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Avanzaban por un caminito de piedra blanca que les conducía a la puerta de una pequeña casa en Le Mans. Por fuera no parecía gran cosa y, descuidada por la falta de uso, tenía la pintura desconchada y descolorida. Aunque, el color crema de la fachada en contraste con las tejas rojas y una valla blanca alrededor le daban un aspecto muy hogareño. La casa estaba cercada por árboles y plantas dotándola de intimidad ya que, a pesar de no estar rodeada por ningún otro edificio, a escasos metros surgía una zona residencial.

Yvan le había comentado, mientras sobrevolaban el lugar, que en parte fue ese el motivo por lo que la compró: podía disfrutar de una falsa soledad a la vez que el ajetreo de los humanos impediría ciertas intrusiones “exageradas”.

Quedaba menos de una hora para el amanecer y Alix empezaba a estar intranquila. Quería estar bajo techo y el corto sendero se le antojaba interminable. Los primeros minutos del viaje hasta Le Mans habían sido divertidos. Bromearon sobre sus habilidades telequinéticas y la gran sorpresa que le había dado a Yvan pero luego solo quedó el silencio. Incómodos por la situación solo se dirigieron alguna que otra mirada y algún que otro comentario sobre las zonas que atravesaban. Los dos eran conscientes de lo necesario de una conversación y Alix no tenía muy claro que estaba haciendo él allí. Confiaba en Yvan, no sabía porque pero una sola mirada en su habitación le bastó para hacerlo. Su instinto nunca la había fallado pero… ¿Por qué la ayudaba? No quería ilusionarse ni imaginarse ninguna posibilidad. Yvan no era fácil de convencer y lo entendía. Además ella era una cabezota por lo que no se daría por vencida nunca.

Sí, podía ser su Novia ¿Por qué no?

Yvan abrió la puerta y entraron a un salón, o lo que debería ser un salón, totalmente vacío. O para ser sinceros, prácticamente vacío. Al fondo a la izquierda, junto a una sucia chimenea había una butaca marrón llena de polvo y una pequeña mesa de madera cuadrada. Apoyada en una pared una estantería que contenía un par de libros y unas cajas de cartón concluían el mobiliario. Decadente. Siguieron por un pasillo hasta la cocina. Su aspecto no era tan desolado como el salón. Parecía bien equipada, sin lujos pero con lo necesario. Aunque sí estaba igual de sucia, el polvo habitaba por todas partes. Una amplia isla con un par de taburetes cruzaba el centro dividiendo la estancia en dos. Yvan entró y dejó la bolsa negra encima. Recostada en el marco de la puerta Alix lo observó abrir una pequeña puerta donde debía encontrarse el cuadro eléctrico porque un segundo después se encendió el motor del frigorífico.

―Debes ser un bicho raro. Para ser un vampiro no te van los lujos ―le dijo con tono divertido.

―Yo no vivo aquí. Esta no es mi casa. Es un lugar para emergencias, un cobijo.

―¿Tienes problemas a menudo?

―No, la verdad es que no. Tan solo soy precavido.

―¿Qué hacemos aquí Yvan?

―Ya lo sabes ―contestó arisco.

―No. No lo sé. Me pediste que te acompañara y lo he hecho. Simplemente.

Yvan se acercó rápidamente hasta que estuvo a escasos centímetros de su cara. Torció la cabeza y mostró una media sonrisa que le causó un pequeño escalofrío.

―¿De verdad no tienes idea de por qué estamos aquí? Te he sacado de la ciudad en volandas, vengo a un inhóspito lugar con alguien a quien no quería volver a ver jamás, posiblemente no podré volver a mi casa… ¿Siempre eres tan estúpida?

Alix solo atinó a retroceder hasta que su espalda dio contra la pared. Al instante Yvan la siguió y apoyó sus manos justo a la altura de su cabeza formando unos muros invisibles a su alrededor. ¿Cómo podía cambiar tanto una situación? Hasta ese momento no detectó tanto rencor entre ellos. ¿Qué significaba lo de su habitación?

«¿Me ha engañado? ¿Cómo puedo ser tan tonta?»

―¡Sólo te pedí que te fueras Alix! ¿Te resultaba tan difícil comprenderlo? Para ti es sencillo… un pestañeo y et voilà. ¿Por qué me desafías Alix? No logro entender nada… no te entiendo.

Yvan se acercó más a ella, mirándola fijamente a los ojos.

«¿Es posible que esté más nervioso que yo?»

Alix notó el contacto de su cara en el cuello. Retuvo el aliento pegándose más a la pared.

«¿Qué hace , qué hace? ¿Por qué soy incapaz de defenderme?»

Alix no encontraba fuerzas para moverse. Estaba paralizada, nunca había sentido tanto miedo. Pero de qué ¿La decepción, la traición, el amor, la muerte? Una cosa tenía clara: la muerte era horrible pero si era Yvan quien pretendía ejecutarla no se lo impediría. Tal vez precisamente por eso sentía tantísimo miedo. Si él la atacaba no se  defendería, prefería morir que infringirle dolor. Además si ocurriese significaría que de verdad lo perdía, que él no lo intentaría nunca. Y así no merecía la pena seguir. Ni para ella ni para ningún vampiro sensato.

«Este hombre es imbécil»

 

Pasaron segundos tal vez minutos y ninguno de los dos se movió. Yvan seguía impregnándose del dulce aroma a fresas y limón. Necesitaba reforzar sus sentimientos. Había tomado una decisión pero su temperamento y costumbres casi lo echan todo a perder.

«Cielos, que difícil va a ser esto»

Cuando decidió ponerlo todo en juego no pensó en las dificultades. De hecho no había pensado en nada, salvo llevarla con él a un lugar seguro. No quería perderla. Nunca. Pero no iba a ser fácil. No podía evitar odiar todo lo que ella representaba y eso provocaría más de una reacción desmedida.

Justo en ese momento fue consciente de que Alix empezaba a temblar.

«¿Qué pasa?»

Unos débiles sollozos inundaron sus oídos ¿Estaba llorando?

«Estúpido ¿cuándo harás las cosas bien?»

―Chiss… chiss…

Deshizo el cerco de sus brazos para darle espacio y empezó a deslizar sus labios por la barbilla.

―Chiss… chiss…

Podía notar como Alix se tensaba cada vez más y más pero ¿qué podía decirle? ¿Cómo iba a lograr explicarle todo? Así que sin pensarlo dos veces la besó.

Su espalda chocó contra la barra de la cocina. Cuando se deslizaba hacia el suelo Alix cayó sobre él y le sujetó las manos sobre la cabeza. Estaba tan cerca que podía notar como sus pechos le rozaban al ritmo de la respiración.

―¿Qué crees que estás haciendo? ―gritó― ¡No volverás a jugar conmigo!

―Lo siento, lo siento ―apenas podía disimular la risa. Entendía a Alix y lamentaba lo que había pasado, pero verla así le gustaba, lo excitaba. Era su pequeña pantera.

―¡No te rías de mí!

―No lo hago, en serio. Lo siento. No pretendía confundirte.

―¡Pues lo haces fatal! No te haré daño ni ahora ni nunca pero no juegues conmigo. Haz lo que tengas que hacer. Yo quiero estar contigo, pero eso ya lo sabes… no juegues conmigo…

Alix rompió de nuevo a llorar y aflojó su agarre. En ese momento Yvan aprovechó para bajar los brazos. La sujetó por la cintura y se levantó girándose y sentándola sobre la barra. Con las caderas abrió sus piernas y se acercó a ella. Poco a poco fue besando cada una de las rosadas lágrimas. No quería volver a verla llorar.

―Lo siento, lo siento. No llores. Yo no quiero hacerte daño. Tan solo estoy confuso y me cuesta controlarme cuando estoy contigo. Sacas lo bueno y lo malo de mí. Yo no quería expresarme así… lo siento.

―No te entiendo Yvan ―suspiró―. Me besas, me pides que confié en ti, me gritas, insultas y rechazas y me vuelves a besar…Yo haré lo que me pidas, no puedo hacer otra cosa, yo no lucharé contra mi destino. Acepto quien soy. Pero déjame claro qué debo esperar de ti, al menos merezco eso.

―Oh… Alix, ese es el problema. Yo no puedo aceptar lo que eres…no cuando apenas puedo aceptarme a mí, tu mundo es difícil de asimilar. No sé si podré separar las cosas. Llevo tanto tiempo odiando… Alix yo quiero intentarlo, de verdad, necesito luchar por esto, pero no sé cómo hacerlo sin hacerte daño y eso me vuelve loco.

―Odiando… ¿Odiándome? ¿Cómo puedes sentir eso? Yo creía que tú también sentías el vínculo…

―¡Joder tienes que ayudarme Alix!

Yvan se alejó de ella, cogió la bolsa negra que se había caído al suelo y empezó a sacar las bolsas de sangre congeladas para meterlas en el frigorífico. Necesitaba mantenerse ocupado en ese momento para controlar sus impulsos.

―¿Ayudarte a qué?

―Haz un pequeño esfuerzo por entender lo que te digo. Lee el global, no lo que te interesa o lo que quieres remarcar.

―Yo ―necesitaba pensar un segundo…

―Mira, te estoy diciendo que acepto lo que somos, no puedo luchar contra ello, pero no será fácil. Sé que te lo pondré difícil, puedo ser bastante insoportable cuando me siento inseguro y fuera de lugar.

―Eso ya lo he notado ―se proyectó detrás de él mientras cerraba la puerta del frigorífico―. ¿Qué puedo hacer para que sea más fácil?

―Irte.

Alix dio un respingo, sus palabras siempre eran tan directas y sinceras que se le clavaban como puñales.

―Pero eso no lo has hecho ―prosiguió Yvan―. Así que solo me queda intentar entender y asimilar la situación sin hacerte mucho daño con mis comentarios por el camino.

―Necesitamos hablar.

―Ya lo estamos haciendo.

―No. Necesitamos hablar tranquilamente sin hostilidad entre ambos. Quiero contarte lo que me pasó…

―Eso no será posible de momento. Me cuesta imaginarte en tus hábitos de caza, prefiero olvidarlo.

―Eso no nos funcionará.

―Mira Alix yo no te odio pero si odio lo que haces. Llevo casi dos siglos matando a otros como tú. Así que no me digas lo que funcionará o no. Sé que seguramente esto no funcionará, no por ti si no por mí, te gritaré, te juzgaré, querré arrancarte la cabeza cuando desaparezcas porque tus surcos bajo los ojos sean tan negros que no puedas disimular la sed… Y yo lucharé para evitarlo, lucharé todos los malditos días. Y me equivocaré todos los días también. Hasta que me aborrezcas tanto como para hacerte abandonar. Lo único que podía funcionar bien, sin consecuencias, era que volvieses a tu casa. Tú tomaste tu decisión y me hiciste tomar la mía cuando creí que de verdad te perdía. Así que desde ahora en adelante lo único de lo que puedo estar seguro es que estaré aquí hasta que tú te vayas y de que lo intentaré. Pero no me pidas que te entienda, no me pidas que comparta tu vida porque eso lo empeorará todo y lo último que quiero es que sufras las consecuencias de años y años de rabia.

Alix se quedó paralizada intentando asimilar toda la información recibida. Jamás lo había escuchado decir tantas palabras seguidas. Por primera vez era sincero con ella y quizá con él mismo. Él se equivocaba en todo pero no se lo diría por el momento. Quería verlo tranquilo, que no se arrepintiera de estar con ella. No lo echaría todo a perder con más palabras. Tendrían tiempo para mejorar ese “pequeñísimo” problema. En cuanto Yvan se tranquilizase le contaría la verdad y él se daría cuenta de que no era un monstruo. Que no volvería a ocurrir. Que, estando juntos, su sed estaría saciada para siempre. Se saciarían el uno al otro. Todo a su debido tiempo.

Sin dejar pasar un instante se proyectó entre él y el frigorífico. Intentó cogerle las manos pero la fuerza que ejercía sobre la puerta era mayor de lo que esperaba, así que volvió a intentarlo con un ruego desesperado en su mirada.  Rodeó con ellas su cintura y se aferró  a su sólido torso. Subió la mirada y vio por primera vez lo duro que era para él. Su cara era pura tensión.

―Abrázame fuerte. Puedes aliviar tensión conmigo. Será mejor para ti y para esa pobre puerta.

Yvan volvió de sus pensamientos y la miró turbado. ¿Cómo podía bromear? ¿En serio pasaría página tan fácilmente? Esa mujer era increíble. Levantó la cabeza y fijó la vista en los dos hundimientos con forma de mano que había en la puerta del frigorífico. Definitivamente se sentía mejor. Alix causaba un efecto sedante en él. Apretó mesuradamente fuerte los brazos alrededor de su cintura, ella era resistente y podía aguantar parte de su furia, pero jamás la descargaría sobre su bello cuerpo. Besó su frente y hundió la nariz en su pelo, eso sí lo reconfortaba. Sin apenas darse cuenta del proceso, notó que ella se agarraba de su cuello y rodeaba su cintura con las piernas. Sintió sus delicados labios sobre los suyos… No importó nada más.

Con un movimiento fugaz Yvan la sentó sobre la barra de la cocina. Sus besos aumentaban de intensidad progresivamente, cada vez más profundos, más intensos y ambiciosos. Sus manos disfrutaban del tacto del corto pelo y el firme cuello. Todo en él era perfecto. De un tirón le desabrochó la camisa negra para poder ampliar sus caricias a más zonas. Su pecho duro como la roca con un fino surco de bello en el centro la hizo estremecer de placer. Él se entretenía besando su cuello, acariciándolo con pequeños círculos con su nariz. De vez en cuando trasladaba sus labios a los hombros, primero un beso, una caricia, un beso, un pequeño mordisco. Recorría el hueso de la clavícula con la legua…

«¡Oh Dioses eso se siente bien!»

Apretó las piernas alrededor de su cintura para acercarlo más a ella. No pudo ahogar un gemido al notar su erección entre sus piernas. Sujetó la cinturilla de los pantalones y con habilidad los desabrochó. Deslizó la mano en su interior disfrutando del calor y la humedad. Yvan reaccionó rompiéndole el tirante del top de seda  y bajando el resto de la tela, dejando sus pechos al aire. Tomó uno entre sus labios, luego el otro. Las caricias iban y venían de un lado al otro pero ya no era muy consciente de ellas, solo del placer. Necesitaba sentirlo dentro, formar parte de él definitivamente. Con la mano libre se desabrochó el short y levantó levemente el culo para indicarle que se lo quitara. Para su sorpresa, la levantó y giró bajándoselos de un tirón junto con el tanga. Besó su espalda y sujetó sus manos por encima de la cabeza inclinándola suavemente sobre la encimera de cuarzo. El aterciopelado y frío roce en sus pezones y las firmes manos de Yvan desplazándose de sus caderas a sus nalgas casi lograron enloquecerla. Notó sus manos introducirse entre sus piernas, empujándolas hasta abrirlas para él, para su boca, sus manos…

―Yvan por favor…

Su lengua siguió acariciándola, saboreándola.

―Por favor…

―¿Por favor? ―susurró―, ¿no te gusta? ―preguntó juguetón.

―Oh, sí pero ―un dedo rotó dentro de ella…

―¿Pero…?

Notó como Yvan se levantaba y pasaba la palma de las manos por sus muslos, sus caderas y la espalda. La agarró por los hombros mientras presionaba su erección contra sus nalgas. Una caricia y otra, y otra más, pero nunca la penetraba. Era tan placentero y frustrante a la vez que su ansiedad crecía a cada segundo. Su movimiento de caderas se hizo cada vez más rítmico y pronunciado en un intento desesperado de ganar terreno. En uno de los envistes lo atrapó. La punta de su enorme erección se introdujo ligeramente en ella. Yvan retrocedió y la volvió a sentar en la barra con él entre sus piernas. Sin previo aviso la penetró y la mantuvo quieta entre sus brazos.

―Es usted traviesa señorita Alix.

―No creo que eso sea justo por su parte caballero ―dijo con un hilo de voz.

―Puede que no ―un retroceso de cadera, un nuevo empuje―, pero hoy no follaremos panthère, hoy haremos el amor.

 

 

Sentado en el suelo con la espalda apoyada en la pared, Yvan observaba a Alix dormir. Parecía una diosa, totalmente desnuda, con la melena azabache sobre la almohada y unos tenues rayos de luz rozándole la hermosa piel.

Había dejado fluir sus emociones por primera vez y la experiencia superaba cualquier expectativa. El sexo no era nuevo entre ellos pero hasta ahora el instinto controlaba la situación. Su lado salvaje y posesivo le había proporcionado la cuartada perfecta para ocultar sus verdaderos sentimientos en sus anteriores encuentros pero ya no tenía que justificarse más. Ella era su Novia y le daría todo lo que tenía. Cuando un par de horas atrás se vio sujetándola contra la barra de la cocina necesitó mirarla y abrazarla. Necesitaba demostrarle que la quería a su lado, así que la poca humanidad que le quedaba le hizo recordar que podía hacerlo mejor. Sentía que para ellos era la primera vez. Por primera vez juntos con las cartas sobre la mesa, sin engañarse a sí mismo.

Conservaba breves recuerdos de la primera vez que hizo el amor con su mujer antes de ser trasformado y no tenían nada que ver con llantos, peleas, huidas por las ventanas… mucho menos con envestidas en una cocina. No, su Novia merecía mucho más que eso, su verdadera primera vez con él iba hacerlo como tocaba. Así que la llevó a la habitación en brazos, la tumbó sobre la cama y usó sus besos y caricias para transmitirle todo lo que sentía por ella ya que no estaba muy seguro de poder transmitírselo con palabras.

 

Rodeó la cama y fue hacia la ventana para cerrar las cortinas. Ella prefería que fuese así y así sería, quería que durmiese lo suficiente. La notaba cansada y algo “desnutrida”, había bebido de las bolsas que le llevó pero no lo suficiente para recuperarse de los días anteriores. Se acercó a la cama e hincó una rodilla para agacharse y darle un beso en la frente. ¿Cómo podía dormir sin alterarse con su presencia? Él le haría un placaje a cualquiera que se acercase así mientras descansaba. La cubrió con la sabana para que al despertar se sintiese más protegida y cerró la puerta al salir.

 

Al despertar le pareció haber dormido una eternidad. Su espalda estaba ligera y su cabeza despejada, la nebulosa de las últimas semanas había desaparecido. Sacó los brazos de entre la sábana y los estiró todo lo que pudo. Abrió los ojos como platos al ver la habitación limpia, sin rastro de polvo. El olor a jabón y flores impregnó sus sentidos. ¿Flores? Distinguió un ramo de rosas rojas en la mesita de noche y otro de flores silvestres en la cómoda gris que tenía en frente.

«¿Pero cómo es posible?»

Se sentó de golpe en la cama. Lamparillas en las mesitas de noche, cuadros de diferentes alturas formando la foto de una rosa lila colgados encima del cabezal, un espejo de cuerpo entero con marco blanco en una esquina, una lámpara de pie en la otra… No recordaba que todo esto estuviese allí por la mañana. Se enrolló la sábana y salió a hurtadillas de la habitación. Recorrió el pasillo y asomó la cabeza por la puerta de la cocina. Todo limpio y reluciente, olía a pino y a ¿café? Entró y se encontró con fruteros llenos de naranjas, limones, pomelos, manzanas… abrió uno de los armarios: estaba repleto de comida. Un botellero, lleno de botellas de vino carísimo sobre la barra, llamó su atención. Pasó una de las manos sobre uno de los manteles individuales que había sobre ella y notó que un trozo de encimera se había roto. Una sonrisa se le escapó de los labios al recordar a Yvan. ¿Dónde estaba? Fue directa al salón y el asombro creció aún más. El viejo sillón marrón y la mesita habían desaparecido y un estupendo sofá negro con cojines rojos ocupaba su lugar frente a una chimenea limpia y lista para encender, aunque empezaba a hacer calor para ello. Al otro lado de la estancia una mesa de madera también negra estaba rodeada por cuatro sillas de aspecto comodísimo y presidida por un enorme jarrón con orquídeas blancas. El fuerte olor a pintura delataba que toda la estancia estaba recién pintada en tonos grises y rojizos en pequeñas zonas. Detalles aquí y allí le daban un aspecto muy acogedor, no se sentía una extraña, estaba impresionantemente cómoda. Se asomó a la puerta de la entrada y vio que en el pequeño porche habían aparecido dos sillones de fibra trenzada color crema y una pequeña mesa en el centro. Yvan estaba sentado en el más alejado a ella con la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados. Estaba tan relajado que parecía dormido. Se acercó sigilosamente para sorprenderlo. Cuando lo rodeó para sentarse a horcajadas sobre él, Yvan tiró de ella y la hizo caer sobre sus rodillas.

―Es usted sigilosa señorita Alix pero su aroma la delata ―le dijo sin moverse ni abrir los ojos.

―No puedo decir lo mismo de usted caballero, sabe esconderse bien de una dama.

―Una ventaja que no comprendo para ser sincero.

―Ni yo, pero por ahora no me importa ―apoyó la cabeza en su pecho―. ¿Qué haces aquí?

―Absorbo la tenue luz del atardecer, una costumbre.

―¿Por qué no me has despertado?

―Necesitabas dormir y te gusta hacerlo de día ¿no?

―No necesitaba dormir tantas horas, necesitaba estar contigo ―sollozó.

―Sí lo necesitabas ―acercó los labios a su frente y la besó con ternura.

―¿Cómo ha pasado todo esto? La reforma, quiero decir.

―He hecho algunas compras y soy bastante rápido, mañoso y al parecer sigiloso con el bricolaje. Siento no tenerlo listo pero quería estar aquí cuando despertaras.

―¿Tú has salido a comprar? ¿De día?

―Las tiendas abren de día ¿sabes? Al menos la mayoría.

―¿Cómo puedes hacerlo?

―Tú también puedes.

―No te hagas el gracioso, ya sé que puedo, es decir sé que no moriré ni nada por el estilo, pero ¿no te sientes inseguro?

―No todos tenemos tantas habilidades que perder, no me importa tener menos velocidad y fuerza, entre humanos no me hacen falta.

―No me gusta estar entre humanos.

―Puedo entenderlo ―zanjó el tema―. ¿Te gusta como ha quedado?

―Sí, es precioso ¿creí que no te gustaban los lujos?

―Creíste mal. No todo es malo en lo que se refiere a nuestra condición. El gusto por lo exquisito viene de serie y no pienso cambiarlo.

―¿Selección discriminada?

―Más bien selección positiva.

Alix alzó la vista y encontró una fría sonrisa en sus labios. Parecía más incómodo que divertido. Así que acarició una pequeña mancha de pintura roja que tenía debajo de la barbilla.

―Te has manchado aquí y aquí ―besó el bíceps del brazo derecho.

―Lo sé, lo he hecho para parecer más sexy ¿funciona?

―Es posible… aunque creo que esta camiseta de tirantes ayuda bastante ―tiró y soltó uno de los tirantes―, me gusta el negro.

Yvan abrió sus profundos ojos negros y de repente se sintió indefensa. ¿Por qué la miraba así, que había hecho?

―Y a mí el blanco ―agarró el extremo de la sabana y se la quitó.

―¡Yvan!

Se proyectó inmediatamente en la habitación con la rabia subiendo a las mejillas.

«¿Cómo se atreve el muy desgraciado, pretende humillarme en plena calle?»

Buscó algo de ropa en el armario, le sorprendió encontrarlo todo perfectamente ordenado.

«¿De verdad te sorprende? Estúpido pretencioso»

Dos golpes en la puerta la sobresaltaron.

―¿Qué quieres? ―gruñó.

―¿Puedo pasar?

―La puerta está abierta y es tú casa. Haz lo que quieras.

―¿Lo que quiera?

―¡Sí lo que quieras, estúpido engreído, cómo te atreves…!

Cayó con suavidad sobre la cama con Yvan a horcajadas sobre ella. Un beso aplacó sus recriminaciones y sus gritos aunque no impidió el forcejeo.

―¿Por qué te enfadas tanto? Era una broma.

―Tengo la fea costumbre de que no me vean sin ropa en público ¿sabes?

―No te ha visto nadie. Esto es una fortaleza contra mirones ¿recuerdas?

Ahora sí lo recordaba, pero daba igual. Esa mirada suya no le gustaba, le daba miedo. Sus ojos negros se habían convertido en abismos, no solo por el color sino por la expresión de odio y dolor que trasmitían. No quería que la mirara así.

―Además te lo debía. Tardé unos largos minutos en cicatrizar un feo corte en mi espada y lo peor es que no encuentro esa misma encimera por aquí. Me gustaba mucho.

―De eso se trata, ¿venganza? ―volvió a forcejear y él intentó volver a besarla―. No vuelvas a hacer eso o tendré que hacerte daño. ¡Suéltame!

―No pienso hacerlo.

―¡Suéltame bruto, quiero levantarme de aquí!

―No, no quieres. Podrías hacerlo sin grandes esfuerzos si quisieras.

―Lo sé pero prometí que no te haría daño y no lo haré. Yo no rompo mis promesas.

Yvan se tensó de golpe, ¿por qué tenía la sensación de que eso ya no era un juego? Se incorporó un poco sin soltar su agarre y la miró desconcertado.

―¿Qué quieres decir con eso?

―Yo no cambio mis versiones, ahora sí ahora no… ¡suéltame quiero irme!

―¿De la casa?

―Sí, ahora.

―No puedes, tienes que quedarte aquí.

Y dicho esto se incorporó y se sentó en la cama. No podía creer lo que estaba pasando. ¿Que se había perdido?

Alix se alejó de él y se puso una camiseta y un tanga rápidamente. En cualquier momento desaparecería y lo peor es que volvería a París y no sabía cómo estaba la situación allí en ese momento.

―Alix escúchame ―titubeó―. No puedes irte.

―No quiero saber más, solo quiero irme. Yo creía… yo te creí ―empezó a llorar inesperadamente.

Yvan reaccionó rápidamente, si de verdad quería irse ya lo habría hecho, por algún motivo le daba la oportunidad de arreglarlo pero ¿el qué? No tenía ni idea. ¿Era por la sábana? No.

Se acercó a ella y sujetó la mano entre las suyas con más ternura que fuera, pero no se iría sin él.

―Alix si te quieres ir hazlo, no estás prisionera. Yo te traje aquí para protegerte. Ya te dije que andaban tras de ti. Los licántropos tenían tu esencia y pusieron en alerta a todas las facciones. Yo dirigía la búsqueda en nuestro clan y conseguí distraerlos los dos primeros días, luego tú apareciste en nuestra ruta y…

―¿Tú intentabas darme caza anoche?

―Es mi trabajo Alix, lo importante es que estoy aquí.

―¡No, lo importante es que tú intentabas matarme! ―Alix intentó deshacerse de su agarre pero no le fue posible, él se lo estaba tomando en serio.

―No volverás a París sin mí. Júrame por la Orden que irás a otro lugar y te soltaré.

―¿Por qué me torturas?, ayer te pedí que no jugases conmigo. ¡Dime lo que quieres de una vez!

―¿Es que no me escuchas, no has entendido nada de lo que te dije?

―Tú dices una cosa y haces otra, ayer querías matarme y hoy…

―¿Hoy que, Alix? No lo entiendo, no sé qué he hecho mal, he pasado un día maravilloso imaginado tu cara al ver todo esto. Pensado en lo que te haría sobre esa cama con sabanas nuevas de seda, en la ducha… compartiendo una copa de vino. Cuéntamelo Alix porque me lo he perdido.

―Tus ojos hablan por ti. Ahí fuera sabía que estabas incómodo y pretendía darte espacio, pero cuando me has mirado he visto todo ese odio en tus ojos… ¡Igual que esta mañana! Yo quería creerte y en parte sé que dices la verdad pero prefieres pasar página y seguir con tu vida ¿verdad? ¿Acaso crees que no sé cuál es la única manera de pasar página?

 

Una inmensa paz llenó a Yvan, eso podía controlarlo. Ya tenía el material suficiente para solucionar el problema. Qué estúpido era ¿Cómo no se había dado cuenta? Minutos antes de percibir que Alix trasteaba por la casa había despertado sobresaltado por una pesadilla. Casi siempre que dormía soñaba con su transformación y eso lo perturbaba muchísimo. Al despertar tuvo que esforzarse por no salir de allí o no romper algo. Alix apareció cerca así que se mantuvo quieto, sabía que cualquier cosa lo alteraría en ese momento. Sorprendentemente, ella lo apaciguó más rápido de lo esperado. Cuando abrió los ojos no pensó en que su estado de ánimo aún se reflejaba tanto en ellos. Sabía lo terrorífico que podía resultar ver el sufrimiento y el odio acumulado durante décadas en sus ojos. Pero estaba sereno y quería verla recién levantada. ¡Qué imbécil! Si hubiese aguantado unos minutos más…

―Oh cielo, lo siento tanto. No sabía qué era lo que te asustaba, he sido un estúpido.

―No empieces otra vez con tú palabrería. Júrame que no querías matar.

―No a ti, lo juro. Antes de que llegaras he tenido una pesadilla, sé que me perturban mucho pero he pensado que lo controlaba. Perdóname, no quería asustarte.

Alix se sentó en el suelo. De repente no podía aguantar su propio peso. Ese hombre estaba totalmente trastornado. ¿Cómo podía vivir con ese odio y hacer que pareciese algo normal?

―¿Tú me estás diciendo que tienes pesadillas que te hacen querer matar pero que no me preocupe porque lo controlas?

―Más o menos ―se sentó tras ella y la abrazó con fuerza dándole besos en la nuca―. Alix no me tengas miedo. No te haré daño. Ya te lo dije ayer.

―También me dijiste que querrás arrancarme la cabeza.

―No bromees con eso, sabes a que me refería y en el fondo sabes que no lo haré.

―O al menos lo intentarás todos los días ―lo miró por encima del hombro sus ojos habían recuperado su negro habitual―. Necesitamos hablar. ¡Cuéntame esa pesadilla!

―No.

―¿Por qué?

―No estoy preparado, mi pasado es mi pasado. Nosotros empezamos desde aquí.

―Pero sabes que cuando completemos el vínculo lo sabré. Podré conocer tus recuerdos.

―Eso no pasará. No vamos a completar el vínculo.

―Bueno ya sé que por ahora no, pero cuando pase…

―No pasará. No beberé de ti. Yo no bebo de la fuente y lo sabes.

―Pero esto es diferente somos pareja, es el destino.

―El destino no siempre juega limpio, yo sí.

Un incómodo silencio se mantuvo entre los dos durante varios minutos. El vínculo era algo sagrado entre parejas. Pocos inmortales conseguían encontrar a sus parejas y cuando lo hacían completar el vínculo era la muestra inequívoca para ellos y para los demás de que amaban y protegían a esa persona. Cada grupo tenía sus propias costumbres y tradiciones pero para los vampiros solo podía haber una manera: beber el uno del otro. Eso les permitía conectarse mentalmente para conocerse, entenderse y comunicarse. Además la marca del vínculo era visible por lo que los demás reconocían a una pareja eterna, pero lo más importante era que el intercambio de sangre les ayudaba a regenerarse y a saciarse mutuamente, sin mencionar el placer extra que suponía hacerlo durante el sexo. Y ¿Yvan le estaba diciendo que ese acto de amor y de generosidad estaba prohibido entre ellos? No podía creérselo. No podía consentirlo. Alix se dio la vuelta. Sabía que lo mejor sería que él pensase que sería así, pero si él podía poner normas en sus vidas ella también podía hacerlo.

―Bien lo acepto, lo entiendo. Aunque debes entender que yo haga todo lo posible para hacerte cambiar de idea. Si no completamos el vínculo no podré encontrarte ni ayudarte cuando me necesites y has de tener en cuenta que tampoco puedo rastrearte. Así que no te pediré que sea hoy, ni mañana ―puso la mano sobre su mejilla cariñosamente―, ni tampoco el año que viene, tenemos toda la eternidad. Pero te juro que completaremos el vínculo, para nuestra seguridad y por nuestro amor. Y para que pueda empezar con mi tarea lo primero que debes hacer es entenderme y confiar en mí, así que tienes que conocer mi historia.

―Ya te he dicho que no quiero.

―Debes esforzarte, sé que puede ayudarnos. Cuando te cuente lo que pasó dejarás de verme como un monstruo.

―Yo no te veo como un monstruo y no necesito conocer más de lo que sé.

―Confía en mí, por favor ―acunó su cara con las dos manos―.Yo lo he hecho contigo varias veces. Por favor.

―No seré capaz, estoy seguro. Todavía no.

―Sí lo serás, no es lo que crees. Yo no soy como tú piensas. Confía en mí.

Yvan se levantó de un salto y se alejó de ella. Daba vueltas por el cuarto sin descanso. Necesitaba espacio, ella no podía entender lo dura que era esa conversación para él. Solo le pedía tiempo, empezar de cero, sin cargas. No podía soportar más lastre y menos de ese tipo ¿Es que no conseguía entenderlo? ¿Acaso no tenía dos dedos de frente? Los seres como ella mataban o transformaban a humanos inocentes. Madres y padres de familia, adolescentes con futuros brillantes, niños inocentes… ¿Y le asustaba la sed de venganza de su mirada?

¡No podía soportarlo más, reventaría de ira en cualquier momento!

¿Tan difícil era? ¿No entendía que necesitaba olvidar esa parte de ella, qué prefería vivir en la ignorancia del pasado y del futuro?

¡Oh, el futuro… que duro…!

―Tengo que irme Alix ―se acercó a ella y se puso de cuclillas ―, ¿estás bien, estarás bien?

―Sí, ¿dónde vas?

―No muy lejos, solo necesito unos segundos, volveré. ¿Estarás bien?

―Sí, tranquilo.

Tras escuchar su afirmación Yvan cruzó la puerta y desapareció. Necesitaba borrar de su mente todas aquellas imágenes de muerte que habían aparecido sin previo aviso y para hacerlo debía alejarse de Alix porque desgraciadamente era su rostro el que aparecía en todas ellas.

 

 

 

 

Soy quien soy
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