XXV

 

 

 

 

 

Unas manos suaves la sujetaron por los brazos. La puerta de la habitación se abrió y Jon entró rápidamente cerrándola al instante. Salomé, sin avisarla, la proyectó a su piso en París.

―¿Qué hacemos aquí? ―intentó soltarse del agarre para regresar con Yvan pero Salomé se lo impedía.

―Relájate Alix, dale unos minutos. Jon está con él, se pondrá bien.

―Pero yo quiero estar allí.

―Ahora no le ayudas cariño, deja que Jon le suministre la sangre que ha llevado y que se recupere de la ansiedad, cuando nos llame volvemos.

―¡Es mi groom, tengo derecho a estar allí! ―rompió a llorar  desconsoladamente―, yo debería suministrarle la sangre. ¡Es mi sangre la que más puede ayudarle!

Salomé la abrazó fuertemente y le acarició el pelo repetidamente.

―Lo sé cariño, pero tú elegiste aceptarlo en lugar de perderlo, y tienes que respetarlo.

―Pero él quiere hacerlo, he visto sus colmillos y su deseo en los ojos, son esa panda de locos y fracasados que lo incitan a pensar así ―sorbió por la nariz transformando la preocupación en ira.

―No Alix, es su instinto animal lo que tú has visto, no su deseo. No quiere hacerlo y tienes que asumirlo, no cambiará y si lo hace será infeliz. No le obligues a hacerlo. Él te ama demasiado, tanto que sacrificaría sus ideas para no perderte. Pero eso tú ya lo sabes, ¿a qué sí? Por eso has llamado a Jon ¿no?

―Es tan frustrante y humillante.

―Porque lo ves desde una perspectiva equivocada. Tienes que cambiar el enfoque, él no te rechaza, solo intenta cuidarte y protegerte como si fueras una delicada flor. Es romántico.

 

Alix entendía lo que le decía su amiga y en el fondo sabía que tenía razón pero estaba tan asustada por él que no podía pensar. Cerró los ojos y lo imaginó desnudo en la cama, abrazándola y acariciándola tan tiernamente que casi no percibía el roce de su dedo y aun así se estremecía de placer. Las lágrimas volvieron a resbalar por sus mejillas pensando que su amiga le acababa de abrir los ojos. Eso era lo que Yvan intentaba que ella entendiese, que debía cambiar la forma de verlo, que no la rechazaba, todo lo contrario. Que la amaba tanto que era capaz de dejarlo todo, de plantearse nuevas formas de vida aunque éstas lo torturaran el resto de sus días… Por eso necesitaba pensar, esas horas de soledad servían para planificar su nueva vida, la de ambos. Para averiguar cómo hacerle entender las cosas, para que cambiara su forma de verlo. Y ella en lo único que podía pensar era en que la rechazaba y en que no se daba cuenta de lo equivocado que estaba. En cómo podía hacerle cambiar sus hábitos…

Eso es lo que lo perturbaba, que ella no lo aceptaba y que él a ella la acogía entre sus brazos a pesar de todo. ¿Y ella lo había acusado de no confiar en ella y de no mostrarse por completo? Que ciega estaba.

―¿Podemos volver, por favor? Nos quedaremos fuera, me portaré bien lo juro.

―Alix es cuestión de hacérselo más fácil…

―Lo sé, pero también necesita saber que estoy cerca. Sa por favor… no puedo soportarlo ―se llevó la mano al corazón.

 

 

―Estás hecho un asco tío.

―Yo también me alegro de verte Jon.

―¿Qué coño has hecho? ―Jon se acercó a él y le ofreció una bolsa de sangre que Yvan succionó al instante.

―Joder, pensaba que no saldría de ésta.

―Toma ―lanzó un par de bolsas más a su lado al ver que se recuperaba un poco― esto va a doler de cojones colega ―dijo cogiéndole el brazo con el hueso mal soldado.

―Deja que me recupere un poco más, cuanto más beba más fácil será soportarlo ―gruñó.

Jon lo miró con aflicción al percibir el doble sentido de la frase.

―No te compadezcas de mí.

―No lo hago, empatizo con tus sentimientos, puedo ponerme en tu lugar.

―¿Tú también te has precipitado en caída libre desde la estratosfera? ―dijo en tono burlón, empezaba a sentirse mucho mejor, y no quería pensar en las ganas de beber la sangre de Alix.

―¡Ostia puta Yvan! ¿Hablas en serio? ―lo ayudó a incorporase y se sentó junto a él― ¿Cómo es que sigues vivo?

―No sé, pude estabilizarme un momento antes de perder por completo el control y descendí unos diez o doce metros, no estoy seguro. Perdí la visión y no pude orientarme bien. Eso ayudó a que el impacto fuese desde algo más cerca, supongo. Ah… y el hecho de que no perdiese el corazón por el camino tuvo que ayudar ―dijo sarcástico.

―¿Te quedaste ciego? ―Yvan movió la cabeza afirmativamente―. Y ahora, ¿puedes verme?

―Sí, aunque un traslúcido velo lo cubre todo. Pero mejora por segundos, no te preocupes.

―¿Tienes algo guardado? ―dijo señalando las bolsas de sangre completamente vacías.

―En el frigorífico.

―Bien, voy a por ellas. Cuando vuelva nos ocupamos de ese brazo.

Jon se levantó y miró nuevamente a su amigo. Su aspecto había mejorado mucho comparado a como estaba hacía unos minutos. Los cortes estaban cerrados y los golpes adoptaban un tono rosado. Yvan le devolvió la mirada y le sonrió en muestra de agradecimiento.

―¡Joder Yvan! Te faltan dos dientes.

―¿De verdad?, eso tengo que verlo ―se levantó lentamente y se miró en el espejo que había sobre la cómoda.

Estudió su rostro mal trecho en el espejo y rompió a reír a carcajadas cuando comprobó lo que le había dicho su amigo. Se acercó un poco más al espejo y tocó los dos dientes rotos. Jon se colocó a su lado observando con intriga la dentadura de su amigo.

―Nunca había visto a un vampiro mellado ―le dijo dándole una palmadita en el hombro.

―¡Ay, cuidado, duele!

―Lo siento colega, no sabía que eras una niña. ¿Volverán a crecerte?

―No tengo ni idea.

―Espero que no duela tanto como cuando crece una extremidad.

Yvan lo miró amenazante y Jon se arrepintió del inoportuno comentario. Sabía que no era un tema apto de conversación y menos en esas circunstancias. Pero su amigo lo dejó pasar y volvió a mirar su reflejo en el espejo.

―Siempre puedo recurrir a un dentista.

―No puedes hablar en serio. ¿Quieres que te lime los colmillos o qué?

Volvieron a reír con ganas. Eran como niños con juguetes nuevos. Después de tantos años de existencia era difícil despertar la curiosidad de un vampiro pero aquello era nuevo y misterioso, y una interesante historia que explotar en las guardias durante años.

―Un vampiro mellado, no puedo creerlo ―respiró profundamente para poder parar de reír―. Voy a por tu sangre, cuando vuelva rompemos ese brazo.

―Espera un momento ―inhaló para cerciorarse―, Alix ha regresado. Hazlo ahora.

―No. Será más fácil si te fortaleces antes.

―No quiero que te vea salir. Te interrogará e insistirá para que la dejes entrar.

―No voy a dejarla entrar.

―¿Crees poder impedírselo? Si te ve sabrá que estoy mejor y entrará. Necesito más tiempo.

―Bueno pues esperamos un rato y luego lo hacemos.

―Jon no piensas con claridad. He bebido, por lo que me recupero rápidamente cuanto más tardemos más me dolerá. El hueso está cada vez más reconstituido, hay que darse prisa ―apoyó el codo sobre la cómoda dejando el antebrazo fuera―. Puedo hacerlo yo solo ―dijo apoyando la mano sana sobre la parte que descansaba en el aire.

―No seas estúpido, he venido a ayudarte. Además tú ya tienes bastante con lidiar con eso ―señaló su boca―, Alix no volverá a besarte jamás.

Yvan estalló en risas echando la cabeza hacia atrás y justo en ese momento Jon retorció su brazo hasta que el hueso cedió.

―¡Maldito hijo de puta! ―exclamó sujetándose el codo y apoyando el brazo en el pecho.

―Yo también te quiero. Venga vuelve a la cama, tienes que estirar ese brazo durante un buen rato y el fémur izquierdo necesita más reposo, no querrás quedarte ciego, manco y cojo de por vida ¿verdad?

―Y desdentado ―le enseñó de nuevo la dentadura separando mucho los labios pero regresó a la cama como buen convaleciente. A pesar de las bromas se sentía fatal.

Al tumbarse Jon colocó el brazo a un lado y lo rodeó con dos toallas y un par de cojines para evitar que lo moviera. Acercó el sillón a la cama y antes de sentarse lo tapó con una sábana. Yvan lo miró divertido y le provocó.

―Sabes que no tengo frío, puedes disfrutar de mi cuerpo todo lo que quieras larguirucho.

―Voy a estar aquí un buen rato y no me apetece seguir viéndote casi desnudo, no con esa ropa interior tan fea. Sería diferente si fueses ―rectificó nada más pensó en Alix, era una broma demasiado pesada para hacerle a alguien emparejado de por vida, sobre todo sediento por ella y sin haber completado el vínculo― Salomé.

―Te conozco amigo, he visto esa cara dos veces esta noche, te libras porque me siento demasiado débil para pelear ―gruñó mientras entornaba los ojos. Conocía perfectamente el humor negro de su amigo y sabía que Salomé no había sido su primer pensamiento.

―Descansa hermano en unos minutos te traeré algo de sangre.

Unos golpes en la puerta no le dejaron terminar de cerrar los ojos. No era Alix, su olor llegaba desde más lejos, y eso lo tranquilizó.

―Chicos ¿puedo pasar?, Alix ha escuchado el grito de Yvan y si no compruebo como está es capaz de cualquier cosa.

Jon miró a Yvan y éste le hizo un gesto de aprobación.

―Pasa.

Entró sin abrir la puerta, proyectándose a los pies de la cama.

―Oh…Yvan estas hecho trizas, no me imaginaba…

Yvan sonrió levemente pero no dijo nada, estaba perdiendo fuerza por momentos, los párpados le pesaban y una neblina lo empañaba todo.

―Está bien, puedes tranquilizar a Alix. He tenido que romperle el brazo porque los huesos habían soldado mal. Pero dile que está mucho mejor, que ha bebido y se recupera rápidamente.

―Insistirá en verle.

Yvan escuchaba la conversación a lo lejos pero sacó energía para negar rotundamente con la cabeza.

―Darle algo más de tiempo. Estaba muy mal herido y su organismo le pide sangre con urgencia. Necesita centrarse en recuperarse, que no es poco.

―Tranquilo yo sé manejarla. ¿Sabes que le ha pasado?

―Por lo visto ha caído descontrolado desde treinta o cuarenta metros, no está seguro. No sé mucho más.

―Vaya… Bueno me voy antes de que Alix enloquezca, avísame si necesitas algo.

Antes de que Jon pudiera responder Yvan murmuró con mucho esfuerzo.

―Deja que entre en casa, puedo soportar eso, esta es su casa… es su casa joder… es su casa ―y se durmió.

Salomé y Jon se miraron con pesar y ella se despidió alzando la mano, no hacía falta decir nada.

 

Jon salió para ir a por la sangre del frigorífico. Yvan llevaba dormido una hora y aunque le sabía mal, debía despertarlo para que bebiera un poco más. El sueño era reparador pero la sangre lo era más y no sabía con certeza la cantidad de heridas internas que tendría, así que no se la jugaría, prefería pasarse que quedarse corto.

Nada más entrar en la cocina Alix lo siguió. Se giró para mirarla y le indicó que se sentara en un taburete. Ella lo hizo sin decir nada. Debía estar destrozada, era raro que esa mujer mantuviera la boca cerrada. Buscó un par de copas y sirvió algo de vino como si estuviera en su casa.

Alix lo miraba consternada, agradecía su presencia y no le importaba en absoluto lo que hiciese en su cocina, hacía tiempo que lo consideraba uno más de su familia, pero si no decía algo inmediatamente era capar de gritar. Se sentó a su lado y le puso una copa delante.

―Duerme ―dijo al fin―, está tranquilo y se ha recuperado bastante bien.

―¿Y el brazo?

―También. Ya sabes que eso no es problema para nosotros, curamos rápido.

―Estaba destrozado Jon. Cuando lo he visto tirado en el suelo casi sin poder moverse o hablar… No sé cuánto tiempo ha estado solo y herido ahí fuera. Desapareció al medio día y lo único que he hecho ha sido enfadarme y maldecirle una y otra vez…

―¡Eh! ―le cogió las manos con cariño― no es culpa tuya, ¿de acuerdo? Está loco de remate, ya lo sabes. Solo él sabe qué hacía allí arriba, sobre todo si todavía había luz…

―Es culpa mía, hemos discutido y es lo que hace cuando se enfada. Se eleva. Dice que le gusta la perspectiva de las cosas desde arriba ―rio con sorna.

―No te castigues Alix, no va contigo. No te ofendas, te quiero y admiro muchísimo, pero tu actitud no os beneficia a ninguno de los dos. No puedes presentarte ante él y hacerle sentir culpable por algo que a ti te hace sentir mal. Y si mantienes ese estado de ánimo es lo que pasará. Tú no sabes trasmitirle pesar a secas, consigues hacer que perciba las cosas al revés, te he visto hacerlo ―levantó una ceja y dio un trago a la copa de vino―. No importa que me mires así. Eres mi amiga y te estoy dando un consejo pero no olvides que Yvan es mi hermano y no me gusta verlo sufrir. Quiero que lo vuestro termine bien, pero este tipo de cosas no ayudan. Se ha subestimado, sí. Ha sido imprudente, sí. Pero ya no puede cambiarlo así que no dejes que crea que te duele más a ti que a él porque no es verdad, tú lo has visto mal herido pero yo le he roto un brazo.

Alix, sin palabras, vio como Jon le soltaba la otra mano y se terminaba de un trago la copa. Se levantó y sacó del frigorífico unas bolsas de sangre. Intentaba procesar lo que le había dicho, ¿acaso era el día de machacar a Alix? Tenía los nervios a flor de piel y sus sentimientos estaban siendo dinamitados por sus dos amigos, y ambos tenían razón. Los dos querían mucho a Yvan, y era un buen hombre y un buen amigo, era normal que velaran por él.

Se plantó frente a Jon impidiéndole el paso y alargó los brazos hasta él.

―Dame eso, por favor.

―Necesita más tiempo.

―No voy a entrar, lo prometo. Solo quiero prepararlo yo ―Jon la miró intrigado―. No me deja hacer nada por él. Os he escuchado y os comprendo pero se os olvida que yo también tengo mis necesidades. Al menos deja que le prepare algo de comer. Cuando esté listo Salomé se lo llevará, no lo dejes solo más tiempo por favor, no quiero que se despierte y se encuentre abandonado.

Jon le entregó las dos bolsas de sangre y la abrazó con fuerza. Alix derramó sin darse cuenta unas lágrimas que él secó con los pulgares.

―No llores, sabes que no le gusta ―emprendió la marcha hacia la habitación.

―¡Jon! ¿Crees que le importará si se lo caliento un poco?, no suele beber delante de mí y no sé qué opina al respecto pero creo que le sentaría mejor.

―No creo que tenga ningún problema al respecto, además siempre podemos dejarlo enfriar.

Le guiñó un ojo antes de seguir su camino y con ese simple gesto a Alix le dio un vuelco el corazón. Por fin tenía algo que hacer para quemar nervios. Iba a hacerle algo rico de comer a su hombre y le serviría en una taza la sangre que le ayudaría a recuperarse.

 

Salomé apareció en el cuarto y dejó la bandeja sobre la mesita de noche. Miró fijamente a Yvan y le acarició la mejilla.

―Despierta dormilón.

―¿Ya estás aquí? ―preguntó Jon saliendo del baño, llevaba el pelo y el cuello de la camisa mojado―. Necesitaba refrescarme un poco.

―Esto es para ti ―le entregó un plato con huevos revueltos y bacon y un vaso con zumo de tomate.

―¿Yo no tengo una tacita de sangre caliente?

―Creo que eso lo guarda bajo llave para el bello durmiente ―Salomé escondió un sonrisa―. No seas malo con ella, está histérica. La hemos machacado mucho y lo está pasando realmente mal con la situación. Ella también está enamorada Jon y has de entender que le cueste trabajo aceptar que no puede actuar como debería. Su cuerpo está preparado para ayudarlo, puedo ver como se le inflaman las venas cuando piensa en él.

―Lo sé Sa, pero teníamos que hacerlo, tiene que decidirse. Yvan enloquecerá si no lo hace. Hoy era el mejor momento para ponerla al límite.

―¿Todo el mudo va a terminar llamándome así? Me llamo Salomé ―zanjó el tema de inmediato, era consciente de que debían decirle la verdad a su amiga ya que Yvan no le hablaba claro, pero le dolía hacerla sufrir.

 

 

Alix soltaba una y otra vez la maneta de la puerta. No estaba completamente convencida de estar haciendo lo correcto. Llevaba toda la noche esperando ese momento, quería ver a Yvan y asegurarse de que estaba bien, pero él todavía no la había invitado a entrar. Jon insistía en que lo hiciera. Le afirmaba que estaba totalmente controlado y que preguntaba continuamente por ella, aunque el recelo impedía que diera el paso.

―Alix ―le había dicho―, tu presencia ahora le hará más bien que mal, pero él todavía no es consciente de ello.

Se armó de valor y abrió la puerta para asomar tímidamente la cabeza. Siempre podría proyectarse de inmediato, se auto convenció, y dio unos pasos hasta en interior.

La habitación permanecía completamente a oscuras y Yvan dormía tranquilamente en la cama. Cerró la puerta con cuidado y encendió las lamparitas de las mesitas de noche mentalmente. A Yvan no le gustaba mucho la oscuridad y así estaría más cómodo.

Lo miró desde más cerca para comprobar su estado y le enterneció verlo dormir tan plácidamente. Casi nunca dormía durante tantas horas y menos aún tan apaciblemente. Se sentó a su lado con cuidado. Tenía muchísimas ganas de tocarlo y besarlo pero se resistió. El agotamiento se hizo presente en ese momento, estaba muy cansada y, aunque los nervios la habían mantenido enérgica todo el rato, verlo por fin sano y salvo la abatió por completo. Se tumbó a su lado evitando rozarlo y, mirándolo con amor, esperó a que el sueño llegara.

 

Yvan fue consciente de su presencia desde que llegó ante su puerta. El intenso olor a naranja, limón y pomelo lo despertó de inmediato. Dejó que entrase y se acercase porque su presencia lo animó, pero prefería mantenerse distante hasta comprobar la reacción de su cuerpo. En cuanto se sentó a su lado supo que estaba todo controlado, sin embargo el miedo a como lo afrontaría ella lo detuvo. No tenía ganas de discutir ni de sentirse mal y las cosas no quedaron muy bien antes del accidente…

Notó como el cuerpo de Alix se relajaba a su lado y su respiración se pausaba así que decidió abrir los ojos para mirarla. Su piel reflejaba la luz de las lamparitas y su boca permanecía algo fruncida por la tensión de las horas pasadas. Era tan bonita que dolía. Sin previo aviso unos ojos verdes lo pillaron infraganti observándola, el miedo se reflejó claramente en ellos.

―Hola preciosa ―colocó un mechón de pelo tras su oreja.

Alix pestañeó. No dijo nada. Simplemente lo miraba nerviosa.

―¿No vas a decirme nada? ―ella negó con la cabeza―. ¿Tan enfadada estás conmigo?

Ella derramó las lágrimas que llevaba aguantando durante horas y volvió a negar con un gesto. Su personalidad la impulsaba a golpearlo con los puños en el pecho y a recriminarle lo estúpido e imprudente que era, lo asustada que había estado, lo culpable que la había hecho sentir y precisamente por eso se mantenía en silencio. Comprendía lo que Salomé y Jon le habían dicho y no les quitaba razón.

―De acuerdo, ¿quieres que sigamos durmiendo? ―preguntó confuso por la situación, no era lo que esperaba.

Al instante recibió otra negativa. Pasó los nudillos por su mejilla a modo de caricia, en esos momentos no podía sentirse más enamorado de ella. Se le veía tan vulnerable y dulce.

―¿Puedo besarte? ―ella afirmó tímidamente y él le enseñó la falta de dientes―, ¿Segura, mira como he quedado?

Alix rio con ganas relajándose de inmediato así que él aprovechó para tumbarla boca arriba y colarse entre sus piernas. Acercó la boca despacio a sus labios y cuando notó el cálido aliento de Alix no pudo resistirse por más tiempo, la besó.

Secó sus lágrimas y besó tiernamente todo el recorrido que habían hecho.

―Ey, todo está bien ¿verdad? Tan solo hemos tardado un poco más de lo habitual pero todo está olvidado y perdonado ¿a qué sí?

―No quiero hablar de eso ―contestó al fin.

―Lo que yo he dicho. Entonces por qué lloras.

―Por ti, estabas tan…

―Ya pasó, estoy fuerte como un toro ―se sentó poniéndola a ella a horcajadas sobre él.

―¿Seguro?

―Oh nena, he bebido la sangre que tomo normalmente en un mes, te aseguro que podría hacer cualquier cosa ahora mismo.

Mientras se echaba hacia atrás la cogió por la cintura elevándola hasta colocarla sobre su duro abdomen.

―Te noto algo inquieto.

―Efectos secundarios, nena. Necesito quemar toda esta energía. ¿Quieres ayudarme? ―intentó que se tumbara sobre él pero ella se resistió― Estoy bien, no te preocupes más.

―Pero estabas tan…sediento.

―Puedo controlarlo, ya pasó.

Alix muerta de ganas por tocarlo libremente cedió y escondió la cara en su pecho disfrutando del aroma a limpio y jabón.

―Te has duchado.

―Jon ha creído que ya que estoy mellado debería presentarme ante ti algo más presentable.

―Ya lo sabía. Me imaginaré que son heridas de guerra, eso es excitante para las mujeres.

―No sé si volverán a crecer.

―No me importa tanto como que te hayas duchado sin mí, quería hacer algo por ti y quitarte toda esa mugre.

―Ya haces muchas cosas por mi ―Alix lo miró con una ceja levantada a modo de pregunta―. Me has alimentado.

Alix lloró de nuevo al oír eso. El significado que adquiría en las palabras de Yvan no era el mismo que ella entendía y le dolió profundamente.

―¿Sabes?, podemos arreglar eso ahora mismo ―Yvan la sujetó con firmeza y la transportó hasta el baño. Cuando el agua caliente del hidromasaje empezó a ser abundante él ya la había desnudado. Se hundió dentro con ella enganchada en su cintura y empezó a besarle la mandíbula en un lento descenso hacia el cuello.

―No deberías cargar conmigo, aun cojeas un poco.

―Eres ligera como un pluma, nena. No te preocupes. ¿Ya me has perdonado? ―preguntó arrepentido por su comentario.

―Sí.

Y fue un sí a todo. No quería, no, no podía estar enfadada con él. No se lo merecía.

Yvan mordisqueó los pezones hasta ponerlos duros y enrojecidos. Alix enredaba sus dedos entre su pelo y buscó su boca desesperadamente. Solo con verlo recuperado ya deseaba tenerlo en su interior. Estaba ansiosa por sentirlo y sabía que a él le pasaba lo mismo. Todo ese exceso de energía, como él decía, tenía que salir por algún sitio. Subió un poco el trasero y Yvan lo agarró con decisión. Buscó la punta de la erección y cuando la notó entre su entrepierna se dejó caer poco a poco, disfrutando de la sensación de calor. Una vez fue consciente que volvía a tenerlo solo para ella. Que estaba recuperado y excitado se aferró a él con todas sus fueras. Movió las caderas ferozmente y clavó las uñas en su espalda.

Yvan trasladó las manos a su cintura para poder controlar mejor sus movimientos. Quería disfrutarla un poco más y con esa rotación de caderas no aguantaría mucho tiempo.

―Yvan, no me detengas por favor… te necesito tanto.

―Y yo nena, pero no quiero que acabe, no todavía ―jadeó.

―Quiero que sea así, lo necesito ―subió y bajo el culo repetidamente para llevarlo al límite. Quería descargar adrenalina y necesitaba dejar salir a su animal interior.

―Umm, me estás volviendo loco Alix. ―la rodeó fuertemente con los brazos acercándola más a él.

―Eso quiero vampiro, fóllame, fóllame duro ―tiró de su pelo haciéndole inclinar la cabeza y le introdujo la lengua en la boca salvajemente―. Al menos déjame tener esto vampiro.

Y ahí estaba lo que tanto le extrañaba no ver a Yvan. La puntilla clavada por la espalda. Reconocía que lo había intentado pero al final su verdadera personalidad, intolerante y exigente, fluía. Siempre encontraba el modo de echarle encara lo que era, de reprocharle las carencias que ella tenía por sus ideas.

Lleno de ira, pero conocedor de que la desmedida cantidad de sangre en su organismo le ayudaría a controlarse, se levantó agarrándola por el trasero y la empotró contra la pared. Alix lo miró sorprendida pero no pareció molestarle. Apretó más las piernas a su cintura y gimió sobre su cuello.

Yvan soltó su culo al percatarse de que había clavado en exceso sus garras en él pero lo obvió al instante, no podía detenerse por eso. La cogió por las muñecas y la hizo soltarse de su cuello sujetándoselas contra la pared por encima de su cabeza. Sacó su erección de su interior y la penetró fuertemente.

―¿Es esto lo que quieres Alix, es así como te gusta? ―gruñó entre dientes. No iba a disfrutar con aquello pero al menos correrse lo aliviaría un poco.

Repitió la operación con más fuerza una y otra vez. Cada vez que salía entraba con mayor potencia. Alix cerró los ojos, gritaba en cada embestida, la muy zorra estaba disfrutando de verdad y eso lo encabronó más. Esa mujer era más receptiva a las agresiones que a las caricias. Le levantó la barbilla y succionó su cuello, sin incisiones, solo para dejarle un bonito recuerdo color púrpura.

Ella intentó bajar los brazos para tocarlo pero él la sujetó con mayor presión.

―Cuando yo follo duro no me gusta que me toquen.

Alix lo miró fijamente muerta de deseo e intentó besarlo.

Yvan negó con la cabeza a modo de reprimenda.

―La privación de contacto potencia los sentidos. Si de verdad quieres esto lo harás a mi modo. No pienses que el romanticismo siempre ha estado presente en mi vida, lo reservaba para ti. Pero visto lo visto… O todo o nada, nena. Estoy harto de medias tintas ―Yvan se apartó de ella dejándola vacía por dentro― ¿Quieres que siga con esto?

―¡Sí! ―exclamó muerta de deseo.

Yvan arrancó de cuajo la manguera de la grifería y la enredó en sus muñecas pasándola por un toallero eléctrico de diseño que estaba sobre sus cabezas. Apretó fuertemente para que no pudiera soltarse con facilidad y volvió a penetrarla. Con las dos manos libres pudo amasar bien sus pechos y juguetear con sus pezones.

Alix gemía sin descanso y sus paredes lo oprimían con espasmos cada vez mayores. Estaba a punto de llegar al clímax y él también.

―¿Te gusta eh?, déjate llevar nena, venga dámelo.

Cuando notó que Alix iba alcanzar la cima retrocedió cruelmente y ante sus ojos se masturbó, dejando caer su semen sobre sus ingles y muslos.

Sin darle tiempo a reaccionar la obligó a girarse de espaldas y le abrió las piernas nuevamente. No quería contemplar ninguna emoción en su rostro.

―¿Te has quedado muda cariño? ¿Acaso no te gusta ver que puedo ser feliz sin tocarte?

Introdujo dos dedos en su interior y los movió majestuosamente bien.

―Ah… cielo tu cuerpo no te apoya en esto. Estás húmeda y dilatada, ¿no te basta con esto? ―rotó los dedos en su interior e introdujo el tercero.

Desde ese ángulo podía ver perfectamente los cortes de sus garras en sus nalgas. Consternado y arrepentido lamió las heridas para que cicatrizaran más rápido. El estremecimiento del cuerpo de Alix a su contacto lo devolvió a la realidad del momento. Tenía un plan y debía llevarlo a cabo, esa mujer iba a desear que le hiciera el amor.

Enrolló su larga melena en su brazo y tiró de ella hacia atrás. Introdujo la rodilla entre sus piernas, y levantando la pierna hasta apoyarse en el borde del hidromasaje, hizo que estuviera más expuesta. Sacó los dedos de su sexo y la envistió de nuevo.

 

Alix notó como sus músculos internos cedían a la fuerza otra vez. Su cuerpo recordaría ese desenfreno durante horas. Empezaba a sentir el ardor y escozor entre sus piernas, pero estaba disfrutando muchísimo. Podría tener sexo de ese modo con Yvan durante horas y horas, no se cansaría nunca. Las envestidas eran rápidas y duras y no aguantaría mucho más, su cuerpo deseaba desahogarse intensamente. Un nuevo tirón de pelo, mucho más agresivo, le hizo exhibir más la garganta y un cálido soplido la hizo abrir los ojos. Yvan mordisqueaba y chupaba su hombro mientras la observa de reojo. Al verla con los ojos puestos en él se acercó mucho a su boca y mostró los blancos y bellos colmillos desarrollados.

―¿Quieres que te muerda, nena?

Alix cerró los ojos inspirando profundamente al sentir la sangre hervir en su entrepierna.

―Sí quieres, noto cómo reacciona tu cuerpo a mis palabras. ¡Dímelo Alix!, Sé sincera conmigo ―empujaba tan fuerte que a Alix le costaba mantenerse de pie― ¡¿Quieres?, joder… ¿sí o no?!

―Sí ―jadeó.

Yvan escondió sus colmillos, perfectamente controlados desde el principio, y apoyando las manos en la espalda de Alix dejó que su cuerpo terminara lo que había empezado. Eyaculó en su interior mientras ella se deshacía en un orgasmo increíble. Por su mente pasaron cientos de formas diferentes de seguir con ese juego, pero se sentía cansado y desanimado. Salió sin mucha delicadeza de su interior y descansó la cabeza en su hombro.

―¿Has disfrutada, nena?

―Sí, mucho ―reclamó un beso que nunca llegó.

―¡Joder! ―exclamó. El impacto de sus puños contra la pared rompió los azulejos de cerámica a la altura sus cabezas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Soy quien soy
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