XIX
Paseaban por unas estrechas calles de París en dirección a un pequeño bar al que Salomé solía ir con frecuencia y que ellos, por desagracia, conocían muy bien. Eran prácticamente las dos de la madrugada y no sabía muy bien cómo había pasado pero se estaba comiendo un gofre con chocolate mientras escuchaba a Alix hablar sin parar. Llevaba un buen rato distraído recordando el magnífico día que habían pasado.
Sorprendiéndolo mucho, Alix lo despertó al mediodía para llevarlo a Viena. Pasearon un buen rato por Ringstrasse visitando los edificios más emblemáticos, luego lo proyectó hasta una colina. El lugar era frondoso y las vistas preciosas. Al fondo, situando en una llanura, un conjunto de edificios rodeados por altos árboles y zonas destinadas al cultivo de cereales, llamó su atención. Tardó unos minutos en comprender qué hacían allí. La fachada principal del edificio más grande era de un blanco inmaculado y tenía numerosas ventanas con persianas marrones. Una enorme puerta de madera maciza, del mismo color, permanecía abierta mientras varias personas entraban y salían cargando cajas. A cada lado de la enorme residencia había otros dos edificios de las mismas características aunque bastante más pequeños. Varios metros apartados, rodeados por una valla en la que se mantenían pastando unos caballos, un conjunto de pequeños cobertizos y cuadras parecían estar destinados a ejercer de granja.
―Siento no poder llevarte más cerca ―le dijo Alix cogiéndole de la mano―. El personal no entendería una visita tan esporádica.
―¿Esa es tu casa?
―Bueno de Salomé, la heredó cuando su padre falleció, desde entonces hemos cuidado de ella.
―¿Cómo podéis llevar tanto tiempo en el mismo lugar y que nadie sospeche nada?
―El personal cambia constantemente y no nos relacionamos estrechamente con ningún humano ajeno a estas paredes. Los más antiguos son fáciles de sugestionar para que olviden sus sospechas y cuando pasan ciertos años cambiamos un poco de imagen y nos hacemos pasar por nuevas herederas. Los humanos son simples Yvan, no miran donde no quieren ver.
―Es un lugar maravilloso.
―Si quieres podemos trasladarnos una temporada, como unas vacaciones, cuando encontremos a Sa claro.
―Me encantaría verla de cerca.
―Lo siento, sería raro para ellos.
―Podrías… ya sabes.
―Son muchos y Salomé prefiere interceder lo menos posible, además pensé que no te gustaría.
―Tienes razón ―bajó la vista una tanto avergonzado―, vendremos en otro momento ―señaló hacia las personas que cargaban cajas en una furgoneta―. ¿Qué hacen?
―Tienen órdenes de ir mandando periódicamente algunas de nuestras cosas a París, se me olvidó por completo. Ahora que no hay nadie en casa debe haber algún almacén lleno de nuestras pertenencias, tendré que ocuparme de eso.
Las risas extremadamente agudas de Alix interrumpieron los recuerdos de Yvan.
―¿Qué estas mirando? ―le preguntó a Alix con un fingido reproche en su voz.
―A ti, es raro verte así.
―¿Cómo?
―Tan relajado y distraído. ¿Dónde estabas?
―Sinceramente… en tu casa. No dejo de darle vueltas a como habéis preferido ganaros la vida cuidando de campos y animales a llevar una lujosa vida palaciega. Eres tan sofisticada. No te imagino con ropa de trabajo, barro hasta las rodillas y sudada bajo la luz del sol.
―Para empezar yo me ocupo de que alguien los cuide, jamás verás barro en mi hermosa piel así que sigue soñando, y ya me has visto hoy sudando bajo el sol.
―No me extraña que sudes con la cantidad de tela que usas para taparte.
Yvan carcajeó al recordarla con la gran pamela sobre su cabeza, las gafas de sol, el pañuelo estampado alrededor del cuello y la blusa blanca de manga larga que llevaba a juego con una falda vaporosa hasta los tobillos.
―No te he visto tan tapada ni cuando duermes.
―No me gusta el sol ya lo sabes ―le contestó enfurruñada.
―¿Y no es suficiente con la cantidad de protección solar que te has puesto? Todavía puedo olerla ―afirmó disgustado―. Además no parece que te afecte especialmente, has podido proyectarte sin mucho esfuerzo.
Alix lo miró enfurruñada. Era cierto que el sol no la perjudicaba en exceso pero a veces el daño psicológico era peor que el físico y a ella los recuerdos no la dejaban relajarse bajo la ardiente luz solar.
―De acuerdo, te lo contaré antes de que tus burlas ya no tengan remedio. Al poco tiempo de conocer a Salomé la reté a pasar todo el día bajo la luz solar. Yo acababa de descubrir que podía hacerlo, como sabes Vasile no me informó correctamente de todo lo que somos capaces de hacer así que tenía curiosidad por saber hasta dónde podía llegar. Tuve que insistirle mucho, pues ella era bastante reacia a salir. Por lo visto alguna vez había tenido serios problemas con respecto a eso y le daba miedo, aunque al final la convencí y me acompañó. Las primeras horas transcurrieron bien pero pasado el mediodía la piel de Salomé comenzó a cambiar. Al principio solo sentía una ligera molestia así que seguimos con el experimento para matar la curiosidad… En pocos minutos las ampollas aparecieron en cada parte descubierta de su cuerpo. El dolor era insoportable y cada minuto que pasaba empeoraba, su piel luchaba entre la necesidad de curar y la necesidad de ceder espacio a las llagas. Yo no sabía cómo ayudarla, todavía no podía proyectarme y mi velocidad era limitada debido a la maldita luz. Para más inri, el lugar estaba totalmente despoblado no tenía donde esconderla. Así que solo me quedó correr todo lo deprisa que pude hasta casa con ella en brazos. Aun puedo oír sus gritos como si estuviera pasando en estos momentos. Aunque lo peor fue cuando enmudeció. Sobre mis brazos, cogida alrededor de mi cuello su cuerpo combustionó, ella se desmayó. Solo duró un segundo, inmediatamente las heridas empezaron a cicatrizar… así una y otra vez hasta que entré en casa.
―Cielos Alix, eso es horrible, lo siento mucho no tenía ni idea.
―No pasa nada, hace ya mucho tiempo. Ella no se enfadó conmigo y yo me lo perdoné al cabo de los años. Podrás entender que no quiero volver a arriesgarme, te aseguro que no me gustaría pasar por lo mismo.
―Pero no tiene ese efecto en ti. Ni siquiera parece afectar a tus dones hoy en día.
―Más vale prevenir. De todas formas que no te engañen las apariencias, desde hace unos meses mis dones han mejorado mucho, parecían ser más constantes y poderosos… ya está desapareciendo. Sinceramente estoy agotada, estaba planteándome pedirte que nos llevaras tú de regreso a casa.
―No sabes qué hacer para que te coja en brazos ¿eh?
―Hemos llegado.
Alix paró en seco y lo abrazó. Con un gesto remilgado recorrió con las manos su cuerpo mientras ponía una mueca de disgusto.
―Así que no le gusta el estilo ibicenco de mi vestuario.
Yvan observó detenidamente la larga falda blanca y la camisa de manga larga bordada sobre una tela casi transparente y se acercó a ella sujetándola por la cintura.
―Ahora mismo preferiría arrancártela de un tirón.
Ella se puso de puntillas y le dio un apasionado beso.
―¿Te gusta más el estilo francés? ―dijo haciendo referencia al beso.
―Sí, me siento muy cómodo en él.
―Demasiados años de experiencia supongo.
―Nunca es demasiado ―le guiñó un ojo y le dio un toquecito con el dedo en la nariz―. Espérame aquí, voy a mirar dentro y volvemos a casa.
―Dame eso ―señaló los restos del envoltorio del gofre―, lo tiraré en aquella papelera.
Yvan miró la papelera que estaba al otro lado de la calle y puso mala cara.
―Sé cruzar sola ―Alix cruzó los brazos bajo sus pechos.
―No tardo.
Le dio un rápido beso y se dirigió hacia el local. Antes de entrar se giró para mirarla y la vio observándolo aún desde el mismo lugar. Ella le susurró un “te quiero” y le lanzó un beso. Yvan no pudo evitar sonreír y entró a regañadientes. Quería acabar con aquello cuanto antes y volver a casa.
El local era pequeño y austero, de hecho necesitaba una reforma con urgencia. Los muebles estaban anticuados y la luz era escasa y ambarina pero parecía estar limpio y la música que sonaba era bastante buena. Dio un rápido recorrido buscando a Salomé e intentó prestar atención a las conversaciones por si escuchaba algo que le diera alguna pista. El resultado fue nulo, como siempre, y decidió salir. Este asunto empezaba a resultarle frustrante y desconcertante. ¿Dónde diablos estaba esa chica?
Al salir vio a Alix caminando sin mucho sentido por la acera de enfrente. Parecía nerviosa a la vez que distraída en sus pensamientos. Fue hacia ella sin hacer ruido, intentando ver si la sorprendía o, por lo contrario, si conseguía volver a captar su olor.
Al poner el primer pie en la carretera un grupo de cuatro hombres gigantescos salió del callejón más cercano a Alix y la atraparon por la espalda arrastrándola hacia la oscuridad. Yvan la llamó sin obtener respuesta. Corrió hacia ella lo más rápido que pudo pero al llegar a la entrada otro hombre se interpuso en su camino. Con un simple vistazo pudo ver los colmillos desarrollados y garras en lugar de manos. Los ojos eran de color amarillo, sin rastro del iris. La piel, estirada al máximo por el descomunal desarrollo muscular, dejaba ver la presión venosa a la que eran sometidos.
«Mierda Licántropos»
―¡Alix márchate!
La vio intentando deshacerse del agarre de aquellas bestias y se preparó para atacar. Echó el cuerpo hacia atrás para coger impulso y cuando iba a propinarle un golpe al que tenía más cerca otros dos le cogieron por los brazos. Intentó alzar el vuelo pero le fue imposible. Miró de nuevo hacia Alix y la vio propinando patadas a todo el que se acercaba.
«Mierda»
Hizo presión con los dos brazos atrapados para impulsarse y levantó las dos piernas a la vez logrando girar con una voltereta en el aire. Le propinó una patada a cada uno haciéndolos retroceder. Al verse liberado pensó que la mejor opción era deshacerse de los que tenía a su alrededor primero, Alix se proyectaría en cuanto tuviese la oportunidad. Sonidos de objetos golpeando contra los muros o el suelo mitigaban los gritos y gruñidos de la pelea que se desarrollaba a escasos metros. La desesperación creció dentro de él. Una fuerza arrolladora le impulsaba a acabar con aquello inmediatamente. Se dio la vuelta y agarró a uno por el brazo retorciéndoselo hasta romperlo. Cuando lo tuvo de rodillas en el suelo le propinó una patada en la espalda, escuchó el sonido de la columna al romperse. Dio un salto hacia atrás para evitar que lo atraparan y uno de ellos se lanzó de frente hacia él desgarrándole la piel del brazo. Sin pensarlo, se apoyó en sus hombros para saltarle por encima y así coger desprevenido al siguiente. Le rompió el cuello en un fugaz movimiento.
Aún podía oler a Alix ¿Por qué cojones no se iba?
―¡Márchate ya!
Se dirigió hacia ella. Un contenedor cruzó por delante de él chocando contra uno de los licántropos que se acercaba por su espalda. Alix levantó la vista de su víctima número tres y lo miró.
―¡Vamos Yvan, no me iré sin ti!
Se quedó estupefacto. No sabía si sentirse orgulloso o indignado. Esa mujer lo volvía loco. Mientras observaba como Alix se colgaba de su último atacante escuchó los pasos de uno de ellos dirigiéndose a él. Esperó a tenerlo más cerca. En el momento oportuno giró y le arrancó el corazón con tan solo un movimiento. Uno a uno hizo lo mismo con los que estaban tirados por el suelo, no tardaría mucho en pasar alguna persona por allí, debían irse cuanto antes. Dio unos pasos hacia atrás asegurándose de que no quedase nadie con vida antes de reunirse con Alix.
Ella intentaba acabar con el último licántropo lanzándole cosas mientras la bestia la mantenía atrapada entre sus brazos. Algunos de los objetos no conseguían dar en el objetivo y los que lo hacían golpeaban con menos fuerza cada vez, mostrando así evidentes signos de que la telequinesia de Alix empezaba a fallar.
Al llegar a su altura Yvan lo cogió por la cintura y lo lanzó contra una pared. Alix cayó de rodillas completamente exhausta por el esfuerzo. Yvan se agachó frente a ella y le retiró un mechón de pelo que caía delante de su cara. Múltiples moratones y cortes se hicieron visibles a sus ojos, encolerizándolo. En lugar de cogerla y emprender el vuelo, decidió ir hacia el enorme hombre de pelo largo que retomaba la marcha hacia ellos. Empezó una pelea en la que los golpes iban y venían por ambos lados. El muy cabrón era muy fuerte. Yvan recibió un zarpazo en el estómago que le hizo perder el equilibrio y caer de espaldas. Antes de que pudiera levantarse lo tenía encima golpeándole una y otra vez la cara. Notó la sangre caer por sus mejillas y su visión se volvió borrosa. Por un momento perdió el sentido de la orientación y el tiempo.
―¡Yvan levántate! ―Alix gritó― ¡Levántate!
Los sollozos de Alix llegaron desde el fondo para devolverlo a la realidad. La herida del estómago empezaba a cicatrizar recuperando así un poco la movilidad.
Algo, que probablemente había sido una papelera, golpeó en la espalda al licántropo dándole la oportunidad a Yvan de reunir fuerzas para incorporarse. Lo lanzó contra el suelo y lo pateó hasta dejarlo casi inconsciente. El hombre parecía haber perdido un ojo y posiblemente no le quedaba ningún diente en la boca cuando Yvan recordó a Alix. Tenía que sacarla de allí. Se agachó y hundió la mano en el tórax arrancándole su órgano vital.
Inspiró profundamente retomando el control de su cuerpo y se limpió la sangre de las manos en los pantalones. Normalmente no era tan agresivo pero el instinto de protección lo había poseído por completo. No lo lamentaba. Al girar sobre sus talones para reunirse con ella, una gran masa cayó desde el cielo. Con un gesto automático miró hacia arriba para averiguar su procedencia y con incredulidad volvió a enfocarlo en su campo de visión. La masa se enderezó ágilmente permitiéndole ver que era otro de ellos.
«¿De dónde ha salido?»
La angustia lo invadió. Aquel ser estaba a tan solo un paso de Alix y por mucha prisa que se diese… ¿Por qué no lo había detectado? Esos seres eran ruidosos y apestaban. De hecho no habían detectado a ninguno, salieron espontáneamente, de la nada. Seguramente estaban usando algún conjuro o algún tipo de sustancia inhibidora.
Sin apartar la vista de aquella bestia, corrió la escasa distancia que había entre ellos a toda velocidad. Sin poder parpadear contempló como aquel animal la atrapaba entre sus garras elevándola por encima de su cabeza. Lo vio apretar la mandíbula en un gesto de fuerza, las garras desaparecían progresivamente en el interior del cuerpo de Alix que permanecía inmóvil allí arriba, sin oponer resistencia.
Escuchó un gutural y salvaje gemido procedente de su propia garganta.
¿Cuánto iba a durar eso?
¿Cómo era posible que el tiempo fuese tan despacio?
El impacto de ambos cuerpos chocando hizo que Alix cayera al suelo. Un sonido seco resonó cuando la cabeza tocó el suelo, quedando boca abajo, completamente inerte. Yvan intentaba rechazar los golpes que llegaban con ímpetu desde el otro lado pero sus fuerzas empezaban a abandonarle. Optó por dejar de forcejear y se centró en trazar un plan. Los hombres lobos eran fuertes pero también eran toscos, sin embargo él era rápido y buen estratega. Solo necesitaba un instante para pensar.
En el muro derecho del callejón vio una vieja escalera de incendio.
«Eso es todo lo que necesito»
Esperó a tener suficiente espacio para emprender el vuelo y cuando la bestia retrocedió para tomar impulso saltó por encima de él. Con gran esfuerzo llegó a lo alto de la escalera. El lobo corrió hasta allí y después de varios intentos fallidos de alcanzarlo empezó una precipitada muestra de tentativos planes que no conseguía llegar a buen puerto. No tenía mucho tiempo hasta que encontrase la manera de llegar a él pero tenía que ser suficiente. Recibió con alivio la regeneración de su cuerpo y repasó el plan una vez más. Arrancó una vara de hierro de la oxidada escalera y de un puñetazo rompió el cristal de la ventana más cercana, escogiendo el trozo más largo y afilado. Con ambas manos armadas miró rápidamente a Alix, seguía en la misma posición, luego a un encolerizado lobo que buscaba desesperadamente la manera de atraparlo.
―¿No vienes a hacerme compañía, perrito?
El Licántropo, con energías renovadas debido a la rabia, consiguió sujetarse a uno de los barrotes y se impulsó hacia arriba pateando la pared. Yvan saltó sobre ese nivel con todas sus fuerzas. Al notar que los hierros cedían se elevó de nuevo. La escalera se rompió y un amasijo de metal y carne cayeron al suelo.
En el mismo instante en el que la masa golpeaba contra el asfalto Yvan se encaramaba a la espalda del licántropo golpeándole con la vara primero y clavándosela en el costado después. Lo sujetó con fuerza mientras se retorcía de dolor. Brazos y piernas fallaban golpes a su alrededor. El lobo echó la cabeza hacia atrás para gritar exponiendo la garganta y Yvan aprovechó el momento para clavar el cristal y degollarle.
Se arrodilló junto a Alix haciéndola rodar sobre su espalda con mucho cuidado.
―¡Alix… Alix!
Le retiró el pelo de la cara y observó que las heridas empezaban a cicatrizar, aunque no a la velocidad que debían. Recorrió con la mirada el resto de su cuerpo: la blusa blanca estaba hecha jirones y el rojo la teñía por completo. Apartó los brazos que descansaban sobre el pecho y vientre y los puso a cada lado del cuerpo. La visión fue peor de lo que imaginaba. Las garras de aquella bestia habían desgarrado el torso de Alix. La herida dejaba ver toda la masa muscular de su diafragma pero lo peor estaba en la parte superior. La lesión era tan profunda que Yvan pudo ver el corazón de Alix.
La sangre tomó protagonismo, por primera vez Yvan fue consciente del enorme charco que mojaba sus rodillas, de los regueros que bajaban por las extremidades de Alix, de toda la ropa teñida…
―Oh no… no, ¡no!, escúchame Alix… estoy aquí, estoy aquí.
Yvan tocaba cada parte de su cuerpo como si pudiera arreglar algo con ello, aunque sabía que era imposible no se le ocurría que más hacer. Había perdido demasiada sangre para empezar la regeneración y no sabía hasta qué punto estaba dañado el corazón… si el corazón sufría algún daño no habría remedio.
―Aguanta, aguanta cariño, te voy a llevar a casa.
La besaba una y otra vez mientras pensaba en algo eficaz que hacer. Estaba tan confuso que le era difícil concentrarse, solo quería acunarla y consolarla pero eso no le ayudaría…
Cogió el teléfono móvil del bolsillo y marcó.
―¿Dónde estás, te encuentras bien? ―exclamó una voz desde el otro lado.
―Jon necesito que me hagas un favor.
―Que cojones te pasa…
―¡Escúchame joder! ¿Estás solo?
―Sí.
―Quiero que lleves a casa toda la sangre que puedas encontrar.
―Yvan… es de noche está todo cerrado.
―Toda la que puedas Jon, es importante.
―¿Estás herido?
―Algo así. Haz lo que tengas que hacer, yo me haré responsable.
―De acuerdo.
―Hay algo más. No sé cómo pedírtelo… te aseguro que es importante… necesito que sea humana.
―¿Qué? ¿Te has vuelto loco?
―Te lo explicaré, ¿vale?, ahora no tengo tiempo. Solo te pido que robes en algún hospital no que mates a nadie, ¿de acuerdo? ―un incómodo silencio llenó la línea telefónica―. ¡Joder Jon, es importante!
―Nos vemos en un rato.
No había acabado la frase cuando Yvan colgó y se inclinó hacía Alix.
―Todo se arreglará, lo prometo.
Volvió a marcar un número en el móvil y una voz femenina lo saludó desde el otro lado.
―Necesito que vengas a casa.
―¿A Le Mans?, me llevará dos o tres horas llegar.
―Estoy en París, ven ya, y trae todo lo que necesites para una sanación.
―¿Estás… estáis bien?
Yvan ya había colgado por lo que no pudo escuchar la pregunta. Volvió a besar a Alix y comprobó nuevamente el estado de sus heridas. Era difícil que aguantase hasta llegar al ático pero debía intentarlo. Meditó nuevamente sobre las diversas opciones que tenía aunque la decisión estaba tomada. ¿Qué más daba si lo hacía en ese preciso instante? Ella lo necesitaba en ese momento, quizá no habría un después.
Mordió una de sus muñecas y la acercó a la boca de Alix.