XXI

 

 

 

 

 

El grito de Alix fue tan atronador que lo dejó en shock durante unos instantes. Yvan reaccionó al verla sentada, consciente y agitada. Se levantó del suelo y corrió hasta la cama. El largo pelo cubría su hermoso rostro. Tiraba desesperadamente de su brazo, forcejeando para deshacerse de la atadura con la que la cadena la sujeta a una de las barras del dosel de la cama. A pesar del dolor que le causaba la imagen, no le había quedado otra opción. Alix llevaba un par de horas muy inquieta y no estaba dispuesto a que se proyectase sola y herida bajo la influencia de sus sueños. No asumiría riesgos. No mientras ella fuese suya. Tenía pleno derecho a protegerla, a cualquier precio. Los movimientos de Alix eran cada vez más bruscos y desesperados, terminaría haciéndose daño. Sentándose a su lado unió sus manos y la sujetó por la barbilla.

―¡Suéltame! ―Alix echó la cabeza hacia atrás― ¿Cómo te atreves?

―Cálmate Alix, te soltaré en cuanto te relajes.

Ella retrocedió al notar el contacto del pulgar sobre su mejilla. Pudo ver tanta angustia en el demacrado rostro de Yvan que rectificó al instante apoyando la cara en su hombro mientras le ofrecía el brazo para que la desatara.

―Lo siento Alix, esto no me gusta pero lo he hecho por tu bien. Estabas muy nerviosa y no podía arriesgarme a una proyección involuntaria.

―No creo poder hacer eso, mentalmente estoy agotada.

―Lo sé, y aun así has ido y venido dos veces, créeme pensaba que… no importa.

Con un ágil movimiento Yvan cogió una llave de la mesita y abrió la cadena que sujetaba a Alix. No le confesaría en voz alta su temor a perderla. No en aquel momento.

―¿Estaba ahí todo el rato?

―Sí

―Vaya, no me había dado cuenta de que era tan fácil ―Alix se mordió la esquina del labio y una discreta sonrisa se vislumbró debajo.

―No eres mi rehén, confiaba en que al despertar quisieras seguir aquí a sí que no importaba si lo hacías tú misma.

Le enseñó la llave y el candado y los metió dentro de un cajón. Cambió su posición para sentarse frente a ella y le cogió las manos. La miraba fijamente sin decir nada mientras acariciaba sus palmas con los pulgares.

―¿Te encuentras bien?

―Tengo un dolor espantoso de cabeza y mucha pero que mucha sed, por lo demás creo que sí. ¿Cuánto llevo aquí?

―Ha pasado todo un día y toda una noche. Te puedo asegurar que ha sido el día y medio más largo de la historia, literalmente.

―¿Qué hora es?

―Las cuatro y media está a punto de amanecer.

―¿Qué? No, no puede ser, tengo que irme.

Alix se levantó envuelta en la sabana y empezó a buscar entre los armarios. Estaba nerviosa y sus movimientos eran torpes y lentos.

―¿Por qué tanta prisa? Aquí estás a salvo, podemos quedarnos unas horas más, esta noche volveremos a casa.

―No lo entiendes debo irme, tengo que encontrarla está a punto de salir el sol y me necesita.

―¿Quién? ―se plantó frente a ella y la cogió por la cintura trasladándola a la cama― Necesitas descansar.

―¡No! Tengo que encontrarla ―empezó a llorar desconsoladamente.

―Alix estás confusa, has pasado por algo… no te imaginas lo cerca que has estado y tu mente… bueno no hablabas, no bebías, no movías un músculo, ni siquiera podías abrir los ojos.

―Estoy bien, sé lo que digo.

―Debes descansar, hazlo por mí, te traeré algo de beber y luego vuelves a dormir.

―Yvan no tengo tiempo, no puedo explicártelo, ¿vale? Pero Salomé me necesita. Tengo que encontrarla.

―¡Llevamos días buscándola Alix, estás aquí por ella ¿recuerdas? ―Yvan atrapó su cara entre sus manos obligándola a mirarle― ¿Puedes dejarlo ya? Por mí, por favor.

―Si tú supieses lo que yo sé…

―Cuéntamelo, si es tan importante iré yo mismo, pero tú te quedas aquí.

―No puedo, vas a pensar que estoy loca o confusa.

―Lo entenderé, tú prueba.

―¿Sabes esos terribles dolores de cabeza?

―¿Cómo el de ahora? ―arqueó la ceja antes de sentarse a su lado.

―Bien pues creo saber por qué me pasaban ―ignoró la pregunta―. Salomé tiene un gran poder psíquico, eso ya te lo conté, ella puede dominar la mente de los demás con mucha facilidad incluso puede meterse en ella para leer algunos recuerdos. No sé cómo lo hacía pero creo que estaba poniéndose en contacto conmigo.

―¿Qué?

―Sí, siempre ocurrían por la noche o antes de salir el sol y minutos después tenía la necesidad de llamarla… Sé que es una locura pero mientras he estado inconsciente he hablado con ella. La he visto Yvan. Estaba atada en alguna azotea, desnuda y con la piel quemada. Me ha pedido ayuda… no le queda mucho, Yvan necesito encontrarla.

―A ver ―presionó tiernamente su muslo―… dando por hecho que sea cierto… ¿Qué pretendes hacer? No puedes ir edificio por edificio revisando todas las azoteas. Tú misma has reconocido no tener fuerzas para una proyección, así que imagínate varias.

―Puedo intentarlo, al menos le debo eso.

―No, no lo harás. Si es necesario volveré a encadenarte.

―¡No te atreverás!

―Alix entiendo tu preocupación por tu amiga así que sé que puedes imaginarte la mía por ti ―le robó un fugaz beso―. Sería capaz de cualquier cosa.

―Con un poco de tiempo esa cadena no será un impedimento y lo sabes.

Alix envolvió lo brazos por su nuca. Quería a su amiga. A él lo necesitaba. Ansiaba tocarlo. Sentir su piel, su lengua. Ante todo quería hacerlo feliz.

―Sí lo será, esta hechizada. No puedes romperla y tampoco puedes viajar en el espacio tiempo. Alta tecnología contra vampiros ―dijo orgulloso.

―¿Cómo has conseguido una de esas? ―su nariz acariciaba la línea de su mandíbula.

―Tengo contactos.

―Eso ya lo he oído antes ―Yvan creyó detectar algo de reproche en su tono pero decidió ignorarlo.

―Bueno siguiendo con el tema ―estiró su manto de pelo hacia atrás, deseaba estar dentro de ella, era urgente detener sus caricias―. La mejor forma de revisar las azoteas es por el aire. Así que si te quedas más tranquila y te tumbas en la cama iré yo. ¿De acuerdo?

―¡No!

―Pues daremos por sentado que ha sido un mal sueño y seguiremos con mi plan.

―¡No! No me hagas eso Yvan. Todo es cierto, está al límite de sus fuerzas, no creo que aguante mucho.

―Bien, llamaré a Jon y cuando llegue me voy.

―Por favor Yvan llévame contigo, ella no te conoce y está muerta de miedo, me portaré bien y haré todo lo que me digas pero llévame contigo, necesitará verme.

Yvan se levantó de la cama y empezó a deambular por la habitación como siempre hacía cuando necesitaba pensar. Durante un largo rato estuvo en silencio, dirigiendo alguna que otra mirada a Alix, trazando una ruta a ninguna parte una y otra vez. De pronto salió de la habitación y regresó con una bandeja llena de comida. La dejó a un lado de la cama y se sentó de nuevo frente a Alix.

―Sé que tus heridas están completamente curadas, hace horas que sanaron. Eva me dijo que lo único que te mantenía dormida era el agotamiento mental ―Alix se removió incomoda al escuchar de nuevo ese nombre y se preguntó dónde estaría esa humana―. Yo tenía mis dudas, tu corazón… ¿Me aseguras que te encuentras bien físicamente?

―Sí, fuerte como un roble.

―Bien. Confiaré en ti. He pasado un calvario pensando que te había perdido, tus funciones mentales no se recuperaban, creemos que las proyecciones a la luz del día junto con el esfuerzo que hiciste contra esos hijos de perra te colapsaron. Solo pensar que podría haberse evitado si no me hubieses concedido mis caprichos… Eva piensa que si conseguías despertar lo harías al cien por cien de tus capacidades, yo no estoy tan seguro. No te dejaré hacer nada que entorpezca tu recuperación ¿lo entiendes?

―Sí, confía en mí, haré lo que me digas, solo quiero estar allí.

―Si vamos y la encontramos quizá habrá alguien más. Tú te irás. Será la única vez que te proyectarás durante estos días. No quiero truquitos telequinéticos ni nada parecido, ¿entendido?

Alix se lanzó sobre él haciéndole caer de espalda. Le dio tantos besos como fue capaz en un par de segundos, tantos que Yvan no pudo evitar echarse a reír.

―Te quiero, te quiero, te quiero.

―Anda cállate ya, si no llego a ceder me hubieses matado, no creo que eso sea querer a alguien.

―Gracias, gracias, gracias ―seguía besuqueándole y él no podía dejar de reírse.

―Casi me muero del susto.

―Ya estás muerto.

―Touché.

―Gracias, por todo.

―Te amo.

Yvan se incorporó un palmo y sujetándole la cara entre sus manos le dio un apasionado beso. Trasladó sus manos a su espalda y acarició la suave piel de Alix. Estaba tan aliviado, hasta hacía unas horas creía seriamente que la perdía y ahora estaban ahí sobre su cama besándose y a punto de hacer una locura. Pero prefería tener la situación controlada, no quería darle la oportunidad de planear algo estúpido y temerario por su cuenta. Bajó un poco más las manos y le cogió el culo fuertemente.

―Alix o me detienes ahora mismo o nos quedamos aquí todo el día, este nuevo plan me parece menos peligroso y traumático para ti así que deberás tomar tú la decisión.

―Mentalmente soy inestable, podría causarme un shock, es una decisión difícil.

―Como quieras, yo tengo tomada la mía ―Yvan la hizo girar y se coló entre sus piernas, le besó uno de los pechos y luego regresó a la boca―. De todas formas creo que te has vuelto totalmente loca, así que me ahorraré el viaje.

―Tengo que intentarlo, se lo debo. Tendremos todo el tiempo del mundo luego.

Yvan trasladó sus besos a la fina línea cicatrizada que antes había sido una espantosa carnicería. Se sentó con ella en su regazo y forzó una sonrisa. Le colocó el pelo detrás de las orejas y la besó tiernamente en la comisura de los labios. Cogió un vaso de tubo de la bandeja y se lo ofreció guiñándole un ojo.

―Anda bebe algo, luego quiero que comas todo eso ―dijo señalando un montón de frutos secos y un plato con una tortilla―. Debes recurar fuerzas.

Cuando Alix fue a coger el vaso vio la tenue cicatriz de su muñeca, prueba inequívoca de lo que había hecho. Sujetó su mano hacia arriba para poder verla mejor. Lágrimas grandes y rosadas cayeron por sus mejillas. Se acercó la muñeca a los labios y la besó. Yvan se estremeció al contacto. No quería pensar en su irreflexivo acto, Alix estaba bien y eso era lo importante.

―No tenías por qué hacerlo. Gracias.

―Come, si no lo haces me voy sin ti.

―Yvan tienes que hablar conmigo, no quiero que te sientas mal.

―Estás bien Alix, es lo único que importa.

Se levantó bruscamente y buscó en los cajones de la cómoda. Lanzó sobre la cama una camiseta de licra negra y un pantalón de chándal pirata.

―Esto te servirá de momento, más tarde conseguiré que te traigan algo de ropa. No puedo ofrecerte zapatos pero no los necesitarás en el aire.

―¿Se lo pedirás a Eva? ―preguntó con hastío.

―¿Por qué usas ese tono?

―A veces podía escucharos. Jon me gusta.

―¿Y Eva no?

―Te lo diré cuando la pruebe ―las palabras salieron por su boca sin pensar y antes de poder rectificar Yvan la sujetaba por los brazos.

―Ni se te ocurra, estás viva gracias a ella. Es mi amiga y te mantendrás alejada de ella. Voy a dar por sentado que ha hablado la sed en vez de tú. Comprendo tu necesidad después de la difícil recuperación, estoy haciendo lo que puedo, he puesto en peligro a mis amigos para que puedas beber sangre humana y si no puedes soportarlo siempre puedes recurrir a mí, pero no toques a Eva.

Su voz era tan baja y seca que daba miedo pero si a eso le sumábamos los profundos ojos negros el resultado era espeluznante.

Yvan no entendía cómo podía mantener el control en esos momentos, lo que Alix había dicho era gravísimo. ¿Cómo se atrevía a amenazar a Eva? Respiró profundamente para retomar su estado de ánimo y soltó a Alix quedándose frente a ella muy quieto y solemne.

Alix dejó caer el vaso vacío sobre la cama y se arrodilló abrazándolo por la cintura.

―Lo siento no pretendía decir eso, cuando la escuchaba hablar contigo se os veía tan bien, se preocupaba tanto por ti… y yo estaba ahí parada sin poder decir nada ¿De que la conoces, por qué has acudido a ella?

―Es una larga historia y no te interesa que amanezca así que venga, come.

―Nunca me cuentas nada de tu vida ―sollozó y se sentó de nuevo a comer―, ¿tenías hermanas o sobrinas?

―¿Qué tipo de pregunta es esa?

―Curiosidad.

Yvan la miró intrigado. Dudó entre volver a preguntarle o dejar el tema. Tal vez aún seguía algo confusa. Se dirigió al sillón y se sentó a esperar a que Alix terminara.

El peso en sus piernas lo sorprendió, abrió los ojos y vio a Alix sentada sobre él.

―Despierta dormilón. Tenemos que irnos.

―¿Qué?

―Tranquilo solo han sido unos segundos. Ha sido sentarte y tus parpados han caído. He decidido hacer mis tareas antes de despertarte.

―Mi camiseta es tuya ―se mordió el labio ansioso por hacer el amor con ella pero se conformó con acariciarle la espalda por encima de la ropa―, definitivamente te sienta mejor que a mí ―escondió la cara en su cuello, emborrachándose de su erótico aroma― No entiendo que me ha pasado.

―¿Cuánto llevas sin beber?

―Unas horas.

―Deberías alimentarte se te ve ojeroso y pareces más delgado. Estás empezando a enfermar, llevas semanas sin alimentarte bien, puedo notarlo ―dijo recuperando una antigua conversación.

―Es usted una crack con los piropos señorita ―Yvan rozó su nariz con los labios―. No pasa nada, de verdad, he bebido más de lo habitual.

―También te has deshecho de ella ―dijo acariciándole las ojeras y volviendo a derramar lágrimas.

―Has llorado ya tres veces en pocos minutos, no me gusta ―le secó las lágrimas con la punta de los dedos―. ¿Estás lista?

―No, primero debes beber, no sabes que vamos a encontrarnos y si no te puedo ayudar debes estar fuerte.

―Buena puntualización. Vamos a la cocina.

―¿Dónde estamos?

―En mi casa.

―Es bonita. ¿Dónde están Eva y Jon?

―Les pedí que se marcharan, no sabía el modo en el que despertarías y ya no podían hacer mucho más aquí.

―Me gustaría conocerlos ―Yvan la miró escéptico―. No me mires así, solo quiero darles las gracias.

―Veremos que se puede hacer.

Se sentaron en una gran isla redonda en medio de la cocina cada uno con su propio vaso. La estancia estaba abierta a un gran salón decorado con tonos blancos, plateados y cristal. Mucho cristal. Un gran ventanal que daba a una terraza, una gran mesa, altos jarrones en las esquinas, una mesa de centro ovalada, una vitrina con altas puertas que guardaba una exquisita vajilla… Alix recorrió todo el lugar con la mirada echando un rápido vistazo y comprobó que el mobiliario de la cocina también era de color blanco. Todo níveo e inmaculado a excepción de la encimera de la isla que era de color granate y el amplio sofá que coordinaba varios tonos de azul.

―Vaya…definitivamente te gusta el blanco.

―Y el gris ―dijo divertido―, siempre y cuando sea en un tono claro. ¿A ti no?

―No puedo ni pensar en la luz que habrá aquí en un par de horas, ni siquiera tienes cortinas.

―Eso puede arreglarse fácilmente. Además no estaremos mucho tiempo aquí, no podemos asumir más riesgos, esta misma noche volveremos a casa.

Alix bajó la vista hacía sus manos. Por primera vez se sentía egoísta, Yvan abandonaba todas sus comodidades por ella y ella no le había ofrecido nada a cambio. Solo problemas.

Yvan notó la tensión de Alix y se quedó mirándola fijamente. No sabía a qué podía ser debido. ¿Habría dicho algo inapropiado? ¿O tal vez estaba preocupada por Salomé?

Ninguno de los dos quería romper el silencio. El ambiente estaba tenso de repente y Yvan no sabía muy bien que decirle. No quería alterarla con temas serios y tampoco quería parecer frívolo. Buscó en uno de los cajones y desplegó sobre la mesa un mapa de París.

―Vamos a ver, ¿por dónde empezamos?

―No sé, esta zona la hemos rastreado bastante ―dijo señalando la parte norte― deberíamos dejarla para el final.

―¿Recuerdas algo del lugar donde crees que la has visto?

―No mucho. Era un lugar alto pero no demasiado. Me refiero a que no era un edificio de muchas plantas aunque parecía ser el más alto de la zona.

―Entonces deberíamos descartar La Défense.

―Estoy de acuerdo. No pude distinguir nada significativo, ningún cartel… quizá una explanada algo más iluminada a varios kilómetros ―frunció el ceño como muestra de que intentaba recordar―. Podría intentar comunicarme con ella.

―¡No! Es demasiado esfuerzo. ¿Y si no lo soportas y pierdes el conocimiento? Tendría que quedarme a aquí a cuidarte.

―Vale, mensaje captado.

―Nada de tonterías, es mi única condición.

―Recuerdo que capté un olor intenso a barro como a tierra mojada… Aviones, escuché varios aviones en poco tiempo, como si estuvieran volando cerca.

―Creo saber por don empezar. Iremos a Orly, allí hay bastantes fábricas de tejas y cerámica, no es el único lugar pero si añadimos aviones y explanada luminosa, el aeropuerto no parece mala idea. ¿Necesitas algo?

―No

―¿Podrás proyectarte aquí cuando yo te lo diga?

―Me basta con lo que he visto.

―Pues en marcha entonces.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Soy quien soy
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