CAPÍTULO

22

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El rugido sonó alto; era un alarido hambriento. Ambas hembras pararon, alzaron la cabeza e inclinaron los hocicos hacia la brisa. Una rápida mirada y un leve ronroneo fue toda la advertencia que pudieron hacerse la una a la otra antes de empezar a correr.

Los árboles silbaban cuando Ary los pasaba a una velocidad que no alcanzaba desde hacía tiempo. Ya no corría por diversión, corría para salvar su vida. Había otro felino entre los árboles y no era amistoso. El aroma amargo de un rogue se filtraba entre los árboles a través del viento. La imagen borrosa del pelo leonado de Kalina le pasó corriendo, señalándole el camino. Ary la siguió, con el corazón golpeando de forma salvaje y las orejas en alerta para escuchar cualquier otro ruido proveniente del rogue.

Como si ella lo hubiese convocado, el extraño felino rugió hacia el aire nocturno. Se estaba acercando.

Kalina corrió, saltó tres troncos caídos y bajó hacia un pequeño claro. Ary recordaba ese lugar; tan solo unos metros más los árboles quedarían atrás y estarían de nuevo en el césped de Rome. Por desgracia también lo estaría el rogue.

Alzó la vista y pensó en trepar a algún árbol, pero recordó que no estaba en el Gungi. Y aunque los árboles eran altos, no aguantarían el peso de una jaguar adulta, y no eran lo bastante altos como para ocultarse de la cercanía del rogue entre el follaje. No, su única esperanza era alcanzar la casa de Rome.

Justo cuando Kalina dejaba atrás los árboles, Ary oyó dos disparos y se escabulló hacia un lado. Procedían de la propiedad de Rome, estaba casi segura. Sus ojos ya habían cambiado a visión nocturna así que podía ver a través del bosque como si estuviese a plena luz del día. A lo lejos no había nada. Se giró despacio y no notó que nada la siguiese.

Entonces oyó el crujido de las ramas y un rugido. No el rugido fiero que había oído antes, sino uno ahogado y quejumbroso. Habían disparado al rogue. Ignorando las advertencias de su cabeza, fue en dirección a él, moviéndose con cuidado para que el humano que había disparado no tuviese la posibilidad de seguirla. En ese momento no sabía en quién confiar: felino u hombre.

Primero se acercó al felino, que era un enorme macho marrón oscuro con rosetones negros. Estaba tendido sobre uno de sus flancos, con las patas extendidas y un costado sangrando mucho por los agujeros de bala. Sus ojos encontraron los de ella y ambos se miraron. Él se lamió el hocico, mostró sus dientes e hizo un vago movimiento con su pata delantera. Ella se acercó tanto como pudo porque sabía que, dado su estado, no era ninguna amenaza. No lo reconocía, y él no parecía tener ni idea de quién era ella. Pero ambos eran shifters, de eso no cabía la menor duda.

Oyó un ruido de ramas y percibió un aroma humano, uno que le resultaba vagamente familiar.

—Debería regresar. Kalina está esperando fuera con su ropa.

Era Baxter, el hombre alto y mayor con ojos acuosos marrones y piel oscura y llena de arrugas. En una mano llevaba un rifle. Con la otra señalaba hacia la dirección que quería que tomara, de vuelta a la casa.

—Yo me encargaré de él —le dijo cuando vio que Ary seguía mirándolo a través de sus ojos felinos.

No había hablado con ese hombre, lo había visto una vez en casa de Rome y le habían dicho que era el mayordomo, o algo por el estilo. No era un shifter, eso estaba muy claro, pero lo sabía todo acerca de los shifters y los rogues. Y no solo eso: los protegía y guardaba su secreto.

Era extraño, pero ya lo pensaría en otro momento más apropiado, se dijo. Echó a correr y no paró hasta que vio unas luces brillando a través de la arboleda. No quería transformarse aún, estaría desnuda, y no estaba segura de quién podía encontrarse detrás de los árboles. Se movió despacio, observando lo que ocurría delante de ella. Había muchos hombres, algunos con linternas, otros con armas, recorriendo el perímetro hasta donde alcanzaba su vista. Kalina la vio y se movió entre los árboles ofreciéndole su ropa.

Ary se transformó y preguntó mientras se vestía.

—¿Qué ha pasado? ¿Quién era?

—Un rogue. Aún no saben su identidad. Los guardianes están por todos lados comprobando si hay alguno más ahí fuera.

—¿Dónde está Rome?

—Uno de los guardianes lo llamó después de que Baxter disparase.

—No puedo creer que matase a ese felino. ¿Qué edad tiene?

Kalina sonrió.

—Unos cien años —dijo riendo—. No lo sé, pero cuida de todo lo que pasa por aquí. Lo sabe todo y ve incluso más. Rome se fía mucho de él, le confiaría su vida.

Ary se encogió de hombros y se apresuró a abrocharse las sandalias.

—Y al parecer las nuestras también.

 

 

Una hora más tarde estaban todos en el refugio de Rome, donde la tensión era tal que Ary pensó que se asfixiaría en cualquier momento. Kalina y ella se sentaron junto a la ventana en dos sillones de cuero. Unos metros más allá estaba Nick, con su característico ceño fruncido, jugando con una bola antiestrés entre los dedos. X estaba con el ordenador, golpeando las teclas como si esperase que escupieran respuestas. Rome miraba un estante de libros, con las manos en los bolsillos, sin poder casi contener la rabia que llevaba dentro.

El trío de shifters estaba más que enfadado, y sus sentimientos calaban el aire como el oxígeno. En su interior, Ary se enfrentaba a la misma lucha que ellos y a las sensaciones agudizadas que la invadieron cuando corría con Kalina entre los árboles. No conseguía sentirse cómoda. Era muy molesto guardarse todos esos sentimientos. Eran nuevos e intensos, y quería que desapareciesen. Tanto como deseaba estar fuera de esa habitación en ese momento.

La casa de Rome era enorme; cada habitación era del tamaño de su casa en el Gungi. El refugio no era distinto; tenía el suelo enmoquetado de color marrón oscuro y los muebles eran de cuero marrón chocolate. Era casi una réplica de la habitación de juegos que Kalina y ella habían atravesado en busca de algo parecido a libertad. Pero en vez de una mesa de billar había un enorme bar, y a lo largo de las paredes había estanterías en lugar de cuadros. Dos guardianes custodiaban la puerta. No los había visto antes, pero tenían un aspecto muy fiero. Eran muy fuertes y estaban inmóviles, mirando fijamente al frente. Y por último, dejando una bandeja con una cafetera y tazas sobre una mesa de madera, estaba Baxter.

Ary había estado observando al anciano desde que lo vio salir de entre los árboles. Su rostro parecía solemne, indescifrable. Hablaba de forma clara y concisa, y fue él quien dio las primeras órdenes cuando se formó el grupo de shifters encargados de rastrear el perímetro y les dijo cómo debían llevar a cabo la búsqueda. Cuando llegó Rome, Baxter volvió a asumir discretamente su papel, dejando que fuera el jefe quien se encargara de todo. Pero no dejó de hablar con Rome, que parecía consultarle muchos detalles e incuso pedir su opinión, cosa que tenía muy intrigada a Ary. Era una relación extraña la que mantenían.

Se echó hacia atrás en su silla, que en cualquier otra ocasión le habría parecido muy cómoda, y contempló uno por uno a los shifters que había en la habitación. Existía una conexión muy fuerte entre todos, muy profunda, y sintió que, de algún modo, ella estaba de más allí. Era evidente que eran inseparables, eran un equipo. Ary nunca había formado parte de un equipo, no de uno que luchara por las mismas metas, ahora se daba cuenta. Entonces pensó en su padre, en el hombre que la crio, la entrenó y por último la traicionó. No dejaba de preguntarse cómo pudo hacer lo que hizo y de qué forma iba a afectarla a ella en el futuro.

—¿Cómo coño entró en la propiedad? —preguntó X con las manos contra el teclado. Estaba buscando en su base de datos, intentando identificar al shifter que había sido asesinado.

—Sospecho que entró desde la autopista, señor Xavier.

Una vez más, Baxter hablaba con ese tono bajo y uniforme tan característico.

—Pero tenía que saber que la casa estaba aquí. ¿Por qué si no iba a parar en las inmediaciones?

Kalina se aclaró la garganta y se echó hacia delante en su silla.

—Tengo una teoría sobre eso —dijo, y esperó a que todos la mirasen.

—Mel, la hembra que cooperó con Sabar en mi captura, me recogió aquí el mes pasado. Llevaba a otro shifter con ella y tenían un conductor. Eso ha hecho que nuestra ubicación sea conocida para los rogues.

—¿Reconociste al rogue? —le preguntó X.

Kalina sacudió la cabeza.

—No. Su olor no me era familiar. Pero eso no significa que no estuviese con Sabar esa noche.

Nick maldijo.

—Matamos al guepardo que formaba parte del trío que te acosaba. Disparaste al jaguar que estaba con Mel. Ahora Baxter mata a otro distinto. ¿Dónde están Sabar y el rogue que escapó esa noche?

—Debía de ser uno de los rogues de confianza de Sabar —intervino Baxter.

La serenidad de su voz impuso cierta calma. Sus brazos se extendían frente a él con las manos entrelazadas con elegancia. Seguía llevando el traje negro y la camisa blanca que se había puesto después de disparar al shifter, y se las arreglaba para que pareciera que iba a salir a cenar, en lugar de estar dando el parte sobre un shifter muerto.

—Es arriesgado entrar en esta propiedad, y hacerlo solo es una mera estupidez. No recibió órdenes de entrar aquí. De eso estoy seguro.

—Así que actuó solo. Tienes razón, es estúpido —dijo Nick—. ¡Y consiguió que lo matásemos!

Baxter asintió.

—Correcto, señor Dominick. Pero piense en esto: ¿por qué fue tan idiota? ¿Qué le hizo parar en la autopista, transformarse y entrar en la arboleda?

—Nosotras —dijo Ary con cuidado—. Nos olió cuando corríamos.

La mirada que le echó Nick habría prendido fuego a cualquier otra persona. Ary se puso firme y apartó los ojos de él. No le gustaba lo que percibía desde esa dirección: junto a la rabia había un extraño calor que hacía que se pusiera aún más tensa de lo que estaba.

Casi al mismo tiempo, Rome se dio la vuelta, mirando hacia Ary y Kalina.

—Salisteis sin decírmelo a mí o a Baxter.

No era una pregunta porque todos en la sala conocían ya la respuesta. Y no era un comentario sobre el que se pudiese opinar. Parecía, según Ary, que era más una acusación. Y no le gustó.

Pero si pensaba que la mirada penetrante de Rome era desconcertante, el cabreo que desprendía Nick era el gran final. Intentaba no mirarlo, definitivamente no quería encontrarse con su mirada. Se encontraba en un estado en el que no creía haberlo visto antes, en un lugar al que no estaba segura de querer ir, a pesar de las peleas que había tenido con él antes.

—Necesitaba correr —dijo Ary en su defensa.

—Pensamos que sería seguro —añadió Kalina—. Nadie tenía por qué saber que estábamos allí.

—A no ser que estuviese espiando la casa —dijo Nick—. Él te recordaría, Kalina. Y es posible que Sabar siga buscándote.

Nick miró entonces a Ary, que se movió incómoda en la silla. Los ojos felinos de él se clavaron en su mirada.

La estaba mirando con sus ojos de bestia. Eso era tan solo una pista de lo mal que estaban las cosas.

Ary se lamió los labios, negándose a apartar la mirada esta vez, por muy desesperada que se sintiera.

—No sabe que estoy aquí.

—No lo subestime. Quizá ya lo sepa, yo creo que sabe más de lo que nos gustaría. En cuanto al rogue, puede que fuera un espía y que reconociera el olor de Kalina, pero también puede que otro olor le resultara más atractivo —declaró Baxter.

—¿Qué quieres decir con que otro olor pudo resultarle más atractivo? —preguntó Nick. En sus labios se dibujó una fina línea mientras arrugaba las cejas hasta tal punto que Ary pensó que no recuperarían su forma.

Baxter miró a Ary, después a Nick.

—Sería inteligente por su parte prestar más atención a su pareja, señor.

La frase era algo críptica, pero llamó la atención de Ary. Sus mejillas ardían por la vergüenza mientras intentaba ponerse firme sobre la silla una vez más.

—Tenemos que replantearnos nuestra estrategia en lo que a Sabar respecta. Está claro que se mueve rápido para llevar a cabo sus planes —dijo Rome—. Quiero este lugar cerrado a cal y canto. Guardianes en cada entrada y vigilancia del terreno las veinticuatro horas. Enviad a alguien a vuestras casas a recoger vuestras cosas —añadió mirando a Nick y a X antes de que ninguno de los dos pudiese hablar—. Y nadie —concluyó mirando a Kalina y a Ary—, nadie saldrá sin informarme y sin llevar guardaespaldas. ¿Queda claro?

Kalina asintió. Ary dudó unos instantes y después asintió también. No era inteligente oponerse al líder.

No llevaba allí mucho tiempo, pero se había dado cuenta de ello desde el principio.

—Kalina y yo visitaremos mañana un lugar que ha encontrado y que hemos llamado de momento Havenway. Si se adapta a los requisitos empezaremos las obras de inmediato y nos mudaremos lo antes posible. Los que no se trasladen allí y continúen en su casa tendrán que asegurarse de que sus hogares están bien protegidos. —Rome hablaba deprisa, sin permitir interrupciones ni dar lugar a que alguien pudiera intervenir—. Ahora este lugar ha sido descubierto. —Hizo una pausa, sus afilados dientes se alargaron y sus garras aparecieron en las puntas de sus dedos—. Kalina y yo necesitamos mudarnos. Las mujeres necesitan más protección.

X se puso en pie.

—Nosotros nos encargaremos —prometió X mirando a Rome a los ojos. Nick dejó caer las bolas antiestrés y fue a colocarse junto a Rome.

—Me reuniré con los guardianes y trazaremos nuestro nuevo sistema de seguridad por la mañana —dijo asintiendo.

Tenían un aspecto imponente, amenazador. Morirían los unos por los otros, pensó Ary al verlos allí de pie, juntos. Morirían protegiendo a los shadow shifters. Se sintió sobrecogida al observarlos.

Las extrañas y contradictorias sensaciones que experimentaba la estaban afectando demasiado y se encontraba peligrosamente cerca de transformarse de nuevo y rugir de impaciencia. Se puso de pie con piernas temblorosas para salir fuera un rato con la esperanza de que el aire la ayudara a relajarse. Habría preferido hacerlo sola, pero Nick se puso frente a ella. Extendió una mano y Ary la miró.

Su olor era fuerte, como una poción que la embelesaba. Su interior forcejeaba entre las ganas de caer en sus brazos y rezar por que él tuviese la cura de lo que fuese que la estaba afligiendo y las ganas de gritar por su libertad, por su derecho a entrar y salir cuando le diese la gana, a tomar sus propias decisiones. Quería chillar, tal vez huir de nuevo, pero sabía que ninguna de esas acciones era la respuesta.

Se encontró extendiendo la mano hasta que su palma tocó la de Nick. Al instante los dedos de él envolvieron los suyos y tiró de ella. Ary necesitó echar mano de todo su orgullo para no caerse. No pensaba permitir que él la arrastrara, así que movió sus pies tan rápido como pudo para seguirle el ritmo.