VII

 

 

 

 

 

Por más que lo intentaba no conseguía entender su estupidez. Llevaba horas con su Novia y por poco la deja desfallecer. ¿Cómo no se había dado cuenta de lo débil que estaba? Borró rápidamente el recuerdo de Alix acechando a un humano la noche anterior. No pensaba dejarla sufrir y debilitarse pero tampoco quería recordar el motivo por lo que la rechazaba. Cruzó la calle y se dirigió a una esquina donde pudo ocultarse y emprender el vuelo hasta su casa. No podía proyectarse pero esta habilidad también era muy útil, además gracias a la velocidad con la que lo hacía los humanos no lo detectarían con facilidad, ellos habían perdido la costumbre de contemplar el hermoso cielo.

Entró por la terraza de su ático en los Campos Elíseos y se dirigió al frigorífico. Allí guardaba una buena cantidad de provisiones. Las metió en una bolsa negra y se dispuso a salir.

―¡Estas aquí, llevo buscándote desde ayer!

―¿Qué quieres? ―Yvan no pudo evitar sonar cortante.

―¡Eh, tranqui… ¿Qué te pasa?!

Jon Baker era el mejor amigo de Yvan desde hacía un siglo. Llegó desde Irlanda unos cincuenta años después de su traumática transformación y fue como un soplo de aire fresco. Se conocieron por casualidad cuando intentaban dar caza a una bruja enloquecida que estaba causando el pánico en la ciudad. Inmediatamente conectaron y Yvan lo convenció para que se quedase y se uniese al clan de Jules.  Su apariencia enclenque, debido a su extrema delgadez y su más de metro noventa y cinco, junto a un pelo rojizo rizado y unas pequeñas pecas sutilmente difuminadas en las mejillas le facilitaba la integración con los humanos, y eso era muy rentable.

―Perdona Jon, no es un buen momento… tengo prisa.

―Joder tío llevas unos días muy raro. ¿Te puedo ayudar en algo?

―No tengo tiempo ahora mismo, de verdad, en cuanto esté libre te llamo y hablamos.

Jon posó sus increíbles ojos verde hierba en la bolsa negra que Yvan llevaba colgada de un hombro y olfateó con curiosidad.

―¿Por qué llevas un arsenal de suministros?

―No es asunto tuyo. Lo siento, debo irme ―dio media vuelta y fue hacia la terraza.

―¡Yvan, espera! ―le miró por encima del hombro desde el umbral de la puerta―. Jules te está buscando, quiere hablarte de las nuevas directrices. La cosa está un poco agitada.

―¿No puedes contármelo tú?

―Solo sé que han reorganizado los grupos, por lo visto tenemos por aquí a un Nosferatus y eso complica el tema de las desapariciones.

―¿Qué? ―pasó los dedos por el pelo y se recolocó la bolsa al hombro―. No puede ser… ¡Dile a Jules que iré en cuanto pueda!―gritó la última frase emprendiendo el vuelo de vuelta a casa de Alix.

Aquella situación era insostenible, ahora estaban en peligro los dos. Si la habían descubierto no tardarían en dar con ella. La matarían sin pensárselo dos veces y si estaba cerca acabarían con él por intentar impedirlo. Y eso era precisamente lo que haría, no podía controlar el instinto de protección hacia su Novia. Ni él ni nadie. Tenía que trazar un plan para poder salvarla sin ser descubierto. Sí, eso haría. Necesitaba pensar con rapidez y para eso debía solucionar la mayor prioridad.

«Debe alimentarse»

Llegó al callejón situado justo frente el edificio de Alix y cruzó la calle a toda prisa. Sacó la llave que había robado antes de irse y entró.

―En el frigorífico he dejado lo necesario para hoy y unos cuantos días más ―dijo entrando al dormitorio.

La encontró sentada en un sillón cerca de la ventana. Con las rodillas sujetas por los brazos. Volvía a tener el pelo recogido, esta vez con una trenza, y llevaba una larga camiseta haciendo de vestido. Tuvo que agachar la mirada para retomar el aliento y armarse de valor.

Ella se dirigió a él y, sin disimular ni por un momento su cambio de humor, de un salto se lanzó a su encuentro.

―¡Has vuelto! ―agarró su cintura con las piernas.

―¡No me toques! ―la asió por la cintura y la hizo bajar suavemente―, por favor.

―Pero tú estás aquí… no entiendo ―se apartó y lo miró, pero él no le devolvió la mirada.

―Necesito hablar contigo antes de irme pero primero debes alimentarte, no puedo verte… sufrir ―esa última palabra fue casi inaudible.

―Yo… no sé qué decir, estoy confundida. Hace tan solo un rato me imaginaba contándote todo lo necesario para que me perdones pero te has ida tan  precipitadamente… Yvan yo no soy lo que crees. Es cierto que he podido cometer algún error pero…

―¡Cállate, no quiero escuchar nada de eso! No sabes lo repugnante que me siento. ¿Por un momento has pensado que me gustaba esta situación? ―cortó el aire con la mano―. Pues no. No me gusta, pero mi cuerpo no me ha escuchado. Esta mierda ha sido más fuerte que yo pero no volverá a pasar ―se inclinó unos centímetros hacia ella―. No puede volver a pasar. No quiero tener nada que ver con todo tu mundo. Me siento sucio ―retrocedió―. Representas todo lo que odio ―dio la vuelta y la observó en el reflejo del espejo― ¡¿Lo entiendes?!

―¡¿Qué me estás diciendo?! ¡Tú has vuelto! ¿Qué significa eso? Además me has llenado la nevera de sangre. ¿Cómo pretendes que entienda nada?

―Significa que tenemos que hablar de algo que nos perjudica a los dos más allá de esta nociva relación que nos ha deparado el destino. Y tenemos que hablar lo antes posible, debo irme. Así que necesito que te alimentes y recuperes tus fuerzas, ¡ya!

―¡Y a ti que más te da mi bienestar! ¡Habla! ―Yvan se acercó inconscientemente a ella y le acarició la mejilla.

―No puedo hacerlo si tú estás mal, mi instinto no me lo permite, volvería a perderme en ti y no podríamos solucionar el problema. Por favor bebe, luego hablamos.

Su voz sonó más relajada y él mismo se sorprendió de su sinceridad, aunque no estaba seguro de que su instinto tuviera la culpa de nada. Cuando Alix, instantes atrás, lo había agarrado con tanto entusiasmo sintió que su extinto corazón le daba un vuelco y por primera vez tenía ganas de vivir una verdadera vida. Por eso era tan duro con ella, para poder recordarse así mismo que no podía ceder a la tentación.

Sin saber muy bien el motivo, Alix decidió acceder. Sabía que iba a ser duro pero también intuía que no estaba todo perdido e iba a luchar por él. No se rendiría. Entendía su postura, él odiaba hacer daño a los humanos, eso estaba claro siendo quien era, y la había visto, no sólo beber de ellos, si no matarlos después. Sin duda un acto difícil de borrar.

―Está bien Yvan, ahora vuelvo.

―¿Puedo darme una ducha?

―Por supuesto. En el mueble del baño encontrarás todo lo necesario. Tómate el tiempo que te haga falta. Muy a tu pesar, aquí siempre serás bien recibido.

Alix abandonó la habitación dejándolo con la boca abierta. Aquella mujer no tenía ningún problema en demostrarle sus sentimientos a pesar de lo mal que la había tratado.

 

El agua caía en su nuca. Tenía todo el cuerpo en tensión a la misma vez que sentía que las rodillas iban a ceder en cualquier momento. Sus manos sujetaban con fuerza la pared como si estuviese evitando que cayera y no podía dejar de mirar el agua desaparecer a sus pies.

«Si todo fuese tan sencillo…»

¿Cómo podía recuperar el control de su vida?

No lo sabía. Necesitaba creer que sería tan fácil como dejarlo correr aunque sabía que prácticamente era imposible. La pareja de un vampiro estaba destinada para toda la eternidad. Dicha unión conseguía aumentar los instintos naturales de supervivencia y despertaba otros, como la posesión y protección, que los adhería a un nivel metafísico para que juntos consiguieran superar sus existencias con mayor facilidad. ¡Y por todos los cielos que eso él no podía imaginarlo! Esa mujer despertaba lo peor de él. Claro que la deseaba y sentía curiosidad por conocerla. Lo poco que sabía de su personalidad lo deslumbraba, pero ella era una asesina, destruía lo que él más honraba, la libertad.

Una imagen de él encadenado a una cama cruzó por su mente. Encerrado en un zulo sin poder decidir ni siquiera la hora de su muerte. Le robaron todo, su mente, su cuerpo, su familia, su vida.

―¡Te odio!

 

Su grito lleno de rabia llegó hasta la cocina y Alix se estremeció. Aunque ella no sabía que no iba dirigido a ella.

Ya en su dormitorio dudó sobre qué hacer. Escuchaba el agua caer por lo que Yvan todavía seguía allí. Estaba nerviosa, él quería hablar y después de eso se iría.

¿Por qué?

Abrió las persianas y corrió las tupidas cortinas color lavanda. Hacía ya unas horas le pareció que a él le apetecía y ella quería que se sintiera cómodo. Atardecía y la luz era tenue. De todas formas, tampoco la mataría. Con poco esfuerzo mental hizo la cama. Siempre había presumido de su gran fuerza psíquica y los últimos asesinatos la hacían mucho más poderosa.

«Eso no es bueno Alix. No te regodees de ello»

Sentándose en el borde de la cama clavó la mirada en el espejo. Su aspecto era el de siempre, no se sentía famélica y quería conservar a Yvan. Podía enfrentarse a cualquier cosa.

«Un momento… ¿qué es eso?»

Se proyectó delante del espejo y con dos dedos se abrió más los parpados del ojo derecho. Su hermoso ojo color verde no solo tenía aquella esfera borgoña alrededor sino que unas diminutas manchas rojas empezaban a difuminarse en él.

«¡Oh dios, esto no es bueno, oh dios!»

Dejó de escuchar el agua y volvió a sentarse en la cama, esta vez dando la espalda a la puerta del baño.

―¿Estas lista?

Silencio.

―Bien, necesitas saber que te están buscando. Has conseguido llamar su atención. Mi líder me reclama para darme nuevas directrices, no sé de qué se trata todavía pero seguro que me pone a buscarte… que ironía…

Yvan se pasó la mano por el pelo y cogió su camiseta.

Silencio.

―No seré él único, supongo que todos los inmortales de la zona estarán informados y desplegaran todos sus medios.

Silencio.

―Por suerte no eres el mayor problema que tenemos en estos momentos ―se mordió el labio, no debería haberlo dicho así.

Silencio.

―¡Joder Alix, no piensas decir nada! Quieren matarte ―dio unos pasos hacia ella…

―¡No! Queréis matarme ―bajó la cabeza― No des un paso más a no ser que estés decidido a hacerlo en este mismo momento. Créeme sería lo mejor para los dos.

Ese cambio de actitud derrumbó nuevamente la pequeña muralla que le había dado tiempo a levantar en esos escasos minutos de soledad en la ducha. Se suponía que él era el fuerte, que se negaría su compañía para siempre mientras ella lo aceptaba y lo tentaba. Daba por hecho que iba a luchar por él una y otra vez y así él podía echarle la culpa cada vez que cediera, porque ahora tenía claro que habría cedido más de una vez. No era tan fuete. Podía aguantar dos siglos su sed pero no podía aguantar mucho tiempo sin besarla.

―¿Qué estás diciendo?

―Tú no quieres vivir lo nuestro y yo no quiero vivir así. Ahora que sé que existes no puedo encontrar otro motivo mejor para no convertirme… bueno ya sabes. Desgraciadamente es tarde. Sé el daño que te causa solo pensarlo, así que verlo...

―No entiendo que quieres decir.

Alix se levantó y muy despacio se dirigió hacia él, sin mirarlo.

―He estado cometiendo errores estas semanas, ya lo sabes. Ayer cuando me encontraste pensé que juntos podríamos solucionarlo. Tú hiciste retroceder la furia a pesar de mi sed. A pesar de tu negativa aún creía que podía convencerte pero hace

solo un instante me he dado cuenta de lo mucho que puedo hacerte sufrir… así que si quieres matarme hazlo ya, será más sencillo para los dos, mientras estemos aquí solos no pienso defenderme.

Justo al llegar a su lado, con el pecho tocando su firme tórax, levantó la cabeza y abrió los ojos.

Yvan retrocedió de un salto y chocó contra la pared al ver aquella atrocidad en sus ojos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Soy quien soy
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