XII
La música la despertó repentinamente ¿Qué hora era? La habitación permanecía a oscuras y Yvan no estaba. Sobre la almohada había una nota escrita con una caligrafía exquisita:
Buenas tardes preciosa. Lamento despertarte pero he creído conveniente levantarte para “desayunar”. Tienes todo lo necesario preparado en el frigorífico. No tardaré mucho en llegar, lo prometo.
Bon appètit.
Contenta, miró cuidadosamente entre las cortinas. La luz le molestó extremadamente. Se giró hacia la mesita de noche y miró la hora: las cinco y un minuto. Seguramente Yvan había notado que no se alimentaba muy bien en su presencia y se estaba retrasando intencionadamente. Francamente el gesto era enternecedor, no obstante prefería levantarse con él en casa. Esas misiones de vigilancia eran absurdas. Se puso una camisa blanca de Yvan que encontró a los pies de la cama y fue hacia la cocina.
Las expectativas eran enormes. En su lado habitual de la barra estaba preparado todo con sumo cuidado. La servilleta bien doblada, los cubiertos perfectamente alineados, una orquídea blanca en un jarrón… Abrió el frigorífico y cogió una bandeja preparada con la misma pulcritud. Un zumo de naranja natural, fruta cortada en daditos, queso y una botella de sangre animal junto a una copa. Su estómago se quejó. Cierto que en la última semana había bebido muy poco, pero no era por la presencia de Yvan, más bien por sus gustos. Ese líquido suyo era horroroso. Se sentó y empezó con un poco de fruta y zumo. Un terrible dolor de cabeza la sacudió. Desde que estaba allí le pasaba muy a menudo, seguramente él tenía razón, debía alimentarse mejor. Vertió el líquido en la copa y se lo llevó a la boca. A pesar de intentarlo varias veces tan solo pudo dar un par de tragos.
Con terribles martillazos en su cabeza se dirigió de nuevo a la habitación, segura de que un buen baño ayudaría. Antes cogió el teléfono móvil de Yvan de encima de la cómoda...
―Hola, en estos momentos no puedo atenderte pero si quieres déjame un mensaje y te llamo.
¡Piiiiiii!
―¡Salomé ya está bien, necesito hablar contigo! ¿No te bastan las disculpas y ruegos de los últimos días? Empiezo a enfadarme de verdad.
Colgó bruscamente el teléfono y al instante pulsó la rellanada.
―Hola, en estos momentos no puedo atenderte pero si quieres déjame un mensaje y te llamo.
¡Piiiiiii!
―Sa por favor… empiezo a preocuparme. Mándame un mensaje al menos para decirme que estás bien ¿vale? O mejor, hazme una perdida, ¿ok?
La luz la hizo parpadear un instante.
―¿Quién es Salomé?
Alix se giró y vio a Yvan apoyado en el marco de la puerta.
―La llamas mucho.
Su gesto demostraba una sincera preocupación. Abatida, con el móvil aun en la mano, se sentó en la cama.
―Es mi hermana, bueno prácticamente.
Alix se pasó la mano por la frente.
―¿Por qué siempre enciendes la luz? ―contuvo el aliento ante la sexy imagen que transmitía envuelto en aquellos vaqueros ajustados y el pelo revuelto―.Me has asustado.
―Una costumbre ―caminó despacio hacia ella― ¿Qué le ocurre?
―Se enfadó conmigo y no quiere saber nada de mí.
―¿Hace mucho? ―colocó un mechón de pelo tras la oreja.
―Desde hace unas semanas, justo después de la noche que nos conocimos ―Alix se mordió el labio inferior ante su ardiente mirada―. Jamás ha tardado tanto en perdonarme.
―¿Por qué se enfadó?
―Por lo mismo que tú, créeme fue una día completito.
―Pero… ¿es la chica rubia que he visto alguna vez?
―Sí.
―No lo entiendo. Como puede enfadarse por… bueno ya sabes.
Yvan acarició su mejilla con el pulgar antes de darle un beso en la sien. Parecía absorto. Embelesado ante algo maravilloso. ¿Ella?
―¡Ah, puedo afirmar que lo entenderías! Si te conociese le caerías genial, seguramente te llevarías mejor con ella que conmigo.
Yvan se sentó a su lado y le quitó el teléfono, que aún sujetaba con fuerza, y lo dejó sobre las sábanas. Necesitaba unos segundos para tomar decisiones así que cambió de tema.
―¿Por qué no has comido?
―Sí he comido.
―Alix, necesitas beber, no puedes alimentarte solo con alimentos mundanos. Tu cuerpo empieza a sufrir las consecuencias.
―Estoy bien, no tengo ―interrumpió la frase cuando un dolor empezó a subir desde el estómago hasta la garganta…
Él le pasó un dedo por los surcos oscuros de debajo de los ojos. Luego desplazó suavemente las manos por sus brazos hasta entrelazar sus finos dedos.
―No mientas. Se te ve ojeriza y pareces más delgada. Estás empezando a enfermar, llevas semanas sin alimentarte bien, puedo notarlo.
―Es usted un crack con los piropos caballero.
Yvan la miró con un gesto de reproche, no le gustaban mucho las bromas en momentos serios.
―Está bien tienes razón ―su pulgar rozaba cariñosamente sus fuertes manos―. Lo intento, pero ese líquido rojizo que pretendes que tome es asqueroso, está frío y no sé cuánto lleva embolsado…
―Podrías intentar calentarlo y sabes que yo traigo nueva siempre que puedo.
―Ya lo he hecho pero el sabor no mejora mucho, te lo aseguro, le faltan plaquetas y…
Alix se sobresaltó cuando Yvan abandonó su lugar bruscamente para dirigirse al baño. Lo siguió de inmediato. Observó cómo se lavaba las manos y echaba agua sobre la nuca. Sin duda la situación era tensa. Lo rodeó por la espalda dulcemente.
―Lo siento, tú has preguntado y he pensado….
―No pasa nada ―Yvan no levantó la vista del lavabo.
―Quizá si pudiera ausentarme un par de horas ―dejó de respirar al notar como su cuerpo se endurecía―, ¿una tal vez?
―¿Me estás diciendo que quieres salir a alimentarte de un desgraciado cualquiera al que habrás embaucado y seducido de tal manera que el pobre se dejará matar por la minúscula posibilidad de echarte un polvo?
Yvan golpeó el enorme espejo de encima del lavabo haciéndolo añicos. Las imágenes de Alix provocando a otro hombre se mezclaban con otras de muerte y sangre. Pasaban sucesivas por su cabeza. Diferentes lugares, diferentes caras, abrazos, besos…
―¡Joder Alix no sé qué parte me parece más repugnante!
―¿Estás celoso?
―Estás loca.
La encaró, apretando bien los puños sin percatarse de que su mano derecha estaba chorreando sangre. Las heridas de los nudillos eran bastante feas, los cristales clavados por todas partes estaban haciendo bien su trabajo, los cortes cada vez eran más profundos. Alix abrió la boca y se acercó a él sujetándole el puño en alto con una mano y cogiendo la toalla con otra.
―¡Oh cielos!, ¿Cómo puedes ser tan bruto?
Cuando Yvan bajó la vista para analizar la situación, Alix soltó su agarre y se llevó las manos alrededor se su cabeza a la vez que caía de rodillas intentando sofocar un grito de dolor. Inmediatamente cayó de rodillas a su lado y la abrazó.
―¿Qué te pasa?
―Ya está, no es nada. A veces me duele un poco la cabeza.
―No me habías dicho nada ―acarició su cabeza suavemente― ¿Te pasa a menudo?
―Tres o cuatro veces al día desde que estamos aquí, aunque nunca tan fuerte como ahora ―intentó ponerse en pie pero Yvan se lo impidió cogiéndola en brazos y sentándola en un taburete.
―No te muevas ―se enrolló la toalla en la mano y abrió el grifo del jacuzzi― Un baño nos vendrá de maravilla.
―Hay que curarte esa mano antes ―intentó levantarse, él la empujó hacia abajo.
―Estate quieta. No moriré por esto. Así que cállate y cierra los ojos, te sentirás mejor.
Pasados unos minutos el baño estaba completamente lleno de vaho, la temperatura había subido unos grados y olía a aceites de baño y jabón. Notó como Yvan la cogía en brazos y le quitaba la camisa de un tirón. Un segundo más tarde el agua caliente humedecía su cuerpo poco a poco. Yvan se sentó tras ella y la recostó sobre su firme pecho dándole tiernos besos en la cabeza y los hombros. Dejó que la extraordinaria medicina hiciera su efecto y disfrutó de los efectos secundarios.
―¿Empiezas a sentirte mejor?
―Definitivamente sí. Vuelvo a sentir la cabeza en su sitio.
El silencio volvió a reinar por unos minutos. Recordó la tensa situación anterior y la mano herida de Yvan. La culpabilidad la poseyó.
―Deberías dejarme ver esa mano, si cicatriza con los cristales dentro tendremos que abrir de nuevo.
―Ya te he dicho que no moriré hoy, así que no te preocupes.
―Siento lo de antes, no pretendía todo esto. Tarde o temprano tendrá que pasar ¿lo sabes, no? La ley lo permite y, como tú bien percibes, dentro de poco no tendré mucha vitalidad.
―Que la ley lo permita no significa que sea justo. Dando por sentado que cumplirás la ley.
Permaneció callada. Podría contestarle de mil maneras diferentes pero ninguna mejoraría la situación.
Yvan se dio cuenta de que se había excedido. Quiso morderse la lengua. Él sabía que Alix tendría que salir a alimentarse tarde o temprano pero se había ilusionado con la posibilidad de mantenerla saciada con las bolsas que traía del matadero.
―Cuéntame porque Salomé es prácticamente tu hermana.
―No puedo.
―¿Aún te encuentras mal?
―No es eso. Tendría que hablarte de mí pasado.
―De todas las opciones que tenemos ahora mismo, juro que es mi favorita. Me intriga saber cómo hemos llegado a ser aliados sin conocernos.
―Te lo contaré si me dejas ver esa mano.
Mientras sacaba cada diminuto cristal de las regeneradas heridas Alix le contó que llevaban juntas aproximadamente ocho siglos. Que se criaron juntas en Viena porque Geert Brandt, el padre de Salomé, la adoptó y le enseñó todo lo relativo al vampirismo. Que gracias a ellos había podido sobrevivir tanto tiempo, que la quería como a una hermana y que daría todo por ella. Nunca se había separado por un periodo tan largo de ella y menos aún perder el contacto. El cariño y respeto hacia Salomé y su padre era evidente en sus ojos cuando los nombraba y la curiosidad de Yvan aumentaba a cada palabra.
―Bueno está listo, ya puedes empezar a hacer de héroe y curarte por ti mismo ―le sonrió con ternura y le dio un beso en la palma.
―¿Por qué te detienes?
―He terminado.
―Me refiero a la historia, sigo sin conocer a mi nueva amiga.
―No estoy segura de que quieras oírlo.
La sacó en volandas de la bañera. La envolvió en una esponjosa toalla y la llevó de la mano hasta el armario. Se puso unos pantalones de deporte grises que le quedaban justo por debajo de las caderas y le lanzó una camisola rosa.
―Sí que quiero, aunque no negaré que necesitaré un par de copas.
Alix le siguió sin decir nada, recelosa de la oportunidad que tenía de contarle toda la verdad. Se sentó en el sofá del salón mientras Yvan preparaba un par de margaritas de fresa. Parecía entusiasmado por las nuevas revelaciones. Se sentó con las piernas cruzadas sobre el sofá y le tendió una de las copas.
―Espero que te guste, es mi favorito ―levantó un lado de su boca en una sonrisa maliciosa.
―Si insistes ―Alix probó el dulce combinado. Era fuerte pero agradable―… Salomé y yo no somos lo que piensas, bueno Salomé no lo es, en absoluto. Ella fue transformada cuando tenía dieciocho años por un vampiro llamado Vasile. Su padre, a pesar del odio que tenía a los de nuestra especie, la ayudó y guio por el camino de las leyes de la Orden, e incluso diría por la de los humanos. Era cazador de vampiros y había matado a la pareja de Vasile años atrás, de ahí su castigo. Durante cinco años Geert estuvo buscando a Vasile para vengarse. Lo encontró en Brasov, y lo mató delante de mis ojos. Yo jamás había visto a un caza vampiros hasta entonces, ni siquiera creía en su existencia. Geert me encontró en la mansión de Vasile y se quedó conmigo unos meses, guiándome y consolándome a pesar de tener a su hija sola en Viena. Nos queríamos de verdad. Llegado el momento me ofreció su casa y decidí irme con él. Vivimos los tres juntos hasta que murió. Fuimos lo más parecido a una familia que te puedas imaginar, éramos muy felices. Siento haberles defraudado.
―¿Por qué dices eso? ―Yvan tomó varios sorbos.
―Bueno creo que puedes imaginarlo. A pesar de todos estos años siguiendo las normas tal y como él me enseñó, no he podido evitar… equivocarme.
―¿Por qué crees que lo has hecho?, me refiero a que no podías simplemente evitarlo, dices que eras feliz con tu vida.
―No es la primera vez, desgraciadamente. Los primeros años fueron bastante duros pero él tuvo paciencia conmigo y me perdonó todas las veces. Cuando murió le prometí que no volvería a pasar jamás. Yo estaba muy fuerte y había descubierto todos mis dones, llevaba más de veinte años sin matar a nadie y me veía capaz de seguir así para siempre. Te aseguro que no ha sido un camino de rosas.
―¿Ha pasado muy a menudo?
―No. He podido soportarlo durante todos estos siglos, hasta hace un par de años. Conocí a alguien… no necesitas saber eso de momento.
―Me gustaría saberlo.
―Sencillamente lo maté. Fue un impulso, ni siquiera me di cuenta mientras lo hacía. Bueno… en realidad sí lo hice y a pesar de todo el dolor de mi corazón no logré detenerme. Se lo conté a Salomé y lo hemos intentado superar juntas hasta llegar aquí. Ha sido la etapa más laboriosa, no he sido muy receptiva a la ayuda y la he engañado en más de una ocasión aunque nunca al nivel que lo he hecho aquí. El problema es que cada vez necesito beber más frecuentemente de la fuente y llega a convertirse en una obsesión y eso puede conllevar a… ya lo has visto tú mismo. Y no mencionemos las dificultades legales que puedo tener. Así que teóricamente debo ir acompañada de ella, siempre y cuando me dé permiso para beber, claro ―hizo una mueca―. Pero eso no está pasando desde que llegamos a Paris, tú mismo has podido comprobar que me salto esa norma frecuentemente.
Alix no pudo contener las lágrimas pero Yvan estaba tan asombrado que no se dio cuenta. Se levantó y se sirvió un whisky.
―Después de conocerte necesitaba su consejo y le hablé de ti. No entendía el motivo de tu rechazo sin ni si quiera hablar conmigo hasta que lo dedujo. No pude negárselo. ¡Ni lo intentaría! Si esa mujer se propone descubrir la verdad lo consigue, su capacidad mental es impresionante.
―Estoy sorprendido, no es lo que esperaba. ¿Qué hacías con Vasile eras su ―tragó saliva―… amante?
―Vasile era mi vecino. Un buen vecino, mi familia lo adoraba. Yo siempre fui una niña débil y enfermiza y él ayudaba a mis padres en todo lo que podía. Aún recuerdo lo mucho que me hacía reír. Cuando cumplí los veinte años prácticamente ya no podía levantarme de la cama, no sé qué tenía ni porqué conseguí sobrevivir durante tantos años. A los veinticinco la guerra asolaba todo el país. Se llevaron a mis padres y hermanos, creyeron que yo estaba muerta y me dejaron tirada en la cama. A los días apareció Vasile y me encontró moribunda. Me ofreció la oportunidad de salvarme. Dijo que sería tan fuerte y lista que podría ayudar a mi familia. Acepté, ¿cómo no iba hacerlo? Mi transformación duró más de lo que él esperaba y cuando renací me dijo que era demasiado tarde, que ya no podíamos hacer nada por ellos. Me trasladé con él a su casa sin pensarlo dos veces, era lo único que me quedaba. Cuando Geert apareció en mi vida entendí que todo era mentira. Ni siquiera sabía que podía comer y beber con normalidad. Sólo me enseñó el lado “malo”, dos largos años siendo un monstruo… No ―rio amargamente―, no era su amante. Él me quería como si fuera su propia hija, quería un heredero y me eligió. Creó que me eligió desde que nací. Pienso en la posibilidad de que sobreviviera gracias a él, quizá me administraba pequeñas dosis de su sangre sin que yo lo recordara.
Yvan volvió al sofá, esta vez sentado más cerca de ella, y la miró fijamente. Recogió las lágrimas rosadas con sus pulgares y la besó fugazmente en los labios.
―Te tengo dicho que no llores ―sonrió con tristeza. Después de una pausa que se hizo interminable volvió a hablar―. Bueno, ya lo hemos hecho. Tú me has contado lo que querías y yo lo he soportado. Necesito algo de tiempo para procesarlo pero seguramente pueda tolerar mejor tus necesidades. Vístete, necesitas conocer el pueblo para proyectarte con facilidad. Hoy te acompañaré por algunos lugares. Después de eso podrás salir siempre que quieras, prometiéndome que no te proyectarás a París y que no pasearás sola por el pueblo. Bebes y regresas. No me avises antes, no me avises al llegar.
―No te preocupa que pueda… matar
―Ahora mismo me preocupa más tu bienestar. Creo poder confiar en que no lo harás. Sé que te esforzarás ―Yvan se inclinó hacia ella y mordió su labio inferior―. Al fin y al cabo no te gusta hacerlo ¿verdad? Has reprimido tus instintos durante siglos tu sola, ahora tienes compañía ―invadió su boca con la lengua y se besaron lo que pareció ser un tiempo incalculable.
Después de pasar la noche paseando con Yvan por el pueblo conocía bastantes lugares a los que poder proyectarse discretamente. Había aprovechado que Yvan estaba entretenido instalando un equipo informático en la habitación que se iba a convertir en algo parecido a un despacho para salir discretamente a buscar algo a lo que hincarle el diente. Eran más de las doce de la madrugada y Alix observaba como un grupo de chicos achicharraban unas hamburguesas en una pequeña y mugrienta parrilla. Cuando Yvan le enseñó algunos lugares de la ciudad, le comentó que durante ese fin de semana, con motivo de la celebración de un campeonato de motociclismo, se congregaban cientos de personas en los campings del circuito situado al sur de la localidad. En principio le pareció el mejor lugar para encontrar posibles “donantes”; mucha gente, ruido, confusión… pero ahora, viendo de cerca el panorama se planteaba volver al centro de la ciudad. El alcohol, y en muchos casos, las drogas, circulaban en exceso por los conductos sanguíneos de aquellos ingenuos humanos. Por lo general este hecho no le suponía muchos problemas si no tenía donde elegir, pero en las circunstancias que se encontraba necesitaba sangre pura. La chica de la que había bebido unos minutos antes no le aportaba la suficiente vitalidad para superar días de sed, tanto pasados, como futuros. Necesitaba a un varón, lo más sano posible, para recuperarse y soportar al menos dos o tres días sin beber. Yvan se mostraba tolerante y comprensivo con la nueva información que le había dado, pero esa faceta era la que menos le gustaba. El Yvan enfadado y arisco era fácil de prever, el callado y compasivo podía estallar en cualquier momento. Así que no abusaría de su confianza.
Un chico joven de unos quince años pasó por delante. Su esencia era exquisita y no notaba ninguna sustancia tóxica en su cuerpo. Cuando se levantó para seguirle una mujer de mediana edad llegó corriendo y le tendió un móvil regañándolo por el descuido y recordándole que debía tener cuidado y regresar pronto.
¡Ay, las madres! La situación le resultó enternecedora.
Normalmente no elegía victimas tan jóvenes, esta vez la situación era límite. Además no le haría daño ¿no? Se acercó a él tímidamente y clavó la mirada directamente a sus pequeños ojos marrones.
―Hola ―dijo espontáneamente―, ¿podrías ayudarme?
―Eh… bueno… es posible ―dudó el chico.
―Será algo sencillo, ya verás ―las pupilas de Alix se dilataron y en un instante la mente del joven era suya.
La siguió obediente a través de la oscuridad y paró en seco a la misma vez que ella lo hacía. Estaban ocultos tras las sombras entre dos autocaravanas. Eran las más alejadas del bullicio y Alix se había asegurado de que no hubiese nadie en su interior. Así que como el proceso sería breve estaban a salvo.
―Ven, acércate un poco más, ¿cómo te llamas?
―David ―contestó mientras se acercaba a ella.
―No eres francés ¿verdad?
―No, estoy aquí de vacaciones, soy americano.
―Chiss… no hables.
El chico abrió los ojos cuando notó que Alix se aproximaba a su cuello pero no opuso resistencia. Aunque tenía autonomía para hablar y moverse sus actos estaban dominados por Alix. Haría todo tal y como Alix se lo permitiera, y Alix no tenía mucho tiempo para jueguecitos. Al acercarse más a él el exquisito aroma que desprendía su cuerpo la descontroló. Tenía mucha sed y ese pequeño hombrecito olía maravillosamente, seguro que su sangre era deliciosa. Exhibió sus colmillos sin que el muchacho mostrase el más mínimo sobresalto y agarrándolo fuertemente le mordió. El sabor de su sangre era mejor de lo que imaginaba y provocó un gran alivio en su organismo. Cada gota le producía un tremendo placer y sus sentidos se desataban a una velocidad alarmante. Sabía que debía parar pronto pero necesitaba el máximo posible de aquel manjar. David gimió de placer, la experiencia era excitante para ambos.
«Buen chico, lástima que no puedas recordarlo»
El final de proceso se acercaba y Alix empezó a sacar lentamente sus colmillos. Lamió las dos pequeñas incisiones para que cicatrizasen rápidamente y le sonrió. Mientras le colocaba la ropa y lo peinaba con las manos cariñosamente no dejaba de pensar en la cara de satisfacción que le estaba regalando su víctima. David era muy joven y seguramente era lo más cerca que había estado de que una chica le provocara un orgasmo, su cara lo reflejaba con claridad. Pensó en Yvan y en su estúpida actitud. Si él fuese la mitad de receptivo que aquel pequeño inocente… besó tiernamente la mejilla imberbe de David antes de anular la conexión. Su aroma la golpeó nuevamente. Enfurecida con Yvan por sus cabezonería y ansiosa por dejar de reprimirse volvió a morderlo. Succionó velozmente y con rabia, quería saciar el vacío de su interior y esa sangre era perfecta para hacerlo. El muchacho se quejó varias veces pero no hizo ningún esfuerzo para liberarse de su agarre. Su cuerpo empezaba a languidecer entre sus brazos y Alix sabía que pronto la situación no tendría remedio. Sin embargo, no podía parar. Quería llegar hasta el final. Abrió sus grandes y verdes ojos y observó que la piel de David empezaba a ser preocupantemente pálida, él ya se había desmayado pero todavía le quedaba algo de vida. Intentó pensar en algo que la hiciera retroceder. La imagen de Yvan vestido con la camiseta negra de tirantes y su piel manchada de pintura iluminada por la luz del atardecer la hizo volver a la realidad. Soltó a David y lo dejó caer al suelo. Se agachó para comprobar su estado y se alegró al percibir que aún tenía pulso. Lamió nuevamente la incisión y se proyectó a casa.
Yvan notó que Alix había regresado y por fin pudo relajarse en el sofá. No hacía mucho rato que había salido pero era la primera vez que lo hacía y no podía soportar la incertidumbre. Prácticamente podía asegurar que en Le Mans no corría ningún peligro así que lo que más le inquietaba era lo que estaría haciendo. Quería creer su historia e intentaba confiar en ella pero no era fácil llevarlo a cabo.
Escuchó como corría el agua de la ducha y tomó aire para apaciguar los nervios. Unos minutos más tarde Alix apareció tras él y le rodeó el cuello con los brazos envolviéndolo en un abrazo. Empezó a besarle el cuello e introdujo las manos por debajo de su camisa.
―Hola ―le susurró al oído.
―No digas nada ―suplicó.
Apareció delante de él con el precioso camisón que exigió llevar y con el largo pelo suelto y mojado sobre sus hombros. Sus ojos eran puro fuego, ardían en deseo. Yvan se humedeció los labios al verla. Su erección habló por sí sola. Ansiosa se arrodilló frente a él y con destreza lo desnudó lentamente. Descendió el fino sendero de bello de su pecho con la lengua y se entretuvo a juguetear con el ombligo. Yvan reclinó la cabeza en el respaldo y cerró los ojos deseando más. Notó la lengua seguir su lento recorrido de descenso hasta tocar la punta de su miembro, luego desapareció. Al instante algo húmedo y cálido lo envolvió por completo. La boca de Alix presionaba su erección y lo acaricia con destreza.
―Mmmm ―llevó la mano hacia su cabeza y le retiró el pelo de la cara para poder contemplarla.
Ella alzó los ojos para mirarlo haciéndolo gemir al ver aquellos preciosos ojos. De nuevo echó la cabeza hacia atrás y disfrutó de la increíble sensación de libertad.