XXIII

 

 

 

 

 

Jon acercó un vaso de sangre a Yvan que permanecía sentado en el suelo de la  habitación. Llevaba así, inmóvil, tanto tiempo que empezaba a preocuparse. Prefería verlo moverse, caminando sin parar por la casa, gritando a todo lo que se le cruzase por delante que verlo apagado y sin esperanza. Habían luchado tanto juntos que no podía soportar la idea de que su amigo tirase la toalla. Sin embargo, ¿qué más podía hacer? Yvan había perdido tanto en el pasado... ¿Cómo iba a superarlo otra vez?

―¡Bebe! ―le acercó el vaso―. Necesitas reponerte ―se acuclilló frente a él―. ¿No piensas decir nada? ―sus rojizas cejas se arquearon―. Está bien, no hables pero aliméntate. ¡No creas que no te forzaré!

Yvan lo miró incrédulo y le tendió una mano para coger el vaso.

―Eso está mejor, no me gustaría tener que hacerte daño.

―¿Tú y cuantos más? ―sonrió tímidamente―. Solo accedo para evitar que te lesiones.

―No me subestimes amigo, además tengo a Eva de mi parte ―rio―, es muy fuerte ―le entregó el vaso y aprovechó para darle un apretón de manos―. Aparecerá.

―No debí acceder, seguía débil y confusa… no pensé que estuviera en lo cierto, asumí que era un mal sueño, que se quedaría más tranquila si lo comprobaba por sí misma ―aferró el vaso con excesiva fuerza a la vez que su cabeza daba un golpe seco contra la pared―. Si le ha pasado algo Jon no sé cómo lo superaré, ya era duro antes de conocerla imagínate ahora.

―Estará bien, seguro que se ha proyectado a otro lugar.

―¿Confusa y desorientada?

Jon tuvo miedo. Miedo de que su mejor amigo durante un siglo y medio hubiese sido engañado. Miedo de que una Nosferatus sin sentimientos lo hubiese utilizado. Miedo a perderlo bajo una gruesa capa de sufrimiento. Lo ocultó.

―Se ha asustado y se ha puesto a salvo ―sentándose a su lado le levantó el brazo por el codo obligándole a beber.

―En su casa no está ―dijo tras tragar con algo más de esperanza― ¿Tal vez Viena?

―Quizá.

―Eso podría soportarlo, creo.

―Volverá.

Yvan dio un gran sorbo al vaso mientras pensaba en la posibilidad de que hubiese regresado a Viena. Tal vez Jon no se equivocaba y había decidido ponerse a salvo, al fin y al cabo en París la perseguían y habían torturado a su amiga. La idea de que lo hubiese utilizado para que le ayudase a encontrarla le cruzó fugazmente por la mente. ¡No! Imposible. Recordó las semanas que pasaron en Le Mans, las largas conversaciones, los besos, caricias…

―¡Le Mans!, no he mirado allí, tal vez está allí ―dijo incorporándose de un salto.

―¿Estabais allí escondidos?

―Sí, tengo que ir a comprobarlo.

―Un momento ―lo sujetó fuertemente por el brazo―, es mediodía y cargas a tus hombros unos días terribles, no permitiré que vueles hasta allí. Aliméntate durante toda la tarde y si te encuentras mejor vamos juntos por la noche.

―No puedo, tengo que estar aquí a medianoche para reunirme con Jules, si salgo ahora puedo estar de vuelta a tiempo.

―No dejaré que lo hagas, es peligroso.

Los dos dejaron ver sus colmillos, protegiendo sus intereses, luchando por el bienestar de sus seres queridos. Ninguno quería ser el primero en atacar pero ambos estaban decididos a defender su postura.

El teléfono móvil de Yvan sonó repentinamente sobresaltándolos. Lo sacó del bolsillo de su pantalón vaquero y trasladó un segundo la mirada a la pantalla. Al ver el nombre de Alix escrito en ella descolgó de inmediato.

―¿Qué demonios haces en Le Mans? ―exclamó.

―Yvan, ¿estás bien? ¡Oh gracias a Dios! Estaba tan preocupada.

―¿Tú, preocupada? ―Yvan elevó aún más la voz― ¿Cómo se te ocurre desaparecer sin…?

―Ha sido un error, he aparecido aquí sin más. He intentado proyectarme de nuevo pero estoy muy débil… He pasado un infierno sin saber cómo contactar contigo hasta que Salomé ha encontrado el móvil.

―¿Cuándo te acostumbrarás a las nuevas tecnologías? ―no quería parecer enfadado con ella ―pues en realidad no lo estaba― e intentó usar la ironía y la despreocupación,  pero no sabía evitarlo, a ella le salía mucho mejor. Su preocupación se había transformado en ira en menos de un suspiro.

―Salomé me ha hecho la misma pregunta ―rio, aunque su nerviosismo era evidente―. Os llevareis bien, ya te lo dije. ¿Cómo sabes dónde estoy?

Yvan aliviado al escuchar su risa se sentó en la cama y escondió un momento la cara entre las manos. Él sí que había pasado un infierno, pero en realidad ella no tenía la culpa. Estaba débil y confusa, había pasado por cosas muy duras en los últimos días y lo único que quería hacer él era abrazarla y consolarla.

―Sabía que te dejaste el móvil allí el día que fuimos a Viena. ¿Estás bien? ―preguntó al fin.

―Vaya, encantada de hablar contigo de nuevo amor, se ha puesto un hombre mal educado y gritón al teléfono.

―Lo lamento, ¿sigues en casa?

―Tendrías que despedir a ese secretario, no debería hablar así a tu novia desaparecida.

―¡Alix basta!, por favor, ya lo pillo ―peinó su pelo con dedos temblorosos―. Sé lo que intentas hacer pero no estoy de humor ¿vale?, solo quiero reunirme contigo.

―¡Oh Yvan! Está siendo tan duro… solo quería relajarte. Te echo de menos.

―Y yo a ti nena. ¿Estás en casa?

―Sí. He intentado proyectarme a París pero no he podido. Me resulta imposible volver ahora, además no puedo dejar sola a Salomé.

―No vuelvas a intentarlo, yo me reuniré contigo. ¿Cómo está Salomé?

―Mejor. La piel empieza a cubrir su cuerpo, no hay llagas ni heridas. La mano es otro asunto. Hemos bebido prácticamente todo lo que tenías aquí pero necesita sangre humana, el dolor es insoportable aunque intenta disimularlo.

―Lo sé ―cerró los ojos intentando borrar los recuerdos―. Escucha no puedo salir ahora, es mediodía y me costaría mucho llegar. Por otro lado tengo una reunión importante con Jules esta noche y no puedo faltar, así que cuando termine voy con todo lo necesario.

―Entendido.

―¿Estás segura de que estarás bien? Podría intentarlo o incluso podría ir en coche, sí eso haré, alquilo un coche y me recupero allí. Luego regresaré volando para hablar con Jules ―rumió para sí mismo.

―¡Yvan, Yvan, tranquilo! Estamos bien. Te esperamos.

―¿Seguro?

―Sí, aunque podrías enviar a Eva quizá ella puede aliviar un poco a Salomé.

―Eso no puedo hacerlo, lo siento.

―No pasa nada.

―Mantente cerca del teléfono, voy a ser un auténtico coñazo las próximas horas.

―Estoy acostumbrada ―Alix carcajeó― lo siento, no he podido evitarlo.

―Me vengaré.

―Eso espero ―unos segundos de silencio que dijo más que muchas palabras y de todas formas necesitó expresarlo en voz alta―. Te quiero.

―Y yo a ti.

 

Los nervios lo consumieron durante toda la tarde. Las horas interminables y la negativa de sus hematomas a desaparecer rápidamente convirtieron la espera en un tormento. Las llamadas a Alix fueron cada vez más frecuentes y tuvo que esforzarse con ahínco para no reunirse con ella, pero al fin la espera terminaba. Con una bolsa de cuero colgada al hombro repleta de todo lo necesario para ayudarlas y una fuerza renovada, se enfrentaría al último impedimento del día para realizar su viaje.

Esperó con calma a que Jules abriese la puerta de seguridad y entró en la oficina. Todo estaba igual que siempre a excepción de un montón inmenso de documentos dispuestos por la mesa. Jules, sentado en uno de los sillones, le hizo un gesto para que le acompañara.

―Hijo siéntate por favor, te he preparado una copa. Disculpa el desorden, he estado revisando todo lo que encontramos esta mañana. No te lo vas a creer pero esa gente nos tenía bien vigilados a todos.

―¿Frédéric estaba al corriente?

Yvan caminaba sin apartar la vista del hombre que lo había guiado, ayudado y querido desde su transformación. Se negaba a ocultarle la verdad que transmitían sus ojos. Por mucho que le doliese contarle la verdad, que le dolía, debía hacerlo y quería que supiese lo mucho que lo sentía. Lo mucho que lamentaba haberle fallado.

 

―Parece que no ―Jules mantenía su júbilo a pesar de ver la pena en el rostro de Yvan. Había vuelto y estaba sano y salvo, no importaba nada más― No hay pruebas que le impliquen en el asunto y ninguno de los cuatro interrogados ha podido concretar nada exacto sobre él.

―¿Lo habéis interrogado ya?

―Sí. Está limpio, por lo menos eso ha decretado el resto. Yo no estoy seguro, sus respuestas eran imprecisas y escurridizas. Mucha gente de su facción está en el ajo como para que, por lo menos, no lo supiera.

―Siempre has tenido buen ojo para esas cosas, deberíais seguir investigando por vuestra cuenta.

―¿Deberíamos? ―intrigado contempló como tomaba asiento frente a él― ¿Por qué te excluyes de esa frase?

―Por eso estamos aquí Jules. No podré seguir contigo una vez conozcas toda la verdad.

―Después de lo que he pasado durante estas semanas te aseguro que no dejaré que me abandones, no importa lo que haya ocurrido, estoy dispuesto a todo con tal de recuperarte.

―Es muy grave… e infringido más de una norma, podrías perder tu puesto por protegerme.

―Si es necesario lo haré, pero si crees que con mantenerme al margen es suficiente entonces no me cuentes nada. Podré vivir con ello, lo prefiero a que te vayas nuevamente.

Impulsado por un sentimiento pueril, Yvan se levantó y se sentó a sus pies apoyando la cabeza en sus rodillas sin poder evitar romper a llorar como un niño pequeño. Rara vez lloraba, y si alguien podía hacer que sus emociones fluyesen de ese modo era Jules. Una mano grande y fuerte descansó sobre su cabeza y jugueteó con su pelo.

―Necesito que me perdones y que me guíes, no puedo seguir adelante sin tu perdón ―sorbió por la nariz―. Necesito que me orientes, estoy perdido, totalmente perdido.

―Venga cálmate no puede ser tan malo, juntos lo superaremos, ya verás.

El silencio reinó durante largo rato. Los dos hombres permanecieron inmóviles a excepción de los largos dedos de Jules que seguía acariciando la cabeza de su querido muchacho.

―Cuando te encontré, estabas confuso y perdido y aun así te mantuviste fiel a tus ideas, no heriste a ningún humano. Tú solo Yvan. Tardamos tres días en encontrarte después de que escaparas y no sabemos con certeza cuánto tiempo llevabas encerrado sin alimentarte después de la conversión. No podía creerlo, nadie es capaz de eso por sí solo al principio. Pasaron los años y siempre se te veía tan solo y triste.… Intentábamos hacerte ver que éramos tu nueva familia y aun así tú te aferrabas al pasado con tanta fuerza... Tuve que prohibírtelo, me costó mucho hacerlo pero pensé que era lo mejor. Cuando Christina murió pensé que caerías, que la sed podría contigo, por eso te prohibí volver a ver a tu hija. Fue un error, ya me disculpé por eso. Aun así seguiste adelante, nuevamente tú solo. Nunca me has pedido ayuda, ni a mí ni a nadie, y sé que no has probado ni una sola gota de sangre humana. Eso es tan difícil Yvan. Deberías sentirte tan orgullo. Cuando llegó Jon las cosas parecieron mejorar un poco, empezaste a aceptar tu destino y te volcaste con la causa. Ya no era venganza, ni odio. Era Yvan, el Yvan humano plasmando sus ideales, ilusiones y metas en el nuevo mundo que le había tocado vivir. Por fin eras feliz. Volviste a encontrar el modo de ser feliz. Aun así, llevo años preparándome para este momento, en alguna ocasión ibas a necesitarme, somos lo que somos, vampiros luchando contracorriente a cada hora, cada minuto… Puedo perdonarte cualquier cosa hijo. Después de dos siglos disfrutando de tu respeto y cariño al menos te debo eso, comprensión.

―Gracias ―Yvan se enjugó las lágrimas con el brazo.

―No te avergüences de nada, todos deberíamos aprender algo de ti. Mírame, por favor.

 

Yvan se sentó erguido frente a Jules intentado buscar las palabras apropiadas. Empezó a narrar todo lo ocurrido desde que conoció a Alix. No pudo evitar derramar alguna que otra lágrima al recordar como la atacó o como pensaba que la perdía para siempre pero al final el alivio llenó su cuerpo y pudo relajarse. Se había quitado un gran peso de encima, le había contado algo por encima a Jon y Eva conocía la historia desde que se trasladaron a Le Mans, era ella la que se encargaba de pasarle información. Pero la opinión de Jules era la única que le importaba realmente.

―Vaya, me has sorprendido profundamente Yvan. Viéndote no parece que hayas encontrado a tu Novia, más bien todo lo contrario. Sinceramente es peor de lo que creía.

―Lo sé, te he traicionado y a la facción no podré compensartelo jamás.

―No es eso hijo…pensaba que habías bebido de alguien, incluso que lo habrías matado por accidente y que por eso huías de nosotros. Tenía argumentos para hacerte entender que le puede pasar a cualquiera de nosotros, pero esto va más allá Yvan. Son tus ideas las que se tambalean no tu voluntad ¿Cómo puedo ayudarte con eso? No es delito que dejes de ser uno de los nuestros, muchos lo hacen. El problema es que tú no te decides y eso te está destrozando.

―Aun así es lo mejor que me ha pasado en la vida. He intentado alejarme de ella y te aseguro que el dolor es insoportable.

―Pero tú mismo has reconocido que estás perdido que te ha hecho olvidar tu propia identidad. ¿Cómo puede ser eso lo mejor?

―No lo sé. Son sentimientos difíciles de manejar, por eso estoy como estoy.

―¿Has pensado en la posibilidad de que te esté mintiendo? Si es la Nosferatus que estábamos buscando puede ser capaz de todo para despistarnos.

―¡No es una Nosferatus, estoy seguro!, se equivocó, ya te he contado porqué. Todos podemos sucumbir, tú mismo lo has dicho ―se dirigió a la mesita y bebió el whisky que tenía preparado.

―No es eso lo que me preocupa. No quiero que sufras, eso es todo.

―¿Puedes perdonarme?

―Te has enamorado Yvan quien no hace locuras por amor. Si me aseguras que no es una delincuente y que no tenemos que hacer nada al respecto debo confiar en ti, solo espero que no te estés equivocando porque si lo pongo todo en marcha y consigo que el resto de clanes y facciones lo entiendan y al final ella nos la juega no podré hacer nada para ayudarte.

―No tienes que hacerlo, podemos irnos.

―Eso no es una opción. Quiero tenerte aquí vigilado, no quiero que te pase nada. Entiendo que confíes en ella pero no me pidas que yo lo haga tan pronto ¿de acuerdo?

―¿Quieres conocerla?

―Es una buena idea. Me encantaría, aunque no tengas prisa, todo a su debido tiempo.

―Jules debes ayudarme ―se hundió en el sillón―, no consigo aclararme. Cuando estoy con ella veo las cosas de otro modo, ella hace lo que yo necesito hacer desde hace dos siglos y sin embargo es buena y cariñosa…

―Eso es cuando está contigo, no olvides que es capaz de matar a gente inocente.

―Sí lo sé, pero no puedo verla así, eso me hace odiarla por minutos y luego me siento mal por hacerlo, no se lo merece, ella no tuvo a nadie que le ofreciera otra opción. ¿Qué hubiese sido de mí si mi creador hubiese regresado?

―Posiblemente tengas razón, aunque al final lo que cuenta es la voluntad. Ella sí contó con apoyo más tarde y ha recaído unas cuantas veces.

―Es cierto pero se esfuerza tanto…

―Quizá no es suficiente porque en realidad no quiere parar.

―¡No! No es eso. Ella piensa que si completamos el vínculo le resultaría más fácil, y a mí también. Que podríamos saciarnos mutuamente, que estaría más presente en su mente y eso le daría fuerzas…

―Bueno tú ya lo has podido comprobar, ¿Cómo te has sentido al respecto?

―Mal, tremendamente mal. No puedo recordar el momento sin sentirme repulsivo. Y cuando le ofrecí mi sangre eso fue… insoportable. Quería salvarla pero a la misma vez que ella se recuperaba algo en mi moría poco a poco, no sé explicarlo mejor, no encuentro las palabras.

―Lo entiendo perfectamente.

―¿Qué debo hacer, como puedo superarlo?

―Eso es algo que deberás descubrir por tu cuenta. Ella es todo lo contrario a ti Yvan, si quieres seguir adelante deberás encontrar la manera de conciliar ambas vidas, si no es así deberías replantearte la situación.

 

 

Alix y Salomé hablaron durante toda la tarde. Bueno a decir verdad Alix habló toda la tarde. Le contó a Salomé todo lo ocurrido en su ausencia haciendo hincapié en lo referente a Yvan. Salomé intentaba seguir el hilo de la conversación. Sabía que su amiga no paraba de hablar en parte para distraerla, por lo que disimulaba el dolor que le provocaba la regeneración de su nueva mano tanto como podía. Sin embargo, en algunos momentos era imposible reprimir un gemido o una mueca o incluso mantenerse despierta, entonces Alix se callaba y la abrazaba con fuerza. Al caer la noche el dolor era más intermitente y la curiosidad hizo que le preguntara ciertos detalles sobre su relación con Yvan. Muchas de las cosas se le habían escapado o simplemente no las entendía pero sobre todo lo hacía para evitar preguntarle por lo que más le preocupaba, quería sonsacarle discretamente si había vuelto a matar a alguien.

―Alix ¿estás segura de lo que haces?

―No mucho la verdad, pero hace semanas que decidí dejarme llevar por el corazón.

―¿Te das cuenta de lo mucho que te quiere?

―Como yo a él. ¿Qué intentas decirme?

―Lo ha sacrificado todo por ti. ¡Te ha dado de su propia sangre! ¿Sabes lo que eso significa para un Forseker?, podrían repudiarlo.

―¿A dónde quieres llegar? ―la apuntó con un dedo inquisidor―. ¡Al grano!

―Solo intento que medites sobre el tema, no sé hasta qué punto puedes comprometerte con algo así. Si no puedes controlar tu sed le harás mucho daño ¿lo sabes verdad?

―No he vuelto a hacerlo Sa. Con él soy más fuerte puedo afrontarlo mejor.

―Pero la idea sigue dando vueltas por tu cabeza, ¿me equivoco?

―Eso qué importa, lo que importa es que lo mantenga controlado.

―Importa mucho Alix, importa para él. No puedes engañarlo.

―No lo hago ―gruñó entre dientes.

―Solo quiero lo mejor para ti, no te enfades conmigo.

―Yo quiero estar con él, necesito tenerlo a mi lado.

―Lo entiendo pero quiero que te tomes un tiempo para recapacitar. No puedes fallar, lo destruirás ―pasó los dedos entre varios mechones de su pelo a modo de caricia. Alix agradeció el apoyo y cariño de su amiga dándole en beso en la mano― Si te equivocas una sola vez él se irá y tú no tendrás derecho a intentar que se quede, al menos le debes eso Alix.

―Lo sé. No sucederá. Vamos por buen camino, los dos hemos avanzado mucho ―se auto convenció.

―¡Ah, otra cosa! ―alzó una mano al aire y la miró con los ojos muy abiertos―. Tienes que contarle lo de los sueños.

―¿De parte de quien estás? ―Alix movió la cabeza de un lado a otro―. Sabía que esto iba a pasar.

―De la tuya, siempre. Pero es su intimidad, tiene derecho a saberlo. Si no se lo cuentas la bola se irá haciendo cada vez más grande y cuando la culpabilidad no te deje tranquila serán dos cosas que perdonar: la intromisión y la mentira.

―No me presiones, ya encontraré la manera de decírselo.

Salomé la besó y la acunó en sus brazos mientras seguían hablando sin parar de Yvan. Alix estaba nerviosa, necesitaba verlo y comprobar que se encontraba bien, quería saber qué le había dicho el líder de su Facción pero sobre todo quería saber cómo estaba anímicamente. No habían hablado del tema todavía pero en algún momento debía enfrentarse a él. Yvan le ofreció su sangre sin pensar y con toda la buena intención pero ella sabía que esa sería una elevada factura que pagar. Iban a retroceder todo lo avanzado hasta el momento y tenía que permanecer a su lado para darle apoyo y comprensión.

―Salomé ahora que pareces más tranquila ¿me contarás quien te ha hecho esto?

―Mael ha sido el más activo aunque no el único, creo poder asegurar que al menos había cuatro vampiros.

―¡Será desgraciado, sabía que no era de fiar! ―quiso decirle muchas cosas al respecto pero comprendía que no era el momento más oportuno así que cambió la dirección de sus comentarios―. ¿Por qué te harían algo así? No consigo imaginarlo.

―Bueno no pensaban dejar a nadie con vida así que no tenían mucho cuidado con lo que decían. En estas semanas he podido averiguar que por lo visto dependen de una organización, un grupo que los dirigía desde algún lugar. Sé que había alguien al mando pero nunca pude verle. Puede ser que ni siquiera estuviese en la ciudad.

―¿Así que él también era responsable de las desapariciones que han tenido patas arriba todo el submundo de la zona?

―Los primeros días estuve encerrada con otros seres. Nos torturaban y no nos alimentaban lo suficiente. Querían comprobar hasta dónde resistirían nuestros cuerpos, para ellos era un juego. Cuando me subieron la primera vez a la azotea se sorprendieron de la reacción desmedida de mi cuerpo. No es habitual que ardamos…

―Lo siento mucho.

―Tú no tienes la culpa. Venga sigue contándome cosas sobre tu groom, ¿Qué tal el sexo?

 

 

Volaba dirección a casa lo más rápido que podía. Su humor había cambiado y estaba deseando abrazar y besar a Alix. La conversación con Jules se había alargado más de lo esperado pero no le importaba, por fin lo sabía todo y él se sentía más ligero.

Jules parecía aceptar, en parte, la situación aunque no le había ayudado mucho respecto a sus dudas. No era fácil sobrellevarlo porque no era algo aconsejable, según él, y si la decisión era seguir con Alix debía encontrar la manera de conciliar sus ideas con sus necesidades y las de ella por sí mismo. Yvan pensaba que en el fondo era una estrategia para que se diera por vencido y la dejara. No se lo tendría en cuenta, había perdonado sus errores y con eso le bastaba, el resto era tan solo miedo a perderlo.

Jules no quería que abandonara el clan así que había accedido a darle unos meses de vacaciones para poder organizar su vida de nuevo con la condición de mantenerse en contacto con él habitualmente, cosa que no le importaba en absoluto.

Llegó a la puerta de la entrada y se tomó un tiempo para disfrutar del aroma a fresa y cítricos que desprendía. Todo estaba en silencio por lo que pensó que tal vez estaban dormidas. Abrió la puerta y al poner el segundo pie dentro de la casa Alix apareció corriendo y saltó sobre él. Le rodeó la cintura con las piernas y lo abrazó por el cuello como siempre, su sello de identidad, y sin dejarle hablar lo besó. Yvan dejó caer la bolsa al suelo y la sujetó con fuerza acercándola más a él, quería sentirla cerca, tatuarla en su piel para tenerla siempre a salvo. El beso fue largo y apasionado. Dejaron en él todos los nervios, los miedos, las preocupaciones y se olvidaron del mundo. Solo él y ella.

―Has tardado mucho ―dijo Alix entre jadeos.

―Lo siento.

Yvan apartó el pelo de su cara para verla mejor y sostuvo su cara entre las manos regalándole una intensa mirada.

―¿Estás bien?

―Ahora sí ―intentó acercarse de nuevo a sus labios.

―Dame un momento ―volvió a mirarla― ¿Has bebido?

―Sip

―No hagas pucheros, solo quiero estar seguro de que estás bien.

―Bésame.

Cerró los ojos esperando que Yvan tomara la iniciativa y su deseo no tardó mucho en cumplirse. Volvió a sujetarla contra su torso y el beso fue más ardiente que el anterior. Poco a poco los besos se trasladaron al cuello, bajaron a la clavícula, surcaron la mandíbula… Muchos se transformaron en sensuales mordiscos y caricias con la lengua. La temperatura de sus cuerpos se elevaba velozmente, necesitaban tocarse la piel, entregarse el uno al otro por completo. Yvan se quitó la camiseta por la cabeza ágilmente y empezó a desabrochar la camisa de Alix poco a poco.

―Déjame verte, necesito ver tu hermosa y pálida piel sin golpes ni manchas púrpuras por todos lados ―Alix se apartó de él lo justo para permitirle ver sus pechos.

―Estoy bien, ya te lo he dicho.

―Solo quiero verte, eres tan hermosa ―pasó un dedo por el surco entre sus pechos y se paró justo sobre una larga y fina cicatriz blanca, inclinó un poco la cabeza y apartó el dedo para besarla― Siento no haber llegado a tiempo.

―Chiss, no quiero hablar de eso ahora.

―¿No? ―jugueteó ente sus pechos y la miró sonriente― ¿Y de qué quieres hablar?

―Quiero que me beses.

Cuando sus labios volvieron a tocarse un carraspeo sonó en el salón. Ambos se giraron a la vez. Yvan vio tras el sofá una pequeña y fina cara con unos ojos increíblemente azules muy abiertos y un gran moño informal rubio coronando la cabeza.

―Siento interrumpir, he creído conveniente haceros saber que estaba despierta.

Yvan miró sorprendido a Alix que le sonreía pícaramente y luego volvió a mirar a Salomé. Dio unos pasos hacia ella con Alix todavía en sus brazos.

―Yvan esta es Sa ―Alix intentó bajarse para retomar la compostura pero él no se lo permitió.

―No deberías bajar en estos momentos ―le susurró al oído―. Encantado de conocerte, siento el numerito no sabía que estabas aquí.

―Salomé ―sentenció―. No pasa nada, es bonito ver algo de amor después de todo lo ocurrido.

―¿Cómo te encuentras?

―Bastante mejor.

―El dolor es intermitente pero muy intenso ―interrumpió Alix intentando bajarse nuevamente.

―Bueno… no creo poder hacer mucho más por ti pero si me lo permites revisaré la herida y te pondré algo que quizá te alivie.

―Cómo quieras.

―En aquella bolsa hay sangre para ti, es humana, la hemos robado de un hospital. Supongo que la necesitas con urgencia.

―Gracias.

―No es nada. Si no te importa mientras te sirves iré a darme una ducha, han sido unos días muy duros y necesito despejarme, luego nos ponemos con eso ―dijo señalando el brazo.

―Tómate el tiempo que necesites, ya has hecho más de lo que debías.

―Yo siempre estoy para mis amigos y Alix dice que tú y yo ya nos llevamos bien sin conocernos así que…

 

Yvan empezó a caminar hacia la habitación con Alix todavía encima y una enorme sonrisa se dibujó en su cara. Cerró la puerta al entrar y la soltó.

―Ha sido algo incómodo.

―Incómodo ¿y yo? He estado en tus brazos sin poder moverme mientras los dos me excluíais de la conversación.

―No te enfades, tenía prisa por salir de allí.

―¿Ah sí?

―Me has pedido algo y yo siempre obedezco tus órdenes ―dio unos pasos hacia ella.

―Podrías haberme soltado.

―No podía, ya era incomodo presentarme sin camiseta.

Miró ligeramente hacia abajo y Alix le siguió con la vista. La sorpresa iluminó su cara cuando notó como se marcaba una gran erección bajo sus pantalones y no pudo reprimir la risa.

―Realmente nunca te enteras de nada ¿verdad?

―Soy algo despistada ya lo sabes ―se acercó a él y agarró la cinturilla del pantalón para desabrocharle el botón―. Así que te alegras de verme.

―No te haces una idea de cuánto.

Metió una mano dentro de sus pantalones y lo acarició por encima del bóxer. Con la otra mano bajó la cremallera y tiró de la tela hacia abajo. Yvan dio un paso adelante para salir de ellos y le terminó de quitar la camisa que usaba de vestido.

Alix se arrodilló ante él y tiró de uno de los lados de la flexible tela hasta romperlo. Cuando la erección quedó libre frente a su cara se acercó a ella y sujetó el pene con una de sus manos para conducirlo al interior de su boca.

―Mmmm….

Lo arrulló una y otra vez con sus labios y lengua saboreando y disfrutando de la humedad y calor que desprendía.

Su largo pelo cayó sobre su espalda cuando Yvan lo soltó para cogerla por los brazos. La elevó hasta su altura y ella se sujetó con las piernas en su cintura. La trasladó hasta la cama y la tumbó con dulzura. Una larga caricia, que empezó en el hombro y terminó en la ingle, la hizo estremecer de placer. Los expertos dedos de Yvan jugaron por la zona mientras la besaba, y sin previo aviso introdujo uno en su interior. Lo movió con destreza hasta hacerla gemir y entonces introdujo otro. La espalda de Alix se curvó en respuesta, muerta de placer, deseosa de más, mucho más.

―Te deseo tanto Alix. Te amo.

Sacó los dedos de su interior y se los llevó a la boca saboreándola. Encajó las caderas entra las piernas de Alix y se introdujo en su cálido cuerpo. Alix gimió y lo empujó con las piernas hacia ella. Al notarlo dentro hincó las uñas en su espalda y aumentó el ritmo. Yvan la siguió y le mordió un pecho sin dejar de moverse.

Los gemidos eran cada vez más intensos, el placer borraba todo lo ocurrido esos días y llenaba de paz el cuerpo de Yvan. Abrió los ojos y vio a Alix mirándolo con la mirada enturbiada.

―Estamos bien nena, estamos bien ―la besó tiernamente―, déjalo salir.

Alix se incorporó de golpe dejándolo sentado y se quedó a horcajadas sobre él. Lo abrazó con fuerza y aceleró el ritmo de sus movimientos.

―Te quiero, te quiero ―le canturreaba al oído.

Yvan buscó su boca para besarla y cuando sus lenguas se tocaron el clímax llegó para ambos, se dejaron llevar por él.

Alix escondió la cara en su cuello y algo mojó su piel.

―Eh… todo ha terminado, tranquila todo está bien.

Con estas palabras las pequeñas lágrimas de Alix se convirtieron en auténticos sollozos. Yvan la tumbó en la cama para poder verla mejor. Se tumbó justo al lado. Permaneció callado acariciando su brazo y su cintura esperando que ella dijese algo. No tardó en perder la paciencia, el malestar que le provocaba verla llorar no le permitió contenerse durante mucho tiempo.

―Mi ego está herido de muerte en estos momentos.

―No intentes imitarme, te sale de pena.

―No tienes la exclusividad de las bromas inapropiadas ¿sabes?, yo también puedo hacerlo, tan solo necesito algo de práctica.

―Tú tienes tus propias exclusivas.

―¡Me olvidaba! Te he traído un regalito ―fue hasta los pantalones y sacó algo del bolsillo, luego trasteó por la cómoda―. Siéntate y cierra los ojos.

Alix le hizo caso mientras algo pasaba por su cabeza y se asentaba en el cuello. El peso con el que caía por su pecho le hizo descartar de inmediato la idea de que fuera un collar o un colgante pero no conseguía pensar en nada que se ajustase a esas características.

―Muy bien, puedes abrirlos, espero que te guste.

Miró hacia su pecho, donde el objeto rozaba su piel, y se encontró con su móvil colgando de una cinta de cuero rosa. La incredulidad hizo que pusiera los ojos en blanco y se dejó caer de espaldas en la cama sin poder reprimir la risa.

―No pasaré nunca más por lo de hoy.

―Lo de elegir regalos se le da igual de bien que los piropos, caballero.

―Esa es mi chica ―la sujetó por un tobillo y empezó a besuquearle el pie―, no quiero verte llorar otra vez, hoy no. ¿Entendido?

Alix le sujetó por la muñeca para incorporarse y no pudo evitar recordar la imagen de Yvan soltándose de las cadenas.

Cuando Yvan retiró el brazo incómodo por el examen al que se sentía sometido Alix se sobresaltó.

―¿Qué estás haciendo?

―Yvan tengo que contarte algo.

―Ahora no.

―Es importante.

―Voy a preparar un baño. Luego iré a atender a tu amiga y me tomaré un trago en mi sofá. Más tarde intentaré dormir un poco, llevo tres días sin hacerlo. Eso es lo único que haré hoy. Me lo merezco. ¿Quieres acompañarme?

―Sí.

―Me alegro.

 

 

Yvan se sentó junto a Salomé en el sofá y esperó a que ella notase su presencia y se despertara. La venda que le había colocado Alix estaba manchada de sangre, lo que quería decir que aún no se estaba recuperando a buen ritmo. Observó una copa vacía sobre la mesa y se alegró de que Salomé se hubiese servido la sangre antes de que él estuviese presente.

―Estás aquí ―dijo sorprendida al verlo.

―Sí ¿Dejas que examine eso? ―señaló su brazo y ella se lo acercó sin dudar―. Lo siento mucho Salomé, debería haber encontrado otra manera… pero…

―No la encubras, me lo ha contado todo y la perdono, no podía hacer otra cosa. Por lo menos me habéis sacado de ese infierno.

―¿Desde cuándo llevabas allí? ―dijo quitando la venda cuidadosamente.

―Poco después de irme de casa. Pasé unos días con Mael y después sin saber muy bien como aparecí allí. Creo que debió darme alguna droga o veneno, no estoy segura.

―Ya nos hemos encargado de él. Todos los grupos estarán presentes en el interrogatorio y en la ejecución.

―Lo imagino, tendrán ganas de vengarse. A mí me gustaría estar a solas con él. Su muerte sería más dolorosa.

―No tanto como esto ―puso mala cara al ver la herida― ¿Desde cuándo llevabas sin beber?

―Casi desde el primer día. Me traían algo de comida y algo de sangre cada dos o tres días, lo justo para que no desfalleciera de inanición. Después, allí arriba, todo cambió, me alimentaban todas las noches para sanar lo suficiente como para seguir con vida, aunque las dosis eran escasas, retorcidamente escasas.

―Lamento haber tardado tanto…

Agradezco que te molestases siquiera a aceptar buscarme.

―Eres familia de mi Novia.

―Y tú un Forseker.

Yvan le sostuvo la mirada intentando descifrar que escondía aquel comentario. El brillante azul se escondía bajo una fina capa de llanto retenido.

―Te debo dos vidas.

―Jamás le haré daño.

―Eso ya lo sé, y por eso la deuda es aun más cara.

Yvan decidió que lo único que escondían las palabras de Salomé era puro y sincero agradecimiento. Quizá una pizca de condescendencia pero estaba bien, él no sabía ser víctima pero un poco de compasión y reconocimiento no estaban mal de vez en cuando. 

―Bueno a partir de ahora bebe todo lo necesario para regenerar esa mano. Seguramente el dolor sea muy intenso en estos momentos pero dentro de unas horas cuando empieces a regenerar será espantoso.

Salomé lo miró con complicidad, sabía que él podía ponerse en su lugar porque había pasado por lo mismo pero no le diría nada. Era Alix quien tenía que dar el primer paso. Agradecida apoyó la mano sobre las suya y le sonrió. Ese hombre le caía bien, no sabía por qué pero podía ver su bondad y generosidad sin esforzarse. Él interrumpió la cuidadosa friega con ungüento sobre su herida y le sonrió.

―No es necesario que hagas esto, entiendo lo difícil que debe ser para ti ―le dijo dulcemente― ya es bastante lo que haces por Alix, no me debes nada solo por ser su amiga.

Yvan terminó de enrollar una nueva venda alrededor de su brazo y lo guardó todo en una pequeña bolsa.

―Según Alix, tú y yo somos amigos antes de que pudiera aceptar nuestra relación así que yo también tengo una deuda contigo, sobre todo por cuidar de ella durante todo este tiempo.

―Gracias.

 

Ambos se sonrieron y ella se recostó sobre su pecho sin pedir permiso. Necesitaba un lugar seguro para superar tantos días de miedo y dolor y no se le ocurría nadie mejor que él para ayudarla en esos momentos. Su cuerpo duro y fuerte la protegería y sus manos y palabras la consolarían.

 

Yvan le permitió ese acercamiento porque entendía su necesidad de seguridad. La acurrucó y le acarició la espalda para que se relajara y supiese que era bienvenida. En pocos minutos notó como se dormía. La acomodó en el sofá y tras arroparla con una manta volvió a la cama junto a Alix.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Soy quien soy
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