XXII
―Oh… Sa ¿quién te ha hecho esto?
Alix se arrodilló junto a su amiga aguantando el nudo de angustia y lágrimas que se había formado en su estómago. Evitó tocarla pues no podía imaginar el dolor que le provocaban las quemaduras de su piel. Mejor dicho, el sufrimiento que padecía por no tenerla.
―Salomé despierta, estoy aquí ―rozó suavemente su cabeza―, estás a salvo.
―Alix, concéntrate tan solo un segundo ―dijo Yvan en tono bajo pero decidido―. Voy a desatarla, la coges y os proyectáis a casa, allí tendrás tiempo de atenderla. Debes sacarla de aquí, el sol empieza a tener intensidad.
―¿Tú nos sigues? ―le sostuvo la mirada―. Creo poder proyectarte a ti también.
―Escucha ―colocó tras la oreja un largo mechón de pelo que caía por su mejilla―, hay alguien ahí abajo, voy a investigar un poco y luego me reuniré con vosotras.
―Pero puedo oír a varios ―le retuvo por la muñeca y le dio un beso en el dorso de la mano―. Vuelve conmigo.
―Chiss, no hagas ruido.
Yvan intentó romper una de las cadenas que sujetaban a Salomé tirando de ella repetidamente, fue imposible.
―No soy el único que tiene contactos.
―¿Qué hacemos ahora?
―Déjame pensar un segundo.
Inseguro, se desplazó a los pies de Salomé y tiró fuertemente de las dos cadenas que fijaban los grilletes de los tobillos al suelo. Se rompieron sin mucha dificultad, para alguien fuerte y sano, claro. Tras buscar por los alrededores algo con lo que hacer palanca volvió a intentarlo con las cadenas de las manos.
Una de ellas cedió, la otra no.
―Vale, solo nos queda una ―murmuró completamente frustrado por su falta de ideas.
―Esa está hechizada ―dijo Alix al ver que no cesaba en su empeño por romperla―, ya lo has intentado antes.
―Lo sé, estoy pensando ¿vale?
―¿Por qué solo una?
―¿Para qué más?, son difíciles de conseguir. Las brujas no suelen hacer tratos con facilidad.
Lo intentó una vez más. Sacó el móvil y marcó.
―Eva necesito un favor. Está bien no te preocupes. Siento no haber llamado para avisarte, perdona. Se trata de otra cosa. ¿Cómo podría anular el hechizo de una cadena? No, no he perdido la llave, déjate de bromas es algo serio… entiendo. ¡No puedes venir! Buscaré otra manera. Gracias.
―¿Eva es bruja?, no puede ser, es humana.
―Es algo complicado.
―¿Que te ha dicho?
―No podemos hacer mucho sin la ayuda de la brujería.
Permanecieron inmóviles mirando a Salomé, intentando buscar alternativas. La visión era espantosa: su piel prácticamente había desaparecido, a pesar de ser visible la ligerísima recuperación a lo largo de la noche; su masa muscular se había reducido casi por completo y su rostro estaba desfigurado, no solo por el sol, sino por la falta de sangre ¿Quién podía hacer algo así?
Unas voces algo más cercanas interrumpieron los pensamientos de ambos. Yvan miró la pantalla del móvil y mandó un mensaje a Jon.
―Están subiendo ―dijo Alix.
―Lo sé.
―¿Qué hacemos Yvan?
―Tú vas a volver a casa.
―No ―dijo firmemente a pesar de hacerlo en voz baja―. No te dejaré aquí solo.
―Ese era el plan.
―El plan era quedarse a investigar no a pelear, y menos quedándote a cargo de Salomé.
―Tienes que proyectarte, están a punto de llegar.
―Podríamos escondernos, cuando se vayan regresamos con ayuda.
―No la dejaré aquí sola con esos desalmados. Yo me encargaré de todo. V-E-T-E A C-A-S-A.
Yvan la miraba fijamente mientras pronunciaba las letras una a una. Tenían un trato, si no él no hubiese accedido a traerla, así que no cedería, nunca, jamás.
―No
―Alix…
―No te dejaré aquí solo con una carga. Te conozco, la antepondrás ante ti.
―¿Y qué quieres que haga, que la abandone? Es tu amiga.
―Lo sé, lo sé pero podemos regresar. Seguro que se irán en unos minutos. Sobrevolaremos la zona, no tenemos que irnos lejos.
―Alix no podemos soltarla y yo no me iré si ella no está a salvo, así que vete ahora, lo prometiste.
―Podríamos… no sé… quizá si encontrásemos algo con lo que cortar…
―No serviría de nada.
―Me refiero a cortarle…
―¿Cómo se te ocurre semejante locura?
―Se recuperará, seguirá viva.
―Es dolorosísimo Alix no le haré eso a nadie.
Alix agarró el brazo de Salomé y lo acercó a ella. Estaba decidida, si no podía hacer que Yvan la acompañara le quitaría lastre de encima. Le amputaría la mano a Salomé si era la única manera de soltarla de la cadena, se la llevaría de allí y Yvan estaría pendiente de sí mismo, incluso podría seguirlas. Era doloroso, mucho seguramente, pero él lo había superado y también lo haría su amiga. Ella lo entendería y la perdonaría. No tenía otra opción, era por la seguridad de ambos.
―¿Vas acompañarme a un sitio seguro?
―Sabes que no puedo hacer eso, ¡no me pidas eso!
―Lo comprendo.
Dicho esto, clavó sus dientes a la altura de la muñeca de Salomé mientras retorcía con fuerza todos sus huesos y músculos. Al mismo tiempo que escuchaba el chasquido de los ligamentos y del último hueso al partirse, dos gritos se elevaron fuertemente, uno de dolor y el otro de desesperación. Pero ya no tenía tiempo de retroceder, la proyección había empezado, pondría a Salomé a salvo y confiaría en que Yvan la siguiera.
Yvan no se había recuperado aún de lo que acababa de presenciar cuando dos vampiros llegaron a la puerta de la azotea. Escuchó la llave entrar en la cerradura y saltó al aire para poder observar mejor la escena.
Los dos hombres llevaban la cabeza tapada por capuchas y no podía distinguirlos con claridad. Ambos, alterados por los gritos que sin duda habían escuchado, se dirigieron al lugar donde debería estar Salomé y, sorprendiéndose al encontrar una mancha de sangre considerable y un montón de cadenas forzadas en su lugar, se descubrieron y empezaron a buscarla desesperadamente. Eran de la zona. No los conocía muy bien pero pertenecían a la Orden de Frédéric Neveu. Ese dato le resultó sorprendente. Si algo destacaba en la forma de vida de su grupo era el pacifismo y la tolerancia. Quizá Frédéric no estaba al corriente de tales monstruosidades.
Uno de los chicos era rubio con el pelo muy corto y aspecto juvenil. Parecía seguir los pasos del otro, por lo que debía estar bajo sus órdenes, así que no sería muy difícil derrotarlo. Sin embargo, el de pelo rapado sería otro asunto. Lo había visto en alguna pelea callejera con los licántropos y era muy rápido y fuerte. Las vueltas que daba la vida, pensó. Se había tomado alguna copa con ese tal… Mael y ahora resultaba ser un cobarde desgraciado.
«Mierda, Mael, ese Mael»
Yvan recordó que Alix lo había mencionado, estaba saliendo con Salomé pero no sabía con certeza si era su Novio.
«¿No será posible?, maldito desgraciado»
Pensó en la imagen de la pobre chica y luego en Alix y se le revolvieron las tripas. Ese hijo de puta se iba a arrepentir.
Inmóvil sobre la cornisa se permitió el lujo de disfrutar del desconcierto y frustración de aquellos miserables. Fue consciente una vez más de que no se daban cuenta de que estaba allí. No recordaba si le había ocurrido alguna vez en el pasado, seguramente sí, aunque nunca le dio importancia hasta que conoció a Alix. Y no solo era ella, Jon no encontró nada referente a él ni a su olor cuando investigó lo de la pelea del callejón. Nadie identificó un aroma a excepción del rastro de Alix. Para todos, la única involucrada era ella, él seguía oficialmente desaparecido, cosa que cambiaría en pocos minutos.
―Veo que se os ha perdido algo, puedo ayudaros si queréis.
Mael y su compañero se giraron al unísono sobresaltados por la intrusión.
―Vaya el hijo pródigo ha vuelto, estábamos muy preocupados, Jules lo ha puesto todo patas arriba buscándote. Estaba tan triste que creo que podría haber muerto de pena.
―He estado de vacaciones, necesitaba unos días, ya sabes… no era consciente de que causaría tanto revuelo. Me alegro de regresar justo a tiempo, veo que evitaré más de una muerte al hacerlo.
―¿Y qué haces por aquí?
―Regresaba tranquilamente a casa y he tenido el placer de disfrutar de lo bien que tratas a las mujeres. ¡Oh! perdona, tal vez me equivoco y has venido a ayudarla, ¿es tu pareja verdad?
―No seas tan considerado Yvan, ella no es una mujer, es un vampiro. En nuestra especie no importa el género, solo la edad, experiencia y la cantidad de sangre que consumas.
La actitud y el tono de Mael se volvían cada vez más agresivas. Sabía perfectamente que Yvan no estaba allí de paso y pretendía ser el primero en atacar. Mientras tanto el joven rubio permanecía estático junto al cabecilla, trasladando la mirada de uno al otro sin saber muy bien qué hacer.
―Ah ―chasqueó la lengua―… disculpa mi desacierto, no he tenido en cuenta lo mal informado que estás sobre estos asuntos, no recordaba lo poco que te gustan los vampiros ―continuó Mael sarcásticamente.
―Mucho más que a ti por lo que veo ―dio un salto hacia delante y el chico más joven se colocó entre ambos―. No tengo el placer de conocerte.
―¡Retrocede! ― gritó muy nervioso.
―Cállate por favor, das pena.
Yvan corrió hasta él y lo lanzó al otro extremo de la terraza. El chico se golpeó contra un muro y trozos de ladrillos y arena se esparcieron por el suelo. Una pícara sonrisa apareció en su boca al darse cuenta de que no estaba equivocado, y que aquel chico era demasiado joven incluso para ser vampiro. Miró a Mael, que no parecía dispuesto a intervenir para nada, antes de desplazarse cerca del muchacho.
―No necesitas grandes luchadores para someter a una mujer que confía en ti, ¿verdad? ―dijo con pesar negando con la cabeza―. Eres patético.
Voló hasta el chico que intentaba, inútilmente, mantener una pose ofensiva y le cayó encima. Sin contemplaciones le rompió el cuello y lo dejó caer al suelo. Se arrodilló a su lado y le introdujo la mano en el pecho para arrancarle el corazón.
―Lo siento muchacho ―susurró.
Mael se colocó detrás de él provocativamente. Esperó paciente a que se levantara y lo mirara a la cara. Estaba tan seguro de sí mismo que ni siquiera barajaba la posibilidad de ser golpeado. Yvan ladeó la cabeza y le sonrió. Sabía que Mael era más fuerte y veloz, que podía proyectarse en cualquier momento, pero también sabía que su ego no le dejaba ver la realidad. Él ya tenía trazado un plan, tenía previstos sus posibles movimientos y el contraataque que iba a ofrecer. Además el sol había salido y eso disminuiría un poco sus dones, pocos estaban tan acostumbrados a salir a la luz sin protecciones como lo estaba él. Las proyecciones eran otro asunto, no sabía hasta qué punto dominaba el tema, pero confiaba en que su prepotencia lo hiciese luchar cara a cara hasta el final. De no ser así se vería peleando contra el aire una y otra vez.
Lanzó una patada hacia su estómago y Mael retrocedió sin dificultad. ¡Bien! Aún seguía ahí. Se acercó otra vez a él y le golpeó fuertemente en la cara. Mael se enfureció y lo arrolló haciéndole tropezar pero antes de tocar el suelo Yvan alzó el vuelo para caerle encima. Durante largos minutos forcejearon y se golpearon mutuamente. Yvan era resistente pero los golpes de Mael eran continuos y su cuerpo mostraba múltiples hematomas y cortes. Era consciente de que eso iba a suceder, no tenía mucho que hacer contra él por la fuerza, pero lo tenía donde lo quería. Estaba eufórico, crecido por la superioridad en la lucha, se veía vencedor y eso hacía que descuidase la estrategia.
Yvan cayó una vez más contra el suelo clavándose unos ladrillos partidos por su propio peso en las manos. Se arrodilló apoyándose en las doloridas manos, no le quedaba mucho tiempo, pero le costaba levantarse. Una bota militar golpeó su espalda haciéndole caer de nuevo. Mael la mantuvo allí para impedirle cualquier movimiento
―Pensaba que sería un poco más difícil, eso es lo malo de tu dieta. Podría partirte en dos ahora mismo, pero quiero que estés lúcido cuando te arranque el corazón.
―¿Y lo harás por la espalda como un cobarde? ―dijo Yvan observado lo cerca que estaba de su objetivo.
Mael se agachó y lo sujetó por los hombros haciéndole rodar sobre sí mismo. Carcajeando lo miró a los ojos fijamente y en ellos apareció un destello de admiración.
―¿Siempre tienes que tener la última palabra? ―dijo clavándole la rodilla en el pecho.
―Ese soy yo, no tengo remedio.
Pronunció las palabras casi sin aliento. Cerró los ojos y agudizó el oído. Cuando escuchó el ruido de neumáticos frenar y los pasos rápidos de varias personas entrar en el edificio, supo que era el momento de jugar su última carta. Sujetó a Mael por los brazos a la altura de los codos y presionó las articulaciones lo suficiente como para que perdiera la fuerza un instante. Momento que él aprovechó para cruzarle los brazos e impulsarlo hacia atrás. Se desplazó hasta el lugar donde había estado atada Salomé y se dejó caer en el suelo. Mael se abalanzó sobre él y lo cogió por el cuello pero antes de que pudiera hacer ningún otro movimiento Yvan le rodeó la muñeca con la cadena hechizada y tiró con fuerza. Mael, boquiabierto, perdió el control de la situación y Yvan aprovechó para deshacerse de su agarre y rodearle la garganta con el otro brazo. No tenía mucho tiempo hasta que Jules y el equipo llegasen a la azotea así que fue directo al grano.
―¿Por qué le has hecho esto a Salomé?
―¿Cómo sabes su nombre?
―Te he hecho una pregunta, ¿por qué? ―dijo presionándole más el brazo.
―Al principio era una moneda de cambio. Cuando vimos lo que le hacia el sol se volvió interesante y divertido.
Yvan se moría de ganas de matar a ese desgraciado pero debía entregárselo a Jules, al menos le debía eso después de todo lo ocurrido.
―¿Para intercambiar el qué?
―Su amiga. Queríamos obligarla a unirse a nosotros, es una asesina despiadada, nos venía bien para la causa.
―¿Alix? ―la sorpresa hizo que pronunciara su nombre sin darse cuenta.
―¿La conoces? ―Yvan permaneció callado―, te he hecho una pregunta, ¿no vas a contestarme?
―Sí ―contestó en un susurro, no servía de nada ocultarlo, pronto lo tendría que contar todo.
―Vaya. Es la Nosferatus que están buscando, ¿lo sabías?
―Sí
El cuerpo de Yvan se estremeció al escuchar las palabras de Mael y éste giró la cara para observarlo con curiosidad.
―¿La has estado ocultando todo este tiempo? ―rio maléficamente―¡Vaya, no dejas de sorprenderme!
―¡Cállate! ¿Para que la queríais?
―Es cruel y disfruta con lo que hace, es justo lo que necesitamos en nuestras filas para reivindicar lo que somos ―sonrió mezquinamente―. No me has contestado.
―¿Frédéric sabe todo esto?
―No lo creo. ¿La has estado ayudando?
―Sí.
Mael abrió exageradamente los ojos al escuchar la afirmación y negó con la cabeza incrédulo. Unos pasos sonaron cerca pero solo Yvan pareció escucharlos.
Mael seguía esperando que bajara la guardia para atacar cuando Yvan presionó tan fuerte su cuello que parecía a punto de partirlo.
―Tu problema es que te crees el centro del mundo y olvidas lo que sucede a tu alrededor.
Jon agarró la cadena que Yvan sostenía con exagerado empeño y asintió hacia él mientras Jules apoyaba una mano en su hombro en un gesto de complicidad. Yvan soltó su agarre al ver que Jon y Brian tenían la situación controlada. Se incorporó. Mael estaba sujeto por ambos brazos con una nueva cadena y por las fuertes manos de dos vampiros. Todavía permanecía arrodillado en el suelo y aun así Yvan no pudo evitar golpearlo cuando recordó sus palabras sobre. Le dio un puñetazo en la cara y lo sujetó con ambas manos para poderle mirar directamente a los ojos.
―Los de mi condición tenemos este problema, siempre nos ayudamos ―movió fugazmente las manos y le partió el cuello―. Esto os lo pondrá más fácil durante unos minutos chicos. Lo siento Jules, no he podido evitarlo.
Sin cruzar la vista con su leader Yvan retrocedió unos pasos y se sentó con la espalda apoyada en el muro, mirando al cielo. Necesitaba unos minutos para recuperarse de los golpes pero sobre todo necesitaba pensar. Pensar en cómo contarle todo a Jules. Pensar en qué haría luego. Pensar en Salomé. Pero sobre todo, pensar en Alix. ¿Cómo estaría? ¿Estaría nerviosa? Seguro que estaba a punto de hacer una locura. Sacó su móvil para ver si tenía alguna llamada y recordó que ella no tenía el teléfono encima, así que tampoco podía llamarla. Volvió a mirar el increíble cielo azul de junio y cerró los ojos. Unos pasos interrumpieron sus pensamientos pero el aroma le dejó claro que no tenía de que preocuparse. Un bulto se movió a su lado de forma elegante y precisa.
―Ya está todo controlado ―dijo Jules con voz tranquila una vez estuvo sentado a su lado―. Jon y Brian se han llevado a Mael y Owen se ocupa del cuerpo del otro chico. Tengo a un equipo en el piso de abajo revisando toda la documentación que hemos encontrado.
Yvan no se inmutó al notar la gran mano de Jules sobre su hombro.
―Y no lo vas a creer… ahí abajo mantenían encerrados en jaulas a los tres desaparecidos, atados, torturados y mal nutridos. Están al límite, tardarán en recuperarse.
―¿Tres?
―Bárbara, del Clan de las Brujas, apareció muerta hace unos días ―Jules apretó su hombro al ver que Yvan seguía impasible― ¿Dónde has estado hijo?
―Es difícil de explicar, me gustaría hablar contigo en privado.
―Está bien ―retiró la mano y movió la cabeza hacia un lado―, vamos al bar. De camino haré unas llamadas para avisar al resto de jefes, tienen que ocuparse de sus amigos ―sonó apesadumbrado.
―Jules necesito tiempo, uno o dos días, tengo algo importante que hacer. Después te lo contaré todo.
―¿Tiempo? ―Jules lo miró algo desconcertado―. Ya te has tomado mucho tiempo por tu cuenta. Recuerda quien eres y que haces Yvan, perteneces a un clan y tienes obligaciones. No puedes ir por ahí sin dar explicaciones, lo que hacemos afecta al resto ―Yvan lo miró por primera vez. La consternación en sus ojos lo dejó sin aliento―… tienes hasta media noche.
―Gracias leader. Siento todo esto.
Yvan sujetó las manos de su líder y amigo en agradecimiento. Jules asintió con la cabeza y puso los ojos en blanco como muestra de complicidad. Algo que ocurría solo con él. La familiaridad entre ellos era evidente, como de padre e hijo, lo que hacía que Jules se sintiese normal, como un humano normal, y no podía evitar estar agradecido con Yvan por ofrecerle ese sentimiento.
Alix perdió el equilibrio al materializarse en la habitación. Su visión era borrosa y sintió que las piernas cedían al notar su peso. Cayó al suelo soltando a Salomé sobre la cama. Intentó incorporarse pero tuvo que darse unos segundos. Al parecer no estaba tan bien como creía, la proyección le había resultado más agotadora de lo esperado.
Sujetó el borde de la cama con ambas manos y se arrodilló descansando la cabeza en el colchón.
―¿Sa? Soy yo Alix, estás a salvo, te pondrás bien.
Notó que una mano le tocaba la cabeza con ternura y una ligera sonrisa se dibujó en su cara. Levantó un poco el cuerpo para poder mirarla, la habitación tembló en torno a ella, así que nuevamente se hundió en el colchón.
―Tranquila, tómate el tiempo necesario, no me moveré de aquí ―dijo Salomé con voz trémula.
―No digas nada, tienes que ahorrar fuerzas. Estaré contigo enseguida.
Una caricia en la cabeza fue todo lo que obtuvo por respuesta antes de desfallecer. La proyección había noqueado nuevamente su sistema y éste se protegía desconectándose. Demasiado esfuerzo, demasiada información y muy poco tiempo para recuperarse. Necesitaba descansar.
No tardó mucho en abrir los ojos y recordar qué había sucedido. De rodillas a un lado de la cama observó a Salomé dormida sobre un charco de sangre, y con la piel en un lento proceso de recuperación.
«¡Dioses, la mano!»
Corrió en busca de algo para cortar la hemorragia y por primera vez vio realmente donde estaba. Estaban a salvo y reconocía el lugar como su propia casa pero no era donde debía estar. Corrió al baño y cogió una toalla. Volvió junto a Salomé pensando en el histerismo de Yvan si regresaba al ático y no la encontraba.
Presionó fuertemente la amputación y le dio un beso en la frente. Con más esfuerzo del que había esperado, rompió los grilletes que rodeaban las extremidades de su amiga. Velozmente comprobó que las cortinas estuvieran bien cerradas y cogió varias bolsas de sangre del frigorífico. De vuelta a la habitación se bebió una y al sentarse en la cama la segunda. Necesitaba recuperarse de inmediato y por completo para poder ayudar a su amiga.
La incorporó un poco hasta colocarla en su regazo y le acercó una bolsa a la boca. Al notar el líquido en su boca Salomé abrió los ojos y sorbió.
―Sé que es algo repugnante pero deberás conformarte de momento, debes darme algo de tiempo.
Alix bebió a la misma vez que su amiga. Permanecieron allí tumbadas durante largo rato. La piel de Salomé empezaba a ser visible, todo su cuerpo era ahora de un color rosado. La mano era otro asunto. Cuanto más fuerte estaba, más notaba el dolor.
Tardaría días en reconstruirla totalmente y seguramente el dolor remitiría poco a poco pero en esos momentos, ahora que tenía de regreso a su amiga completamente consciente, el dolor que se reflejaba en su cara era el recuerdo de lo que le había hecho.
―Siento mucho haberlo hecho, no encontré otra manera…
―Me sacaste de allí Alix, no tengo nada que perdonar sino todo lo contrario.
―Tan solo necesito algo más de tiempo, debo recobrar fueras.
―No importa, puedo soportarlo.
―Mi sangre te ayudará a recuperarte más rápido.
A pesar de sus propiedades curativas los vampiros no solían alimentarse de la sangre de otro vampiro. A excepción de la sangre de sus parejas, no tenía buen sabor y se consideraba algo tan íntimo y privado que estaba mal visto, pero Alix haría lo que hiciese falta para ayudar a su amiga.
―Estoy bien, solo necesito un poco más de tiempo para poder ir a alimentarme por mi misma y todo se arreglará.
―No irás a ningún sitio, yo estoy aquí para ayudarte.
―Estás muy débil Alix puedo verlo en tu cara, no te dejaré hacer eso ―Salomé se sentó a su lado―. ¿Qué te ha pasado?
―Es un poco complicado.
―Al parecer tenemos todo el tiempo del mundo. ¿Por cierto dónde estamos?
―En Le Mans, he estado viviendo aquí las últimas semanas. Aquí estaremos a salvo aunque tengo que recuperarme para volver a Paris, Yvan estará nerviosísimo…
―¿Quién es Yvan?
―¡Te he echado tanto de menos! ―la abrazó―. ¿Recuerdas el Forseker que conocí?
―¿El qué parecía ser tu groom?
―El que es mi groom.
―¡Madre mía! Y como lo lleva ―recordó la discusión de la última noche que vio a Alix―… ¿Cómo llevas el tema?
―¿Cuál de ellos? ―sonrió―. Tengo tantas cosas que contarte… pero antes tengo que regresar, estará como loco.
El pánico se instaló de imprevisto en el pecho de Alix. Estaba dando por hecho que Yvan había regresado a su piso pero ¿y si no era así? Se quedó solo, con al menos dos vampiros, dispuesto a pelear. Los nervios la hicieron levantarse y caminar por la habitación como haría él. Debía intentar proyectarse hasta su piso pero ¿cómo? No podía dejar sola a Salomé, no sabía si podría regresar de inmediato, y estaba segura de que tampoco podía hacerlo con ella, era el doble de esfuerzo.
―Alix estoy bien, haz lo que tengas que hacer yo te esperaré aquí.
―No puedo dejarte sola. Además si me ve proyectarme después de lo ocurrido… debía proyectarme a su ático en París, contigo, allí nos reuniríamos para curarte ―mordió la uña de su dedo gordo al imaginar la cara de Yvan al no encontrarlas―. Si ha regresado sabrá que no he podido hacerlo, que aún no estoy recuperada y si aparezco de repente… no me dejará volver a por ti.
―Esperaré ―se miraron fijamente― ¿Por qué no te comunicas con él?
―No hemos completado el vínculo.
―Ya veo ―torció la boca en un feo gesto―. Alix siento decirte esto pero debes ir, si de verdad te importa tienes que decirle que estás bien, que sigues con él.
―¿Qué quieres decir?
―Bueno… no quiero preocuparte pero si yo quedo con alguien y no aparece puedo pensar dos cosas que le ha pasado algo o que no quiere venir.
―Él no pensaría eso de mí ―susurró pensativa.
―Tienes que ir Alix, por si acaso.
―Hemos estado juntos en esto, buscándote… él sabe lo importante que eres para mí y a pesar de todos los problemas que hemos tenido no he dejado de decirle lo que siento por él ―presionó el puente de su nariz―. No, no pensará eso.
―Aun así debes ir. Puede especular infinidad de cosas, no puede comunicarse contigo. Seguramente no piensa en que lo abandones pero ¿y si piensa que estas herida o en peligro? Tienes que ir yo estaré bien.
―Tienes razón pero vienes conmigo ―caminó decidida hacia el armario― ¿crees poder ponerte algo de ropa?
―No voy a ir contigo. Estaré bien. Ve, no me moveré de aquí.
―Prométeme que no te moverás.
―Lo juro.
Alix no quería mostrarle lo preocupada y nerviosa que estaba. Intentaba mostrarle una actitud serena aunque su mundo interior estuviese en plena ebullición. Sentándose a su lado escondió la mano bajo la suya.
―Escucha, cuando me vea aparecer hará todo lo posible para que no me proyecte de nuevo y no voy a contradecirle, no quiero ponerle nervioso. Tendrás que esperar unas horas, Yvan tarda algo menos de una hora en llegar aquí pero él también está débil y no sé cuánto tardaré en convencerle de qué me traiga. Cabe la posibilidad de que aparezca él solo así que no te asustes si lo ves aparecer. Te traerá sangre humana pero bajo ninguna circunstancia dejes que él te alimente, es muy importante que entiendas eso.
―¿Por qué iba a hacer eso?
Alix no podía darle una explicación exacta a sus palabras, no sabía porque las había dicho. Sin embargo, algo en ella, una parte profunda de su ser, sabía que él era capaz de cualquier cosa por verla feliz. Y Salomé la hacía feliz.
―Es un Forseker loco y desequilibrado, créeme ―dijo poniendo los ojos en blanco.
―Es capaz de cualquier cosa por ti ¿no?
―Eso parece ―se le hizo un nudo en la garganta―. A perdido completamente el rumbo Sa, lo hace con buena intención pero… eso nos perjudicará en el futuro lo sé. No creo que tome una decisión tan extrema pero si se le ocurre la idea… no dejes que haga ninguna locura.
―Vale.
―Es muy persuasivo.
―Tranquila, yo también.
Alix recordó la habitación de Yvan en París y la retuvo en la memoria. Intentó repetidas veces la proyección pero todas fracasaron. Memorizó la cocina y repitió el proceso. Nada. Agotada escondió tras las manos las lágrimas. Salomé la rodeó suavemente con el brazo sano y le dio un beso.
―Encontraremos otro modo. ¿En esta casa no hay nada de tecnología?
―Que estúpida soy, podemos enviarle un correo electrónico a Eva o a Jon, no sé si guardará esos datos pero podemos intentarlo.
Ambas se levantaron para ir a la otra habitación. Alix salió primero para indicarle el camino pero Salomé, algo lenta y aturdida, se paró en seco al ver un destello plateado debajo de una camiseta gris. Se acercó a la cómoda y la apartó para coger el móvil que había debajo.
―¿A ver cuando te acostumbras a las nuevas tecnologías, es tuyo? ―le dijo enseñándole el teléfono.
―Dioses Sa, ¿dónde estaba? Ni siquiera recordaba que lo tenía.
―Tendrás que darme el número cuando me compre uno nuevo.
―Yvan me lo regaló hace unos días, no soportaba que me fuera a beber sin poder contactar conmigo.
―Estará hecho un energúmeno en estos momentos ―una gran sonrisa de complicidad apareció en sus cara mientras le ponía el teléfono en las manos― ¡Llámale!