CAPÍTULO
21
Ary se negó a llorar.
Él no se lo merecía.
El muy cretino.
En lugar de llorar se dedicó a dar vueltas por la habitación. Sacó una goma del pelo de su bolsillo, se recogió el cabello en una coleta y siguió caminando por la habitación que usaba en la casa de Nick.
La casa de Nick. Las normas de Nick.
Debería haberlo sabido. Su corazón palpitaba mientras su felino trataba de liberarse. Habían pasado un par de días desde la última vez que pudo transformarse y correr libremente. En el bosque corría a diario. En la ciudad no creía que fuese posible, y si no podía correr iría perdiendo la cabeza poco a poco. Los nervios hervían en su interior, unidos a la irritación de su conversación con Nick. Corrección: no había habido ninguna conversación. Él había dejado claras sus exigencias, había sacado pecho marcando territorio y había dado sus órdenes justo como su padre solía hacer.
Sus dientes asomaron con rabia, sus garras aparecieron en sus dedos. Quería gritar. No, quería huir.
Al final, incapaz de permanecer entre esas cuatro paredes que parecían hacerse cada vez más pequeñas, Ary abrió la puerta sin hacer ruido y salió. Nick seguía en el piso de abajo, lo sabía porque su olor era como un anzuelo para ella. Su cuerpo quería, de forma instintiva, ir donde él se encontrara. Pero se resistió y se movió con el sigilo habitual de un felino a través de la cocina hasta la puerta principal. Miró por encima del hombro y vio a Nick de pie en el balcón, por donde entraba una fría brisa que hacía que las cortinas se movieran con suavidad. Ary abrió el pestillo y salió por la puerta sin mirar atrás.
Solo había dado dos pasos cuando alguien la agarró por el brazo y le dio la vuelta sin ningún miramiento.
—¿Dónde te crees que vas? —dijo con severidad Ezra, el shifter guardián asignado a Nick.
Ezra y Eli eran gemelos, ambos medían algo más de uno ochenta y su piel era de un tono café. Los dos tenían los ojos verdes, del color del agua de un arroyo, con tintes marrones en los bordes. Llevaban el pelo corto y ondulado en la parte de arriba. Con su complexión alta y su mirada letal podían intimidar tanto como jaguares o como hombres. El único detalle que los diferenciaba, del que Ary se había percatado la primera vez que los vio en casa de Rome, era que Ezra llevaba un pendiente de diamante en la oreja izquierda. Eli no llevaba pendientes por lo que Ary había observado.
—Me marcho —contestó por fin, intentando sin éxito liberar su brazo.
—No sin Nick —le dijo Ezra.
—¡Él no es mi dueño!
Ezra se echó a reír.
—No, es tu compañero.
—Eso es una chorrada también —contestó ella.
—Di lo que quieras, pero así son las cosas. No permitiré que te marches sin él, o sin que él me lo diga —le dijo con tono serio, agarrándole con más fuerza el brazo.
Parecía uno de esos tipos que salen en la tele luchando con una camiseta apretada y unos vaqueros desgastados. Sus brazos eran enormes. Intentar escapar de él era inútil.
Ella abrió la boca para hablar y la cerró de inmediato. La discusión probablemente habría continuado, pero las puertas del ascensor se abrieron y Rome, Kalina y X salieron de ellas. Por si eso no era suficiente, otra puerta se abrió a su espalda. Ary supo sin necesidad de volverse que se trataba de Nick.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, mirándola primero a ella y después a Ezra.
Ary pensó que su guardián estaría encantado de comunicarle a Nick que había intentado escapar de su prisión, pero en vez de eso Ezra sonrió y apuntó con la cabeza hacia ella, concediéndole el permiso de hacer los honores.
—Iba a salir a tomar el aire. ¿Está permitido o tengo que permanecer encerrada en ese apartamento hasta que tú lo digas?
Kalina se acercó y le puso una mano a Ary en el hombro.
—Hola. ¿Interrumpimos algo?
Ary miró a Kalina, su única amiga en este nuevo mundo, y contestó con sinceridad.
—Necesito salir de aquí.
Kalina asintió sin más.
—Iremos a tomar el aire.
Rome se puso tenso, pero no dijo una palabra, tan solo sacó el móvil y mandó un mensaje. Ary supuso que era para Eli, el otro guardián, para decirle que iban a salir. El líder de Facción se tomaba la seguridad muy en serio. Eso tenía que reconocérselo: los shifters estadounidenses tenían una organización muy buena. Al parecer tenían muchos planes, según había oído comentar, y estaban llevando a cabo medidas destinadas a implantar una democracia para los shifters. Aún no sabía si ella encajaba en todo aquello, pero, a pesar de lo que había dicho Nick, lo que hiciera sería cosa suya. No permitiría que nadie decidiera por ella. En ese punto Ary era inflexible.
—Vamos dentro —dijo Rome riendo a Nick—. Parece que necesitas una copa.
—¿Una copa? Aún estoy intentando descubrir qué coño está pasando. Llego a casa y no está, y cuando aparece me cuenta que un tipo le ha estado echando crema en los muslos; y luego intenta largarse. No sé qué le pasa.
Rome y X siguieron a su amigo al interior del apartamento. Cuando hubieron entrado, Nick cerró la puerta, se dirigió al cuarto de estar y se dejó caer en un sofá, el mismo donde había pasado la última media hora, preguntándose, sin éxito, qué le ocurría a Ary. Por supuesto no había llegado a ninguna conclusión y el comportamiento de Ary seguía siendo un enigma para él.
—Así que por eso estás tan tenso —dijo Rome—. Otro hombre tocó a tu compañera.
Rome tomó asiento en el sofá, echándose hacia delante para apoyar los codos en sus rodillas.
—Quieres matarlo, ¿verdad?
X se echó a reír antes de que Nick pudiese siquiera contestar.
—¿A quién no quiere matar Nick? Seguro que tiene una agenda con todo el que está en su lista negra por orden alfabético.
Nick no lo encontró gracioso. Nada en esa situación era gracioso. Los celos eran un sentimiento nuevo para él, y no estaba seguro de que le gustase mucho.
—¿Cómo coño se supone que me tengo que sentir? —contestó Nick. Entonces miró a X—. Y si tú salieses de tu cueva de vez en cuando para cuestiones personales, encontrarías a alguna mujer que también te volviese loco.
Hablaba con X, que ya había alcanzado el mueble bar para prepararse una copa. Cada una de sus casas parecía tener un bar en al menos una de las habitaciones. A los shifters no les afectaba el alcohol como a los humanos; nunca se había visto a un shifter borracho vomitando en una alcantarilla o cayéndose del taburete de un bar. No, los shadows aguantaban el alcohol a la perfección. Lo que les provocaba la bebida era una pequeña calma, atemperando su de por sí volátil personalidad. X siempre bebía coñac Hennessy, a palo seco. Esa noche no era una excepción. Se sirvió un vaso y se lo bebió, después se sirvió otro.
—No necesito que ninguna mujer me reclame —dijo X tomando otro trago.
Nick sabía que lo que en realidad su amigo quería decir era que no creía que ninguna mujer lo reclamaría nunca. En lo que a mujeres se refería, X pasaba de todo, lo que no significaba que no tuviese sexo cuando quería, pero más allá de lo físico su mente no podía procesar la idea de una mujer o una compañera. Al contrario que Nick, que siempre había sabido quién era su compañera y había aceptado que nunca sería suya. Hasta ahora.
—Emparejarnos nos hace más fuertes —dijo Rome.
—¿Eso te lo dijo el veterano Alamar? —preguntó Nick. Entonces recordó el momento en que Rome descubrió que Kalina era su compañera. El veterano fue quien le dio la noticia al famoso soltero, y Rome no se lo tomó muy bien al principio. Aunque había que admitir, se dijo Nick, mirándolo desde su posición en el sofá, que parecía que se estaba acostumbrando muy bien.
—Hablé con los veteranos mientras estuvimos en el Gungi. Es un hecho probado que la unión aumenta la fuerza del shifter macho porque sabe que hay una hembra con él todo el tempo.
Nick asintió.
—El viejo dicho de «detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer», ¿eh? —No desechaba por completo la idea, pero tampoco estaba convencido del todo. Él estaba bien sin Ary, o al menos intentaba estarlo. Últimamente, sin embargo, no le gustaba pensar en el tiempo en el que estaba sin ella.
—Los buenos shifters nacen así —dijo X—. Está en sus genes.
X parecía molesto, y Nick y Rome intercambiaron una mirada cómplice mientras tomaban otro trago de su copa. Había llegado el momento de cambiar de tema, coincidieron en silencio.
—X tiene cierta información. Veníamos a ver si Ary y tú queríais salir a cenar para hablar de ello. —Rome se encogió de hombros—. Ahora imagino que seremos nosotros tres quienes discutiremos los nuevos acontecimientos.
Nick decidió que era mejor no hacer ningún comentario acerca de Ary. Sobre todo porque no tenía ni idea de lo que le pasaba.
—¿Qué ocurre? —preguntó, esforzándose por mantenerla alejada de su mente, al menos durante un par de minutos.
—Sabar está moviendo sus drogas. Hablé con un par de los colegas de Kalina en el departamento de policía y me mostraron el alijo de la redada del mes pasado en Silver Spring. —X lanzó una bolsa de plástico sobre la mesa frente a Nick. Este se echó hacia delante y la recogió. Su pulgar recorrió el símbolo que había estado investigando hacía tan solo un par de horas.
—Es una réplica de la bandera portuguesa —dijo.
—¿El qué? —preguntó Rome—. ¿Ese símbolo? ¿Cómo lo sabes?
—Después de que hablásemos recordé todas las veces que había visto el símbolo y pensé que esa es la conexión entre el asunto de mi padre, los cargamentos, la implicación de Davi y lo que Sabar está haciendo ahora.
—Tiene sentido, después de todo el portugués es el idioma de los shadow shifters —añadió X. Entonces se frotó la cabeza con la mano mientras pensaba—. Pero es solo una teoría…
—Hay cinco escudos en la bandera que representan a cada rey moro que fue vencido —comenzó Nick—, pero en este símbolo solo hay cuatro.
Rome miraba ahora la pequeña bolsa de plástico, después volvió a Nick.
—¿Por qué?
Nick esperó un momento antes de decir lo que había deducido justo después de la pelea con Ary.
—Hay cuatro líderes de Facciones —dijo con solemnidad.
—¡Mierda! —exclamó X.
Rome exhaló e inhaló, una y otra vez, frunciendo el ceño cada vez más.
—Me está enviando un mensaje —dijo Rome rechinando los dientes. Nick negaba con la cabeza.
—Nos envía a todos un mensaje.
—Sé por dónde se mueve parte de su producto. Estoy infiltrando a más guardianes para que mantengan la vigilancia —dijo X—. Y estamos recibiendo más protección de todas las Facciones.
—Deberíamos llamarlos ahora, hacerles saber lo que está ocurriendo —dijo Nick poniéndose en pie—. Necesitamos más guardianes entrenados. Todos han de estar preparados para cuando sea o donde sea que Sabar ataque de nuevo.
—Espera un minuto —dijo Rome con tranquilidad—. Sigo siendo el líder de Facción.
Nick y X se quedaron en silencio mirando a Rome, que a su vez los miraba a ellos como si no pudiera creer lo que acababan de hablar. Entonces se levantó y cuadró los hombros. Sus ojos cambiaron: ya no eran de color marrón, sino oscuras rayas sobre unas brillantes pupilas verdes. Eran sus ojos de felino. Lo cual no auguraba nada bueno. En absoluto.
—Quiero detalles de cada uno de los líderes de Facción y de sus familias. Luego quiero guardianes en las calles rastreando, incluido el olor de ese bastardo. Quiero encontrarlo y lo quiero vivo. —Esto lo dijo con una calma fría, apretando los puños. X y Nick solo podían asentir conformes.
Nick sabía lo que Rome quería, conocía la meta de los shifters estadounidenses, y debía admitir que le alegraba que empezaran, por fin, a ponerse en acción.
No era ningún secreto que, de los tres, era Nick quien más se resistía a esa democracia que sus amigos auguraban benéfica para los shifters estadounidenses. Aceptaba sus diferencias con el resto de la humanidad mucho más fácilmente que otros shifters.
Él sabía que no era solo un hombre. No era humano. Era un shifter con forma de jaguar y estaba orgulloso de ello. Lo había estado toda su vida, a pesar del empeño de sus padres y amigos por permanecer aislados e intentando pasar desapercibidos. Sin embargo, reconocía la necesidad de proceder con cautela, claro. Si no fuera así ya se habría transformado delante de uno de esos ridículos y arrogantes abogados a los que se había enfrentado. Imaginó la escena y sonrió. Esos petulantes se habrían cagado de miedo.
Nick sabía que, teniendo en cuenta todo lo que había en juego, sus sentimientos personales eran lo menos importante. Por eso estaba junto a Rome y las Facciones en lugar de convertirse en un rogue.
Rome y X fueron hacia el bar a prepararse otra copa, y Nick se puso de pie y tomó aire profundamente. De pronto le pareció oír algo, pero era solo una sensación. Un deseo, profundo y que le quemaba por dentro. De repente se excitó, se le hizo la boca agua. Y en ese preciso instante pensó en Ary.
—Sé lo que necesitas —dijo Kalina.
Habían ido a su casa, la casa que compartía con Rome, un lugar que a Ary le parecía imponente. Kalina guio a su amiga a través de un largo pasillo hasta una acogedora sala decorada en distintos tonos de marrón y beige. Había unas sillas mullidas, una chimenea y una mesa de billar. Parecía muy cómodo y poco propio de la Facción.
—Es la sala de juegos. Rome y los chicos se relajan mucho aquí. Bueno, últimamente no, con la aparición de Sabar… Vamos, podemos salir por aquí. —Señaló las puertas correderas justo antes de acercarse y abrirlas—. Ven.
Ary la siguió sin decir una palabra. Las cruzaron y pisaron el césped. Ary se quitó las sandalias y dejó que las suaves hojas acariciasen sus pies desnudos. Suspiró para sí y sus hombros se liberaron del estrés más rápido de lo que había conseguido Alexi con su maravilloso masaje. Frente a ellas había filas y filas de árboles. El corazón de Ary se alegró, su felino presionaba impaciente.
—Debemos adentrarnos un poco —dijo Kalina desabrochándose la blusa—. Rome siempre dice que hay que tener mucho cuidado, que la gente de la autopista podría vernos si no nos adentramos lo suficiente entre los árboles.
Ary seguía sin hablar, pero se quitó la camiseta por encima de la cabeza y la sostuvo en la misma mano que los zapatos. Cuando por fin se quitó los pantalones cortos, cayó de rodillas y sintió su pecho agitarse con respiraciones ahogadas. Su felino se liberó; todos los músculos que no se habían movido durante días se alargaron y transformaron de repente.
Con su húmeda lengua felina se lamió el hocico, la cara y los afilados dientes. Al mirar por encima de su hombro, vio al felino de Kalina y saltó hacia delante, corriendo por fin.
El felino de Kalina se colocó delante de Ary al cabo de unos segundos, dado que ella nunca había corrido allí. Ambos felinos recorrieron las tierras que Rome mantenía para ese propósito. Subían pequeñas pendientes y atravesaban charcos de agua. Marcaron árboles que no habían sido marcados antes y rugieron con total satisfacción.
La adrenalina circulaba a toda prisa por la sangre de Ary, haciendo que su corazón palpitara de forma salvaje y que sus patas aumentaran el ritmo. Pero Ary sintió algo más mientras avanzaba junto a los árboles: una intensa descarga en todo su interior. Necesitaba correr, de eso no cabía duda, pero tenía otra necesidad.
Cuanta más energía gastaba corriendo entre los árboles, saltando troncos caídos y pendientes, más profunda era su necesidad, hasta que se convirtió en un suave dolor en su interior.
En respuesta a ese dolor Ary rugió, sus dientes se mostraron al aire, su hocico fue invadido por todos los olores. Pero eso no calmaba la necesidad, sino que le añadía cierta urgencia, así que rugió de nuevo.
Y no se dio cuenta de que estaban siendo observadas.
Regresaba del almacén de Alexandría, con todas las ventanillas de su furgoneta bajadas. El aire era sofocante, incluso a pesar de la leve brisa. Gabriel quería estar al aire libre, quería correr, trepar y estirarse, todas las cosas que un humano no puede hacer sin las condiciones de un felino.
De pronto un aroma lo golpeó y aparcó a un lado de la carretera. Salió del furgón y permaneció allí durante unos segundos interminables. A su lado pasaban coches a toda velocidad, silbando en la autopista. Era un olor almizclado, el olor de una hembra shifter en celo. Su felino se alzó sobre sus patas traseras y rugió, suplicando ser liberado. Tenía que poseer a esa hembra, quería aparearse solo por el acto físico en sí. No tenía ni idea de quién era esa felina, solo sabía que estaba necesitada y él también. En un segundo se había transformado y corría por la pendiente que lo alejaba de la autopista. A lo lejos había arboledas espesas que se extendían hasta donde le alcanzaba la vista. Ella estaba allí, lo sabía, por lo que corrió a buscarla.