XX
A pesar de tener los ojos abiertos no conseguía ver nada, la oscuridad inundaba todo el espacio a su alrededor. No reconocía el lugar. No distinguía ningún olor, objeto o sonido que le diese alguna pista de dónde estaba. Tan solo oscuridad llenando una estancia completamente vacía a excepción de la cama en la que estaba tumbada. No había ventanas, ni puertas… ¿Dónde está la puerta? El miedo se apoderó de ella. Estaba débil y herida, gravemente herida, no podía mover ningún músculo y el dolor era casi insoportable ¿Dolor? ¿Por qué sentía tantísimo dolor?
Intentó volver a moverse. Nada.
Intentó hablar. Nada.
Intentó gritar. Nada.
¿Tan mal estaba?
Recordó lo sucedido en el callejón. La pelea. El Licántropo. Yvan.
¡Yvan!
La preocupación, el dolor, el cansancio, la sed, el miedo, mucho miedo, fluyeron libres por su cuerpo. Estaba a punto del colapso. No recordaba tanto miedo desde… desde que era humana.
¿Dónde estaba?
¿Por qué no podía moverse?
¿Dónde estaba Yvan?
Entró en pánico.
Lloró y gritó, fue en vano. Nadie la ayudaba. Nadie la escuchaba. Nadie la veía. Intentó recuperar el control. Poco a poco fue recobrando la calma, pero el miedo no desaparecía, seguía ahí. Más tranquila, estudió detenidamente el espacio que la rodeaba.
Un gemido resonó en la habitación. Buscó al ser que lo había provocado, era incapaz de ver nada, excepto oscuridad. Gritos y quejidos se hicieron cada vez más fuertes y frecuentes. De pronto un bulto grande y pesado se movió ante sus ojos. Enfocó la vista, esforzándose por verlo con claridad. Era un hombre retorciéndose sobre un camastro. Parecía estar atado.
¿Estaba ella atada? ¿Por eso no podía moverse?
Un grito de dolor manó de aquel hombre, inmediatamente después se incorporó. Intentaba deshacerse de la atadura de una de las manos ¿Por qué usaba la boca?
De repente se encontró más cerca de él. Podía ver con claridad todos sus movimientos ¿Qué estaba pasando? El camastro estaba totalmente manchado de sangre, algunas manchas eran recientes otras resecas… ¡Aquel hombre se acababa de amputar una mano para liberarse y seguía consciente!, tenía que ser inmortal. Intentó llamarlo con todas sus fuerzas, fue imposible obtener alguna respuesta.
Miedo, mucho miedo, era lo único que podía sentir.
Con un fuerte tirón el hombre consiguió liberar el otro brazo. Con rapidez pero con torpeza empezó de nuevo con las ataduras de las piernas. Parecía no tener control sobre sus movimientos, incluso a veces percibía sorpresa ante su frenético ritmo.
Algo en él le resultaba familiar. Sus movimientos, su porte, la seguridad que transmitía su cuerpo a pesar de las circunstancias… Se concentró un poco, obligándose así misma a enfocar su cara. El resultado fue extrañamente, perturbador. Su cuerpo se conectó con sus movimientos. Era como si se moviese ella por él, como si estuviesen unidos. Aterrador. El dolor, sufrimiento, odio y miedo que sentía aquel extraño se convirtieron en propios. Era exactamente lo que estaba percibiendo desde que había despertado, la mezcla frustrante y espeluznante que arrasaba todo su cuerpo eran de él. Y no podía encontrar ninguna explicación razonable, no había ningún modo…
Con un fuerte tirón el hombre, ella misma, terminó de romper los grilletes. Su cuerpo fue lanzado con desmedida potencia hasta el otro extremo de la habitación. Estampándose contra la pared. Cayendo abruptamente por el impacto. Inmediatamente se incorporó y se dirigió hacia ella con rapidez. No parecía verla. Ni siquiera ella sabía cómo podía tener esa perspectiva, estaba completamente segura de que permanecía tumbada… Rompiendo un trozo de sábana del camastro se envolvió el muñón. Movió la cabeza buscando algo por el lugar y entonces lo vio con claridad.
¡Yvan!
Gritó tan fuerte como pudo, una y otra vez ―durante mucho tiempo―, mientras él tanteaba la pared. Desgraciadamente no la escuchaba, no la veía.
―Gracias Jon, te debo mucho, nunca podré pagarte lo que has hecho.
―¿Por qué no me llamaste antes?
―No quería involucrarte en esto, si lo pienso bien me arrepiento de haberte pedido… no tenía otra opción, lo siento.
―Siempre podría haberte dicho que no. ¿Puedo verla?
―Preferiría que no. No ahora.
―De acuerdo. ¿Qué más necesitas?
―Jon no te ofendas pero me gustaría que te fueras, estoy esperando a alguien que puede ayudarme.
―¡No me jodas Yvan! ¿Has llamado a Eva?
―Sí. Confío en ella.
―Más que en mí. Ya veo. No es buena compañía en este momento, si se enteran de su existencia y de tu relación con ella…
―Sinceramente, no es lo que más me preocupa, he infringido más de una norma estos días.
―Bien, como quieras ―un inquietante silencio potenció las intensas miradas que se lanzaban―. Te entiendo.
―Gracias. Jon confío en ti ¿lo sabes verdad?
―Iré a buscar algo más de sangre para ti, necesitas cerrar esas heridas y mantenerte fuerte.
Alix, completamente frustrada, escuchaba con claridad la conversación que Yvan mantenía en otra habitación. A pesar de sus continuos intentos por llamar su atención él la ignoraba por completo. El sueño del que se acababa de despertar había sido horrible y escuchar la voz de Yvan a salvo junto a su amigo le produjo un alivio inmediato. Sabía que su estado era crítico, no podía hablar, ni moverse, notaba un insufrible dolor, lo que era un claro indicativo de que no estaba sanando, y la sed empezaba a volverse insoportable. Algo rozó su mano con dulzura antes de que un beso acariciase sus labios llenándola de paz.
«Sé que está aquí así que todo irá bien. Yvan tranquilo me pondré bien, solo necesito tiempo»
La cama se agitó con el cambio de peso en uno de sus lados y notó como su empático vampiro se sentaba a su lado. Con extremado cuidado pasó un brazo por debajo de su cabeza, levantándola suavemente. Al instante un líquido excesivamente frio, de sobras conocido, se derramó entre sus dientes. Ella dejó que lo hiciese, se moría de ganas de succionar algo cálido y lozano pero debía conformarse con lo que tenía.
La sed fue cediendo poco a poco pero en lugar de encontrarse más fuerte una especie de neblina ocupaba su mente. Solo quería dormir, descansar.
―¡Alix concéntrate!, sé que puedes escucharme solo tienes que esforzarte. ¡Alix!
―¿Quién eres?
―¡Alix escúchame!
―¿Quién eres?
―Alix por favor esfuérzate, déjame entrar, por favor, por favor…
La voz le resultaba conocida sin embargo no entendía el mensaje. ¿Acaso no estaban hablando ya?
―Qué quieres, no me encuentro bien no sé si podré ayudarte.
―Alix esfuérzate por favor… ¿es que no piensas en mí en ningún momento? Necesito que vengas, por favor escúchame, escúchame…
―¡Salomé! ¿Dónde estás? ¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras?
―Alix no tengo tiempo va a amanecer y tú no te concentras, por favor, por favor…
―Te escucho Sa, cuéntame lo que ocurre.
Le concedió unos segundos, no obtuvo respuesta. Todo era tan frustrante.
―¡Sa no vuelvas a callarte, dime dónde estás!
¿Cómo podía Salomé hablar con ella, por qué no la escuchaba?
―Háblame por favor, no desaparezcas, ¡Sa! ¡Sa! ¡Salomé!
No ocurrió nada más, el silencio volvió a invadir la oscuridad y poco a poco la neblina volvió a llevarse a Alix.
El olor a cera quemada e incienso y pequeños ruiditos de metales y bolsas abriéndose y cerrándose devolvieron a Alix a la realidad. No tenía ni idea del tiempo que había pasado, ni siquiera era totalmente consciente de lo que era real o irreal. Los sueños eran tan vívidos que dudaba seriamente. Empezaba a plantearse la posibilidad de que no iba a recuperarse, nunca había tardado tanto en curarse y jamás había perdido la movilidad. Intentó hacer un repaso mental de su cuerpo para localizar las zonas más dañadas. Su cara debía tener algún golpe, quizá unos cortes, notaba el labio inflamado pero no era doloroso. Su cuerpo estaba cubierto con algo, posiblemente seda, se sentía fresca y confortable. Alguna sustancia pegajosa cubría sus extremidades, el olor a cebolla, consuelda, romero y alguna otra hierba que no reconocía penetró en sus sentidos. Se percató de que algo apretado y húmedo cubría su pecho. Una venda. El dolor se hizo más evidente en esa zona. Sí ese era el origen de todo, el licántropo había hecho bien su trabajo. Sin embargo, ese no podía ser el motivo por el cual ni siquiera conseguía pestañear. La puerta se abrió para cerrarse de inmediato. Unos pasos se acercaron a ella. Identificó un aroma que hasta ese momento no había notado, olía diferente… El latido de un corazón se hizo presente, sangre fluyendo por venas, la sed se convirtió en su peor pesadilla. Inmanejable. Desmesurada. Tempestuosa.
―Deberías descansar más, no has tardado ni cinco minutos.
La voz de una mujer joven alertó a Alix. La cama se movió un poco y notó peso a su lado derecho.
―Sabes que no puedes hacer mucho aquí y me gusta trabajar sola.
―Está tardando mucho Eva, ¿estás segura de saber lo que haces?
―Yvan sé lo que hago pero no te he dado garantías, tú mismo viste el estado de su corazón.
―¿Se te ocurre algo más?
―No. Hacemos lo que podemos. He puesto en práctica todas las sanaciones que conozco y tú la alimentas, solo podemos esperar.
―Pero ya es medio día y ni siquiera se ha movido.
―Sigue aquí, paciencia.
―Jon volverá en un rato, le he pedido que averigüe como quedó el tema anoche. Necesito saber si van a venir a buscarla, quizá debería llevármela a Le Mans.
―No aguantará el largo viaje, tiene que descansar.
―Pero alguien ha tenido que encontrarlos y habrá detectado nuestro rastro ―una larga y profunda respiración hizo la breve pausa muy dolorosa― Saben cómo localizarme es cuestión de tiempo que aparezcan por aquí.
―Al menos espera a que regrese Jon, podremos decidirlo más tarde.
―Lamento sus groserías, ya conoces su opinión sobre lo nuestro.
―No pasa nada.
El ruido de un cucharilla moverse en un bol ya no era importante ¿Lo nuestro? ¿Qué nuestro? Eso era lo único que le interesaba a Alix en ese momento, quería abrir los ojos y desangrarla allí mismo. ¡Qué coño! Ni siquiera necesitaba abrirlos, la tenía perfectamente localizada a los pies de la cama, si consiguiera impulsarse un poco para atraparla entre sus brazos...
―¡Eva mira! ―Yvan acarició su cabeza―. Creo que está consciente, puedo distinguir el movimiento de sus ojos bajo sus parpados.
El olor de la humana se acentuó a su lado. Si solo pudiese alcanzarla.
―¡Apártate!, está sufriendo ―el olor más lejos que nunca―. Tiene sed y el latido de tu corazón la altera.
«No sufro por eso ahora mismo Yvan»
Un brazo la alzó por la nuca y una muñeca tocó sus labios.
―Yvan, no deberías hacerlo otra vez, necesitas recuperarte.
―Es la manera más rápida. Si bebe mi sangre sanará antes.
―¿Y tú? ―la voz llegaba en un susurro, apenada, preocupada por las actuaciones de su pareja. De su Novio―. Y no me refiero a tus heridas. ¿Cuánto crees que tardarás en recupérate de esto?
―Alix cariño bebe, esfuérzate. Vamos muerde, puedes hacerlo, la necesitas.
Eso debía ser muy mala señal. Seguramente estaba peor de lo que pensaba.
¿Yvan ofreciéndole su sangre?
Esa tal Eva había hecho referencia a su corazón, ¿y si no se recuperaba?
Intentó abrir la boca y desarrollar los colmillos pero no tuvo éxito, y en el fondo se alegró, no quería que Yvan sacrificase tanto por ella. Con suerte mejoraría y podría seguir a delante pero ¿y él? Esa desconocida tenía razón, ¿cómo lo superaría él?
Yvan apartó la muñeca un momento y rápidamente la volvió a colocar sobre su boca. Esta vez la sangre goteaba directamente sobre sus labios provocándole un leve chasquido de vitalidad. Al instante, su mente se apagó.
Pasaron horas, tal vez días, pues Alix era incapaz de controlar las idas y venidas de su conciencia, y las conversaciones a su alrededor se mezclaron con los sueños. Bueno, al principio pensaba que eran sueños pero cuando conoció lo que Yvan estaba haciendo la posibilidad de que fuera el proceso de vinculación tomaba fuerza. Evidentemente era extraño pues debían compartir sangre los dos, pero si algo había aprendido en ese mundo de seres inauditos era que las cosas no eran siempre lo que parecían. A demás, Yvan había bebido un poco de su sangre… quizá con eso bastaba. Las conversaciones que conseguía escuchar no eran de gran ayuda para resolver sus dudas, o llevaban un tiempo empezadas y no entendía nada, o se limitaban a ser escuetos diálogos compuestos sobre todo de monosílabos. A veces se divertía escuchando las discusiones que mantenían Eva y Jon, era gracioso el modo en el que Eva lo ignoraba cuando él arremetía con sarcasmos una y otra vez. Alix siempre se posicionaba a favor de Jon, odiaba con todas las fuerzas a esa repelente humana.
Desafortunadamente esos momentos eran escasos. Pasaba la mayor parte del tiempo inconsciente sin poder disfrutar de la compañía sonora que distinguía a su alrededor ni del contacto de Yvan.
Las visiones sin embargo eran otra cosa. Quería desesperadamente salir de ellas. Sentía que invadía la privacidad de Yvan, él no quería hablar de esos momentos y si supiese que lo estaba, literalmente, viviendo todo…
Además ponerse en su piel no era nada fácil. Alix empatizaba con sus emociones hasta el punto de hacerse con ellas. Las visiones se transformaban en recuerdos propios y los recuerdos no eran nada felices. Lo vio salir del lugar en el que estaba encerrado con un trozo de sábana empapada en sangre envolviendo su brazo amputado; desesperado por entender la sensación que le provocaba una desconocida sed de sangre; asustado por una velocidad y fuerza descontrolada; alucinado por una nueva y maravillosa visión del mundo. Sintió el esfuerzo mental y psíquico que hizo durante horas para alejarse de los humanos que se cruzaban a su alrededor. Pero sobre todo, lo que más ocupaba sus recuerdos eran imágenes de una bella mujer castaña de ojos azules siempre acompañada de una niña de media melena negra azabache con unos ojos del mismo azul cielo, asombrosamente familiares. Las imágenes se sucedían una y otra vez: jugando en el parque, saliendo del colegio, entrando en una casa con un hermoso jardín. Luego las imágenes cambiaban y no podía ver las caras de la gente, solo podía situarse en los acontecimientos: fiestas navideñas, funerales, bodas… En todas ellas había un denominador común, Yvan ―y ahora ella― sentía mucho amor a la misma vez que pena y añoranza.
De lo que no había vuelto a tener noticias era de la voz de Salomé. Dos o tres veces intentó hablar con ella pero el silencio era lo único que obtenía por respuesta, tal vez eso sí había sido un sueño.
Fue consciente de que su cuerpo volvía a ser pesado, notaba su presencia firme sobre la cama. La venda del pecho había desaparecido y sus brazos y piernas estaban limpios de ungüentos. Intentó mover los dedos de las manos bajo las sábanas y creyó conseguirlo aunque su embotada mente no le permitía percibirlo con claridad. Agudizó el oído y solo pudo escuchar la respiración de alguien en la misma habitación. El resto del lugar parecía totalmente desierto a excepción del ruido de algún coche o transeúnte que se oía lejano. Se concentró en la respiración que tenía más cerca. No detectaba movimientos ni aromas por lo que debía ser Yvan. Con esfuerzo movió uno de los pies. Yvan no parecía notar nada y eso la aliviaba, si no iba a poder hablar con él prefería que no se diese cuenta. Se pondría como loco si pensaba que no se recuperaría al cien por cien. Trasladó toda su energía a sus párpados y después de varios intentos los abrió. La habitación estaba completamente a oscuras, era amplia y estaba bien amueblada. A la derecha, debajo de un gran ventanal tapado por gruesas cortinas grises, Yvan permanecía sentado en el suelo con las rodillas recogidas por los brazos y la cabeza dirigida hacía el techo. ¿Por qué siempre hacía eso? Se tomó unos segundos para orientarse. Estaba tumbada en una gran cama con dosel blanco. Una mesita a su lado solo con una lámpara encima y una bolsa de sangre vacía. Unas velas centelleaban sobre una cómoda…
―Yvan.
Su voz sonó tan baja para sus propios oídos que no supo si de verdad las había dicho en voz alta. Esperó pero Yvan no hizo ningún movimiento.
―Yv…
―Chiss… chiss… no hables.
Yvan estaba a su lado antes de poder terminar de llamarlo cubriéndola de besos y alisándole el pelo sobre la almohada. Se le veía tan nervioso e inseguro que provocaba muchísima ternura.
―Duerme un poco más, debes descansar.
―¿Qué ha pasado?
―Luego nena, ahora duerme, yo estaré aquí.
―Pero…
―Tienes que dormir. Chiss…
Yvan se tumbó a su lado y la abrazó sin dejar de besarla. Poco a poco y muy a su pesar el sueño volvió a ganar la batalla.
―Yvan te quie…
―Y yo a ti nena, duerme, duerme tranquila.
Le dolía la piel y no podía moverse, otra vez. Notaba una ligera brisa refrescante y los olores eran diferentes, ya no olía a incienso y hiervas.
―Alix ¿puedes oírme?
―¡Sí, sí… háblame por favor! ¿Dónde estás?
―Oh Alix cariño… llevo tanto intentándolo…
―Sa… no llores ¿Qué te pasa, estás herida?
―Necesito que vengas a por mí, no puedo moverme.
Alix se concentró. La luz del crepúsculo llenó su visión, el cielo estaba despejado y no veía ningún edificio alto a su alrededor. La visión del cuerpo de su amiga llegó a ella como un duro golpe en el estómago. Parecía estar atada por tobillos y muñecas, no llevaba ropa y su piel… ¿dónde estaba su piel?
―¡Dioses Salomé! Dime dónde estás.
―No lo sé. Llevo aquí semanas… oh Alix sácame de aquí… me muero, no podré soportarlo más.
―No digas eso, voy a por ti, aguanta, aguanta por favor.