XVIII
Alix regresaba a casa caminando. Era la primera vez que lo hacía pues siempre regresaba lo antes posible pero estaba convencida de que Yvan no se preocuparía mucho por el retraso. Seguramente no sería consciente del tiempo que había pasado fuera en realidad. Cuando salió de casa estaba sumergido en la organización de la búsqueda de Salomé y el tiempo se detenía para él mientras se mantenía colgado al teléfono o navegando por la web. Como cada día, desde hacía una semana, las llamadas y mensajes eran constantes durante unas horas antes de proyectarse a París. Su concentración y rigurosidad eran excesivas. “No te pondré en peligro”, le decía cada vez que se quejaba. “Sé que estás preocupada por tu amiga, y lo entiendo, pero no te expondré sin tenerlo todo atado”, le repetía cuando intentaba abstraerlo de la pantalla del ordenador. Desde su primer día en París habían vuelto todas las noches, salvo una ―por motivos de seguridad―, y aun así no conseguían encontrarla.
«¿Dónde estás Sa?» se preguntó a sí misma una vez más.
―¡Ahh!
Una punzada en la sien interrumpió sus pensamientos.
―¡Ahhh, ahhh!
Se sujetó al poste de una farola. Cada vez era más doloroso.
Divisó un banco al otro lado de la calle y decidió llegar hasta él. Con las piernas recogidas en un abrazo y la cabeza apoyada en ellas intentaba respirar pausadamente para aliviar el dolor. Unos cinco minutos más tarde su cuerpo seguía tenso pero los latidos en las sienes habían desaparecido. Echó la cabeza hacia atrás y la apoyó en el respaldo. ¿Por qué le pasaba esto? ¿Tendría algo que ver con sus actos? No, no podía ser. Los dolores empezaron cuando llegó a Le Mans y cada vez se intensificaban más. No podía tener nada que ver, de hecho sentía que los síntomas de conversión desaparecían paulatinamente: las manchas borgoña en el iris se difuminaban y la telequinesia le resultaba más “devastadora” a nivel mental. Un mohín apareció por sorpresa en su rostro decepcionada.
«No hagas eso Alix» se regañó inmediatamente.
Entonces… ¿qué era?, ¿quizá el exceso de sangre repulsiva de animal muerto?
Sintió que su cabeza estaba mejor y volvió a erguirse. Aún con las rodillas atrapadas en sus brazos dejó la mente en blanco y miró con curiosidad a una pareja que paseaba por la acera de enfrente. Entre risas, se abrazaban y besaban sin parar, parecían muy jóvenes… la escena la hizo sonreír e inmediatamente pensó en Yvan.
Qué guapo era. Nunca se cansaría de mirarlo. Con sus grandes ojos negros, sus labios carnosos, sus anchos hombros… su pelo… le gustaba pasar las manos entre su corto y fino pelo. Miró a ambos lados de la calle para asegurarse de que no la observaba nadie y se proyectó a casa.
Ya en el baño se miró al espejo un segundo y comprobó si la teoría sobre sus ojos era correcta. Sí, lo era. Sus ojos casi eran los de siempre. Con un orgulloso asentimiento de cabeza abrió el grifo de la ducha y fingió desinterés a su mala cara. Buscó una toalla y empezó a desnudarse. Podía oír el sonido del teclado, lo que quería decir que Yvan estaba totalmente absorto en el trabajo. ¡Bien!, exactamente como pretendía. Se lavó los dientes antes de meterse en la ducha y recibió con agrado el agua caliente sobre su cabeza.
«Misión cumplida sin restos de olores ajenos antes de que Yvan me vea»
Después de unos minutos, no muchos en realidad, sintió que alguien la atrapaba por detrás y la abrazaba con fuerza. Yvan…
―Te he echado de menos.
―No seas mentiroso, ni siquiera te has dado cuenta.
―Eso crees… puedo olerte a kilómetros ¿sabes?
―Eres un exagerado ―Alix siguió lavándose el pelo mientas él la besaba tiernamente siguiendo el recorrido de su hombro.
―¿Qué te parece si nos quedamos en casa esta noche? He perdido mucho tiempo en ese despacho en completa soledad y me gustaría recuperarlo ―le susurró sensualmente.
―¿Y Salomé?
Sin soltarse de su abrazo se giró para besarlo. Él la ignoró siguiendo su propio recorrido de besos con los ojos cerrados, parecía abstraído de cualquier cambio o movimiento.
―Bueno sería mejor no ir esta noche, mi contacto no ha conseguido sacar nada en claro.
―¿Jon?
―No, no lo pondría en peligro.
―¿Entonces?
―Alguien de confianza.
Alix sabía que si insistía no conseguiría nada, excepto a un Yvan gruñón y malhumorado. Así que, a pesar de su curiosidad, dejó el interrogatorio.
―¿Así que hoy nos quedamos aquí a recuperar el tiempo que usted decide, voluntariamente, perder a pesar de ser una grandiosa tontería?
―No es una tontería―la besó entre los pechos―. Sí, nos quedamos pero solo recuperaremos el tiempo perdido si usted quiere señorita ―los besos seguían ahora una ruta desde su cuello hasta la mandíbula.
―Sí es una tontería, es más, es una gilipollez. Puedo proyectarme a cualquier lugar en un nanosegundo ―enredó sus dedos en su pelo―. Yo puedo protegerlo más eficazmente que usted a mí, y no necesito pasarme horas hablando con espías secretos.
―¿A cualquier lugar? ―dijo con tono burlón recordándole que eso no era cierto, mientras se agachaba dirigiendo los besos hacia su vientre.
―A los suficientes como para despedazar su enorme ego caballero. Podría trasladarlo a Viena ahora mismo y secuestrarlo durante semanas como usted ha hecho conmigo.
Yvan miró hacia arriba con sorpresa, abrió la boca para decir algo y la cerró inmediatamente. Se levantó y le cogió la cara entre las manos.
―¿Qué te pasa? ―la preocupación casi lo hizo sollozar.
―¿A mí…? nada.
―¿Te encuentras bien? ¿Has bebido?
―¿Qué pasa? Estoy bien.
―Estas extremadamente pálida y tus ojeras ―rozó con los pulgares el surco de debajo de los ojos―. ¿Qué ha pasado?
―No sé… me encuentro bien de verdad ―los ojos de Yvan se volvieron más negros y profundos y Alix supo hacia donde iban sus pensamientos―. Eh… estoy bien, en serio. Debe ser ese horrible dolor de cabeza.
―¿Te duele ahora? ―tiró de ella hacia abajo y la sentó a horcajadas sobre él―. Siéntate.
―Me cogió por sorpresa antes de volver, fue de los fuertes, me tomó unos minutos recuperarme… ya estoy bien Yvan, no pasa nada ―le rodeó el cuello con los brazos y lo besó dulcemente.
―No deberías ir sola…
A Alix le dio un vuelco el corazón cuando entendió en qué estaba pensando. Siempre tan confundido, siempre entre la espada y la pared.
«Oh Yvan»
Habían hablado mucho esos últimos días y la mayor parte del tiempo él parecía estar bien pero siempre ocurría algo que lo catapultaba al abismo.
«Oh Yvan, mi Yvan»
¿Qué podía hacer ella al respecto? En realidad nada. Ese estado de ánimo era auto infringido. Era la manera que él encontraba para conectar con la realidad, su realidad, esa a la que se aferraba tanto sin ningún sentido.
«Oh Yvan, te quiero»
―Está bien así como está, no te castigues más, por favor. Es un simple dolor de cabeza ¿que podrías hacer tú al respecto?
―¿Cogerte de la mano, llevarte en brazos, cuidarte? Se me ocurren infinidad de cosas… sí esa lo resume bien CUIDARTE.
―Chiss ―le puso el dedo en los labios―, ya lo haces.
Lo abrazó con más fuerza y aumentó su proximidad.
Desnudos, mojados…
Alix inició un beso suave. Cuando Yvan abrió la boca para tomar aire aprovechó para transformarlo en intenso. Él se relajó a regañadientes pero se dejó llevar. Alix movía las caderas lentamente rozando su entrepierna contra la erección de Yvan. Los besos se volvieron más húmedos y salvajes. Yvan enterró el rostro entre sus pechos y empezó a darle pequeños mordisquitos alrededor.
―Hueles tan bien… sabes tan bien.
El deseo aumentó en ella al percibir el doble sentido de la frase.
―Todo va bien Yvan, cálmate.
―Te deseo tanto…
―Lo sé. Tranquilo.
Yvan la miró con fervor, esa mirada fría y dura a la misma vez que apasionada. La besó con ímpetu y lujuria. Levantándola un poco por las caderas la penetró. Volvió a mirarla fijamente y la alzó de nuevo para dejarla caer sobre él.
―Ahh ―gimió.
Repitió una y otra vez el proceso, cada vez más rápido. Era tremendamente excitante verlo así, tan rudo y desinhibido. Le gustaba ese lado pero no podía dejar que se desatase otra vez, eso terminaría destruyéndolo todo.
«Oh Yvan vuelve»
Una vez más. Dentro fuera, dentro fuera… el placer era arrollador.
―¡Yvan!
Yvan gruñó y presionó más su agarre. Tiró de su pezón. Chupó intensamente su cuello. Era excitante y tentador tenerlo nuevamente desinhibido pero Yvan no quería eso, debía protegerlo de sí mismo, se lo había prometido. Él no quería dejarla disfrutar de ese lado pasional. Se lamentó en secreto.
«Vas a regresar, te lo prometo»
Abrió los ojos y lo vio mirarla fieramente. Sus colmillos eran visibles a esas alturas y Yvan relamía sus labios una y otra vez. Alix no pudo evitar que su lado salvaje saliese a la superficie aunque estaba vez era consciente de que no podía morder a su presa. Yvan no dijo nada. Desplazó la mirada hacia su cuello y, sin dejar de empujar en su interior, besó la fina y tersa piel de su garganta. Tiró de su largo pelo obligándola a curvarse para él, exhibiendo su torso desnudo y mojado. Su lengua lamió el recorrido hasta el valle de sus pechos provocando que su escasa voluntad se debilitase. Alix sabía que debía ser fuerte. Qué no podía dejarle cruzar la línea y a pesar de ello era tan tentador… Yvan succionó su pecho lujuriosamente.
―Mmmm… Yvan… deja…
Yvan sujetó el hinchado montículo entre sus dientes…
Le agarró fuertemente la cara y besuqueó cada punto de su bello rostro. Yvan no podía verlo. No podía volver a centrarse en aquella pequeña gota de sangre que brotaba de su pezón. El agua de la ducha la haría desaparecer, mientras tanto, mientras el olor a sangre perturbase sus vidas ella lucharía por él.
«Tengo que detener esto, tengo que detener esto»
La miraba con voracidad. Se movía con rudeza. Sus gemidos eran guturales, inhumanos, pero Yvan estaba tras todo eso. El verdadero Yvan no podía estar muy lejos. No sabía muy bien qué hacer así que fue improvisando sobre la marcha.
―Te quiero ―un beso―, te quiero―otro.
Yvan ladeó un poco la cabeza.
―Te quiero ―un beso―, te quiero.
Yvan relajó un poco el ritmo.
―Eso es cariño ―colocó las manos sobre las suyas intentando hacerle soltar su agarre―, quiero que me abraces…
Yvan intentó disuadirla mordiéndole el labio. Ella esperó a que la soltara.
Excitada, muy excitada a punto de llegar a lo más alto.
«Controla la situación Alix»
Lo repetía como un cántico salvador.
Cuando le soltó el labio lo besó fugazmente. Acarició su pelo y lo atrajo hacia ella rodeándolo con un brazo. Él se acurrucó en su cuello disfrutando de la caricia.
―Estoy bien, estoy bien ―notó un sonido sordo surgir de su garganta.
«¡Funciona!»
―Te amo. Estoy bien, déjame verte.
El ritmo era cada vez más lento aunque eso no significaba que hiciese más fácil ignorar el placer. La miró de nuevo. Sus ojos ya no eran tan oscuros, la mandíbula ya no estaba tan rígida...
―Eso es cariño, vuelve conmigo, te necesito.
Yvan torció el gesto como si no entendiese nada de lo que le decía pero su rostro retomaba el aspecto natural. Ella lo abrazó una vez más con fuerza.
―Yvan te necesito, por favor. Hazme el amor.
La cogió por los hombros alejándola de él para poder verla mejor. Un segundo más tarde le daba un apasionado beso en la boca. Cautelosa, notó como se levantaba precipitadamente de la bañera y apretó más las piernas a su alrededor.
Su espalda tocó la cama y, muy a su pesar, la liberó del agarre y del beso. Gotas de agua empezaron a caer por todo su cuerpo. Abrió los ojos y allí estaba él mirándola con dulzura, totalmente estirado sobre ella y apoyado con las manos a la altura de su cabeza, no dejaba de sonreírle. El pelo, más largo de lo habitual, le caía sobre la frente, empampándola. Le cogió un mechón y lo enredó en su dedo.
―Demasiado largo.
―Te amo ―se arrodilló entre sus piernas y la agarró por el tobillo acercándose el dedo pulgar a la boca ―lo besó―. Desde aquí ―prosiguió con un recorrido de besos hasta la boca―, hasta aquí.
Alix quiso profundizar en ese beso, era tan erótico. Sin embargo él volvió a incorporarse para hacer el mismo recorrido desde el otro pie.
―Y desde aquí… hasta aquí ―esta vez mordisqueo su labio inferior.
―¡Yvan por dios! ―exclamó.
―Vaya señorita, veo que ha perdido toda la compostura.
―Cállate ―lo sujetó por la nuca contra ella y lo rodeo por la cintura empujándole el culo hacia abajo con los pies.
―Oh nena estás impaciente…
―Que te calles ―lo besó a la misma vez que levantaba las caderas y lo empujaba un poco más hacia ella…
―Mmm ―musitó Yvan― Te amo Alix.
Estaba tumbada sobre el pecho de Yvan inhalando el aroma a jabón mientras acariciaba su antebrazo. Llevaban en silencio bastante tiempo, no sabía precisar cuánto pero estaba tan a gusto que no se movería jamás. Yvan la rodeó con el brazo libre y le dio un beso en el pelo. Un momento, ¿qué era eso? Algo había cambiado a su alrededor, se tensó al instante y levantó un poco el cuerpo buscando el motivo de su alteración.
―Mmm ―se quejó Yvan.
―Chiss, algo no va bien ―susurró.
―Todo está perfectamente ―tiró de ella hacia él y volvió a percibirlo.
―¡Dios mío! ―chilló mientras se sentaba en su estómago.
―¿Qué pasa cielo?
―¡Otra vez. Muévete otra vez! ―dijo atropelladamente.
Yvan la miró confundido apoyándose sobre sus codos para incorporarse un poco. Ella cayó de nuevo sobre él olfateando su cuello.
―¡Eres tú, eres tú!
―¿A quién esperabas? ―su expresión le decía “estás loca, querida” y volvió a tumbarse.
―He captado tu aroma tonto ―le dio un ligero manotazo.
―¿Si? ―abrió los ojos ahora llenos de curiosidad― ¿Por qué?
―No sé ―volvió a olisquear el pecho―. Se ha ido, ya no está.
―No hagas pucheros, seguro que vuelve ―le acarició los labios con el pulgar―. ¿Y bien?
―Y bien ¿qué?
―¿Qué te ha parecido?
―Embriagador, hueles a queso ―Alix no pudo parar de reír.
―¿A queso?, me gusta el queso.
―No, que va, hueles a… ti, a limpio, fresco… quizá a sal… no podría asegurarlo con certeza.
Yvan rodó hacia un lado dejándola atrapada bajo su cuerpo. Le colocó el pelo tras las orejas y le acarició las mejillas con los pulgares. Irradiaba ternura.
―Gracias, por lo de antes.
―Tan solo he cumplido mi promesa.
―Usted prometió noquearme señorita.
―Bueno… digamos que he perfeccionado mis técnicas.
―Te amo tanto. Pensé que era imposible quererte más pero hoy… no puedo decírtelo con palabras ―empezó de nuevo a besuquearla por todas partes.
―¡Vaya! ―arañó suavemente su brazo― ¿Y qué he hecho para merecerme tanto amor?
La miró intensamente a los ojos y su boca se transformó en una fina línea, dudando si debía confesar.
―Confío en ti. Definitivamente y con gran sorpresa para mí, confío incondicionalmente en ti.
Alix se quedó petrificada.
«Madre mía se supone que eso es un cumplido»
Durante unos segundos se quedó sin habla, ¿de qué modo debía encajar eso? Ese hermoso hombre le acababa de ofrecer la más tierna y dulce confesión sin darse cuenta que acababa de admitir que no había confiado en ella durante todo este tiempo. No sabía cómo sentirse, si alagada u ofendida.
«¿De qué te extrañas Alix? En realidad nunca te ha mentido»
Lo rodeó por la nuca y lo besó. Era todo lo que podía ofrecerle en ese momento. Sin darse cuenta sus ojos se inundaron de lágrimas.
―No llores…
―¿Qué ha pasado antes, Yvan?
―Lo de siempre, no te preocupes.
―Debo hacerlo, te quiero ―acarició su cara― ¿He hecho algo mal?
―No ―dijo rotundo―. Ya sabes que mi mente está “dispersa” estos días.
Yvan se sentó sobre la cama con las piernas cruzadas y Alix le imitó para quedar frente a él.
―Estabas tan pálida… he pensado en tantas posibilidades… Sin embargo, simplemente te ha atormentado un dolor de cabeza. Luego he recordado que no es un simple dolor de cabeza y que yo no estaba allí para cuidarte porque soy incapaz de estar presente… y al instante pienso que quizá debería intentarlo, esforzarme, pero me doy cuenta de que no podría soportarlo y ¿por qué?. No estoy muy seguro. Tal vez porque no podría presenciar una escena así o tal vez porque no podría controlarme. Y entonces, en un segundo, comprendo que todo se solucionaría si yo no tuviese esta “extraña” forma de pensar… que quizá si dejara de batallar todo sería más sencillo, que podría protegerte en cada momento, que lo nuestro sería más simple, que mi existencia sería más fácil…
Alix se movió para sentarse sobre él y abrazarlo. Estaba muy angustiado aunque su voz era apacible. Fue a decir algo para tranquilizarle pero él retomó la palabra:
―¿Inconvenientes? Mis pensamientos me traicionarían y me sentiría mal, sería mala persona ¿o no?, tú no eres mala persona, ¿o sí? ―se pasó las dos manos por el pelo y cerró los ojos, cuando volvió a abrirlos su mirada estaba vacía―. Y entonces me maldigo por pensar así, ¿cómo puedo pensar eso de ti? Yo soy un vampiro, yo necesito hacer lo mismo que tú, oh… sería todo tan diferente… pero yo no puedo anteponer mis necesidades a la de los humanos… A lo mejor dando el primer paso la perspectiva cambia… No. Ese ya no sería yo. ¿Qué debo hacer?
En ese momento su voz era un leve susurro pero su rostro mostraba evidentes signos de dolor y confusión. Estaba completamente sumergido en los recuerdos, es más, parecía estar reviviéndolos. Su mirada se enfocó en ella y sus ojos volvieron a teñirse de ese negro oscuro que tanto la había atemorizado.
―Y entonces te veo y percibo tu olor. Recuerdo como sabía tu sangre… pienso en tu propuesta. Quizá tengas razón, deberíamos completar el vínculo, así podría aliviar este ardor ―puso una mano sobre su garganta y la dejó caer hasta el pecho―, recuerdo la noche… la maldita noche que te hice daño ―trasladó su mano sobre la garganta de Alix―, no puede repetirse, sufrí tanto por eso… pero sería tan sencillo… Y entre toda esta maraña encuentro tu voz: “Te quiero, vuelve conmigo, te quiero hazme el amor” Y por fin te veo a ti, necesitándome a mí, tal como soy, como me conociste… y te amo tanto por ello. Veo que me has escuchado, que me has entendido y que me ayudas, que me quieres a mí. Y eso me hace volver a encontrarme. Eso es lo que necesitaba. Te necesitaba a ti, porque yo ya no confío en mí para mantenerme firme con mis principios. Necesitaba confiar en ti para eso, necesitaba descargar algo de peso, y soy consciente de que me abrazas y me buscas desesperadamente. Te quiero tanto por ofrecerme…
―Suficiente.
Con tan solo una palabra y un dedo sobre sus labios Alix finalizó con esa tortura. Por primera vez, a pesar de lo mucho que habían hablado, Alix comprobaba en primera persona la auto inmolación de Yvan y le destrozaba el corazón, era peor de lo que pensaba.
―¿Cómo puedes soportarlo?
―No creo que lo haga, si lo hiciese no estaríamos en esta situación.
Pasaron los minutos, muchos minutos, en los que permanecieron abrazados. Yvan intentando retomar el humor para proseguir con sus vidas y Alix reproduciendo una y otra vez el monólogo que acaba de escuchar. Lo analizó en profundidad percatándose de lo mucho que sufría Yvan, de todos los pensamientos enfrentados con los que tenía que lidiar cada día. Y de pronto se sintió ligera, extrañamente aliviada. Sus pequeños esfuerzos por reprimir su instinto más salvaje no eran nada comparado con lo que acaba de presenciar. Yvan había perdido toda su fuerza, o eso pensaba él, había perdido toda la confianza en sí mismo y lo que le llevaba pidiendo toda la semana era una muestra de complicidad.
«¿Por qué no consigo leerle entre líneas?»
Alix recordó la anterior conversación: “Confío en ti, definitivamente y con gran sorpresa para mí, confío incondicionalmente en ti.”
«Oh Dios seré estúpida, eso sí era todo un cumplido»
Lo abrazó con fuerza, sin poder retener sus rosadas lágrimas.
Poco a poco la pena se transformó en rabia. Él tenía razón, seria todo tan sencillo si cediese. Solo tendría que beber de ella, ¿tan insoportable sería? Miró hacia arriba para observarlo. Permanecía con la mandíbula tensa, los labios fruncidos y los ojos cerrados. Lo quería tanto, así tal cual, no podría obligarlo a cambiar. Se enderezó para cogerle la cara con ambas manos exigiéndole que la mirarla.
Yvan abrió los ojos sobresaltado, como si hubiese olvidado que ella estaba allí. Le ofreció una tímida sonrisa y acarició sus mejillas para borrar el surco de lágrimas.
―No me gusta que llores.
―¿Te encuentras bien?
―En cuanto dejes de llorar.
―No hagas esto Yvan. Quiero preocuparme por ti, lo que acaba de pasar ha sido… horrible. No quiero que vuelvas a pasar por eso.
―Lo sé, lo sé ―canturreó mientras le daba pequeños besos por la cara―. No volverá a pasar.
―¿Estás siendo condescendiente conmigo?
―Solo quiero que lo olvides, no tendrías que haberlo presenciado… perdóname, me he dejado llevar.
―¡Yvan!
―¿Qué?
―¿Cuántas veces has pasado por esto?
―Depende… no tiene importancia.
―¡Yvan!
―Esporádicamente a lo largo de mi vida. A menudo desde que te conozco, con exceso en la última semana. ¿Contenta?
―¿Por qué nunca lo he presenciado?
―Lo has hecho dos veces ya, tres si contamos la narración, demasiado para mi gusto. ¿Podemos seguir con nuestras vidas, por favor?
―Solo quiero cuidar de ti… no me excluyas de lo malo ¿vale?
Yvan la tumbó de espadas y cayó sobre ella apoyándose con las manos en la cama. Le dio un apasionado beso sin apartar la mirada de ella. Alix cerró los ojos y poco a poco fue cediendo, relajándose. Cuando la liberó, enterró la nariz entre su pelo a la altura del cuello y rozó deliberadamente el lóbulo de su oreja.
―Es nuestra noche para recuperar el tiempo perdido ¿recuerdas?
―Oh sí, recuerdo perfectamente cómo, tú, pierdes el tiempo.
―¿Me vas a llevar? ―dijo ocultando en su piel una sonrisa.
―¿A dónde?
―A tú casa
―Creía que ya estaba en mi casa ―dijo en tono burlón mientras lo sujetaba entre las piernas y lo hacía girar sobre sí mismo.
―¿Quieres pelea?
Notó como Alix se tensaba y lo examinaba con incredulidad. Tuvo que ocultar el mal estar que le provocaba el escrutinio, no le gustaba la preocupación reflejada en su ceño fruncido. Se sentía un imbécil por haberle revelado sus desvaríos aunque, a pesar de eso, disfrutaba de un increíble sosiego. Había sido reconfortante. Ella había cumplido con su promesa y eso le hacía sentirse aliviado. Podía contar con ella, por fin parecía entenderlo. Sin embargo no dejaría que sus pensamientos volviesen a salir por su boca, era demasiado incluso para él.
―Estoy bien nena, tranquila podré con ello.
―¿De verdad? ―le dio un rápido beso en los labios y desapareció―. ¡Creo que esta vez tengo ventaja!
La voz de Alix llegó desde el salón y al instante estaba de vuelta a los pies de la cama haciendo un gesto con la mano para que la siguiese. Yvan se arrodilló para sujetarla pero ella ya había desaparecido. Unas risas llegaron desde la cocina.
―¡Le voy a demostrar lo mucho que pierde el tiempo caballero. Ha de saber cuan valiosa soy!
Yvan carcajeó. Eso era lo que más le gustaba de ella, sabía exactamente qué hacer para hacerle olvidar lo ocurrido sin importar lo afectada que estuviese. Los ojos se le llenaron de orgullo y diversión y una enorme sonrisa apareció en su boca.