CAPÍTULO

35

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UNA SEMANA DESPUÉS

 

Era la hora del desayuno en Havenway. Todos se habían mudado allí, excepto X, a quien no habían visto mucho la última semana. El comedor era de techos abovedados y tenía mesas de dos metros alineadas en filas de cuatro mesas a lo ancho y siete a lo largo. Las dos mesas principales, situadas de cara al resto, presidiendo, estaban reservadas a los líderes de Facción, comandantes y sus familiares.

A un lado había una enorme chimenea de hierro forjado que a Kalina le recordaba a las imágenes de épocas medievales que había visto en los libros de historia. En la cocina, cuyas puertas daban al comedor y al vestíbulo trasero, había otra chimenea de forja, parrillas y fogones profesionales. También había tres neveras, congeladores, y más cazuelas y sartenes de las que Kalina había visto en su vida.

Baxter supervisaba todo en Havenway, como hacía en casa de Rome. Fue él quien contrató a todo el personal gracias a la base de datos de X (que en aquel momento se había convertido en una herramienta inestimable para los shifters estadounidenses) e incluso con esas tareas añadidas encontraba tiempo para atender personalmente a Kalina y a Rome. Sin mencionar la atención que prestaba a Ary ahora que estaba embarazada.

La semana siguiente Rome viajaría al Gungi para acompañar a Estados Unidos a los veteranos y a las hembras que iban a asistir a la unión oficial de Nick y Ary. Luego celebrarían una ceremonia civil en el juzgado, como habían hecho Kalina y Rome, para sellar su unión en ambos mundos.

Era un honor y un privilegio formar parte de la familia de los shifters, pensó Kalina mirando su mesa. Incluso Caprise se había suavizado un poco. Vale, tal vez eso era decir demasiado. Kalina estaba de acuerdo con Rome y Nick: algo reconcomía a Caprise, algo la estaba destrozando por dentro y la hacía saltar ante la más mínima provocación, o lo que ella consideraba provocación, que casi siempre solía ser algún inocente comentario.

Pero desde hacía unos días parecía que se estaba relajando un poco: no se cabreaba ante cualquier cosa que dijesen, e incluso daba su opinión cuando discutían algo. Kalina pensó que de haber tenido una hermana su relación con ella habría sido la misma que tenía con Caprise. No estarían siempre de acuerdo, ni siquiera tendrían que llevarse bien, pero se preocuparían por lo que ocurriese en sus vidas y serían leales la una con la otra. Aunque Caprise no se había sincerado con ellos todavía, Kalina sentía que la confesión no tardaría en llegar. Al menos rezaba por ello.

—Otra stripper fue hallada muerta anoche —dijo Kalina cuando parecía que todos habían terminado de comer y tomaban café, o zumo de naranja en el caso de Ary.

—No me sorprende —respondió Rome.

—La droga ya está ahí fuera. Va a hacer mucho daño —señaló Nick.

Rome hizo un gesto de negación.

—Sabar no está muerto —dijo con solemnidad.

Nick suspiró hondo.

—No creo que ninguno de los dos lo esté. Habría sido demasiado fácil.

—Entonces tendrían que haber ido a un hospital. Dijisteis que los heristeis. Ni siquiera los shadows se curan tan rápido —dijo Ary.

—No pudieron ir a un hospital normal —señaló Kalina—. Así que ¿cómo han podido curarse?

Caprise posó su taza en la mesa de mármol de forma ruidosa.

—Utilizando el mismo recurso que usaron para que el padre de Ary y su chamán se volvieran contra ella y contra las tribus. Dinero. Es lo que manda aquí en Estados Unidos. Todo lo que tiene que hacer Sabar es exhibir unos cuantos billetes y conseguirá lo que quiera.

—Sí, pero aunque el precio sea muy alto —discrepó Nick—, el dinero no compra el silencio, no por mucho tiempo al menos. Así que si está echando mano de doctores humanos para que lo ayuden, se arriesga a que lo descubran.

—¿Te refieres a más riesgo del que ya habéis corrido vosotros? —preguntó Caprise—. ¿Has visto las noticias últimamente? Cualquiera pensaría que una nave espacial ha aterrizado en medio de D. C. Están especulando acerca de los ruidos que se escucharon aquella noche cerca de la casa de Sabar y en la carretera. Leí el otro día en el periódico que hay gente que asegura haber visto a individuos raros con cara de leopardo. Yo diría que la posibilidad de ser descubiertos está empezando a ser una realidad.

—Por desgracia, tiene razón —dijo Kalina suspirando—. ¿Cómo vamos a manejar ese asunto?

—Tal vez vaya desapareciendo, como lo del extraterrestre de hace unos años —dijo Nick apagado.

—O se convierta en una espiral incontrolable —corrigió Rome con severidad.

—Entonces, ¿cuál es nuestro siguiente paso? —preguntó Ary.

—Acabar con Sabar y solucionar después lo demás —dijo Rome, dando por terminada la conversación. Retiró su silla y se levantó de la mesa.

—Y continuar ganando dinero para poder ayudar a las tribus. —Ese fue el apunte final de Nick. Irían a la ciudad a trabajar y seguirían con sus vidas humanas como si no hubiese nada más en el mundo de lo que preocuparse.

Kalina recibió el beso de su marido y observó cómo salía del comedor con su traje hecho a medida y sus brillantes zapatos de cordones. Estaba tan guapo como el primer día que lo vio en su oficina. Solo que ahora su corazón rebosaba más amor y respeto del que nunca podría haber imaginado.

 

 

Ary acompañó a Nick hasta su habitación para coger la chaqueta de su traje. Hoy vestía de gris carbón, con una camisa nueva de color blanco y una corbata gris metal a la que ella por fin le había pillado el tranquillo y hacía el nudo mejor que nadie.

Por la mañana habían hecho el amor y se habían quedado en la cama todo el tiempo posible antes de que Baxter llamara a su puerta. Después habían desayunado con sus amigos, que eran más parecidos a una familia, y luego ella lo había acompañado a la puerta para ver cómo se alejaba con su coche de camino al trabajo.

Más tarde se marcharía para asistir a sus primeras clases en la universidad. Tenía un largo camino por delante antes de convertirse en doctora, pero le encantaba estar intentándolo y sabía que lo conseguiría. A última hora de la tarde regresaría al centro médico que tenían en Havenway donde comprobaría los suministros y estudiaría un poco más, esta vez utilizando las hierbas que Rome había mandado traer para ella. Ya había comenzado a encargarse de los arañazos leves y los cardenales que recibían los guardianes en sus entrenamientos. Y ya conocía a casi todo el mundo en Havenway, pronto acabarían siéndole tan familiares como lo eran los miembros de las tribus del Gungi.

No echaba de menos a Davi y ya no pensaba en su traición. Se acabó. En cuanto a su madre, sentía cierto remordimiento y un poco de añoranza cuando a veces se sentaba sola y miraba por la ventana con la mano sobre su barriga, que crecía rápido. Habría sido bonito tener a su madre allí con ella en esos momentos. Pero era un pensamiento inútil.

—Ten cuidado hoy. —La voz de Nick la sacó de sus pensamientos. Se abrazaron.

—Dices eso todos los días —le contestó envolviéndole el cuello con los brazos. Él se echó a reír.

—Y lo digo en serio cada día. Asegúrate de que Leo permanece cerca, y vuelve directa aquí cuando acabes.

—Sí, señor —dijo con una mueca porque esa conversación estaba empezando a ser reiterativa. Siempre le decía a Leo dónde iba, lo que tampoco era necesario porque, ahora que sabía que estaba embarazada, se había convertido en su sombra tanto como Nick. Como en ese mismo instante. No estaba a la vista, pero Ary sabía que se mantenía a la vuelta de la esquina, preparado y capaz de hacer lo que fuese necesario para salvarla a ella o al bebé. Era reconfortante y no tan agobiante como había pensado cuando llegó por primera vez a Estados Unidos.

—Te echaré de menos —dijo Nick mientras se inclinaba para posar los labios en los de ella.

—Yo a ti más —fue su dulce respuesta.

Cuando se apartaron el uno del otro él se arrodilló para besar su barriga, otra de las cosas que ahora hacía a diario.

Nick quería un niño, Ary una niña. Kalina dijo que era natural. Rome les deseó lo mejor con el bebé. Caprise, bromeando, decía rezar porque no se pareciese a Nick. X, pensativo, vigilaba a Ary como un halcón cuando estaba cerca. Él sería el tío sobreprotector, lo supo al instante.

Y cuando Ary cerró la puerta ese día, se apoyó contra ella, cerró los ojos y pensó en lo feliz que era en ese preciso momento. En lo perfecta y peculiar que era su vida.