundo sus pies se posaron en el suelo de una azotea. El agarre sobre sus brazos seguía siendo firme. En cuanto pudo estabilizarse la sombra se enfocó y la expresión de su cara le partió el corazón en dos.
―¡A tu casa, ahora!
Ni siquiera quiso preguntar. Haciendo un gran esfuerzo en concentrarse se proyectó a su habitación. En cuanto notó que se materializaba en ella no dudó en lanzarse a los brazos de Yvan. Sabía que él tardaría unos segundos en recuperarse del viaje debido a su falta de costumbre y ella quería aprovechar esa minúscula brecha en su entereza para abrazarse a él aunque fuese por última vez. No estaba segura de lo que iba a pasar. La expresión de Yvan era difícil de descifrar, podía interpretarla de varias maneras. Aunque de lo que sí estaba convencida era de que el hecho de estar allí con ella le provocaba satisfacción y alegría con la misma intensidad que sufrimiento y preocupación. Quizá todo resultaba ser el final de un plazo que retrasaba su muerte. No le importaba, si era así su existencia acabaría entre sus brazos. Se abrazó a él enredando sus brazos y piernas alrededor de su pétreo cuerpo. Intentando inhalar un aroma que nunca llegaba a ella.
Yvan la abrazó con fuerza permitiéndole su envestida como si hubiesen practicado ese acto durante años. Hundió la cara en su largo y perfumado cuello y permitió que su cuerpo se relajara hincando las rodillas en el suelo, tal como llevaba días queriendo hacer. Cansado y derrotado aumentó la presión de su abrazo. Alix estaba allí con él. No se había ido y no dejaría que se fuese jamás.
Durante unos minutos permanecieron quietos y callados disfrutando el uno del otro. Alix no se atrevía a romper el momento por miedo a que él reaccionase y se diese cuenta de que su cuerpo le había traicionado y Yvan no quería soltarla nunca más.
Segundos antes, cuando Yvan presintió el peligro que se cernía sobre ella, su percepción del futuro cambió. Lo peor que el destino le regalaba no era una Novia como ella, sino el hecho de encontrarla y obligarlo a perderla. Y eso era algo que él no estaba dispuesto a permitir. Desde hacía ya un poco más de dos siglos su existencia se basaba en putear al “Destino”. No sin esfuerzo, se mantenía firme en su decisión de no convertirse al cien por cien en un vampiro y a pesar de estar convencido de no querer dañar a nadie su cuerpo no se lo ponía nada fácil. Así que… ¿Por qué tenía que serlo esto? Estaba acostumbrado a esforzarse y luchar contra él mismo, tan solo debía seguir haciéndolo, podía superarlo, quería intentarlo.
Volvió a la realidad y recordó porqué estaban allí. Levantó la cabeza y miró aquellos preciosos ojos verdes moteados de pequeños surcos rojos. Realmente podía soportarlo, si era sincero hasta era hermoso el contraste borgoña con el verde esmeralda.
Inhaló profundamente al constatar lo hermosa que era.
―Alix necesitamos hablar… pero antes debemos irnos―soltó su abrazo, notando como ella se quejaba con un movimiento de espalda. Acarició su mejilla dejando la mano sobre ella un instante para que pudiese apoyar la cara sobre la palma.
―Yvan, por favor ―su voz tembló y apretó más las piernas alrededor de su cintura―, te necesito… necesito saber que es verdad que has vuelto.
―Debemos irnos ahora, ya tendremos tiempo de aclarar las cosas.
―Pero tú… ¿quieres estar aquí? ―Alix sintió sus palabras como un rechazo y su ilusión se esfumó.
―No. Quiero irme. Ahora ―dijo tajante.
Se levantó de un salto sujetándola por la cintura para ponerla en pie a su lado. Le cogió la mano y se concentró en examinar la habitación.
―¿Dónde? ―Alix estaba asustada. Si era necesario podía doblegarlo sin esfuerzo para salvar su vida, de eso estaba segura, pero ¿quería hacerlo?― ¿Para qué?
―¿Alix, qué pasa?
De pronto Yvan fue consciente de la situación. La última vez que se vieron la había amenazado con la muerte y ahora, justo cuando acababa el plazo de tregua, se presentaba ante ella y la obligaba a irse con él. ¡Oh no! Le cogió la otra mano. Ella retrocedió así que la soltó de inmediato. No quería presionarla, le daría espacio, podía proyectarse en cualquier momento.
―Alix lo siento. Yo no quería expresarlo así. Es solo que estaré más tranquilo cuando salgamos de aquí. No quiero hacerte daño, lo prometo.
―Pero… tú tampoco quieres…
―Sé que te pido mucho sin dar nada pero necesito que cojas un par de cosas y salgamos de aquí. ¡Había más vampiros conmigo! No sé si han captado tu olor. No sé cuánto tiempo…
―De acuerdo ¿Qué cojo?
―¿Confías en mí… sin más?
―Solo dime que necesitamos y a donde te llevo.
Yvan no pudo reprimir una sonora carcajada. Aquella mujer era muy fácil de convencer. ¿Sería siempre así? La conocía tan poco…
―Tú necesitas algo de ropa y sangre. ¿Todavía te queda?―sonó preocupado. No le gustaba la idea de que bebiese tanto pero sabía que lo necesitaba, ella no era como él y si aún le quedaba alguna bolsa podía significar que no se había alimentado lo suficiente o que lo había hecho de otro modo…
―Sí, claro.
―Bien. Yo voy a la cocina, tú coge una bolsa y empieza con la ropa. Cuando vuelva, te llevaré a un lugar seguro.
Antes de poder salir como una bala Alix lo clavó en el suelo sujetando tan solo por la muñeca. Con incredulidad vio como ella negaba con la cabeza a la misma vez que cerraba los ojos. Sin previo aviso y en lo que dura un parpadeo los cajones empezaron a abrirse saliendo de ellos ropa interior de todas las formas y colores, camisetas, jerséis, pantalones, pañuelos, zapatos… El golpe de una puerta hizo que se girara. Vio salir de un armario una bolsa negra que reconoció al instante y un bolso de viaje marrón chocolate. Ambos se dirigían directamente a ellos flotando a un metro de distancia del suelo, sin darse cuenta el bolso marrón estaba en sus manos.
―Tú coges lo que vaya a necesitar pues no sé dónde vamos.
Yo voy a la cocina. Será más rápido.
Le guiñó un ojo y desapareció. Yvan necesitó un segundo para recuperarse de lo que había presenciado. Sabía que alguno de ellos tenía ese don e incluso lo había observado alguna vez durante la lucha. Normalmente los más antiguos y fuertes como los Nosferatus poseían… ¡No! No pensaría en eso. Ellos estaban desequilibrados y deformados y su Novia era tan bella y segura de sí misma… Una amplia sonrisa apareció mientras se dirigía a la cama y cogía las prendas al azar. Eso había sido pomposo por su parte pero le permitía conocer algo más sobre ella.
Un camisón de seda plateado de tirantes finos apareció por su izquierda junto con un pequeño neceser provocándole un sobresalto. La visión era sublime: una mujer morena con el pelo recogido en una trenza que rozaba sus muslos. Sus labios pintados del tono de las fresas, las negras y largas pestañas enmarcaban esa mirada verde que lo volvía loco. Un top de seda negro con un solo tirante cubría sus redondeados pechos y sus vaqueros tan estrechos que…
Alix interrumpió sus pensamientos con una insinuante voz:
― No voy a ninguna parte sin esto.